Marx y la Biblia
Richar Deawkins descubre una belleza de diseño, exquisita en un animal ciego, feo, poco presentable en sociedad. Navega a toda velocidad en la oscuridad este minúsculo avión expía en miniatura gracias al sonar que lleva incorporado, sin chocar y detectando aviones todavía más minúsculos, un mosquito (el bonsai de los aviones que no mejoran ni los japoneses)o un tábano, al que deba atacar, atrapar y merendarse en una guerra a muerte.
El sonar y el software del cerebro del murciélago calculan la distancia y las calidades y formas de las superficies donde chocan los chasquidos que produce con su lengua. Pero surge un problema: El problema con el que se enfrentaría cualquier ingeniero que tratase de diseñar una máquina similar a un murciélago. Si el micrófono u oído es tan sensible, corre entoces el peligro grave de resultar seriamente dañado por sus propios oídos emitidos con un volumen demasiado alto.
No es bueno tratar de resolver el problema acallando los sonidos, porque entonces los ecos serían demasiado tenues para sus oídos. Y no es bueno tratar de resolverlo haciendo un micrófono(oído)más sensible, ya que ésto sólo lo haría más vulnerable al sonido emitido. ¿Qué solución se le podría ocurrir al ingeniero? Cuando en la Segunda Guerra Mundial los diseñadores de radar se enfrentaron con un problema análogo, encontraron una solución que llamaron radar "emisor/receptor".
Las señales de radar tenían que enviarse necesariamente con impulsos muy potentes, que podrían haber dañado las antenas tan sensibles situadas a la espera de los débiles ecos de retorno. El circuíto "emisor-receptor desconectaba temporalmente la antena receptora, justo antes de mandar los impulsos y los ecos. Los murciélagos desarrollaron la tecnología del mecanismo "emisor/receptor" hace mucho tiempo, probablemente millones de años antes de que nuestros antepasados bajaran de los árboles (...)
El murciélago es capaz de contraer y relajar alternativamente sus músculos interruptores 50 veces por segundo, manteniéndolos en perfecta sincronización con los impulsos de ultrasonidos tipo ametralladora. Es una proeza formidable de regulación de tiempo, comparable a un ingenioso truco que se utilizó en algunos aeroplanos durante la primera guerra mundial.
Sus ametralladoras. Es una proeza formidable de regulación del tiempo, comparable a un ingenioso truco que se utilizó en algunos aeroplanos durante la primera guerra mundial. Sus ametralladoras disparaban "através" de la hélice, sincronizadas con la rotación de esta, de forma que las balas pasaban entre las aspas sin tocarlas.
Richar Dawkins, como todos los científicos "rabiosamente de actualidad", ha vuelto a poner sobre el tapete científico una vieja cuestión teológica: hay reloj, hay diseño maravilloso, incluso en animalejos despreciables, ciegos, con horribles caras de gárgola como el murciélago. ¿Quién ha diseñado unos tales aviones-espía tan maravillosos sorteando todos los obstáculos que puedan presentarse a un ingeniero de premio Nobal del MYT (Instituto Tecnológico de Massachussets, en el que se dice, hay más premios Nobel por metro cuadrado).
El azar, la pura casualidad, no le parece una respuesta atinada, razonada o razonable a este catedrático de la Universidad de Oxford. Hace equipo Richard Dawkins con teólogos como Paley, con filósofos como Aristóteles y con los científicos actuales más serios que no pueden aceptar que unos diseños tan elegantes, tan diminutos y tan maravillosos se hayan producido al buen tuntún.
Incluso el azar que en árabe significa dado, presupone un jugador que coge los dados, los mueve o sortea en sus manos, en algún bombo de algunos niños de San Ildefonso y los tira a ver qué combinación sale: ¿Juega Dios a los dados? Einstein, al negar que Dios no juega a los dados, y Hawking, al llevarle la contraria _para ganarle la partida_, ponen esta nueva cuestión sobre el tapete científico-teológico...
Ver: José Antonio Jáuregui, Dios hoy
Ediciones NOBEL