Domingo

Apertura



Tierra nuestra libertad

Esta es la tierra nuestra
¡la libertad,
humanos!
Esta es la tierra nuestra:
¡la de todos,
hermanos!

La Tierra de los hombres
que caminan por ella
a pie desnudo y pobre.
Que en ella nacen, de ella,
como troncos de Espíritu y de Carne.
Que se entierran en ella
como siembra
de Ceniza y de Espíritu,
para hacerla fecunda como a una esposa madre.
Que se entrega a ella,
cada día,
y la entregan a Dios y al Universo,
en pensamiento y en sudor,
en su alegría y en su dolor,
con la mirada
y con la azada
y con el verso...

¡Prostitutos creídos
de la Madre común,
sus malnacidos!
¡Malditas sean
las cercas vuestras,
las que os cercan
por dentro,
gordos, solos,
como cerdos cebados,
cerrando, con sus títulos y alambres,
fuera de vuestro amor
a los hermanos!
(¡Fuera de sus derechos
sus hijos, sus llantos y sus muertos,
sus brazos y su arroz!

Cerrándoos
fuera de los hermanos
y de Dios!

¡Malditas sean
todas las cercas!
¡Malditas todas las
propiedades privadas
que nos privan
de vivir y de amar!
¡Malditas sean todas las leyes,
amañadas por unas pocas manos
para amparar cercas y bueyes
y hacer la Tierra esclava
y esclavos los humanos!

¡Otra es la tierra nuestra, hombres, todos!
¡La humana tierra libre, hermanos
(CEL, 15)
Pedro Casaldáliga, obispo
Al acecho del Reino, 71-72.

La rosa convocada

Todos los que entendeis directamente
la locura sensata del Quijote,
el brazo levantado de Las Casas
conminando al Imperio y a la Iglesia,
la canción de Neruda
despertando la sangre y los volcanes.

(El solitario ojo de Camoens
obsesionado sobre el mar las velas).
Todos los que queremos ser nosotros:
blandamos esta lengua
que fue conquistadora,
tornándola bandera de conquistada
libertad, hermanos.
Hagámosla, entre todos,
fraterna servifora del Canto primigenio,
intérprete novicia del Mito sofocado,
biznieta recobrada de los Muertos rebeldes.
¡Digamos
a una voz
la consigna del Día!
(Mañana será tarde nuevamente.
La libertad nos besa con urgencia de cita).

Convoquemos los pétalos
de todos los acentos -a veces fratricidas-
en una sola rosa declarada:
América Amerindia, Afro-América, América Criolla,
¡la Libre Patria Grande!
(CEL, 25)
Pedro Casaldáliga, obispo
Al acecho del Reino, 132-133

--La pregunda forzada es ¿qué hacemos nosotros para instaurar esta libertad evangélica en todo el mundo?
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