Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del Cristianismo



Fe. Razón e Ilustración

El Papa Benedicto XVI basa "todos los males modernos en la Ilustración". Así se expresaba el filósofo Paolo Flores D'Arcais, que polemizó con él siendo cardenal. Cree que el acercamiento reciente del Papa al islam es un intento de pactar con éste contra 'los sin Dios'. En cambio, el filósofo romano está convencido de que los conflictos sociales se agravan si se utiliza la idea de Dios.

Le parece que Benedicto XVI conserva la creencia de que la modernidad nace con una frase de Hugo Grocio, que no ha sido bien interpretada: "Como si Dios no existiera". Con esta frase, dice Paolo, sólo se quiere significar que en la vida pública el Estado debe legislar como si Dios no existiera. Lo que pretendía simplemente era cimentar la vida pública en el laicismo o laicidad con el fin de sacar a Europa de la guerra civil con sustrato religioso que la ha estado destruyendo tres siglos y medio.

Con lo que no está de acuerdo el Papa actual por defender que hasta en la vida pública la religión tiene que tener peso. Invierte la idea central de la modernidad, al sostener que en la vida pública creyentes y no creyentes deben comportarse como si Dios existiera. Yves Congar, un teólogo que tuvo mucho protagonismo en el Vaticano II y que después Pablo VI hizo cardenal, criticó el agustinismo político, que consiste precisamente en hacer depender el orden temporal de su conformidad con la doctrina de la Iglesia.

El Concilio se apartó definitivamente de esta teoría agustiniana. Y el filósofo italiano considera la atribución que hace el Papa de los males de la modernidad a la Ilustración como una especie de teología de la reconquista.

Juan Pablo II decía asimismo que el mal del siglo XX era el totalitarismo, cuya raíz estaba también en la Ilustración, que pretende que el hombre sea autónomo y pueda legislar prescindiendo de la idea de trascendencia. Juan Pablo II y Benedicto XVI coinciden en que esta pretensión de autonomía del orden temporal lleva al nihilismo y a la destrucción del hombre por los totalitarismos. Lo que nos lleva a concluir que esta ingerencia de la Iglesia en la vida pública es un verdadero problema para ella misma, porque contradice al Vaticano II.

Según la tesis de Paolo Flores, Benedicto XVI invierte el discurso de la modernidad sosteniendo que la libertad, la democracia y la convivencia sólo pueden ser defendidas desde la religión mientras que el laicismo destruye la libertad, la democracia y la convivencia en la humanidad. Lo que no deja de ser una inversión de la realidad.

Benedicto XVI defiende también que la ley natural impone el matrimonio indisoluble, el rechazo al aborto, la negación de la libertad sexual y de la homosexualidad. Esta posición del Papa la considera igualmente oscurantista y peligrosa para las libertades individuales y los derechos civiles a los que está habituada Europa. Pero es también contradictoria, porque no se puede probar que si la esfera pública se organizara bajo el principio "como si Dios existiera" desaparecerían los conflictos del mundo.

El filósofo piensa que esto llevaría de nuevo a las guerras de religión y al choque de civilizaciones, porque los mismos cristianos no interpretan todos el cristianismo de la misma manera y los valores morales de musulmanes, judíos y no creyentes son muy diferentes a los que el Papa propone.

Hablando del choque de civilizaciones, Benedicto XVI ha dicho que no es entre el Cristianismo y el Islam, sino un choque entre la civilización religiosa y la civilización sin Dios. Una Idea arriesgada que cuestiona las conquistas de libertad de los tres últimos siglos. Su discurso ha provocado un gran escándalo entre los países islámicos, aunque no cuestionaba al Islam sino a los pueblos laicos.

Finalmente, Paolo se pregunta ¿Cuál es la diferencia entre una sociedad que se basa en la autonomía del individuo y milenios de historia en los que el poder no estaba en manos de los hombres sino de Dios? Cuando ocurría esto, nadie era libre, pero tenían certeza metafísica de su situación en el mundo, del sentido del cosmos y de su vida. "No había libertad, pero había certeza.

Cuando el hombre se convierte en autónomo, gana la libertad pero pierde la certeza sobre el sentido. La democracia promete a todos el poder sobre lo humano, a cambio de esa pérdida de sentido". Ahora bien, si las promesas de la democracia no se mantienen, si no somos dueños de nuestra propia vida en el día a día, entonces se busca el sentido en la religión o la superstición. Sin embargo, sucede que las invocaciones de Dios no suavizan las diferencias entre los hombres, más bien las enconan.

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