La ONG cumple 60 años construyendo un mundo mejor Las 'Bodas de Diamante' del padre Ángel y su 'piedra preciosa': Mensajeros de la Paz
En la antigua Grecia, el diamante era conocido como 'adamas', que significa 'Indomable' o 'Inconquistable'. Y ese calificativo encaja, como un anillo, con el padre Ángel García, que en estos días celebra los 60 años (las Bodas de Diamante) de Mensajeros de la Paz
Porque las cosas se cambian, poquito a poco, pero con la mentalidad del diamante, que no se arruga, que no ceja en su empeño, cueste lo que cueste. Que no se quema aunque persista el fuego y las incomprensiones
Dicen que el diamante es la piedra más dura que existe, la que puede con todo. También, la más preciosa y, como tal, la más buscada, perseguida por todos. Visto así, tal vez no convendría celebrar ninguna 'Boda de Diamante'. En la antigua Grecia, el diamante era conocido como 'adamas', que significa 'Indomable' o 'Inconquistable'. Y ese calificativo encaja, como un anillo, con el padre Ángel García, que en estos días celebra los 60 años (las Bodas de Diamante) de Mensajeros de la Paz.
Porque Ángel, desde sus primeros pasos en La Rebollada allá por 1937 (nacer en plena Guerra Civil imprime carácter, mi madre es vivo ejemplo de ello) hasta su caminar vacilante (la edad, como le sucede a Bergoglio, también de su quinta, no perdon) es el vivo ejemplo del diamante. Duro, obcecado, que se abre paso cueste lo que cueste. Y que convierte en sonrisa y en solidaridad todo lo que toca. Una piedra preciosa, a menudo sin pulir, pero quién le pone una correa a un diamante inconquistable.
Tal vez por ello, como el diamante, el padre Ángel sea perseguido y acosado por sus enemigos, y buscado (a veces hasta la saciedad) por otros muchos, que solo buscan la foto o la forma de sacudir sus conciencias. O atraparlo para su museo personal. "Todo suma" diría, con una sonrisa este cura mierense, que a sus 85 castañas sigue poniéndole millas a su tarjeta de embarque. Como si los años no pesaran.
Como si su presencia, en mitad de la guerra de Ucrania, del tsunami en Indonesia, del terremoto de Haití, de las hambrunas en Tucumán, de la esclavitud infantil en Benin, fuera a cambiar las cosas. Y puede que no sea así, pero ya son casi un centenar las ambulancias medicalizadas enviadas al país invadido por Rusia gracias al páter, a sor Lucía y a los voluntarios de La Caixa, y varios miles los refugiados que residen en hogares de Mensajeros; y fueron -siguen siendo- muchos los que encontraron nuevas oportunidades tras las catástrofes, quienes pudieron obtener una educación pese a su pobreza, quienes tienen una escuela al lado de la cantera donde, hasta hacía muy poco tiempo, picaban piedra durante horas. Porque las cosas se cambian, poquito a poco, pero con la mentalidad del diamante, que no se arruga, que no ceja en su empeño, cueste lo que cueste. Que no se quema aunque persista el fuego y las incomprensiones.
Para muchos, un diamante es un sueño. Y el padre Ángel todavía tiene algunos por cumplir. Su hogar 24 horas en San Antón, la 'catedral' de Justo en Mejorada, seguir convenciendo a los políticos, empresarios, poderosos todos de que otro mundo mejor es posible, y que pese a los vientos de tribulación, de guerra, de crisis global, es tiempo para la solidaridad.
Sesenta años de Mensajeros de la Paz. Sesenta años de solidaridad. Sesenta años de un diamante que, si cotizara en bolsa, se vendería a sí mismo, al mejor postor, y repartiría el dinero entre los pobres. Y eso sí que hay que celebrarlo. Gracias páter, gracias Mensajeros. ¡A por otros 60!
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