Una crisis que adquiere unas dimensiones nuevas y que se superpone en aquellos que «llevan muchas crisis a cuestas». Así lo indicó el obispo auxiliar de Madrid monseñor José Cobo al comienzo de la vigilia. La pandemia «está siendo una oportunidad para descubrir lo fundamental de nuestra vida» y «la necesidad que tenemos de reconstruir la sociedad, pero desde la humanidad». El inicio del camino «comienza a la puerta del sepulcro del Resucitado», como se recuerda en la Pascua.
El tiempo pascual, aseguró, también ilumina la situación de desempleo. En estos momentos de la historia se han dado «giros importantes en la forma de afrontar las relaciones laborales» que hacen creer que no hay remedio para el trabajo precario, que la explotación «es un mal menor» o que la injusticia «es un escalón necesario para crear élites que nos saquen de esta situación». Y la realidad es que «el trabajo precario aumenta»; se aceptan las condiciones que sean ante la escasez de trabajo, lo que «se agudiza especialmente en las mujeres»; los ERTE se transforman en ERE; la pobreza se hereda de padres a hijos...
Todo esto se presentó en la vigilia «como una llaga del Resucitado», para dejar que Cristo «nos entregue su esperanza», indicó el obispo auxiliar. Y a través de la oración, «que es el mejor acto de amor que tenemos porque nos enseña la gratuidad», se pusieron ante Dios la precariedad, la destrucción de empleo, los empleos indignos, el afán de lucro o la mercantilización del esfuerzo humano.
Es necesario, destacó monseñor Cobo, «buscar fórmulas nuevas para ponernos al lado de tanta gente», para construir cenáculos. «Desde las víctimas, desde las llagas del Resucitado, es desde donde se construye la comunidad», subrayó. «Es necesario –abundó– comunidades que pongan en el centro la dignidad de las personas». La oración es pedir por cada víctima, que «nos enseñan a hacer Pascua y a resucitar». En ellas «Cristo se queda, y desde ellas alumbra la esperanza».
Rostros concretos
Estas víctimas a las que se refería monseñor Cobo tienen rostro y nombre. Como el de Ángel, un hombre que actualmente colabora con Pastoral Penitenciaria después de haber sido ayudado por ella tras su salida de prisión. En la vigilia quiso destacar las «muchas dificultades que están teniendo las personas que salen de prisión», cuya situación ya es de por sí es complicada y «ahora mucho más». Porque las preguntas que un interno se hace ya en la calle son dos, explicó: «¿qué voy a hacer?» y, sobre todo, «¿a dónde voy a ir?». «Se necesita muchísima ayuda para empezar a dar vida», porque sin esa ayuda «es muy fácil que puedan volver a recaer», destacó. «Una persona que no tiene trabajo no tiene sentido en la vida y, si no tiene un lugar de acogida, es muy difícil que se pueda sentir simplemente persona».
Lauraacababa de llegar a España junto a su marido y sus dos hijas cuando empezó la pandemia. Tenía trabajo, pero tanto ella como su marido se quedaron en el paro el primer mes. Lo más grande que tiene un cristiano, dijo el sábado, es aceptar que la ayuda de Dios viene de manos de cualquiera». Por ejemplo, de su vecina musulmana que, sin saber sus problemas, cuatro de familia como ellos, en un piso de 26 metros, «un día bajó y me dijo: “Nosotros somos musulmanes y hay cosas que no podemos comer, ¿no te enojas si te las doy?”». Y Laura se puso a llorar «porque realmente lo estábamos necesitando».
A Laura le viene inmediatamente el nombre de una persona por la que se ha sentido especialmente acompañada: Carmen, la encargada del ropero de la parroquia San León Magno. «El primer día de la pandemia me llamó y me dijo: "¿Qué necesitas"?» y luego la ha seguido llamando todos los días.
Ese sentirse persona lo evidenció Claudia, una trabajadora que también se quedó sin empleo con la pandemia y que, por estar en situación irregular, no pudo reclamar nada. Pero más allá de las ayudas sociales, que por supuesto, Claudia se emocionó cuando destacó lo que para ella era fundamental : «El apoyo moral, alguien que te llame y te diga: “¿Cómo estás? Tranquilo, vas a salir adelante…”».
Saber leer los signos de los tiempos
Además de Toño Casado, que amenizó con dos temas suyos la vigilia, también participó Laura Moreno, delegada de Jóvenes. Lo hizo animando a hacer silencio, mirar la realidad desde la fe y rezar para saber leer los signos de los tiempos. «¿Estamos siendo constructores de esperanza?», invitó a preguntarse ante esta crisis. Y aseguró que, reconociendo que «tenemos que caminar al lado del otro», el siguiente paso será «ver en ese otro al Otro con mayúsculas».
Un vídeo sobre Carifood, la empresa de inserción sociolaboral de Cáritas Diocesana de Madrid, dio paso a las palabras finales del arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro. Explicó que «el trabajo es un derecho otorgado por Dios al hombre», y que, «como Iglesia, nos corresponde recordar la dignidad del ser humano y la importancia del trabajo decente, clave en el desarrollo de cada persona y de sus familias».
Haciendo referencia al lema de la vigilia, incidió en que «los cristianos hemos de mostrar con palabras y sobre todo con obras que el sufrimiento no va a tener la última palabra, como subraya el Papa Francisco». «Ante tanto dolor, ante tanta herida, la única salida es ser como el buen samaritano», hombres que hacen «propia la fragilidad de los demás», concluyó.
La vigilia fue clausurada con la lectura del manifiesto a cargo de Javier Alonso, de Justicia y Paz. En él se constató «la situación catastrófica de paro» causada por la pandemia pero a su vez, la oportunidad que esta supone para acompañar en la esperanza, que «es una corresponsabilidad que compartimos como creyentes en nuestras parroquias, comunidades y organizaciones».
Los compromisos adquiridos pasan por reconstruir la relación con Dios, con la humanidad, con la naturaleza y con las personas vulnerables; construir justicia, solidaridad y esperanza, seguir apoyando la iniciativa Iglesia por el Trabajo Decente; facilitar procesos de integración de personas vulnerables; implementar acciones formativas para el empleo; fomentar acciones de mediación para el empleo en parroquias y comunidades, e implementar la coordinación con los servicios sociales públicos.