“La religión es una parte importante de una sociedad sana”
Nuevo Centro para la Religión y la Sociedad en la St. Mary’s University, London, muestra el camino en el diálogo fe-cultura
El lunes de esta semana informé muy brevemente sobre la presentación del nuevo Centro Benedicto XVI para la Religión y la Sociedad en la St. Mary’s University, Twickenham, en Londres, y sobre su objetivo de “traer al debate nacional la riqueza de la tradición católica, del pensamiento católico social y la riqueza de la doctrina católica sobre la fe y la razón”. Para entender por qué la fundación de este nuevo Centro ha sido aclamado, en el Reino Unido y más allá, como un acontecimiento importante tanto en la Iglesia como en el mundo académico, tenemos que remontarnos al comienzo de su historia hace ya cinco años y medio, y más concretamente a la visita del Papa Emérito Benedicto XVI al Reino Unido en 2010.
El Papa Benedicto: un modelo para los católicos en la vida pública
El viernes 17 de septiembre del 2010 en el Salón Westminster, en el corazón milenario del Parlamento británico, el Papa Benedicto dio uno de los discursos más importantes de su papado. Hablando en el mismo lugar en que San Tomás Moro, en 1535, fue juzgado y condenado por defender la libertad religiosa —y delante de una audiencia que incluía a diplomáticos, académicos, empresarios y políticos, incluidos cuatro antiguos primeros ministros—, Benedicto habló con perfecta claridad acerca de, en sus propias palabras, “el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político”.
Las preguntas que planteó el Papa ese día en Westminster aún nos hacen reflexionar hoy en día. Cito literalmente del texto del discurso de Benedicto, para reflejar la manera notable en que, en ésta y en otras ocasiones, el pontífice llegó al meollo del asunto:
¿Qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y ¿qué alcance pueden tener?
¿En nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales?
¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas?
La respuesta de Benedicto a estas cuestiones giró en torno a su noción de la religión y la razón como “correctoras” mutuas, la una dando forma y purificando a la otra en la búsqueda de las “normas objetivas” que subyacen a la “acción justa” promovedora del bien común. En la misma manera en que la religión necesita a la razón para evitar que se caiga en el sectarismo o el fundamentalismo, la razón precisa de la religión —ésta siendo entendida por el Papa como la verdadera defensora de la dignidad de la persona humana— para impedir que se convierta en una ideología. “Por eso deseo indicar,” propuso el Papa, “que el mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas— necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización”.
Pero, ¿qué resultados ha tenido la llamada de Benedicto, en los años posteriores de su discurso de Westminster, para un diálogo entre la razón y la fe: para un acercamiento entre la racionalidad secular y las creencias religiosas? Tanto o más está en juego actualmente como en 2010, cuando el pontífice relacionó, de forma directa, la nueva Gran Recesión con una marcada carencia ética en el campo político-económico. Afortunadamente, ya tenemos en el Reino Unido, y en Europa más ampliamente, un nuevo centro de investigación dedicado precisamente a la cuestión del “lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político”: el Centro Benedicto XVI para la Religión y la Sociedad.
El nuevo Centro Benedicto XVI: al servicio de la Iglesia
Propuesto tras el importantísimo discurso de Westminster del Papa Benedicto, el nuevo centro de investigación en la St. Mary’s University tiene como propósito, en palabras de su propia página web, el de convertirse en “un centro internacional de referencia para actividades de investigación y de debates públicos en el área de la religión y las ciencias sociales”, y particularmente la sociología y las ciencias económicas y políticas.
Una parte clave del por qué de la misión del Centro, según su director, el doctor Stephen Bullivant, es la necesidad de “enriquecer” la teología tan importante para la educación católica con los puntos de vista de otras disciplinas para así, de ese modo, “entender la “tierra” en la que estamos intentando o sembrar o cultivar las “semillas””. Una parte considerable del trabajo del Centro, por tanto, se centra en la Nueva Evangelización. En palabras de Bullivant:
Las cuestiones claves para la Nueva Evangelización son la de entender la razón por la que tantos católicos de cuna —muchos de los cuales han tenido años de educación católica y preparación para los sacramentos—, deciden abandonar la Iglesia y no continúan practicando la fe o identificándose como católicos, y la de encontrar una manera de parar esto.
El Centro lleva a cabo esta tarea de entender las características propias del catolicismo británico —el perfil demográfico de sus adherentes y el contexto socio-religioso más amplio en el que se encuentran— con herramientas sociológicas innovadoras y afinadas en la universidad secular. Con respecto a las preguntas de encuestas y censos, de índole religiosa pero de naturaleza generalista, en las que se apoyan habitualmente los sociólogos para interpretar al fenómeno religioso, Bullivant explica que “el preguntarle a alguien, “¿Erés católico?”, o incluso, “¿Vas a misa?”, no conduce al corazón y a la complejidad de la religión”. Mediante iniciativas como el Catholic Research Forum (Foro de investigación católica), el Centro Benedicto XVI desea poner las últimas novedades de esta investigación sociológica “al servicio de la Iglesia católica” —pero la otra cara del trabajo del Centro, como reconoce Bullivant, responde a la carencia en la sociedad actual de “una visión moral clara para contribuir a un amplio abanico de asuntos sociales . . . médicos y políticos”.
Al servicio de la sociedad
Al ofrecer a la sociedad una perspectiva académicamente rigorosa y bien fundamentada en la fe sobre los asuntos actuales de naturaleza sociológica y científica, el Centro de la St. Mary’s University hace propia la llamada de San Juan Pablo II, en Ex corde Ecclesiae 46, que las universidades católica faciliten un diálogo interdisciplinar “entre [el] pensamiento cristiano y [las] ciencias modernas”, y que los investigadores católicos aborden los “nuevos y complejos problemas filosóficos y éticos” que se presentan tanto en las ciencias naturales como en las humanas. Pero de nuevo, las responsabilidades del nuevo Centro van más allá de un encargo partisano o sectario de desarrollar las labores de la Iglesia estrictamente dicho. En el clima cultural actual de una secularización rampante, de recelo hacia la religión organizada, y amenazas a la libertad religiosa cada vez mayores en número e intensidad, un reto clave tanto para la Iglesia como para la sociedad es el de encontrar un espacio donde la voz de la fe tan necesaria a ambas pueda expresarse abiertamente, tal y como explicó el padre Friedrich Bechina, el subsecretario de la Congregación para la Educación Católica, en la presentación del nuevo Centro el pasado jueves 6 de mayo. “La libertad académica es, posiblemente, el espacio más seguro para la Iglesia en la sociedad de hoy”, dijo Bechina en ese acto de presentación, y el Centro Benedicto XVI se propone a seguir este consejo a través de un número de proyectos importantes.
Una muestra de lo que puede aportar a la sociedad un centro de investigación como el Benedicto XVI se puede encontrar en dos de los proyectos académicos en los que ya está trabajando su personal, que versan sobre el Scientific Study of Nonreligious Belief (El estudio científico de las creencias no religiosas) y la Catholic Social Teaching, Policy, and Society (La doctrina católica social, la política y la sociedad), respectivamente. El primer proyecto trata, entre otras cosas, de proporcionar al campo creciente de los “estudios del secularismo” una serie de recursos fundacionales teoréticos e interdisciplinares, algo que aún no se ha dado incluso en el mundo académico secular. Y haciéndole caso a Bechina, el segundo proyecto busca abrir un espacio en el cual pueda oírse la voz particular de la Iglesia y mediante seminarios sobre las intersecciones entre la moralidad, ética, política, sociedad y economía: conexiones todas que suelen pasar desapercibidas, pasadas por alto o malentendidas por la sociedad en general.
Un Centro para la Religión y la Sociedad: ¿una posibilidad en España?
En comentarios dirigidos a este periodista el director del flamante Centro Benedicto XVI, Stephen Bullivant, expresó su deseo de colaborar con académicos en España que trabajan en el desarrollo de perspectivas católicas académicamente rigorosas sobre la economía, las relaciónes Iglesia-Estado, la secularización, y la Nueva Evangelización. Pero la verdad es que Bullivant y sus compañeros académicos difícilmente podrían encontrar a académicos con quien conversar aquí en este país, dado que no hay ninguna institución católica incluida en la segunda edición de la Guía de Think Tanks en España publicada (en mayo 2013) por la Fundación Ciudadanía y Valores. En la página web de la Conferencia Episcopal, por otro lado —en la sección dedicada a la Subcomisión Episcopal de Universidades— no hay ninguna mención especial de que ninguna de las universidades católicas de España lleve a cabo, de manera formal y sostenida, el trabajo rigoroso y académico del diálogo entre la racionalidad secular y las creencias religiosas. Y esto a pesar de que la Subcomisión ya tiene un documento excelente desde el cual puede trabajar —su propia “Orientaciones de pastoral universitaria en el ámbito de la pastoral de la cultura” (1995)—, que pide la fundación de “Departamentos de Estudios Religiosos” que puedan acometer, de manera rigorosa y empírica, “el necesario diálogo entre la fe y la cultura” (6.1).
Veinte años después de estas “Orientaciones de pastoral universitaria” la sociedad española aún carece de voces católicas que, en palabras del Papa Benedicto, puedan dar forma y purificar al pensamiento secular acerca de las ciencias, la ética, la política, la economía y otros fenómenos sociales y naturales. ¿Es que la Iglesia Española ha perdido la confianza de que sea capaz de ofrecer a la sociedad nada más que un ruido blanco religioso que prescinde de los controles exigentes y clarificantes de la razón secular y académica y que, de esa forma, corre el riesgo de que se deteriore en nada más que el barullo del sectarismo o del fundamentalismo? Sea cuál sea el caso, lo que sí es cierto —y en palabras de otro de los fundadores del Centro Benedicto XVI, el vicerector de la St. Mary’s University, Francis Campbell, en un discurso reciente— es que “la fe religiosa tiene su lugar, por derecho, en una sociedad plural”. Las perspectivas católicas sobre problemas sociales, para Campbell, no son “algo extra, algo añadido, a una sociedad sana, sino una parte importante de la misma”.
Para estar informado de lo último del Centro Benedicto XVI síguelo en Twitter y en Facebook.
El lunes de esta semana informé muy brevemente sobre la presentación del nuevo Centro Benedicto XVI para la Religión y la Sociedad en la St. Mary’s University, Twickenham, en Londres, y sobre su objetivo de “traer al debate nacional la riqueza de la tradición católica, del pensamiento católico social y la riqueza de la doctrina católica sobre la fe y la razón”. Para entender por qué la fundación de este nuevo Centro ha sido aclamado, en el Reino Unido y más allá, como un acontecimiento importante tanto en la Iglesia como en el mundo académico, tenemos que remontarnos al comienzo de su historia hace ya cinco años y medio, y más concretamente a la visita del Papa Emérito Benedicto XVI al Reino Unido en 2010.
El Papa Benedicto: un modelo para los católicos en la vida pública
El viernes 17 de septiembre del 2010 en el Salón Westminster, en el corazón milenario del Parlamento británico, el Papa Benedicto dio uno de los discursos más importantes de su papado. Hablando en el mismo lugar en que San Tomás Moro, en 1535, fue juzgado y condenado por defender la libertad religiosa —y delante de una audiencia que incluía a diplomáticos, académicos, empresarios y políticos, incluidos cuatro antiguos primeros ministros—, Benedicto habló con perfecta claridad acerca de, en sus propias palabras, “el lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político”.
Las preguntas que planteó el Papa ese día en Westminster aún nos hacen reflexionar hoy en día. Cito literalmente del texto del discurso de Benedicto, para reflejar la manera notable en que, en ésta y en otras ocasiones, el pontífice llegó al meollo del asunto:
¿Qué exigencias pueden imponer los gobiernos a los ciudadanos de manera razonable? Y ¿qué alcance pueden tener?
¿En nombre de qué autoridad pueden resolverse los dilemas morales?
¿Dónde se encuentra la fundamentación ética de las deliberaciones políticas?
La respuesta de Benedicto a estas cuestiones giró en torno a su noción de la religión y la razón como “correctoras” mutuas, la una dando forma y purificando a la otra en la búsqueda de las “normas objetivas” que subyacen a la “acción justa” promovedora del bien común. En la misma manera en que la religión necesita a la razón para evitar que se caiga en el sectarismo o el fundamentalismo, la razón precisa de la religión —ésta siendo entendida por el Papa como la verdadera defensora de la dignidad de la persona humana— para impedir que se convierta en una ideología. “Por eso deseo indicar,” propuso el Papa, “que el mundo de la razón y el mundo de la fe —el mundo de la racionalidad secular y el mundo de las creencias religiosas— necesitan uno de otro y no deberían tener miedo de entablar un diálogo profundo y continuo, por el bien de nuestra civilización”.
Pero, ¿qué resultados ha tenido la llamada de Benedicto, en los años posteriores de su discurso de Westminster, para un diálogo entre la razón y la fe: para un acercamiento entre la racionalidad secular y las creencias religiosas? Tanto o más está en juego actualmente como en 2010, cuando el pontífice relacionó, de forma directa, la nueva Gran Recesión con una marcada carencia ética en el campo político-económico. Afortunadamente, ya tenemos en el Reino Unido, y en Europa más ampliamente, un nuevo centro de investigación dedicado precisamente a la cuestión del “lugar apropiado de las creencias religiosas en el proceso político”: el Centro Benedicto XVI para la Religión y la Sociedad.
El nuevo Centro Benedicto XVI: al servicio de la Iglesia
Propuesto tras el importantísimo discurso de Westminster del Papa Benedicto, el nuevo centro de investigación en la St. Mary’s University tiene como propósito, en palabras de su propia página web, el de convertirse en “un centro internacional de referencia para actividades de investigación y de debates públicos en el área de la religión y las ciencias sociales”, y particularmente la sociología y las ciencias económicas y políticas.
Una parte clave del por qué de la misión del Centro, según su director, el doctor Stephen Bullivant, es la necesidad de “enriquecer” la teología tan importante para la educación católica con los puntos de vista de otras disciplinas para así, de ese modo, “entender la “tierra” en la que estamos intentando o sembrar o cultivar las “semillas””. Una parte considerable del trabajo del Centro, por tanto, se centra en la Nueva Evangelización. En palabras de Bullivant:
Las cuestiones claves para la Nueva Evangelización son la de entender la razón por la que tantos católicos de cuna —muchos de los cuales han tenido años de educación católica y preparación para los sacramentos—, deciden abandonar la Iglesia y no continúan practicando la fe o identificándose como católicos, y la de encontrar una manera de parar esto.
El Centro lleva a cabo esta tarea de entender las características propias del catolicismo británico —el perfil demográfico de sus adherentes y el contexto socio-religioso más amplio en el que se encuentran— con herramientas sociológicas innovadoras y afinadas en la universidad secular. Con respecto a las preguntas de encuestas y censos, de índole religiosa pero de naturaleza generalista, en las que se apoyan habitualmente los sociólogos para interpretar al fenómeno religioso, Bullivant explica que “el preguntarle a alguien, “¿Erés católico?”, o incluso, “¿Vas a misa?”, no conduce al corazón y a la complejidad de la religión”. Mediante iniciativas como el Catholic Research Forum (Foro de investigación católica), el Centro Benedicto XVI desea poner las últimas novedades de esta investigación sociológica “al servicio de la Iglesia católica” —pero la otra cara del trabajo del Centro, como reconoce Bullivant, responde a la carencia en la sociedad actual de “una visión moral clara para contribuir a un amplio abanico de asuntos sociales . . . médicos y políticos”.
Al servicio de la sociedad
Al ofrecer a la sociedad una perspectiva académicamente rigorosa y bien fundamentada en la fe sobre los asuntos actuales de naturaleza sociológica y científica, el Centro de la St. Mary’s University hace propia la llamada de San Juan Pablo II, en Ex corde Ecclesiae 46, que las universidades católica faciliten un diálogo interdisciplinar “entre [el] pensamiento cristiano y [las] ciencias modernas”, y que los investigadores católicos aborden los “nuevos y complejos problemas filosóficos y éticos” que se presentan tanto en las ciencias naturales como en las humanas. Pero de nuevo, las responsabilidades del nuevo Centro van más allá de un encargo partisano o sectario de desarrollar las labores de la Iglesia estrictamente dicho. En el clima cultural actual de una secularización rampante, de recelo hacia la religión organizada, y amenazas a la libertad religiosa cada vez mayores en número e intensidad, un reto clave tanto para la Iglesia como para la sociedad es el de encontrar un espacio donde la voz de la fe tan necesaria a ambas pueda expresarse abiertamente, tal y como explicó el padre Friedrich Bechina, el subsecretario de la Congregación para la Educación Católica, en la presentación del nuevo Centro el pasado jueves 6 de mayo. “La libertad académica es, posiblemente, el espacio más seguro para la Iglesia en la sociedad de hoy”, dijo Bechina en ese acto de presentación, y el Centro Benedicto XVI se propone a seguir este consejo a través de un número de proyectos importantes.
Una muestra de lo que puede aportar a la sociedad un centro de investigación como el Benedicto XVI se puede encontrar en dos de los proyectos académicos en los que ya está trabajando su personal, que versan sobre el Scientific Study of Nonreligious Belief (El estudio científico de las creencias no religiosas) y la Catholic Social Teaching, Policy, and Society (La doctrina católica social, la política y la sociedad), respectivamente. El primer proyecto trata, entre otras cosas, de proporcionar al campo creciente de los “estudios del secularismo” una serie de recursos fundacionales teoréticos e interdisciplinares, algo que aún no se ha dado incluso en el mundo académico secular. Y haciéndole caso a Bechina, el segundo proyecto busca abrir un espacio en el cual pueda oírse la voz particular de la Iglesia y mediante seminarios sobre las intersecciones entre la moralidad, ética, política, sociedad y economía: conexiones todas que suelen pasar desapercibidas, pasadas por alto o malentendidas por la sociedad en general.
Un Centro para la Religión y la Sociedad: ¿una posibilidad en España?
En comentarios dirigidos a este periodista el director del flamante Centro Benedicto XVI, Stephen Bullivant, expresó su deseo de colaborar con académicos en España que trabajan en el desarrollo de perspectivas católicas académicamente rigorosas sobre la economía, las relaciónes Iglesia-Estado, la secularización, y la Nueva Evangelización. Pero la verdad es que Bullivant y sus compañeros académicos difícilmente podrían encontrar a académicos con quien conversar aquí en este país, dado que no hay ninguna institución católica incluida en la segunda edición de la Guía de Think Tanks en España publicada (en mayo 2013) por la Fundación Ciudadanía y Valores. En la página web de la Conferencia Episcopal, por otro lado —en la sección dedicada a la Subcomisión Episcopal de Universidades— no hay ninguna mención especial de que ninguna de las universidades católicas de España lleve a cabo, de manera formal y sostenida, el trabajo rigoroso y académico del diálogo entre la racionalidad secular y las creencias religiosas. Y esto a pesar de que la Subcomisión ya tiene un documento excelente desde el cual puede trabajar —su propia “Orientaciones de pastoral universitaria en el ámbito de la pastoral de la cultura” (1995)—, que pide la fundación de “Departamentos de Estudios Religiosos” que puedan acometer, de manera rigorosa y empírica, “el necesario diálogo entre la fe y la cultura” (6.1).
Veinte años después de estas “Orientaciones de pastoral universitaria” la sociedad española aún carece de voces católicas que, en palabras del Papa Benedicto, puedan dar forma y purificar al pensamiento secular acerca de las ciencias, la ética, la política, la economía y otros fenómenos sociales y naturales. ¿Es que la Iglesia Española ha perdido la confianza de que sea capaz de ofrecer a la sociedad nada más que un ruido blanco religioso que prescinde de los controles exigentes y clarificantes de la razón secular y académica y que, de esa forma, corre el riesgo de que se deteriore en nada más que el barullo del sectarismo o del fundamentalismo? Sea cuál sea el caso, lo que sí es cierto —y en palabras de otro de los fundadores del Centro Benedicto XVI, el vicerector de la St. Mary’s University, Francis Campbell, en un discurso reciente— es que “la fe religiosa tiene su lugar, por derecho, en una sociedad plural”. Las perspectivas católicas sobre problemas sociales, para Campbell, no son “algo extra, algo añadido, a una sociedad sana, sino una parte importante de la misma”.
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