Lo importante, siempre, son las víctimas. El resto es paja, politiqueo, oportunismo y aprovecharse del dolor de una sociedad. Ayer hubo funeral en La Almudena por las víctimas de la Covid-19. No fue un funeral de Estado porque no lo organizó el Estado, y porque se trataba de una liturgia religiosa, y vivimos en un Estado aconfesional. Y fue una ceremonia emotiva, sensible.
Los obispos hicieron lo que tenían que hacer, lo que les toca, que era rezar por los muertos -independientemente de su condición social, política o religiosa- y llamar a la solidaridad de todos para no dejar a nadie atrás. No hubo una palabra episcopal -al menos, oficial- contra la ausencia de Sánchez, Abascal, Arrimadas o Iglesias, ni sobre la presencia de Casado o los poderes del Estado.
Y es que el problema sobre la celebración -o no- de un funeral de Estado, en esta ocasión, no lo tenía la Iglesia. Lo tuvieron el Gobierno, la Casa Real y los que buscan carroña hasta debajo de los muertos.
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Frente al sectarismo, a la crispación y al enfrentamiento, en esta pandemia hemos visto cómo muchas personas, creyentes y no creyentes, sacaban lo mejor de sí mismas y daban una sencilla lección de solidaridad hasta dar la vida por cuidar la ajena, conscientes precisamente de que somos hermanos", dijo el cardenal Osoro. Nos sumamos.