Después de ver el documental 'Libres' Voy todo el día "de mi corazón a mis asuntos"

Fotograma de 'Libres'
Fotograma de 'Libres'

Durante la hora y media escuchando las maravillosas palabras salidas de almas enamoradas y el estupor ante una creación virgen o unos fotogramas que el arte humano sabe regalar, gocé, lloré, reviví y comprendí una vez más que sin Dios la felicidad queda tan limitada como limitada es nuestra capacidad de amar...

Eran las dos de la madrugada y no me había podido dormir. Mi cabeza estaba llena de imágenes y fotogramas de una belleza que rozaba lo inefable. Y mi corazón... mi corazón tenía una sola obsesión. Dios, Dios, Dios... ¿Qué es la vida sin Él? ¿Puedo concebir mi vida sin Él? Dios, Padre todo amor y misericordia que ha sido para mí algo tan inabarcable –yo que quiero poner palabras a todos mis sentimientos y a todas las  realidades sin materia- sólo he podido llamarle Jesús y contemplarle humano en su  divinidad...

Toda la noche, mi noche, llena de belleza, visual, sonora, intelectual, mística, inefable. Rostros que se resolvían en palabras y palabras que eran almas buscando verdad y amor. Desde el rostro bello y sin arrugas de la novicia que vivía en primera persona el enamoramiento –que también se da en el proceso del amor de Dios y yo lo viví con un gozo inexpresable- hasta los rostros llenos de surcos profundos con los que la edad ha dejado su marca en la piel y su blancura en las barbas monásticas y sin peluqueros. En todos esos rostros yo veía al único protagonista de la cinta, el único al que le daría el Oscar más merecido de la historia del cine y... de la vida, Dios, mi Dios, el Dios de mis padres, el de mi vida, el de mi dolor y mi gozo, mi trayecto con consuelos y desconsuelos, con alejamientos insufribles y cercanías inefables, místicas, reveladoras.

'Libres', el documental sobre la vida consagrada
'Libres', el documental sobre la vida consagrada

He amanecido mucho antes que todos los días. Mi despertar ha sido la continuación de la cinta cinematográfica, convertida en realidad incuestionable dentro de mi cabeza y, sobre todo de mi corazón. Ellos y ellas en la “soledad sonora” del claustro. Yo, en el bullicio doloroso y bello a la vez, de una realidad ciudadana en la que no hay lugar para todos y donde, en ocasiones, el dolor se supera con más dolor encerrado en la droga o el alcohol, en el sexo o en la desesperada búsqueda del propio yo. Un yo que –cómo explicarlo en donde no nos pueden entender- sólo se sostiene con “el que Es”.

Así he amanecido y así voy todo el día: “de mi corazón a mis asuntos”, en el autobús, en la calle, entre la polución y la belleza modernista de mi querida Barcelona. Y sin poder quitarme las imágenes y la profunda realidad que las sustenta: ese Dios-Jesús, que llena la vida de esos hombres y mujeres en los claustros, en el silencio –ayer roto para romper nuestros corazones- y mi realidad, la de ese Dios imprescindible y ese Jesús, compañero de camino, Amigo, Esposo y Maestro que un día me dijo, arrancándome de alguna manera –como a María Magdalena- de mi “apego” a su presencia sentida y abrazada, que tenía que irme –Él me enviaba- a la “Galilea de los gentiles”, donde me aseguraba que le encontraría.

Y ¡le encontré! Ayer, durante la hora y media escuchando las maravillosas palabras salidas de almas enamoradas y el estupor ante una creación virgen o unos fotogramas que el arte humano sabe regalar, gocé, lloré, reviví y comprendí una vez más que sin Dios la felicidad queda tan limitada como limitada es nuestra capacidad de amar...

Por eso no es de extrañar que hoy, en medio de todo lo que hago, vaya “de mi corazón a mis asuntos”.

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