El obispo de Girona reflexiona sobre los retos de la Iglesia y su compromiso con la acogida de migrantes Octavi Vilà: "La sinodalidad en una iglesia local viene a decir que la diócesis es de todos"
Fray Octavi Vilà, obispo de Girona, piensa que si san Pablo viviera hoy seguramente tendría cuentas en las redes sociales
Cuando tomó posesión como obispo de Girona el pasado 21 de abril, una de sus primeras cosas fue abrir una cuenta en X y otra en Instagram, donde, con el apoyo técnico del departamento de medios de comunicación del obispado, explica cómo es su trabajo diario
El principal problema con el que se ha encontrado en la dióciesis ha sido "la falta de presbíteros, diáconos y ministros de la Palabra para atender las necesidades pastorales"
"Una sorpresa agradable fue ver la ilusión y las ganas de trabajar por parte de la gente que conforma los movimientos laicales, que contradice la imagen que a menudo se tiene de Girona, es decir, de una diócesis amodorrada", afirma
El principal problema con el que se ha encontrado en la dióciesis ha sido "la falta de presbíteros, diáconos y ministros de la Palabra para atender las necesidades pastorales"
"Una sorpresa agradable fue ver la ilusión y las ganas de trabajar por parte de la gente que conforma los movimientos laicales, que contradice la imagen que a menudo se tiene de Girona, es decir, de una diócesis amodorrada", afirma
(Agencia Flama).- Fray Octavi Vilà, obispo de Girona, piensa que si san Pablo viviera hoy seguramente tendría cuentas en las redes sociales. Por eso, cuando tomó posesión del cargo el pasado 21 de abril, una de las primeras cosas que hizo fue abrir una cuenta en X y otra en Instagram, donde, con el apoyo técnico del departamento de medios de comunicación del obispado, explica cómo es su trabajo diario.
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Así, gracias a estas plataformas, durante las últimas semanas se le ha podido ver en lugares como Montserrat, la Seu d'Urgell, Roma, Tarragona, así como en localidades de la diócesis de Girona como Caldes de Malavella, Canet de Mar o Blanes. Fue en este último municipio de la Costa Brava donde, después de presidir la vigésima primera edición de la misa de Alba, celebrada en la playa de Sa Palomera, conversó con Flama.
-¿Cómo han sido estos inicios como obispo de Gerona?
-Durante estos primeros meses he empezado a conocer el territorio diocesano, presidiendo confirmaciones en diferentes parroquias, participando en fiestas mayores y en reuniones de los arciprestazgos. También he recibido muchas visitas de delegaciones del obispado, presbíteros y movimientos de la Iglesia gerundense, así como de representantes de la sociedad civil.
-¿Ha habido algo que le haya preocupado especialmente en esta primera toma de contacto?
-Una sorpresa agradable fue ver la ilusión y las ganas de trabajar por parte de la gente que conforma los movimientos laicales, que contradice la imagen que a menudo se tiene de Girona, es decir, de una diócesis amodorrada. En cuanto a los problemas, el principal con el que me he encontrado ha sido la falta de presbíteros, diáconos y ministros de la Palabra para atender las necesidades pastorales. Tenemos más diáconos en relación a otros obispados, pero muchos ya tienen una edad avanzada, lo que provoca una evidente falta de efectivos.
-¿Esto está provocando esta implicación de los laicos en la vida de la Iglesia?
-Sí, los laicos pueden ayudar en aspectos como la catequesis, la administración o el servicio de Cáritas y esto es positivo, ya que con su colaboración permiten que el presbítero pueda centrarse en otras responsabilidades.
-El Instrumentum Laboris de la Asamblea del Sínodo destaca la situación de los ministros ordenados. ¿Cómo se está afrontando esta realidad desde Girona?
-Muchos presbíteros tienen un ritmo de trabajo y de celebraciones intenso, sobre todo los fines de semana, lo que les pasa factura y agobia la tarea. Además de las celebraciones habituales, se añaden exequias de difuntos, lo que hace que en ocasiones no puedan atender otros aspectos también importantes como la atención directa a los fieles; impide el contacto que debería ser normal y habitual entre los curas y la gente de la parroquia, que no siempre pueden hablar antes o después de las celebraciones con el cura, porque no puede pasar mucho rato en un lugar concreto dado que debe celebrar en varios sitios.
-La diócesis de Girona permite al obispo tener “olor a oveja”, cómo pide el Papa?
-La diócesis es grande y diversa. He observado que existen diferentes realidades: el Maresme, Girona ciudad, las comarcas del Empordà o la Garrotxa. Cada zona tiene sus particularidades y requiere de soluciones diversas, pero ciertamente tiene una extensión al alcance.
-Viniendo de una etapa como monje en Poblet, ¿se imaginaba la realidad de las parroquias?
-Hasta ahora, el mundo de las parroquias era bastante desconocido para mí, le conocí desde la dimensión de fiel antes de entrar en el monasterio, después cuando desde el monasterio se hacían suplencias en las parroquias cercanas. Ahora es todo un descubrimiento, aunque ya tenía un cierto contacto en Poblet también con los curas que venían a realizar estancias. Entonces descubrí que uno de sus principales problemas es la soledad; en Girona, por ejemplo, el 99% de los curas viven solos, lo que comporta carencias materiales, psicológicas y espirituales.
-¿Existe algún aspecto de la segunda fase de la asamblea sinodal que tenga una especial incidencia en Girona?
-Quedé gratamente sorprendido por el documento de conclusiones de la fase diocesana del Sínodo. El grupo que lo redactó trabajó con una visión muy realista de la diócesis. El papa Francisco insiste en que el Sínodo no debe buscar resultados concretos, sino reflexionar sobre un marco para el encaje de la Iglesia en los próximos años. La sinodalidad en una iglesia local viene a decir que la diócesis es de todos, no sólo del obispo o presbíteros. Y esto nos interpela en Girona.
-Uno de los retos más importantes de la Iglesia catalana es el uso del catalán en la liturgia. ¿Cómo afrontarlo con la población inmigrante?
-En la diócesis hay una población latina considerable, mayoritariamente católica, también existe un gran número de población musulmana. En algunas parroquias, la población latinoamericana es numerosa, lo que hace que muchas veces el cura se decante por el uso del castellano en las celebraciones. Por eso, debemos hacer un doble esfuerzo de integración: de los inmigrantes para adaptarse a la lengua y costumbres del país y de los receptores para acogerlos. Es necesario buscar fórmulas mixtas en las celebraciones y fomentar la participación conjunta.
-¿Qué claves propondría para construir comunidades cristianas acogedoras?
-Las parroquias son una vía de integración, como hemos dicho, y debemos seguir haciendo esfuerzos de acogida en este sentido. Y en cuanto a la sociedad en general, deberíamos sentirnos interpelados por aquellas personas que abandonan su país y se lanzan al Mediterráneo con embarcaciones precarias, con toda la familia, después de haberlo perdido casi todo. En lugar de recibirlos con discursos de odio que vinculan la inmigración con la delincuencia y la violencia, deberíamos ser conscientes de las necesidades de estos hermanos nuestros. El papa insinuaba con Laudato Si que cuando Dios creó el mundo lo hizo con recursos suficientes para todos. Somos nosotros quienes después lo hemos administrado de una manera diferente, y unos tienen mucho y otros no. Debemos ser conscientes de los recursos que tenemos y de la necesidad de compartirlos.
-¿Qué destacaría del curso de formación para nuevos obispos al que asistió a Roma?
-El curso reúne a obispos nombrados durante el último año. Hemos recibido consejos generales y prácticos de diferentes dicasterios de la Santa Sede que nos ayudan a situarnos en el contexto de nuestras funciones. La convivencia durante la semana fue muy enriquecedora, puesto que entre las sesiones y las comidas pudimos intercambiar impresiones y experiencias con otros obispos de regiones con situaciones muy diversas.
-¿En qué medida ha tenido que enfrentarse el problema de los abusos desde su llegada a Girona?
-He tratado este tema con el vicario judicial y la oficina de abusos, que me han puesto al corriente de denuncias a curas de la diócesis que ya no están vivos. Tenemos unos buenos protocolos, se trabaja de forma rigurosa y atenta hacia las víctimas y se actúa de acuerdo con las disposiciones de la Santa Sede y de la Conferencia Episcopal. Es un tema siempre doloroso; las denuncias, aunque sean hace años, dejan heridas profundas. Debemos priorizar siempre la atención a las víctimas y atender a los culpables, si están vivos, porque son hermanos que forman parte de la Iglesia y cuando duelen a los demás, duelen a la Iglesia y también a sí mismos.
-En la Conferencia Episcopal, ¿también se ha abordado este tema intensamente durante los últimos meses?
-Sí, en la primera Asamblea Plenaria Extraordinaria en la que participé ya trabajamos sobre esta cuestión. Fue importante hacerlo conjuntamente con la Confer, que representa la vida consagrada, puesto que muchos abusos se produjeron en el ámbito docente de los institutos religiosos. Ellos han hecho mucho camino en este sentido y pueden ayudar a buscar soluciones para estos casos, que no deberían prescribirse dentro de la Iglesia.
-¿Es difícil afrontar esta problemática teniendo en cuenta que a menudo son casos de tiempos pasados?
-La Iglesia es un conjunto. Juan Pablo II pidió perdón por errores del pasado. Debemos tener conciencia colectiva de los errores cometidos a lo largo de la historia para no repetirlos. Podemos no ser personalmente responsables, pero siempre lo somos como colectivo.
-¿Qué le ha parecido la misa de Alba, en Blanes? ¿Se ha sentido arropado por parte de la gente del pueblo?
-La misa de Alba ha sido una experiencia bien simbólica. Por un lado, porque se hace en la playa, que en otras regiones de la cuenca mediterránea se convierte en un punto de llegada de muchas personas buscando un futuro mejor y donde muchos, desgraciadamente, llegan sin vida. Hacer la misa en el amanecer simboliza la resurrección de Cristo. Nuestra fe se representa así: después de la muerte, viene la vida.
En cuanto a la gente del pueblo, en todas partes que voy de la diócesis me encuentro con esta alegría de los vecinos al saber que tienen de nuevo un obispo y les gusta participar en las celebraciones. La diócesis ha sufrido estos dos años sin obispo, ciertamente, quizás si hubiéramos sabido que serían tan largos, habría sido distinto. Los procesos de nombramiento son verdaderamente complicados y largos.
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