Los obispos de la Tarraconense estarían a favor del indulto a los presos La Iglesia catalana da la puntilla al 'procés'
Por primera vez en años, los obispos catalanes han decidido no emitir ninguna nota conjunta ante la convocatoria electoral del próximo 14 de febrero
La desconfianza mutua se ha instalado entre los partidos independentistas y la Iglesia, que han hecho de Omella el blanco de sus críticas
El auge de Vox en las encuestas y el apoyo de grupos eclesiales ultraconservadores hace temer que su discurso en favor de los valores cristianos sirva para confundirle como aliado de la Iglesia
El auge de Vox en las encuestas y el apoyo de grupos eclesiales ultraconservadores hace temer que su discurso en favor de los valores cristianos sirva para confundirle como aliado de la Iglesia
No está ni se la espera. La Iglesia catalana ha ido diluyendo en los últimos años su perfil más independentista hasta el punto de que sus principales líderes, como el cardenal Juan José Omella, son vistos con indisimulado recelo por algunas de esas formaciones, herederas de lo que queda del espíritu convergente en el que anidaba –y aún aletea– la identidad cristiana. Algunos de los dirigentes de estos partidos hoy inequívocamente rupturistas –como los expresidentes de la Generalitat, Carles Puigdemont y Joaquim Torra– no ocultan su desprecio por el cardenal arzobispo de Barcelona, a quien consideran el principal responsable del giro realizado por la Iglesia en Cataluña.
Aunque lo cierto es que esta no ha renunciado para nada a sus señas de identidad ni a sus raíces, como demuestra el reciente documento conmemorativo de los 25 años del Concilio Provincial Tarraconense, ¿Espíritu, ¿hacia dónde guías a nuestras Iglesias? Lo único que ha hecho la Iglesia en estos ya ocho años de procés independentista ha sido desengancharse de la deriva rupturista, sobre todo a partir del referéndum del 1 de octubre de 2017, declarado ilegal por el Tribunal Constitucional.
La Tarraconense no se pronuncia
Por primera en mucho tiempo, en esta ocasión no habrá nota de la Conferencia Episcopal Tarraconense (CET) con motivo de una convocatoria electoral como la del próximo 14 de febrero. Hay dos excusas formales: la pandemia y que no hay en la agenda ninguna reunión prevista de la CET. Ambas inconsistentes. Más peso tiene el hecho de que los obispos catalanes lo han dicho casi todo ya desde octubre de 2017 sobre esta cuestión, antes de empezase una huida política que ha ido acumulando recursos judiciales, prisión y fractura social en Cataluña.
El resumen de todas aquellas reflexiones conjuntas de los pastores catalanes ha quedado compendiado de alguna manera en un tuit del cardenal Omella el día en que se abrió la actual campaña electoral: “Hablemos, dialoguemos, razonemos, escuchemos, discrepemos, repliquemos, propongamos, comprometámonos pero, por favor, evitemos el enfrentamiento personal, la mentira y la falta de respeto”.
Desconfianza mutua
En todo caso, la desconfianza es mutua. No lo reconocerán abiertamente, pero hay obispos, y no uno ni dos, que no se fían de los partidos independentistas que encabezan las encuestas electorales, esto es, ERC y Junts. Para empezar, no las tienen todas consigo con los que, según ellos, “van hoy de moderados” y no esconden su catolicismo, como es el caso de Oriol Junqueras. Pero también recelan de los herederos de la antigua Convergencia, los cuales, “aunque tienen un ADN católico y moderado”, son hoy los “más radicales”, con “una imagen más rupturista y de un independentismo más duro”, que tiene que ver con que sus líderes políticos siguen encarcelados por su papel durante los momentos más agrios del procés.
“La situación de los presos y de los que están en el extranjero [otros los llaman exiliados] lo está condicionando todo”. En cualquier caso, creen que ni la candidata Laura Borrás, de Junts, es tan radical como aparenta, ni la imagen de Gabriel Rufián es la de ese político que construye puentes y hace posible la gobernabilidad del Estado con los votos de ERC, aunque se reconoce la moderación del candidato republicano, Pere Aragonès. “En Junts están abusando de una teatralidad que no les lleva a ningún sitio. A diferencia de ERC, no han sabido parar” en lo que se considera una huida hacia delante.
El “efecto Illa” atrae a los nacionalistas moderados
En este contexto, sí que se ve posible el “efecto Illa”. “Cataluña ha vivido un último año muy complicado. Por eso, para una parte moderada de la población, con o sin una mirada nacionalista, la candidatura de Salvador Illa puede ser una opción”. “Habrá que esperar a ver si el PSC sabe hacerlo con dignidad. Tienen muchos cuadros moderados, algunos católicos, como Illa, y con experiencia de gobierno”, coinciden las fuentes.
En todo caso, no dependerá solo del candidato socialista, como se ha visto ya en el primer debate televisado, en el que todos los partidos se han conjurado contra el ex ministro de Sanidad de Pedro Sánchez. Se considera que el PSC lo tendrá muy complicado si Junts y ERC exacerban la cuestión de los presos. Unos presos que están participando en la propia campaña electoral tras el nuevo tercer grado (dos meses después de que revocara el Supremo la anterior concesión) otorgado por la Generalitat.
Preocupación eclesial aparte merece la irrupción de Vox en el Parlament catalán, a tenor de las encuestas. El partido de Santiago Abascal disputa con el PP la hegemonía de la derecha en Cataluña y está consiguiendo hacerse con el voto católico de la parte más acomodada con un discurso de defensa de los valores cristianos, algo que había orillado la formación de Pablo Casado, y que ha tratado de enmendar con la reciente reunión-trampa con Omella en la sede de la Conferencia Episcopal Española.
No hay que olvidar que el candidato de Vox a la Generalitat, Ignacio Garriga, es el mismo que defendió en octubre pasado en el Congreso de los Diputados la moción de censura contra Pedro Sánchez previo retiro espiritual en el Cerro de los Ángeles… Se teme que se asimile el voto católico con el partido de ultraderecha, al que, por otra parte, apoyan algunos de los grupos eclesiales y portales digitales más conservadores, a imagen y semejanza de los que pasó con Donald Trump en Estados Unidos.
A favor del indulto
La cuestión de los nueve presos, en este momento, pasa por el debate sobre una amnistía para ellos, asunto que ha entrado con fuerza en el debate electoral, como era de esperar, y que tiene visos, además, de ser impulsada por el Gobierno de Pedro Sánchez, y a la que no se opondrían los obispos de la Tarraconense, que en sus notas han reconocido el dolor que esta situación causa a los encarcelados y a sus familias, y que la inmensa mayoría de ellos trató de paliar visitándoles en la cárcel.
Aunque es cierto que nunca lo han solicitado abiertamente, en las notas conjuntas que los pastores catalanes siempre han aludido a la situación de los presos. “Queremos mencionar una cuestión concreta que nos preocupa. En cuanto a la prisión preventiva de algunos antiguos miembros del gobierno y de algunos dirigentes de organizaciones sociales, sin entrar en debates jurídicos, pedimos una reflexión serena sobre este hecho, en vistas a propiciar el clima de diálogo que tanto necesitamos y en la que no se dejen de considerar las circunstancias personales de los afectados”, decían el 18 de febrero de 2018. No lo pedían, pero latente en el texto y muy presente en las mentes de los pastores estaba la amnistía o el indulto.
Un gesto de “magnanimidad”
Es difícil que destilen los prelados alguna preferencia por el término. Imposible de manera oficial. Se apela a la “magnanimidad” que debería tener el Estado en situaciones tan convulsas como la que se vive en Cataluña. Y, además, que estuviera encabezada por el rey Felipe VI, cuyo discurso, dos días después del referéndum del 1-O, ahondó en la división social.
No se entraría en si lo que procede es la amnistía o el indulto. De hecho, en una de las reuniones de la Tarraconense, hace ya un tiempo, se presentó un texto a estudio sobre el indulto y las tipologías de los delitos cometidos por los líderes políticos y sociales que habían impulsado el procés. Pero la mayoría no quiso entrar en ese avispero que suponía dilucidar, entre otras cuestiones, si había que juzgar a los detenidos por sedición o rebelión. Y para no ser más fuente de división ellos mismos como institución, apelaron a la citada “reflexión serena” sobre la situación de los presos.
Omella, blanco de descalificaciones
Claro que eso no sirvió de bálsamo a las familias de los presos. Tanto es así que la hermana de uno de ellos recriminó a Omella lo que consideró un silencio cómplice ante la situación de los políticos encarcelados y en el extranjero. El exconseller Joaquim Forn tampoco ahorró acusaciones contra el presidente de la Conferencia Episcopal Española, quien se ha sentido mal acogido, maltratado y malinterpretado.
Y en esta situación, los obispos también son conscientes de que, “con el actual panorama político y social, tampoco se espera en estos momentos una palabra de la Iglesia”. Un desánimo que no siempre logran ocultar, a pesar de que las últimas encuestas han recogido un incremento de más de 400.000 catalanes que se declaran católicos precisamente en el año de la pandemia, el más difícil también para una Iglesia que ha tenido, como nunca desde la Guerra Civil, que vivir su fe más de puertas adentro.