Dios hoy



La Teología de la Liberación

Lo que la gente termina descubriendo al teólogo de la liberación que quiere salir guapo en la foto(siempre con gente de izquierdas o de derechas pero famosa y, a ser posible rica); la gente termina descubriendo al predicador laico/ateo...


Emile Zola murió y fue llevado ante Dios(es un cuento del mismo Emile Zola, según me cuenta Madariaga). "¿Por qué predicaste el ateísmo y te dedicaste a probar que yo no existo? le preguntó Dios. "Es que", respondió Zela "los que dicen en la tierra representarte, los que creén en tí, en realidad no son menos egoístas que los demás. Trabajan para recibir un salario en el cielo. Si se sacrifican algo por los demás no es por generosidad alguna, sino por ganar el cielo.

Quieren ganar como todos. Ese fue el Dios que yo rechacé".

¿Puede el ser humano jugar al juego de esta vida intentando perder -dinero, saluz o su vida- no sólo el juego de esta vida, sino también los de la otra vida? ¿Sería el santo el S. Manuel Bueno Mártir, el personaje de Unamuno, aquel cura que quiere creer en Dios y en la otra vida pero no puede y, sin embargo, hace como que cree para ayudar a sus feligreses, siendo ésta la causa o prueba de su santidad? (Barandiarán me dijo en su casa de Ataun, cuando ya tenía 99 años, en plena lucidez mental, que tal vez Unamuno era un santo que se vió reflejado en este personaje, espejo de su alma.)

¿Sería el santo el que no espera salario alguno en el cielo, el que no se ha servido del marxismo o del cristianismo para medrar, sino que ha padecido persecución económica o ha perdido su vida por mejorar la suerte de los demás? ¿Sería el santo el que desde la rectitud de su fe, desde las varias y variopintas premisas teológicas, éticas y económicas no busca ganar juego ni ético ni económico para ganar, para ser más, sino que quiere que ganen los demás?

Los sermones de prestes más o menos laicos, de las homilías de predicadores de ética y teología de derechas o de izquierdas, desde los púlpitos de la prensa, de los partidos o del parlamento, pueden darnos la paliza o divertirnos, pero solamente el lenguaje de los hechos, el lenguaje del samaritano que lo pierde todo por ayudar a un desconocido del que nunca recibirá nada "nos da qué pensar sobre el poder -limitado- de las fuerzas materiales y el poder del misterioso ser humano que decide perder su juego para que gane otro ser humano.

Aquí nos topamos con el lenguje ético y teológico de los hechos. Esa es la teología que gusta al autor de "no me mueve, mi Dios, para quererte,/el cielo que me tienes prometido, /ni me mueve el infierno tan temido,/para dejar por eso de ofenderte".

¿Necesita todo ser humano colocar en su altar a algunos santos para seguir viviendo? Aquí parece radicar una de las fronteras genéticas que separan al hombre del mono. No necesita el mono colocar en la pared a otro mono que perdió su puesto o su vida para ayudar o salvar a otros monos, ni se acaloran los monos echando una partida teológica/económica sobre la relación entre Dios y el dinero.

Ver: José Antonio Jáuregui, Dios hoy

Ediciones NOBEL
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