El mejor titular del mundo

“Id y contad a Juan lo que oís y veis”: el episodio evangélico de más relevancia periodística

“¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”: la pregunta de los que desean estar informados




De todas las experiencias maravillosas que tuve la suerte de vivir en mi reciente viaje a Roma hay una que resalta y que siempre recordaré: la de asistir a la audiencia general del Papa del miércoles 7 de septiembre.

Cansado tras dos días de intenso trabajo en el seminario “The Church Up Close”, llegué a la Plaza de San Pedro bastante agobiado, por no decir resentido por el calor que hacía aquel día ya por la mañana. Aunque se trataba de mi primera experiencia de una audiencia la verdad es que no tenía muchas ganas.

Imagínese, por ello, mi sorpresa no solo por las sillas a las que fuimos guiado -en la grada de la plaza, a 20 o 30 metros escasos del Papa- sino también por la inesperada relevancia del Evangelio del día: el episodio en el que Juan Bautista envía a sus discípulos a Jesucristo para preguntar: “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11, 2-6). La respuesta de Jesús a la pregunta de los mandados de Juan la sentí como un relámpago. “Id y contad a Juan lo que oís y veis: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva; ¡Y dichoso aquel que no halle escándalo en mí!”, dice el Señor. He aquí mi lectura: difícilmente pueda haber mejor perícopa de inspiración periodística. Me explico.

“Id y contad a Juan lo que oís y veis”. Me quedo con que esto es una descripción perfecta del papel del reportero, o por lo menos del especializado en información religiosa. Estar allí donde acontezca la noticia -sentirla, experimentarla, darla vueltas- para luego narrarla, relatarla, analizarla para los lectores, u oyentes, de uno. Pero entonces Juan tendría que representar a ese público. ¿Podría funcionar la analogía?

“Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, y se anuncia a los pobres la Buena Nueva”. Por el texto sabemos que Juan no puede imaginar todos estos acontecimientos. Pero, ¿por qué? El Papa lo explicó así: “La justicia que el Bautista ponía al centro de su predicación, en Jesús se manifiesta en primer lugar como misericordia”. Que la justicia se impone sobre la misericordia en la perspectiva de uno, como Juan, es una “oscuridad del corazón”, según afirmó el Papa, que refleja la oscuridad de la cárcel donde se encuentra el Bautista. Siguiendo la lógica del “si no lo veo, no lo creo”, es también la oscuridad de aquél o aquella que desea estar informado/a. “¿Qué está pasando en el mundo?”, se pregunta. “¿Eres tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?”, se oye en su eco.

Que la misericordia divina se impone sobre la justicia del mundo -o, más bien, que el juicio de Dios es misericordioso- es, a cambio, el titular de ahora y de siempre en el campo de asuntos religiosos. Por lo menos es donde me encuentro yo cada día mientras voy haciendo mi trabajo. Es lo que oigo y veo -o mejor, lo que creo- y lo que voy, o intento ir, contando. A veces el público recibe con interés y agradecimiento lo que escribo y a veces no. Pero hete aquí el secreto…

Que los enfermos se sanen y los pobres se emancipen puede ser un “escándalo” para algunos, dice Jesús. Pero también lo puede ser que otros no se contenten con la fe “a medida” que el Papa denunció en la audiencia de aquel miércoles. Fe que consiste en reducir y limitar a Dios a nuestros propios deseos y convicciones. Y si “dichoso [es] aquel que no halle escándalo en mí”, como dice el Señor, pues entonces informado estará el al que he dado la oportunidad de decidir por sí mismo qué es lo que pasa con la noticia. De oír y ver, por sí mismo, lo que yo he oído y lo que yo he visto.

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