Acción de gracias por el ministerio episcopal de Ángel Fernández Collado La despedida del obispo de Albacete: "He querido no tanto presidir, como servir"
El domingo 5 de mayo, la catedral de Albacete acogió la ceremonia de acción de gracias por el ministerio episcopal de Ángel Fernández Collado, tras la aceptación por parte del papa Francisco de su renuncia -el pasado 9 de abril- por razones de salud a los 72 años de edad
"Marcho a Toledo, de donde vine a Albacete; allí estaré en la Casa Sacerdotal donde os recibiré con los brazos abiertos todas las veces que queráis y podáis ir a visitarme; me dedicaré a orar, dar gracias, leer lo que mi vista me permita, y estar cerca de mi familia"
"Volveré a Albacete en ocasiones, porque formo parte de esta Iglesia, como uno nuevo de vuestros Obispos eméritos y no quiero que esto se olvide ni se me olvide"
"Volveré a Albacete en ocasiones, porque formo parte de esta Iglesia, como uno nuevo de vuestros Obispos eméritos y no quiero que esto se olvide ni se me olvide"
| Diócesis de Albacete
Corría el mes septiembre del año 426 y San Agustín reunió al pueblo de Hipona en una asamblea, de la cual levantaron un acta que decía: «Siendo cónsul Teodosio, por duodécima vez, y Valentiniano Augusto, por segunda vez, después que el obispo Agustín tomó asiento, junto con sus colegas en el episcopado Religiano y Martiniano, en la Iglesia de la Paz de Hipona, estando presentes los presbíteros Rústico, Lázaro y Heraclio Saturnino, Bernabé y Fortunaciano, en presencia del clero y de un numeroso pueblo dijo Agustín: “Lo que ayer prometí a vuestra santidad, por lo que quise que vinierais en mayor número, y compruebo que así lo habéis hecho, hay que llevarlo a cabo sin demora... Todos en esta vida somos mortales y el día último siempre es incierto para todos. En la infancia se espera la adolescencia; en la adolescencia, la juventud; y en la juventud, la edad adulta; en la edad adulta, la edad madura; y en la edad madura la senectud. Más la senectud no tiene ninguna otra edad que esperar. Es incierto hasta cuándo le durará al hombre la senectud, pero es cierto que no le queda otra edad que suceda a la senectud. Porque Dios quiso, llegué a esta urbe en el vigor de mi edad; entonces era un hombre adulto, ahora, en cambio, soy un anciano”. Entonces le propone un sucesor, para que no haya turbulencias en la Iglesia de Hipona».
Ha llegado el momento de dar un paso hacia atrás y dejar que otro Pastor, otro Obispo, pueda gobernar esta Diócesis de Albacete. Yo soy consciente de mis dificultades por culta de la enfermedad que sin pedirla ha llegado a mi vida. Y puedo decir que llegué a esta Diócesis ya mayor, pero lleno de salud. Han pasado los años; puedo decir y lo digo sinceramente hablando de corazón a corazón que he sido feliz, he querido y quiero a esta Iglesia en Albacete, os quiero. A ella me he entregado y he servido. He querido no tanto presidir, como servir. No quiero hacer ninguna valoración de mi servicio y estancia aquí, entre vosotros, porque nadie es buen juez en causa propia; que la haga el Señor y vosotros, aunque me acojo a la misericordia de Dios y a la vuestra.
Todo lo que se ha hecho ha sido con la ayuda del Señor y con las oraciones de muchas personas y con muchas ayudas de cientos de personas, sacerdotes, diáconos permanentes, vida consagrada, autoridades civiles, judiciales, militares, académicas, seglares laicos que habéis sido fieles y grandes colaboradores imprescindibles con entrega sencilla, generosa, callada y cotidiana, con vuestras cruces, algunos os encontráis hoy aquí y otros ya esperan la resurrección en la casa del Padre o en lugar de la purificación.
Hoy quiero daros las gracias a todos: a Dios, en quien vivimos existimos y somos, Él da el aliento, la vida y todo; Él es origen guía y meta del universo. Es Padre con entrañas maternales, llenas de misericordia; en Jesucristo me ha amado y ama hasta entregarse por nosotros; con su Espíritu Santo que me confió este ministerio episcopal; Dios, a pesar de mi miseria, siempre me ha acompañado con su misericordia y fidelidad.
Gracias a mis hermanos, cuñadas, sobrinos y resto de mi familia que siempre me haN acompañado con su cariño y cercanía; a las comunidades cristianas de los casi 200 pueblos de la provincia de Albacete, a los amigos que siempre han estado junto a mí; a la Archidiócesis de Toledo en la que crecí, me forme y ejercí el ministerio sacerdotal y episcopal como Obispo Auxiliar de la misma; gracias a mis hermanos obispos que componen o han compuesto esta provincia eclesiástica de Toledo y al resto del episcopado español; a todos vosotros, pueblo santo y fiel de Albacete, que hacéis presente el Evangelio en la sociedad y en las distintas comunidades parroquiales y educativas; en especial muchas gracias a todos los que en los Consejos Diocesanos, en las distintas Delegaciones de la Curia con sus trabajadores y voluntariados y, particularmente, a los Vicarios que me han ayudado y acompañado en estos años. Sin su inestimable colaboración generosa, y su entrega paciente, fraterna y amiga, no se ha habría hecho lo que se ha hecho. Gracias a José Miguel, mi secretario particular desde hace 14 años, discreto, leal, fiel y siempre servicial.
Gracias a las autoridades de las ciudades y poblaciones, a la Diputación Provincial, la Delegación de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, Subdelegación del Gobierno, Subdelegación de Defensa, Fuerzas Armadas, Guardia Civil, Policía Nacional, Policías Locales de todos los municipios de la provincia de Albacete, Protección Civil, agrupaciones de bomberos, y un largo etc. del gran tejido asociativo que tenemos en nuestra Provincia de Albacete. Gracias por que hemos podido trabajar juntos en algunas iniciativas en favor del pueblo albaceteño con libertad, respeto y responsabilidad.
Gracias a los medios de comunicación que con buen hacer siempre con respeto y educación favorecéis la difusión de la verdad de la noticia, gracias a Cáritas, Manos Unidas y otras asociaciones que trabajáis por el más necesitado y desvalido. Gracias al tejido de Apostolado Seglar con los diversos movimientos, asociaciones, hermandades y cofradías; os pido, como os he dicho tantas veces, que sigáis siendo los voceros que anuncias el Amor de Dios, que lleváis a los ambientes de la sociedad civil la buena noticia del Evangelio y que trabajéis fraternalmente en sinodalidad.
Gracias también a los religiosos y religiosas que desde la oración y la participación en la vida de la Diócesis habéis estado siempre muy cercanos al Obispo. No quiero olvidar a los seminaristas, gracias por vuestro “si” generoso a la llamada del Señor, seguid formándoos para que seáis unos santos sacerdotes con el corazón como el de Cristo. No olvidéis la importancia que seguir orando y trabajando por las vocaciones sacerdotales, consagradas y matrimonios cristianos. Bien sabéis que he puesto todo mi empeño durante mi episcopado en la Diócesis en fomentar las vocaciones, seguir sin desfallecer en este empeño. Me marcho agradecido pues en estos casi seis (6) años he podido ordenar a nueve (9) sacerdotes contando con los cuatro (4) que ordenare el próximo 15 de junio.
Quiero agradecer, especialmente, el trabajo pastoral de los sacerdotes y diáconos permanentes que durante estos años me habéis demostrado de lo que sois capaces. Muchos de vosotros, muy mayores en edad y con enfermedades graves, pero jóvenes de corazón y llenos de vitalidad; me habéis dado un ejemplo de entrega y de generosidad atendiendo a las parroquias hasta que no habéis podido más, siendo fieles y responsables a vuestro compromiso ministerial. Gracias por vuestra entrega que el Señor os lo premie.
Os pido disculpas, si a alguno he podido ofender con mis palabras, decisiones y omisiones. Y os pido perdón si en algunos aspectos no he sabido dar respuesta a lo que esperabais de mí como Pastor y Obispo.
Quisiera deciros que seguiré para siempre siendo un miembro de esta comunidad diocesana y que deseo que algún día mis huesos reposen en esta Iglesia madre, a los pies de nuestra Madre la Virgen de los Llanos
Quisiera deciros que seguiré para siempre siendo un miembro de esta comunidad diocesana y que deseo que algún día mis huesos reposen en esta Iglesia madre, a los pies de nuestra Madre la Virgen de los Llanos. Con san Juan Crisóstomo puedo decir: «Donde yo esté, estaréis también vosotros; donde estéis vosotros estaré también yo: formamos todos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de su cabeza, ni la cabeza del cuerpo. Aunque estemos separados en cuanto al lugar, permanecemos unidos por la caridad y ni la misma muerte será capaz de desunirnos. Pues, aunque muera mi cuerpo, mi espíritu vivirá y no echará en olvido a su pueblo. Vosotros sois mis conciudadanos, mis padres, mis hermanos, mis hijos, mis miembros, mi cuerpo y mi luz, una luz más agradable que esta luz material. Porque para mí ninguna luz es mejor que la de vuestra caridad. La luz material me es útil en la vida presente, pero vuestra caridad es la que va preparando mi corona para el futuro».
Miro hacia adelante sabiendo que mi nueva etapa está en manos de Dios y bajo el manto de la Virgen María, quiero confiar en Ellos, en su misericordia y fidelidad. Marcho a Toledo, de donde vine a Albacete; allí estaré en la Casa Sacerdotal donde os recibiré con los brazos abiertos todas las veces que queráis y podáis ir a visitarme; me dedicaré a orar, dar gracias, leer lo que mi vista me permita, y estar cerca de mi familia con la ayuda de mi perro fiel, José Miguel, mi gran hermano JoseMi, como cariñosamente todos le conocéis; él sabe bien porque digo lo de perro, pues el animal más fiel y leal a su dueño es el perro, como lo ha sido y será con toda su generosidad y cariño hacia mi persona. Volveré a Albacete en ocasiones, porque formo parte de esta Iglesia, como uno nuevo de vuestros Obispos eméritos y no quiero que esto se olvide ni se me olvide.
Permitidme que haga una alusión breve a la Palabra de Dios que acabamos de proclamar en la liturgia de hoy VI Domingo de Pascua.
El libro de los Hechos de los Apóstoles que estamos leyendo como primera lectura en estos domingos de Pascua, está preocupado narrándonos el que fue uno de los primeros problemas serios de la Iglesia que estaba comenzado a nacer y que no fueron pocos: Decidir si el evangelio de Jesús era solo para los judíos o también para los que no lo eran, es decir, para los gentiles. O mejor dicho, si a los que se añadían que no eran judíos había que obligarlos a aceptar las leyes fundamentales del judaísmo. Esto, que a nosotros, nos puede parecer un tema menor, pues tenemos clara la universalidad del mensaje de Jesús, independientemente de la cultura de cada país, fue para la primera Iglesia, una cuestión muy importante, e incluso gravemente conflictiva. La Buena Noticia de Jesús no entiende ni de fronteras, ni de color, ni de lengua, ni de posición social, es una noticia con valor de universalidad y todos están llamados a la salvación.
La única condición para ser discípulo de Jesús, entonces y ahora, es la de aceptar su mensaje, su evangelio, e intentar llevarlo a la práctica en nuestra vida, no hay ninguna otra condición
Hoy Pedro en la primera lectura ha preguntado: «¿se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros aunque no sean judíos?» Y respondiendo claramente que no, bautiza sin problema a los que se habían convertido aquel día vinieran de la nación que fuera. Pues los conversos a la fe en Jesús no vendrán ya sólo de Israel, sino que se ha formado un nuevo Pueblo de Dios de procedencia universal y de consecuencias universales. La única condición para ser discípulo de Jesús, entonces y ahora, es la de aceptar su mensaje, su evangelio, e intentar llevarlo a la práctica en nuestra vida, no hay ninguna otra condición que venga de las culturas y de las costumbres particulares de cada pueblo.
Por otra parte el Evangelio de hoy es continuación del domingo pasado, el fruto bueno que dará el sarmiento que permanece unido a la vid, será el fruto del amor. El fundamento del amor cristiano, no está en que yo haya descubierto lo importante que es amar, cosa que puede hacer como persona alguien que no sea creyente, sino que el fundamento está en que Dios me amó primero. Si el fundamento del amor estuviera sólo en mí, tendría muy fácil justificar mis faltas, cuando la persona a la que tengo que amar no se merece mi amor, por sus fallos continuos, por sus errores, o porque deja de caerme bien; pero como el fundamento está en Dios, está en Jesús que demostró su amor dando la vida por los que lo mataban, a mí no me quedan excusas para justificar mis faltas de amor a los demás, no tendré razones para excusar mis faltas de amor sobre todo a los que no se lo merecen.
Le pedimos al Señor que nos ayude a interiorizar estas cosas, a hacerlas nuestras, que no se queden en meras reflexiones teóricas sino que intentemos hacerlas realidad en nuestra vida. Se lo pedimos al Señor, y lo hacemos especialmente por nosotros, por los que estamos aquí, al tiempo que recordamos a los enfermos y a todos los que sufren.
Quisiera terminar animándoos a pedir por el nuevo Obispo que pueda llegar, a pedir por el Administrador Diocesano, D. Julián Ros, que ahora tiene la tarea de gobernar y custodiar la Diócesis, como el mismo dijo en su presentación a la diócesis, “como un hermano mayor que los padres dejan al cuidado de la casa hasta que ellos regresen”, que los veamos como un regalo y don del Señor. Permanezcamos unidos y concordes todos en la paz de Cristo y en comunión con Él, con humildad, con nuestro servicio de amor corresponsable y sinodal, en comunión y concordia, buscando la unidad en la caridad.
Que Santa María de los Llanos, la Madre de esta Diócesis de Albacete, nos cobije bajo su manto como Iglesia en Unidad y Sinodalidad, nos proteja siempre a vosotros y a mí.
Que así sea.
✠Ángel Fernández Collado
Palabras del Administrador Diocesano
Querido D. Ángel:
La comunidad diocesana de Albacete se congregó aquí el 17 de noviembre de 2018 para dar inicio a su ministerio episcopal entre nosotros. Hoy elevamos aquí nuestra acción de gracias a Dios por lo dones recibidos durante su pontificado y para agradecerle a usted su generosa entrega a la misión recibida.
Lo hacemos el día en que recordamos el sexagésimo noveno aniversario de la dedicación de este templo como nuestra Catedral. Todos los bautizados aquí presentes (fieles laicos, sacerdotes, diáconos, religiosas y religiosos, miembros de sociedades de vida apostólica…) sois “piedras vivas, que entráis en la construcción de una casa espiritual para un sacerdocio santo, a fin de ofrecer sacrificios espirituales agradables a Dios por medio de Jesucristo”. Sois la Iglesia, el pueblo santo que el Señor Jesús Resucitado, piedra angular, edifica sobre el cimiento de los apóstoles. Somos la Iglesia que hoy ofrece su afecto, oración, comprensión y solidaridad al que ha sido su pastor y obispo, su Cabeza y primer servidor durante los últimos seis años.
Agradezco de todo corazón la presencia esta tarde de Mons. Francisco Cerro Chaves, nuestro arzobispo metropolitano de Toledo y de su obispo auxiliar y secretario general de la Conferencia Episcopal Español, Mons. Francisco César García Magán; de Mons. Braulio Rodríguez Plaza, arzobispo emérito de Toledo; del señor Obispo de Ciudad Real, Mons. Gerardo Melgar Viciosa; del señor obispo emérito de Sigüenza Guadalajara, Mons. Atilano Rodríguez Martínez y de D. Ángel Rubio Castro, obispo emérito de Segovia. Se unen a esta celebración en la oración y con mensajes de afecto a D. Ángel los señores obispos de Cuenca y Sigüenza-Guadalajara y los que han sido nuestros obispos: D. Victorio Oliver, D. Francisco Cases y nuestro obispo emérito D. Ciriaco Benavente. Además de compartir el afecto con el que esta tarde todos queremos rodear a D. Ángel, su presencia nos hace visible la comunión con la Iglesia universal que genera la sucesión apostólica. Esa misma comunión expresa la presencia de los señores vicarios generales de Cuenca, Sigüenza-Guadalajara y Ciudad Real.
Al reconocimiento eclesial que hacemos esta tarde, se une el reconocimiento de la sociedad en la que la Iglesia vive y a la que la Iglesia desea servir. La presencia de autoridades civiles, judiciales y militares, y de representantes sociales y culturales es un signo del espíritu de unidad y colaboración entre diferentes ámbitos sociales, fundamental para construir una comunidad fuerte y cohesionada en torno a la búsqueda del bien común. Gracias por su presencia al señor presidente de la Junta de Comunidades de Castilla La Mancha, al señor presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha, a la señora vicepresidenta primera de las Cortes de Castilla La Mancha y al fiscal jefe de la Audiencia Provincial, al señor alcalde y miembros de la corporación municipal del Ayuntamiento de Albacete, al señor presidente de la Diputación Provincial y a todas las autoridades civiles y militares.
Querido D. Ángel: Por amor a Cristo y a su iglesia vino a esta tierra como nuestro obispo. Por el mismo amor a Cristo y a su iglesia presentó su renuncia por motivos de enfermedad. En nombre de todos: ¡Gracias por su testimonio apostólico!
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