A propósito de la Introducción de la obra “Hijos de Yahvé. Una arqueología de Jesús y Pablo” y de Eugenio Gómez Segura
1228- 22-04-2022
Escribe Antonio Piñero
Entre los días 15, viernes / 18 lunes de Abril de este año ha presentado Eugenio Gómez Segura en este medio una resumen y reconstrucción de los últimos días de Jesús de Nazaret en los que el autor ponía de relieve ciertas incongruencias e incorrecciones temporales que hay en la información que proporcionan los cuatro evangelios canónicos sobre los últimos días en libertad y el proceso penal a Jesús de Nazaret.
Yo ya había leído su libro. Pero a propósito de la publicación por su parte esta postal, lo he vuelto a releer otra vez y he redactado una breve reseña que voy a enviar a la revista “Ilu”, portavoz del “Instituto de ciencias de las religiones” de mi universidad, la Complutense de Madrid. Esta relectura me ha ofrecido la posibilidad de reflexionar más detenidamente sobre algunas exégesis, explicaciones, de textos difíciles de los evangelios o de temas nucleares de la predicación de Jesús que me han parecido novedosos e interesantes. Y del mismo modo que he comentado (y con el tiempo seguiré con esta tarea) el libro de Santiago Guijarro sobre los Cuatro Evangelios, de la editorial Sígueme, así quiero hacer con el libro de Gómez Segura, puesto que me parecen dignos de comentario, o a veces de respetuosa y sana crítica.
Ya en la Introducción comenta Gómez Segura la incoherencia de algunos exegetas respecto a la cuestión, para algunos candentes de la virginidad perpetua de María, lo cual excluye el hecho de que Jesús pudiera haber tenido verdaderos hermanos carnales, como parece que dan a entender diversos textos del Nuevo Testamento, entre los que destacan Marcos 6,1-3 y su paralelo de Mt13,54. Ceo que es conocida la solución que estableció, hasta hoy día para muchos, Jerónimo de Estridón, san Jerónimo hacia el 383 en una dura réplica a un teólogo poco conocido, Helvidio, que mantenía que María, después de tener a Jesús de un modo maravilloso y virginal, había tenido con José otros hijos de un modo “normal”.
Afirma Gómez Segura al respecto: “Las razones que habitualmente se aducen para explicar por qué quien no tuvo hermanos (Jesús) sí los tuvo (como dice Marcos) suelen ser lingüísticas, en este caso la referencia a un idioma, el arameo, que traducido al griego de la época habría provocado un error de concepto: el arameo no dispondría de palabra similar (a “primo”) en cuanto al uso y significado para “hermano” (en griego adelphós que es estrictamente hermano porque procede del mismo útero), y que con ese término aludiría tanto a los hermanos de sangre como a los parientes cercanos (por ejemplo, “primos”). Se trataría, en definitiva, de un problema de traducción entre el arameo y el griego. También se aduce que el supuesto error de traducción del arameo al griego se debería al hecho de que se describía un ambiente semítico y que ese ambiente es lo que debe primar al interpretar esta dificultad” (p. 14).
Y lo importante según Gómez Segura, es que quienes argumentan lingüísticamente (diferencia entre griego y arameo) y con atención al contexto (los evangelios están escritos en griego, pero su contexto es semítico, en concreto arameo) para defender que “los hermanos y hermanas” de Marcos y Mateo son en realidad “primos”, no son consecuentes y no emplean el mismo argumento lingüístico y contextual con otro pasaje del Nuevo Testamento en concreto de Pablo, quien dice expresamente, en Gálatas 1,19, que cuando estuvo en Jerusalén visitando a Pedro no vio ninguna persona importante más (algún otro de los once apóstoles directos de Jesús) sino a “Jacobo /Santiago el hermano del Señor y emplea el mismo vocablo “adelphós”.
Pues bien, Pablo de lengua materna griega y de educación tanto griega como judía, tendría que saber perfectamente a qué se refería, pues Gálatas está compuesta en griegos y para hablantes griegos. Además, el nombre de Jacobo aparece tanto en Marcos como en Mateo como hermano de Jesús. Por tanto, lo más natural es pensar que Jesús tuvo hermanos y hermanas. Y concluye Gómez Segura que la afirmación de que Jesús tuvo realmente hermanos / hermanas en un razonamiento lingüístico y cultural, por lo que “es necesario, ante posibles opiniones contrarias a ésta, añadir que pensar que Jesús tuvo hermanos y hermanas no es un prejuicio sino una deducción”.
Nada hay por sí mismo en esta deducción en contra de una opinión tradicional ánimo alguno de provocar, sino simplemente el empleo de los mismos instrumentos lingüísticos y culturales para llegar a otra afirmación… la cual, por cierto, está totalmente de acuerdo con el sentir general de la Iglesia antigua que hasta la época de san Jerónimo solo afirmaba que el nacimiento del héroe Jesús, el Mesías, había sido totalmente prodigioso, pero ¡no el de sus hermanos!
Así pues, creo que es este un buen ejemplo de un modo de proceder consecuente en el terreno de la exégesis.
Saludos cordiales de Antonio Piñero
Nota:
Una entrevista de Jordi Fortiá en el canal de YouTube “La era del ser”
https://www.youtube.com/watch?v=dILVPdWMC5Y