Concluye la cumbre antiabusos en el Vaticano Francisco asume, al fin, los criterios de la OMS para acabar con la pederastia en la Iglesia
"Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial"
Era una de las peticiones históricas de las víctimas de abusos, y de Naciones Unidas, que en repetidas ocasiones había instado a la Iglesia a cumplir sus recomendaciones. Esta mañana, en un histórico discurso con el que ha concluido la cumbre antipederastia, el Papa Francisco ha asumido como norma de la Iglesia los criterios de la OMS y, en concreto, el paquete de medidas INSPIRE, con siete estrategias para erradicar la violencia contra los menores. Se los adjuntamos aquí:
Un mensaje que, quizá, pasará inadvertido para algunos, pero que supone un antes y un después en la política de actuación de la Iglesia católica ante esta lacra, que Francisco ha comparado con los sacrificios humanos que se llevaban a cabo hace miles de años. Una "monstruosidad", la de los abusos a menores, que, tras esta cumbre, deberá ser afrontada de otra manera.
"Ha llegado la hora de colaborar juntos para erradicar dicha brutalidad del cuerpo de nuestra humanidad, adoptando todas las medidas necesarias ya en vigor a nivel internacional y a nivel eclesial. Ha llegado la hora de encontrar el justo equilibrio entre todos los valores en juego y de dar directrices uniformes para la Iglesia". Esta es la clave.
Y es que asumir los criterios de la OMS significa, entre otras cosas, que la Iglesia debe echar el cierre al secreto pontificio, para que víctimas como la de Astorga puedan acceder a su expediente canónico, y la justicia no tenga que encontrarse con el muro de los Acuerdos Iglesia-Estado para investigar a un posible cura abusador. Supone, como también dijo el Papa en su histórico discurso, que "la Iglesia no se cansará de hacer todo lo necesario para llevar ante la justicia a cualquiera que haya cometido tales crímenes".
Se ha dado un gran paso a lo largo de estos días. El mayor, el que ayer se vio en la Liturgia Penitencial, cuando toda la Iglesia se autoconfesó culpable de los abusos, el encubrimiento, el mirar hacia otro lado, el dejar a las víctimas al borde del camino. Se podrá acusar a la Iglesia católica de inacción, pero en justicia también hay que señalar que ha sido la única institución, a nivel mundial, capaz de admitir su fracaso.
"Ningún abuso debe ser jamás encubierto ni infravalorado", dijo Francisco. "Quiero decirlo con toda claridad: si en la Iglesia se descubre un solo caso de abuso, ese caso será afrontado con la mayor seriedad", lo cual incluye la total transparencia en los casos. Se acabó -o al menos eso debe suceder, si realmente el Vaticano asume los criterios de Naciones Unidas- la falta de información sobre los procesos y las investigaciones, y la Iglesia tendrá que ofrecer datos concretos sobre esta plaga en todo el mundo. La experiencia en Estados Unidos, Irlanda, Australia o Chile demuestran que es posible hacerlo. Y necesario.
"Escuchar, tutelar, proteger y cuidar a los menores abusados, explotados y olvidados, allí donde se encuentren", es otra de las claves. Colocar a las víctimas en el centro, en ese 'giro copernicano' del que hablaba el arzobispo de Brisbane en una medida homilía encargada especialmente por el Papa. Acabar con la autodefensa y proteger, a todos los niveles, a las víctimas. También en lo económico. Aunque haya que vender terrenos o cerrar parroquias para pagar indemnizaciones o tratamientos. La Iglesia debe volver a ser un lugar en el que todos confíen. Y ahora, todavía, eso no sucede.
Siete puntos clave, los apuntados por la OMS, que incluyen proteger, investigar, purificar, formar, acompañar. Que suponen "reafirma la exigencia de la unidad de los obispos en la aplicación de parámetros que tengan valor de normas y no solo de orientación". Esto es: que ningún obispo, en ningún lugar, pueda decir que él no sabía qué hacer. Habrá casos, muchos, lamentablemente, porque muchos son los prelados que siguen sin creen que esta lacra sea real, o que este Papa sea legítimo.
¿Qué pasará a partir de ahora? El tiempo, y las víctimas lo dirán. Pero sólo una cosa parece clara: si la Iglesia no es capaz de cumplir con esta hoja de ruta, pasará a ser una institución irrelevante a los ojos del mundo (al menos del occidental). Y, lo que es más graves: hará irrelevante el mensaje de Jesús de Nazaret, y se verá abocada a su autodestrucción. Es la última oportunidad: ojalá, al fin, se aproveche.
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