El arzobispo de Compostela analiza los "frutos del Año Santo 2021-22" Julián Barrio 'despide' el primer Xacobeo doble de la historia: de la incertidumbre de la pandemia al récord de peregrinos
"Durante estos dos años jubilares también muchas personas han acudido como visitantes y han regresado como peregrinos al haber sentido que su corazón había sido tocado por Dios. Y es que la vida se transforma cuando dejamos que Dios entre en ella"
“Muchas personas han experimentado la pérdida de familiares y amigos por causa del virus y han traído su memoria ante el Apóstol Santiago”
| Archicompostela
“¡Damos gracias a Dios al clausurar este Año Santo Compostelano, que nos invita a mirar, por una parte, con gratitud el pasado, pero que nos abre con tanta esperanza al futuro!” Así iniciaba el arzobispo de Santiago, monseñor Julián Barrio, la carta pastoral “La alegría de la conversión: fruto del Año Santo 2021-22”
El prelado compostelano indica que este tiempo Jubilar “ha estado marcado durante la primera parte por la incertidumbre de la pandemia y en la segunda por una multitud extraordinaria de peregrinos que han venido en peregrinación hasta la tumba del Apóstol. La Iglesia en Santiago agradece a todos, en esta hora tan especial, el mantener viva la tradición de peregrinar a Santiago y el querer compartir con nosotros la celebración de este Año Santo que está llegando a su fin”.
El arzobispo también afirma que el Año Santo ha sido “una experiencia de gracia del que esperamos para nuestra Iglesia diocesana, y para toda la Iglesia en Galicia, España y el mundo, frutos abundantes de renovación personal y comunitaria que nos ayude a ejercer la fraternidad, avivar la esperanza, trabajar por la justicia e impulsarnos a llevar a todos la alegría del Evangelio de Jesucristo”.
Mons. Barrio destaca, por su importancia para el presente y el futuro de la Iglesia, la Peregrinación Europea Jóvenes que se desarrolló del 3 al 7 de agosto: “Fueron días inolvidables por la honda alegría, a veces desbordante, por el clima sereno de oración compartida, de catequesis y celebraciones litúrgicas marcadas por el encuentro con el Señor”. Y añade que “durante estos dos años jubilares también muchas personas han acudido como visitantes y han regresado como peregrinos al haber sentido que su corazón había sido tocado por Dios. Y es que la vida se transforma cuando dejamos que Dios entre en ella”.
En la segunda parte de la Carta Pastoral, “Nuestra memoria agradecida. A los cuarenta años del Discurso Europeísta de San Juan Pablo II”, el arzobispo afirma que el Año Santo ha sido un “Año de gracia de Dios a quien agradecemos todos los dones que hemos recibido a lo largo de estos dos años. La gracia que se nos ha dado es esperanza en medio de nuestras incertidumbres y es caridad como testimonio de nuestra vida cristiana que nos animan a vivir con espíritu de peregrinos en la vocación a la que hemos sido llamados y en las circunstancias de nuestra vida”.
Mons. Barrio agradece al Papa Francisco, por la prórroga de este Año Santo: “Le agradecemos además que nos esté marcando este rumbo renovado en la Iglesia y en especial por esa mirada a los más frágiles, a los más pobres. Desde aquí le mostramos nuestra comunión afectuosa, que se hace oración por todas sus intenciones. Nuestro agradecimiento también para todos los que de un modo u otro han participado durante estos dos años en la organización del Año Jubilar Compostelano y en todas las celebraciones”.
En este contexto, el arzobispo recuerda también con gratitud el memorable discurso que con sentido profético pronunciaba san Juan Pablo II en la Catedral compostelana hace cuarenta años: “Llegó como maestro y como testigo, para confirmarnos en la fe y alentarnos en una nueva evangelización, tan necesaria entonces como lo es hoy para el mundo”.
En la tercera parte de la Carta, mons. Barrio invita a vivir el presente con pasión evangelizadora: “Las celebraciones de los Años Santos Compostelanos buscan favorecer la realización integral de la persona y son una llamada constante a la conversión que nos ayuda a renovarnos espiritualmente, recordando los contenidos de nuestra fe y acogiendo la salvación para ser evangelizadores en medio de la indiferencia religiosa, incertidumbre moral y pérdida del sentido transcendente”. En este contexto, el prelado compostelano hace referencia a la crisis económica y moral, la crisis de fe, desafío para la Iglesia y al Camino de Santiago, como camino de fe: “La peregrinación cristiana se caracteriza por una expectativa que nace de una nostalgia de infinito, de trascendencia, que tarde o temprano -consciente o inconscientemente- emergerá. Pues la razón más profunda de la peregrinación es la conversión al Dios vivo a través del encuentro consigo mismo”.
La cuarta y última parte de la Carta el arzobispo recuerda el sufrimiento de las numerosas víctimas de la pandemia, así como del sentimiento generalizado de miedo y desconfianza: “Muchas personas han experimentado la pérdida de familiares y amigos por causa del virus y han traído su memoria ante el Apóstol Santiago”.
Y añade: “como nunca antes hemos percibido que pertenecemos a una gran familia espiritual, la Iglesia, donde hemos sentido la cercanía y la solidaridad a través de la oración y la ayuda mutua. Juntos nos hemos dado cuenta de la maravillosa realidad teológica de la comunión santos. Esa experiencia de fraternidad, vivida tendría que empujarnos a superar cualquier rastro de individualismo egoísta y acrecentar nuestra caridad y actitud de servicio a los demás, especialmente a los más pobres y vulnerables. A pesar de todos los sufrimientos y dificultades vividas, una vez más se ha puesto de manifiesto que, incluso en tiempos de oscuridad, Dios siempre nos da la fortaleza de su gracia y sale a nuestro encuentro con su amor providente”.
Termina mons. Julián Barrio recordando el objetivo de este Año Santo Compostelano expresado en su carta pastoral de convocatoria fue “Sal de tu tierra. El Apóstol Santiago te espera. Poneos en camino”. En este sentido invita a mirar con esperanza al futuro: “la peregrinación es un viaje que se realiza movidos por la fe y la esperanza, y en el que no sólo es importante el destino al que se llega, sino la experiencia de peregrinar en sí misma, que no hacemos solos, sino con los otros, compañeros de ruta, peregrinos como nosotros. Los esfuerzos y sacrificios de la peregrinación, las relaciones fraternas entre los peregrinos y quienes los acogen, provocan la lectura de un significado que enmudece la cultura pragmática y la realidad de lo inmediato en la que vivimos. En ese viaje aprendemos a “caminar juntos”. Esta experiencia exige dejar de lado las actitudes individualistas y abrirnos al conocimiento de los que caminan conmigo. Y al mismo tiempo compartir y valorar la riqueza que los compañeros de camino me aportan".
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