040. 30 monedas: la importancia de las reliquias (3).
Las relaciones entre reliquias, difuntos y poder vistas en la última entrega tienen su correspondencia en Canaán. Tanto en la religión de la cúspide social y política como en la base de la población es fácil ver signos de estas creencias.
| Eugenio Gómez Segura
Tumbas reales del palacio de Ugarit, s. XIII a. C. Tomada de aquí.
Contrariamente a lo que ocurre en el mundo egipcio, en Canaán la arqueología ha proporcionado datos claros sobre el papel del culto a los antepasados y su oportunidad política. En el norte de Canaán la ciudad de Ugarit ofrece pistas sobre el papel político de estas creencias; en Canaán del sur el Antiguo Testamento y la arqueología se combinan para aumentar el interés por estas cuestiones.
La religión de los cananeos, el grupo semítico occidental, contemplaba la existencia de cuatro grupos de entidades divinas o no humanas: dios patrono, dioses mayores, dioses menores y dioses esclavos o mensajeros. Entre los dioses medianos (de los oficios, por ejemplo, o de las labores particulares agrícolas, domésticos), figuran los ancestros. Se incluían en este grupo tanto los reyes muertos como cabezas de familia deificados (casi siempre varones).
Entre las tablillas halladas en Ugarit destaca, en relación a estos cultos, la conocida como KTU 1162, que contiene un texto funerario, un encantamiento, que se recitaría durante la ofrenda de alimentos para los difuntos, alimentos destinados a la “alimentación” de los mismos. El texto contiene una introducción y tres partes importantes:
- a) invocaba a los ancestros del rey (dos reyes, Ammittamru y Niqmaddu)
- b) ofrenda de alimentos
- c) libación de agua (ceremonia en que se derramaba, en una instalación en la tumba, agua para los difuntos).
Finalmente, se intenta concretar que los difuntos bendigan al rey vivo, su familia y la ciudad para terminar considerando que los ancestros realmente se han complacido con el ritual y bendicen a los vivos.
El palacio real de la ciudad incluyó una zona de veneración a los reyes difuntos: el conocido como patio II y su contigua habitación 28. En ésta, dos tumbas reales permitieron llevar a cabo este culto que legitimaba al rey vivo y propiciaba a los ancestros, y restantes dioses, con la ciudad y la población en general. Estos ancestros podían asistir a las reuniones que celebraban los dioses más importantes, de ahí su trascendencia para la humanidad.
Por otra parte, el Antiguo Testamento incluye fragmentos que refuerzan la idea de que estos cultos eran comunes en los reinos de Israel y Judá. En ocasiones se les denominaba elohim (dioses) o rephaim (los “sanos” o “salutíferos”). La palabra hebrea rephaim está relacionada con el término ugarítico rpum, que designaba a los ancestros deificados del rey. También se denominaba rephaim a los antiguos habitantes de la región, concebidos como gigantes. La etimología más probable para esta familia de palabras es la raíz RPʾ, “sanar”.
Un buen ejemplo de la importancia de los ancestros y de su labor como mediadores puede ser 1 Sam 28, 7-21, donde el profeta Samuel, ya muerto, es denominado uno de los elohim. La escena relata cómo Saúl se sirvió de una “vidente” para invocar a Samuel ya difunto y conocer por él la voluntad de Yahvé. Is 8, 19 también corrobora esta costumbre:
Y cuando os dijeren: «Consultad a los nigromantes y a los adivinos que bisbisean y murmujean; ¿es que no consulta un pueblo a sus dioses, por los vivos a los muertos? Trad. Cantera-Iglesias.
Por otra parte, a estos ancestros se les veneraba en tumbas familiares, en las que recibían ofrendas de alimento y vino. De hecho, se supone que esa es la razón por la que los varones de la familia deseaban ser enterrados con los ancestros en la tumba familiar y no en lugares alejados: en 1Re 2, 10: David fue sepultado con sus ancestros; en 1RE 11, 43 así se dice también de Salomón; por el contrario, en Jer 22, 18-19 se dice que Yoyaquim fue enterrado fuera de Jerusalén.
Además, diversas prohibiciones de la Ley delatan, en realidad, que el culto a los ancestros era muy corriente: Dt 26, 14 prohíbe ofrecer a los muertos. Pero la costumbre se confirma si, como debiéramos, se traduce en Gn 28, 22 elohim no como Dios, sino como dioses, es decir, como los difuntos deificados: “esta piedra que he erigido como estela será casa de dioses”.
El cambio de traducción se debe realizar a tenor de lo que sabemos de la religión cananea y de los restos arqueológicos que podemos hallar en muchas partes de Israel y Judá. En Gezer, por ejemplo, el conjunto religioso en la acrópolis del yacimiento incluye una serie de estelas, alguna de hasta dos metros, y un altar para ofrendas.
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