Parece chiste, pero es anécdota Entran 6 Curas a una Sacristía

Los personajes y hechos narrados en esta historia tendrían que ser ficticios. Cualquier parecido con personas reales es impura coincidencia.

mazmorra
La sombra que divide casi que con exactitud la intersección de la calle Gérard Phillipe con la Raimu es señal de que no pasarán tres ratos antes de que las madres de los chicos asomen cara a las puertas de sus casas para recordarles que no pueden andar en la oscuridad fuera de casa. Los chicos corretean alrededor de un delgado perro que hace treinta y seis vueltas intenta morderse la cola, le gritan, le cantan improvisados coros, y en la vuelta treinta y ocho deciden que es mejor despedir el predecible espectáculo antes que merecer que el aviso se convierta en grito y el grito en pellizco. El último en entrar cierra la puerta de casa en el mismo instante en que se abre la puerta de su vecino, el párroco. La entrada a aquella sacristía es la segunda puerta de la calle, que ya cubierta completamente por la última sombra del atardecer se ha abierto 3 veces para recibir a los frecuentes visitantes que cada viernes llegan al mismo lugar, ven a los mismos niños, oyen a las mismas madres y cruzan la misma puerta. El anfitrión, como todos los demás, tiene una empleada encargada de las tareas domésticas, a quien ha pedido que deje listos bocadillos suficientes para una tertulia generosa. Las copas las preparará él mismo. Un gusto casi que secreto del que suele enorgullecerse en privado. Tiene rostro de latino, color de latino, look de latino, pero no es latino; más bien es una especie de primermundista recio, que mira al mundo con una superioridad supremacista que por ninguna parte combina con lo que parece ser la cara de un comercial de televisión hondureño, ecuatoriano o chileno. La globalización de la vanidad clerical.

Como en aquella película en la que el escritor sube al auto y de inmediato se encuentra en el Paris dorado de los 20’s, para los 6 caballeros eclesiásticos entrar en aquel recinto es trasladarse a una bóveda secreta de cortesanos conspiradores en algún ducado medieval. Santiago, como siempre, empieza anunciando que todo está peor que la semana pasada. Su acostumbrado pesimismo es un pasadizo a las mazmorras de la desesperanza, pues no puede salir nada bueno de ningún lugar del mundo que no sea Trento, aquella ciudad italiana que antes fue austriaca y antes romana y antes celta, en la que se escribió lo que para él y sus camaradas es el punto final a lo que había por decir sobre todo lo que hay bajo el sol y sobre él. Jorge le responde que 'una sola golondrina no hace verano' y que las 'llaves siempre están en el último lugar que se las busca', pues aunque padece del mismo delirio totalitario de Francisco - el anfitrión - su género literario favorito es el refrán popular lanzado con desprecio, la sabiduría de la vecina convertida en escupitajo grotesco. En su celular hace cuentas y expone números de asistentes, de visitantes, de clicks y likes a los ojos de los presentes para probar que va ganando en un juego al que nadie más se ha inscrito. En esto polemiza con Javier, que aficionado como es a repetir frases de sus muertos favoritos – su tanatofilia es pavorosa – insiste en que en el futuro serán pocos pero serán mejores, claro, incluyéndose, porque le es imposible imaginarse un futuro sin él: voz autorizada de la historia, del derecho, de la filosofía, de la moral, de la teología, de la arqueología, de la cerámica, del peinado, de la cocción a punto del bifé de chorizo. Él sabe de drásticas reducciones de población, pues bajo la seducción de la pantalla no puede evitar cada tanto soltar un comentario antisemita, una justificación de la barbarie, un llamado soterrado al fascismo armado. Lindos sermones tiene. Francisco le interrumpe y un alma caritativa esperaría que fuera un sutil guiño para evitarle decir alguna crueldad, pero no. Lo hace para reforzar la idea de que el problema son los migrantes – a los que ya se ha dicho que se parece tanto – los invasores de tierras incultas o heréticas, los indeseables del frijol y los peligrosos del garbanzo. Toda la decadencia de su otrora paradisiaco occidente cristiano se debe a que puedan los infieles cruzar las fronteras para imponernos tener que verles la cara y oírles la lengua. Es el anfitrión de las tertulias, el que recibe en su casa a los compañeros, aunque su oficio favorito es el de echar de la casa de dios a quienes le estorban en su ortodoxia intolerante. Nelson, que posa de agradable y paciente, único que no asiste con el riguroso negro de los funerales, se siente siempre o casi siempre en la necesidad de recoger todas las opiniones y reunir los argumentos, y tras clasificar, categorizar, ordenar y priorizar, dice lo que él sabe que es lo definitivo, lo inamovible, lo universal y lo eterno. Con un exceso en el intento de agradar, pasó de ser el adusto infalible a una especie de sobreprotector comentarista de la realidad que recién ha empezado a ver comediantes en Netflix. Mastica un bocadillo mientras entra en la sección IV de la tercera parte de la fase seis del plan críptico del pospanteísmo neogramsciano para que 'las mujeres tan emocionales y fáciles de manipular reemplacen el uso de la mantilla en los templos por el de la píldora en sus ovarios'. Está en mora la RAE en inventar una palabra para cuando se lleva la misoginia a su máxima expresión. La entrada de tal palabra en wikipedia tendrá la foto del sexto contertulio.

3 horas de conversación y desahogo, de elucubración teológica y de chismerío vaticano, de escalar sin baches ni interrupciones en una cima de sintonía y concordancia, libres de la banalidad de lo anecdótico y de esa inútil tendencia a la historia personal, a la mirada interior, a la espiritualidad. Jorge Mario esto, Jorge Mario lo otro, pero uno no puede decir estas cosas, miren lo que le pasó a Raúl, el pobre, ya ni videos lo dejan grabar, los censurados de youtube de hoy son los mártires en el fuego de ayer. Y Alemania, un desastre, pero es que no somos los mismos, si ya con Roncalli nos partimos en pedazos, y ahora Martin ¿Qué pretende? aparte de que tener que esconder la numerosa homosexualidad en el clero, ¿tenemos también que tolerar la escandalosa homosexualidad secular? De haber consagrado a Rusia esto no estaría pasando, de haber exterminado a los sarracenos esto no estaría pasando, de haber sido nosotros los apóstoles esto no estaría pasando. El perro se mareó y desistió, pero ellos insisten.

Etiquetas

Volver arriba