La ortodoxia usa a la biblia a conveniencia La Curiosa e Inexplicable relación de la Iglesia con la Biblia

Para que ciertas personas no se toquen es preciso manosear los textos, o al menos eso parece afirmar su particular método de lectura.

La Biblia no es un conjunto de frases para defender ideas que para los días de Trento ya eran ideas vencidas.

Biblia
Hace poco estaba leyendo la Carta de Santiago, la epístola del nuevo testamento que más eco hace de los evangelios sinópticos y que en sus recursos literarios, lenguajes e ideas parece una prolongación de algunos discursos del Jesús de Mateo, de Marcos o de Lucas. En el orden tradicional, es la primera carta tras el llamado “corpus paulino” por delante de las llamadas cartas de Pedro y de Juan, dado que se sigue el orden en el que Pablo nombra a estos 3 apóstoles a los que consideraba “Las Columnas”. Me encontré con este fragmento del capítulo 5: “Ahora, ustedes los ricos, lloren y den alaridos por las desgracias que van a caer sobre ustedes; sus riquezas están podridas y sus vestidos roídos por polillas. Su oro y su plata se han oxidado y ese óxido será testimonio contra ustedes y devorará su carne como fuego. Han acumulado riquezas en estos días que son los últimos, pero miren: el salario que no han pagado a los obreros que recogieron la cosecha de sus campos está gritando, y los gritos de esos obreros han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Han vivido con excesos sobre la tierra, cebando sus cuerpos para el día de la matanza. Oprimieron y mataron al inocente. ¿No les va a resistir Dios?

Aparte de la necesaria inquietud sobre mi propia codicia, o sobre la forma como con mi manera de vivir puedo estar sumando y validando ese tipo de sociedad injusta y desigual, me surgió una inquietud bíblica y eclesial: siendo este un escrito que la tradición ha considerado apostólico, siendo tan palabra de dios como Romanos o Corintios, teniendo este texto afirmaciones tan contundentes y tan explícitas sobre una categoría de personas en particular, ¿Cómo es que no hay cientos de miles de enseñanzas, sermones, campañas, movimientos, discusiones y demás reacciones aparentemente “pastorales” en el catolicismo sobre la riqueza, la codicia, la acumulación, la explotación o la desigualdad laboral, como sí las hay sobre las 2 frases sueltas de Pablo respecto a la diversidad sexual? Bueno, se me dirá, no son frases sueltas, hacen parte de un pensamiento bíblico que también se ha desarrollado en el antiguo testamento. Claro, en 4 frases sueltas, mientras que los asuntos de la distribución de la tierra, los bienes o la explícita indicación de la repartición de las cosechas para la protección de los marginados son asuntos que se trabajan ampliamente en el pentateuco y que son la preocupación fundamental de varios de los profetas que desarrollaron los temas de la justicia y el derecho. ¿Cómo es que el tema no ocupa ni la centésima parte de la preocupación de ese catolicismo obsesionado con la genitalidad y determinado a ser el principal muro de contención del reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos? Bueno, es sólo una más de las señales de esa curiosa e inexplicable relación de la iglesia con la Biblia.

Cuando conviene, la Biblia es ampliamente citada por la facción conservadora (léase: fundamentalista intolerante) de la iglesia católica con el fin de argumentar que lo que ellos consideran verdadero lo ha considerado verdadero dios desde los días de adán. No importa que adán sea un genérico hebreo para hablar de la humanidad y que los relatos del génesis sean la teología narrativa de un Israel que tomó prestados los mitos de pueblos vecinos para explicar sus dudas más esenciales. Claro, no citan la Biblia en su conjunto, según una interpretación coherente con el desarrollo del pensamiento hebreo y el proceso de la revelación, sino como frases sueltas que se pueden usar de comodines para ganar esa penosa partida de egos que es la apologética. Para que ciertas personas no se toquen es preciso manosear los textos, o al menos eso parece afirmar su particular método de lectura.

Cuando conviene también, la Biblia pasa a un segundo plano. Es entonces cuando se escucha a los eruditos de la sacra discriminación decir que el catolicismo no es una religión de libro y que fue la iglesia la que escribió la Biblia, que por tanto la tradición (la suya, no la variada y diversa de la iglesia) tiene la última palabra. Siendo tan literales y dogmáticos es curiosa tal afirmación, cuando el dogma de la Iglesia Católica sobre la revelación bíblica afirma que el magisterio está al servicio de ésta, no al revés. Faltando a la más esencial de sus normas: el dogma no se cuestiona, la ortodoxia decide cuándo la Biblia es fundamental y cuándo es un mero accesorio. Cuándo se interpreta de forma unívoca y literal (preceptos sexuales, por ejemplo) y cuando se requiere matizar y adaptar a los tiempos (preceptos alimenticios) o ignorar por completo (mujeres apóstoles y diaconisas en el NT). De tal modo, que en la lista de los doce sólo haya nombres masculinos (lista que no concuerda en cuatro de cuatro evangelios) es suficiente motivo para establecer que las mujeres nunca podrán acceder al orden sacerdotal - estuvo a punto de convertirlo en dogma Juan Pablo II - pues así lo quiso Jesús, pero que el mismo Jesús haya indicado explícitamente a los doce - como sea que se llamaran y cuántos sea que fueren los doce - que debían ser pobres y vivir de la hospitalidad de sus hermanos, eso no es algo literal, hay que explicarlo mejor, que necesitamos palacios arzobispales, estados vaticanos e investigaciones por malversación de bienes raíces y fondos de inversión. Así de coherente es la jerarquía ortodoxa.

La liturgia no es la mejor pedagogía para que el pueblo creyente conozca la palabra. En la solemnidad de Santiago no se lee la carta de Santiago, por ejemplo. Hay una buena parte de textos que no están incluidos en el ordo de lecturas y otra buena parte que está fragmentada en los lugares incorrectos. Eso sin contar que las traducciones oficiales para la lectura en la liturgia no se precian de ser las mejores. Pero al menos no deja de ser el mayor contacto que la gente tiene con la Biblia, sea por la participación en el sacramento o por la disciplina de lectura diaria siguiendo la repartición de textos para el rito. Pero nadie que quiera conocer a fondo un libro puede leerlo por fragmentos aleatorios. Y cuando digo libro me refiero a todos y cada uno de los 73 libros, no a la Biblia como único libro, que no lo es. Para liturgistas y ritualistas la rúbrica (palabras y gestos del misal) suele ser más importante que la misma escritura, y la razón para que esto sea así es porque su teología también hace de la liturgia eucarística algo muy por encima de la liturgia de la palabra, sin serlo. Sin que arda el corazón cuando se nos explican las escrituras es imposible reconocerlo en la fracción del pan. Pero claro, eso si interpretamos a Emaús de manera no sacramentalista.

La Biblia no es un conjunto de frases para defender ideas que para los días de Trento ya eran ideas vencidas. Tampoco es un adorno de la teología dogmática ni sistemática, de la que se hace uso en la medida en la que coincida con la lógica de esas disciplinas. La Biblia no es la única fuente de revelación tampoco, porque de hecho, más que un conjunto de contenidos es una maravillosa escuela de interpretación de la realidad desde la clave de una relación comunitaria con dios. Para el catolicismo la revelación son hechos y palabras íntimamente relacionados, y la clave de esa relación es la que nos hace hábiles en leer los acontecimientos, los tiempos, las circunstancias, para en ellas ver como nos sale al encuentro el dios de la vida. La Biblia no es solo lo que dice, sino especialmente la forma como llega a decir lo que dice a partir de lo que sucedió. Cómo de los acontecimientos se llega a la revelación por medio de un proceso de interpretación colectiva y profundamente espiritual. El mejor indicador de que una comunidad cristiana es buena en la lectura de la Biblia es que esa lectura les ayuda a entender la voluntad de dios revelada en la cotidianidad, a descifrar en la realidad de hoy lo que dice la voz de Yhwh que no deja de expresar su verdad y su deseo.

De llegar a tomar en serio la Biblia, no como contenido estático, sino como auténtica luz para nuestros pasos en un camino dinámico y cambiante, no solo cambiarían las formas de nuestra espiritualidad, sino los efectos de ésta en la vida de nuestras comunidades y de los pueblos en los que esas comunidades hacen presencia. El dogma, como punto de referencia y de partida - nunca de llegada - sería un modo de buscar a dios y no una coordenada para encerrar su presencia.La liturgia tendría el color del presente de cada comunidad que celebra, y el pan nuestro de cada día sería el pan en el que se haría presente ese dios partido y compartido de la eucaristía. Y la iglesia, lejos de ser una organización de matriculados por un rito y vigilados con una doctrina y una moral incuestionable, sería una comunidad de nombres y rostros propios convencidos de la incuestionable misericordia del dios amor de la revelación bíblica, cuya voz sigue haciendo eco a los gritos de los excluidos.

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