Virtudes públicas en J. Ortega y Gasset
Virtudes públicas o laicas
en José Ortega y Gasset
Ciencias históricas
Ortega espera que los historiadores se decidan a hacer frente a los hechos históricos, lo mismo que Galileo hizo frente a los hechos físicos, convencidos de que la ciencia, toda ciencia de cosas, sean estas corporales o espirituales, es a la vez obra de imaginación y observación.
Precisamente el carácter imaginativo de la ciencia la hace hermana de la poesía, aunque la imaginación de Galileo y la de un poeta sean radicalmente distintas: la de aquel es imaginación exacta. Por tanto, el móvil y el plano horizontal que Galileo concibe en su mente son figuras rigurosamente matemáticas. La materia histórica, por el contrario, no tiene nada en común con lo matemático.
¿Tendrá entonces que renunciar a ser construcción, es decir, una ciencia y declararse irremediablemente poesía?. Sin entrar a desarrollar esta cuestión, lo que Ortega pretende es insinuar los presupuestos generales que hacen posible una historia verdaderamente cientítica. Por eso, él no comparte la tesis de uno de los grandes historiadores, Leopoldo Ranke, que se opuso en las discusiones de su tiempo sobre la forma de ciencia histórica con estas palabras: "La historia se propone averiguar cómo efectivamente han pasado las cosas".
Para Ortega, estas palabras, conocida la polémica que las inspiraron, tienen un significado estúpido. "(Lo que ha pasado! (Lo que ha ocurrido o sido!" ¿ Acaso se ocupa la historia de los eclipses que han ocurrido? Decididamente no.
En la historia se trata de lo que le ha ocurrido o acaecido al hombre. Es obvio que todo lo que acontece y pasa al hombre, le pasa y acontece en su vida, por lo que se convierte ipso facto en un hecho de vida humana. Es decir, que el verdadero ser, la realidad de ese hecho no es lo que éste como suceso bruto, aislado y por sí parezca tener, sino lo que signifique en la vida del hombre en general.
En este sentido, un mismo hecho material tiene una realidad muy diversa según donde se inserte en la variedad de vidas humanas diferentes. Un hecho humano no es nunca un puro pasar o acaecer, es función de toda una vida humana individual o colectiva y pertenece a un organismo de hechos donde cada cual tiene su papel. La realidad del hecho, pues, no está en él mismo, sino en la unidad indivisa de cada vida.
De modo que siguiendo la teoría de Ranke, si queremos que la historia consista en averiguar cómo han pasado las cosas, tenemos que ir de cada hecho bruto al sistema orgánico de la vida que vivió tal hecho. Por tanto, el historiador no puede leer una sola frase de un documento sin referirla, para poder entenderla, a la vida integral del autor del documento. Más aún, la historia es interpretación e inclusión de todo hecho suelto en la estructura orgánica del sistema vital.
A la luz de todo esto, la historia deja de ser simple información de lo que ha pasado y se convierte en investigación de cómo han sido todas las vidas humanas. Pero al topar el historiador con tal multitud de vidas se encuentra con la misma actitud de Galileo ante los cuerpos que se mueven.Se movían tantos y de tantas maneras que era imposible averiguar por ellos solos lo que era el movimiento, si éste no tenía una estructura esencial e idéntica, de la que los movimientos singulares son meras variaciones y modificaciones.
Por eso, Galileo no tuvo más remedio que comenzar por constituir el esquema del movimiento. Y en los cuerpos que luego observe ese esquema tiene que cumplirse siempre y gracias a él se sabe por qué se diferencian unos movimientos de otros. Por consiguiente, es preciso que en el movimiento del humo ascendente de la chimenea aldeana y en el de la piedra que cae de una torre exista bajo aspectos contradictorios una misma realidad, esto es, que el humo suba por las mismas causas que la piedra baja.
Tampoco es posible la historia, la investigación de la vidas humanas, si no hay en ellas oculta una estructura esencial idéntica. De hecho, advierte Ortega, el historiador se acerca a los datos, a los hechos llevando ya una idea más o menos precisa en su mente de lo que es la vida humana, cuales son sus necesidades, posibilidades y del comportamiento general del hombre.
Y no sólo eso, sino que ante la noticia que le proporciona un documento podrá decir: esto no es verosimil, es decir, la vida humana excluye como imposibles ciertos tipos de comportamiento. En definitiva, lo que Ortega pide a los historiadores es que se tomen en serio eso mismo que de hecho hacen y en vez de construir la historia sin darse cuenta de ello, lo hagan deliberadamente, partiendo de una idea más rigurosa de la estructura general que tiene la vida humana, que actúa idénticamente en todas partes (Ib.,18-20).
Ver:Francisco G-Margallo: Teología de J. Ortega y Gasset. Evolución del cristianismo, Madrid 2012
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