Cristianismo y Secularidad
Cristianismo y Secularidad
Manual de la nueva teología política europea
7. La teología al servicio del mundo
La teología sólo puede dar razón de la esperanza ante el mundo, si se concibe y se proyecta como un servicio permanente a ese mismo mundo, a semejanza de Cristo, que entregó su vida por él. Con esta diaconía la nueva teología política sirve a los hombres y al mundo de éstos, porque el Dios cristiano es vida compartida con su pueblo.
De ahí la necesidad que siente Metz de desprivatizar la fe cristiana y devolverle todo su dinamismo público. En tal sentido, concibe la teología política como un correctivo a la exagerada tendencia de la teología tradicional a la privatización de la fe. En sentido positivo, se propone formular el mensaje cristiano teniendo en cuenta las inquietudes de la sociedad moderna.
Por estos dos rasgos esenciales de la nueva teología política, que Metz no se cansa de repetir, se percibe claramente que no se trata de una teología regional dedicada en exclusiva al tema político. Su proyecto es más ambicioso, ha concebido su teología política como una tarea fundamental de cualquier teología que quiera conectar con el hombre-mujer y la sociedad actual.
Es la teología que Schillebeeckx ha puesto en diálogo permanente con los hombres y no de gabinete, dispuesta a dar razón de su fe y de su esperanza a quien se lo pide. El teólogo conciliar, efectivamente, no se propone en su teología dar un cúmulo de doctrinas, sino analizar la historia, para descubrir en ella la acción salvadora de Dios. Desde su larga experiencia de hacer teología cree que el teólogo debe reflexionar sobre la situación actual y afrontar los problemas que tiene el mundo de hoy al que sirve, de otro modo habla en el vacío .
Con esta nueva orientación del pensamiento teológico para servir mejor al hombre y mundo contemporáneos, no se pretende otra cosa que traducir el mensaje de las promesas bíblicas, las cuales se dirigen siempre al mundo y han de tener su cumplimiento en él, si los hombres no se lo impiden. Esto hace a la nueva teología política la más idónea para reforzar la credibilidad del mensaje cristiano y transmitirlo al hombre crítico de nuestro tiempo.
Pero en realidad ella no hace otra cosa que reflejar la doctrina de la Constitución pastoral del Vaticano II, que ya había asumido dicho mensaje escatológico en tal sentido. En efecto, para la constitución conciliar el reino trascendente entra en la historia de los hombres y con sus valores fecunda al mundo sin confundirse con él: una manifestación más del amor de Dios que ya entró en la historia humana con su Hijo Jesucristo (GS 34, 36, 39).
Para el profesor Ramos Guerreira, el mismo método empleado por Gaudium et spes, en que la revelación aparece realizándose en los acontecimientos y las experiencias humanas de todos los hombres, indica la prioridad que el documento concede a la edificación del mundo. También Schillebeeckx que participó en la redacción del esquema XIII defiende la misma tesis diciendo que Dios ha entregado el mundo al hombre para que lo humanice y haga de él una digna morada al servicio de todos los hombres, en lugar de considerarlo un mero trampolín para el otro mundo .
La misma Iglesia tal como se manifiesta en dicha constitución se propone servir al mundo en sus problemas mundanos, para que éste consiga su propio proyecto. En efecto, la idea de servicio es tal vez la que más se repite en los textos conciliares. Asimismo, en el balance que Pablo VI hace de la obra conciliar en el discurso de clausura de la IV sesión del Concilio dice: "Toda esta riqueza doctrinal no apunta más que a una cosa: servir al hombre...La Iglesia se ha proclamado servidora de la humanidad".
En el mismo proemio de Gaudium et spes se expresa ya la voluntad de que todo el diálogo de la Iglesia con el mundo que se va a establecer en el documento, es un signo del servicio que la Iglesia quiere prestar al mundo (GS 3) .
De modo que la Constitución pastoral del Vaticano II es el vivo ejemplo de una teología que no quiere quedarse en sí misma y desea tomar cuerpo en la vida de los hombres y del mundo, ejerciendo así una verdadera diaconía. Diaconía que le impone el deber de estar atenta a los signos de los tiempos y a los despertares evangélicos de cada momento, como venimos insistiendo.
El padre Chenu que con su investigación ha contribuido mucho a la renovación teológica, considera que la teología ha de ser fruto del renacimiento del espíritu evangélico, por una parte, y del redescubrimiento del hombre y del mundo, por otra . Ambos principios han estado presentes en el nacimiento de la nueva teología política europea, que aparece poco después del concilio como teología fundamental. Su propósito no es otro que reorientar toda la teología cristiana de manera que pueda dar respuesta a los interrogantes del hombre secularizado que no entiende el lenguaje religioso abstracto.
Quiero resaltar también que la teología que el padre Congar infundió a los textos conciliares, es una teología que, en su relación con el mundo, no trata ya sólo de glorificar a Dios como en el pasado, sino que su intención es ayudar al mundo a ser verdaderamente mundo. El mundo secularizado de hoy no le asustaba al teólogo que siguió de cerca el movimiento de los curas obreros franceses, porque estaba convencido de que, lejos de perjudicar la misión de la Iglesia, la favorecía.
La Iglesia, decía, no es ella misma en toda su pureza más que en un mundo secular, es decir, cuando tiene alrededor suyo un mundo sobre el que no puede ejercer ningún poder que empañe su misión.. "Nunca ha tenido la Iglesia una visión tan clara de su misión en el mundo como en esta época de laicidad" .
En el mismo tono, dirá Ortega, la filosofía sirve a la teología, es diaconisa de la teología, y no mata a la tradición ni a la fe, como se ha llegado a decir. Lo que ha pasado es que al debilitarse estas, no ha tenido más remedio que sustituirlas. La razón, especialmente la filosofía, dice muy gráficamente, es el entablillado que se pone a una fe rota. Y, aunque el sucesor aparece como un enemigo o suplantador, en realidad no hace sino servir al que se fue, intentando prolongar su virtud ocupando su puesto.
La filosofía, insiste, no se opone a la fe, es ella misma una fe. Consiste en creer que el hombre posee una facultad, la razón, que le permite descubrir la verdad. Pero lo firme es la fe, en cambio, la razón es constitutivamente titubeo, vacilación, duda ante el teclado de múltiples posibilidades de pensamiento, y por eso mismo menos firme que la fe.
Sin embargo, eso no quiere decir que no posea sus peculiares ventajas y que constituya el destino inevitable del hombre. Es decir, tal vez el hombre está condenado a la razón, por tanto, a una tarea siempre incompleta, no firme, recomenzando siempre de nuevo, como Sísifo tenía que subir a la cima del monte el peñasco que eternamente volvía a rodar hacia el valle.
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Ver: Francisco Garcia-Margallo Bazago
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