"Una distorsión increíble de la fe"
Una reflexión sobre los mails "anti-católicos" de la campaña de Clinton
John Halpin, autor de unos de ellos, se confiesa católico y explica sus sentimientos
Una semana después de su filtración los correos supuestamente “anti-católicos” de la campaña de Hillary Clinton siguen dando que hablar. Ya que el que más ha intentado beneficiarse del revuelo ha sido Trump -pues ha buscado en él una manera eficaz de desviar la atención de sus hábitos machistas- merece la pena detenernos un momento para ver hasta qué punto las opiniones de los demócratas realmente evidencian un odio al catolicismo.
Los protagonistas de uno de los intercambios de correos fueron John Podesta, jefe de campaña de Clinton, Jennifer Palmieri, portavoz de la candidata, y John Halpin, un colaborador del grupo de reflexión Center for American Progress. Halpin lo inició, con una reflexión sobre un artículo de 2011 en el New Yorker sobre dos magnates del mundo mediático, Rupert Murdoch y Robert Thomson.
“El gilipollas Murdoch bautizó a sus hijas en el Jordán donde Juan Bautista bautizó a Jesucristo”, escribió Halpin a Podesta y Palmieri. “Muchos de los elementos del movimiento conservador son todos católicos (muchos conversos)”, notó en seguida: yuxtaposición ésta entre el catolicismo y el conservadurismo que calificó también como “una distorsión increíble de la fe”. “Deben haberse sentido atraídos por el pensamiento sistemático y las relaciones de género seriamente retrógradas [en el catolicismo] y deben ignorar complemente la democracia cristiana”, sentenció Halpin.
Esta “distorsión” que viene a ser todo intento de hacer compatibles la fe y el pensamiento conservador. Las “relaciones de género seriamente retrógradas” que supuestamente predica el catolicismo. Hay más incluso en esta misma correspondencia pero estas dos ideas me han quedado grabadas en la mente. Más aún cuando leí el otro día la explicación de Halpin por su supuesto vitriol, en la cual se confiesa católico y de la cual traduzco solo estas dos frases:
Como calificativo de la conducta de Murdoch, “inconsistente” queda corto. Toda persona que tenga la más mínima familiaridad con su imperio estará de acuerdo. Pero en este caso, entonces, el aparente “anti-catolicismo” de Halpin no resulta ser único y exclusivo o de él o de la campaña de Clinton, sino a todos que tenemos, o procuramos tener, una apreciación crítica de nuestra fe y una pizca de humildad.
Abajo una foto de la celebración del bautizo de las niñas que Murdoch, debidamente vendido a y publicado en la revista Hello:
John Halpin, autor de unos de ellos, se confiesa católico y explica sus sentimientos
Una semana después de su filtración los correos supuestamente “anti-católicos” de la campaña de Hillary Clinton siguen dando que hablar. Ya que el que más ha intentado beneficiarse del revuelo ha sido Trump -pues ha buscado en él una manera eficaz de desviar la atención de sus hábitos machistas- merece la pena detenernos un momento para ver hasta qué punto las opiniones de los demócratas realmente evidencian un odio al catolicismo.
Los protagonistas de uno de los intercambios de correos fueron John Podesta, jefe de campaña de Clinton, Jennifer Palmieri, portavoz de la candidata, y John Halpin, un colaborador del grupo de reflexión Center for American Progress. Halpin lo inició, con una reflexión sobre un artículo de 2011 en el New Yorker sobre dos magnates del mundo mediático, Rupert Murdoch y Robert Thomson.
“El gilipollas Murdoch bautizó a sus hijas en el Jordán donde Juan Bautista bautizó a Jesucristo”, escribió Halpin a Podesta y Palmieri. “Muchos de los elementos del movimiento conservador son todos católicos (muchos conversos)”, notó en seguida: yuxtaposición ésta entre el catolicismo y el conservadurismo que calificó también como “una distorsión increíble de la fe”. “Deben haberse sentido atraídos por el pensamiento sistemático y las relaciones de género seriamente retrógradas [en el catolicismo] y deben ignorar complemente la democracia cristiana”, sentenció Halpin.
Esta “distorsión” que viene a ser todo intento de hacer compatibles la fe y el pensamiento conservador. Las “relaciones de género seriamente retrógradas” que supuestamente predica el catolicismo. Hay más incluso en esta misma correspondencia pero estas dos ideas me han quedado grabadas en la mente. Más aún cuando leí el otro día la explicación de Halpin por su supuesto vitriol, en la cual se confiesa católico y de la cual traduzco solo estas dos frases:
A lo que reaccioné en mi email, tuviera razón o no, fue el alarde grande de su catolicismo de un multimillonario de derechas, dueño de un conglomerado mediático que incluye a Fox News, que de forma rutinaria viola a los valores de los pobres, siembra la discordia racial y ataca a los inmigrantes. Esto me pareció inconsistente con lo que me enseñaron sobre los valores católicos, así que escribí un email a unos colegas míos que también son católicos.
Como calificativo de la conducta de Murdoch, “inconsistente” queda corto. Toda persona que tenga la más mínima familiaridad con su imperio estará de acuerdo. Pero en este caso, entonces, el aparente “anti-catolicismo” de Halpin no resulta ser único y exclusivo o de él o de la campaña de Clinton, sino a todos que tenemos, o procuramos tener, una apreciación crítica de nuestra fe y una pizca de humildad.
Abajo una foto de la celebración del bautizo de las niñas que Murdoch, debidamente vendido a y publicado en la revista Hello: