074. Apresamiento o detención de Jesús de Nazaret.

Fruto de las incongruencias e incorrecciones temporales que hay en la información que proporcionan los cuatro evangelios canónicos sobre los últimos días en libertad y el proceso penal a Jesús de Nazaret, en mi último libro, Hijos de Yahvé, una arqueología de Jesús y Pablo, presenté la siguiente reconstrucción de esos acontecimientos.

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Hijos de Yahvé.

Resumiendo mi propuesta, y ampliándola, Jesús se habría decidido en fechas cercanas al Día de la Expiación (septiembre) a iniciar una acción mesiánica que tuviera lugar durante las fiestas de Tabernáculos. La entrada triunfal en Jerusalén, las palmas, la llegada en burro si se produjo, los himnos y alabanzas, el título de la cruz, encajan bien en Tabernáculos y el marco ideológico de Jesús.

Dicho esto, hay que repasar los confusos y atropellados acontecimientos que desgrana la tradición evangélica. Basándome en los estudios ya indicados, voy a centrarme en algunos sucesos para ofrecer después una reconstrucción que supere el grado de incoherencia de lo que podemos leer en los evangelios canónicos. Tómese esta reconstrucción como un ejemplo didáctico.

Uno de los acontecimientos más debatidos es el alboroto que provocó Jesús en el templo. Lo primero que llama la atención es que hay dudas respecto a si tuvo lugar. Si se acepta el episodio, se involucra en gran manera a las autoridades locales de Jerusalén en la detención y primeros compases del juicio a Jesús; si no se acepta ese incidente, la responsabilidad del apresamiento, juicio y condena son exclusivamente romanas. El primer supuesto, de todas formas, no sirve para aclarar definitivamente por qué pudo llevar a cabo tal acción. La relación entre la fiesta (sea Tabernáculos o Pascua) con el incidente del templo es difícil. Y tampoco es muy fácil entender por qué pudo hacer eso el de Nazaret en el momento en que lo hizo, tras le entrada a la ciudad y antes de la última cena. Podría hablarse de un retoque en la narración, es decir, que la escena esté desplazada de su orden temporal originario[i]. En ese caso, la lógica histórica lleva a situar el incidente después de la cena en que se habrían decidido los últimos detalles del plan, la última cena, y después de la entrada mesiánica en Jerusalén.

Pero antes de seguir, es obligado mencionar algunos problemas sobre esa cena, El primer testimonio sobre ella, Pablo, no aclara que sea en Pascua, y el evangelio Juan no la menciona asociada a la noche previa. La versión de Pablo parece ofrecer, por tácita, una cronología mejor, pues claramente asegura que fue la noche antes de ser entregado. Si no fue en Pascua, como resulta lógico por lo visto unas páginas antes, tampoco hay que atarse a la víspera de Pascua ni a la cascada de acontecimientos tal como se ofrecen normalmente. Se trataría de una cena normal celebrada antes de Tabernáculos y antes de entrar en Jerusalén como mesías.

La reconstrucción de los hechos podría ser la siguiente: tras decidir despertar conciencias y voluntades para que Yahvé apreciara que su pueblo estaba realmente comprometido con la restauración en Tabernáculos, Jesús entró en Jerusalén como rey y fue al templo como muestra de purificación de un lugar sagrado que él consideraba imprescindible[ii]. Ir directamente al templo sería una forma de delimitar el alcance fundamentalmente religioso de su iniciativa. Ahora bien, el incidente en el templo parece haber sido o notoriamente rebajado por los evangelistas o muy ineficaz. De ahí que se pueda postular que Jesús y los suyos se retiraran a tiempo para evitar males mayores. Esa retirada habría acabado por llevar al grupo a los alrededores de Jerusalén, al Monte de los Olivos, donde la tradición indica que fue apresado[iii]. Esa localización pudo ser buscada, pues los galileos acostumbraban a acampar allí durante las grandes fiestas de Jerusalén: la muchedumbre de peregrinos podría haber ocultado al grupo, lo cual también justifica la necesidad de delatores y redadas.

Ayudada por su sistema de espionaje y apoyada en Herodes Antipas, y, puede suponerse, algunos miembros de los cargos sacerdotales más importantes ligados al Templo, Roma habría sido alertada de las intenciones de Jesús y la repercusión que alcanzarían. Así pues, durante la noche (o una noche posterior), Roma, con la ayuda de algunos de los sacerdotes y saduceos, se habría encargado de buscarlo sirviéndose de soldados y guardianes del templo.

Insisto en que esta reconstrucción sólo pretende mostrar una lógica que avise de lo ilógico de los relatos evangélicos.

Los juicios.

Otro detalle igualmente turbio, no ya en el relato sino en la memoria sobre los hechos, es el problema de los diversos tribunales a los que el de Nazaret habría sido llevado, así como las acusaciones en ellos pronunciadas. Parece que la de blasfemia sería muy improbable por vaga y de difícil encaje en las prohibiciones de la Ley. En cambio, son factibles y están recogidas en la tradición evangélica, la incitación a no pagar impuestos (insumisión fiscal lo llamamos ahora) y la autoproclamación como mesías. En cuanto a estar presente en tres tribunales en una sola noche, la compresión parece muy excesiva y, como mucho, se podrían aceptar dos, uno judío y otro romano.

Una reconstrucción que incorpore varios tribunales, o diferentes instancias y dudas entre los judíos a la hora de presentar el caso a Roma si fue así, sería que en realidad pasó un tiempo relativamente largo entre el apresamiento y la condena, fechado el primero en Tabernáculos y la segunda cerca de Pascua. El caso no sería raro si se compara con el de Pablo de Tarso, que, según el relato de Hechos, pasó dos años confinado en Cesarea hasta que variaron las circunstancias. Y hay un antecedente histórico: Flavio Josefo (Ant, 20, 9, 5) informa de que, antes de la preceptiva ejecución, el procurador Albino mantuvo durante un tiempo no especificado como presos a varios judíos que “claramente eran dignos de morir”, merecían la muerte.

Ateniéndonos ahora a lo explicado en capítulos anteriores, sí parece que la acusación planteada por Roma, sedición inherente al título de mesías e incitación a no pagar los impuestos, es la opción que responde a la certeza que abría este capítulo: ajusticiado en cruz. Que el proceso pudiera dilatarse una vez suprimido el problema de orden público no es un obstáculo, máxime dada la extraña rapidez a la hora de llevar a cabo el juicio y la condena, ambas acciones constreñidas por la necesidad de ajustarse al calendario pascual.

Barrabás.

Aún queda una dificultad más que sumar a la lista detallada hasta el momento. Se trata de la liberación de un tal Barrabás en una supuesta costumbre de la fiesta de Pascua, soltar a un preso. Dado que el único testimonio que hay sobre la costumbre es el de los evangelios y que lo más probable es que se trate de la fiesta de los Tabernáculos, la prebenda no puede haber existido. Eso obliga a deducir por qué hubo de crearse tal escena, máxime cuando se menciona en los textos sobre Barrabás la palabra levantamiento, sedición (stásis) y un crimen. En Marcos se dice expresamente: “Había uno llamado Barrabás encadenado con los sublevados que en el levantamiento habían cometido asesinato” (Mc 15, 7)[iv]. Es de máxima importancia que aparezca el artículo definido “el”, pues asegura que hubo un levantamiento muy conocido, no una coincidencia.

En general se opina que la razón de esta innovadora tradición es desviar la atención de los lectores hacia el pueblo judío como único culpable de la condena de Jesús. La propuesta es sumamente lógica y debería aceptarse. Por otra parte, hay que razonar qué base habría para la invención, es decir, si se inventó todo el suceso o si se aprovechó material histórico inconveniente sobre Jesús, material que se habría edulcorado para evitar mala imagen del personaje Jesús el mesías[v].

En este sentido, es oportuno recopilar algunos datos. Primero, hay que recordar lo extraño que parece el apresamiento aislado de Jesús cuando estaba acompañado de hombres armados; además, la escena del Gólgota presenta en todos los evangelios a dos crucificados junto a Jesús que normalmente se entienden ajenos a él; Pedro se vio obligado a huir del pretorio pese a que, en teoría, no debería tener ningún miedo; además, una serie de manuscritos de Mateo ofrecen para Mt 27, 17 la siguiente lectura: Así pues, una vez reunidos, les dijo Pilato: “¿A quién queréis que os suelte, a Jesús Barrabás o a Jesús el llamado Cristo?”.

Atendiendo al conjunto de estas peculiaridades se puede plantear una hipótesis que resuelva los problemas que plantean: Jesús no fue el único apresado, y Pedro tuvo miedo de sufrir el mismo castigo que el maestro y otros del grupo[vi]. Esos otros, dos concretamente, fueron ajusticiados con Jesús. En cuanto a la búsqueda y captura, es aceptable que los romanos hicieran una redada de Jesuses, entre los cuales habría después que decidir. Pilato, por consiguiente, condenó a varios secuaces de Jesús pero liberó a algunos que, tras investigación, fueron declarados inocentes o distintos al buscado, por ejemplo Barrabás.

El motivo de Barrabás presenta una peculiaridad todavía más intrigante: por qué era necesario especificar que el pueblo judío quedaba manchado con la sangre de un mesías. Una respuesta evidente es que así todo el judaísmo quedaba implicado en lo que, a ojos cristianos, era un crimen. Aunque quizá hubiera bastado para ese fin insistir en que las autoridades querían esa muerte de un justo, tal como ya se había dicho durante el juicio. No tiene sentido que lo eligieran para la muerte quienes iban a molestarse por su crucifixión. En este sentido, el evangelio Juan dice:

Pero Pilato escribió también un cartel y lo colocó sobre la cruz; estaba escrito: Jesús de Nazaret, rey de los judíos. En consecuencia, este cartel lo leyeron muchos judíos porque estaba cerca de la ciudad el lugar donde fue crucificado Jesús; también estaba escrito en hebreo, latín y griego. Por su parte decían a Pilato los sumos sacerdotes de los judíos: “No escribas «el rey de los judíos», sino que él dice «soy el rey de los judíos»”. Respondió Pilato: “He escrito lo que he escrito” (Jn 19, 19-22).

El pasaje deja claro el temor de los sumos sacerdotes a un tumulto y la insistencia de Pilato en su decisión[vii]. Y esta pista da pie a preguntarse si la invención de la costumbre de soltar a un preso puede tener, además de una razón de buenas maneras hacia el Imperio en el que el futuro cristianismo iba a crecer y multiplicarse, carácter de creación cultural.

[i]   Plantear esto no es una irresponsabilidad, pues en Marcos, Mateo y Lucas aparece al comienzo de la semana, antes de la última cena, mientras en Juan se presenta al comienzo de la vida pública de Jesús.

[ii]  Se dice en ocasiones que en Galilea la población se sentía distante del templo, pero quizá una prueba en contra sea una pieza arqueológica aparecida en durante las excavaciones de la sinagoga de Magdala, a orillas del Mar de Galilea, cerca de Cafarnaún. Se trata de una piedra en forma de paralelepípedo que figura el templo de Jerusalén, la menorá, arcadas como las del patio del templo, rosetas y espigas. Servía para colocar sobre ella los rollos de la Ley que se leían y comentaban en las reuniones del sábado.

[iii]  Esta referencia puede venir de la costumbre de los galileos de acampar allí cuando iban a celebrar las grandes festas a Jerusalén: la tradicional referencia a ese lugar habría escondido la memoria del lugar exacto. Por otro lado, recuérdese que el grupo de seguidores de Jerusalén siguió el culto del templo a la muerte de Jesús.

[iv]  Lc 23, 19: el cual había sido llevado a la cárcel por una revuelta ocurrida en la ciudad y un asesinato.

[v]  Brown concluye que un preso llamado Barrabás, también encarcelado por sedición, fue liberado, Pero no atina a explicar tampoco qué llevó a liberarlo (los evangelistas no mencionan otra cosa que la falsa costumbre asociada a Pascua).

[vi] Puede que no sea una casualidad que Pedro se marchara a Galilea.

[vii]  La habitual traducción española “lo escrito escrito está” (que consigue pintar a un Pilato abúlico y desentendido) no se corresponde con el griego ni con otras traducciones en otros idiomas, que ofrecen a un Pilato consciente de sus actos e inapelable respecto a sus decisiones.

 Saludos cordiales.

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