Para ser Libres
Es fascinante la libertad. Reconocer que todo está por hacerse, que todo lo que somos está a la espera de ser desplegado, que apenas hemos empezado a ver la vida, tengamos 15, 40, 83 años. Es el infinito el que se abre ante nuestros ojos, son posibilidades incontables, son todos los mundos posibles. Es difícil entender cómo la religión terminó siendo un fenómeno tan predecible, tan rutinario, es casi imposible comprender como se ha pormenorizado tanto en las instrucciones para acceder a la realidad de lo divino, que prácticamente no hay que tomar decisión alguna, solo hay que ejecutar, cuando el camino propuesto por dios es precisamente el de la elección, el de ese vértigo que produce tener que ser el primero en sostener y patrocinar lo que se ha elegido. Libertad de Egipto, de los pueblos invasores, del destierro, del helenismo, y con cada una de estas épicas historias de independencia social y política, en Israel se iba consolidando una idea de Libertad superior, humana, personal, un reconocimiento de que hecha la alianza con dios, no había límites para lo que de nuevo y de humano se podía crear. "Todo es posible para el que cree" dice la Escritura.
Independencia! que dios nos ha hecho capaces de vivir sin ataduras, pero sobre todo nos ha facultado para no imponer ataduras sobre nadie con la excusa de propósitos colectivos. El que no trabaja, que no coma.Lo que atraviesa las páginas de la revelación bíblica es una convicción de que es posible vivir sin esclavizarnos mutuamente, cosa que nos ha costado mucho entender y poner en marcha. Dependemos de todo aquel a quien convertimos en esclavo, y de todo aquel de quien nos dejamos someter. Claro, declarar la independencia es fácil como acto simbólico y de protesta, pero de ahí a que estemos dispuestos a no tener un pequeño grupo de lacayos emocionales, afectivos, laborales, o de entretenimiento, hay cierta distancia. Idolatramos a personas a las que les seguimos cada pequeño movimiento que hacen, y nuestra vida se convierte en un segundo plano que sólo sirve de utilería a esa historia ajena, sin darnos cuenta que también esos ídolos son esclavos que no pueden hacer nada auténticamente por temor a perder popularidad. A quienes les concedemos más poder sobre nuestras decisiones o nuestras formas de vivir, en seguida los cargamos con el peso de morir de miedo ante cualquier cosa que amenace ese poder. Compartimos esclavitudes y nos diferenciamos apenas por lo que cada uno pone sobre su mesa a la hora de la cena.
Jesús no parece ver la vida de la misma forma. Jesús no deja de insinuar, demostrar, y en ocasiones gritar, en cada escena de los evangelios, que no le concede la menor relevancia a esa sed de dominar que parece controlar nuestra cotidianidad. Jesús cree que la Libertad es una profunda Soberanía sobre el Corazón. Elegir qué entra allí, qué lo gobierna, en dónde se encuentran sus tesoros. En particular elegir que nada ni nadie esté en capacidad de cambiarlo desde afuera, por las circunstancias de la vida o las acciones y reacciones de los otros. Poner la otra mejilla - uno de los dichos que más se conocen sobre Jesús - es ante todo no permitir que sea el otro quien decida mi carácter, algo así como "Yo no seré violento por el hecho de que tú lo seas, mi corazón lo gobierno yo". Una profunda determinación sobre lo que somos frente al amor, a la violencia, a la política, a la relación con los demás. Jesús es un enorme defensor de la independencia del alma humana. Quizá porque entiende que sólo desde la libertad se puede elegir a dios como rey, no para que nos tiranice - no es el Faraón, es el Padre - sino para que haga posible en todos nosotros, que vivamos sin traicionar nuestro propio corazón, y dando la vida por el de nuestros hermanos.
"Leb" es la palabra hebrea para decir "Corazón", que no refiere inicialmente a un concepto biológico, sino al lugar en el que residen las más profundas motivaciones y las más importantes convicciones, las "fuentes de la vida" según el libro de los Proverbios. Es clara la razón entonces por la que se nos invita en 4,23 a cuidar el corazón más de lo que cuidamos cualquier otra cosa. Solo haciéndolo podremos vivir en la Libertad que Jesús ha hecho posible para nosotros, desde esa Soberanía sobre su propio corazón, que no pudieron arrancarle ni la persecución, ni la tortura, ni la muerte. Él vive, y en su vida nos hace libres.