16.3. 25. Dom 2  Cuaresma.  Transfiguración, camino  de paz  (Lc  9, 28-36)

Un judío argentino, oficial del ejército de Israel, me dijo un día: Yo veo a Jesús con frecuencia o, más bien, me siento Jesús, en la Cima más alta, que llamáis de la Transfiguración, que es la Montaña de la Guerra de Israel, muy cerca de  Meguido, Harmagedón, cuando subo a reparar mi espíritu cansado o a preparar la próxima guerra final de Israel:

Estábamos celebrando un Congreso sobre Religión y Paz, en Majadahonda (Madrid), debía ser el año 1983. Hablamos de la Transfiguración. Presidió la misa R. Panikker.

El argentino me dijo  que subía al Tabor para tomar fuerza con Moisés y Elías, para vencer a los enemigos de Israel.  

El texto de Lucas 9 que este domingo 16.3.25 nos ofrece la liturgia nos pide que subamos al Tabor de Jesús, para verle con Moisés y Elías, e iniciar un camino  de éxodo de paz que conduce a la verdadera Jerusalén.

Los políticos de Europa, Rusia y USA quieren dinero para armas que les permitan ganar la paz. Yo, con el evangelio, quiero ofreceros una meditación cuaresmal de cuaresma, para convertir el Monte del Tabor en Monte de Bienaventuranza de la paz, con Jesús, Moisés, Elías… y mi compañero argentino de guerra a quien sigo recordando por sus buenas discusiones

Puede ser una imagen de montaña y texto

Un judío y un cristiano en el Tabor

 Allí se me muestran, sobre la altura hoy ocupada por signos cristianos, los dos personajes centrales de mi historia, Moisés, hombre de Ley, Elías, el profeta. Se me aparecen con toda claridad, les veo con ojos cerrados, les siento con ojos abiertos, se apoderaban de mi espíritu y escucho la gran voz de la Altura Infinita, lo mismo que Jesús: ¡Tú eres mi Hijo, redime tú esta tierra, libérala de los poderes enemigos!

 Así me siguió diciendo el judío:

- Sobre el monte me elevo con Jesús, como él y me siento enviado por Dios para cumplir la tarea de liberación del pueblo, con la ley de Israel en la mano (Moisés), con la experiencias más alta de oración (Elías…), con razones y con armas… Jesús retomó allí en su tiempo el buen camino, pero que no lo supo culminar… o no lo culminaron sus seguidores, los cristianos. Por eso, nosotros, los buenos judíos, herederos de Jesús, en la línea de Moisés y Elías, debemos culminarlo, con leyes, razones, armas y oraciones

Sí, ya sé que Usted, cristiano, no quiere o puede reconocerlo, me dijo, pero el Tabor es el monte de Barac, el Rayo, el gran guerrero de Israel, con Débora, la Abeja, la profetisa más grande. Allí subieron los soldados escogidos, como sabe Jueces 4, y de allí bajaron, con la ayuda del Dios de Moisés y de Elías (aunque Elías sea posterior), para vencer en la gran batalla a todos los cananeos y palestinos enemigos. No hace falta que se lo recuerde.

DEBORAH & BARAK - SURPRISE VICTORY IN A BIBLE BATTLE

Usted lee la Biblia, y sabe que este monte, antes de lo que llaman Transfiguración de Jesús, era y sigue siendo la Montaña de la Transfiguración militar y victoriosa de Israel, con Barac y Débora.

 No quise argumentar, guardé silencio. Pero, en un momento dado, se situó en un plano personal y me preguntó: Y usted, cristiano ¿ve a Jesús? ¿Le ve con Moisés y con Elías, como el judío eterno, el hombre universal de la libertad israelita? ¿No habrá espiritualizado y deshumanizado a Jesús y convertido  esta imagen poderosa de la Transfiguración, que es una de “jura de bandera” de Israel, en una especie de evocación puramente estética de un cielo superior “sin carne” y sin historia, un Icono contemplativo de tipo helenista para evadirse del mundo real, mientras los hombres, mujeres y niños reales siguen oprimidos?

Monte Tabor en Israel

Soy de respuestas retardadas, quizá retrasadas. No quise entrar en polémica con el judeo-argentino, oficial del Ejército de Israel. No dije nada al buen porteño-israelita, que interpretaba con armas de guerra el relato de la Transfiguración y que subía a Tabor para retomar la experiencia de Jesús, con signos de Barac/Débora y para así cumplirla liberando toda la tierra de Israel, el mundo entero, e iniciando la era mesiánica anunciada por Moisés y Elías?

No le dije entonces nada, pero he seguido pensando en ello, año tras año, como podrá ver quien lea mi Historia de Jesús y mis Comentarios de Marcos y Mateo (Verbo Divino, Estella 2012 y 2017). Sé que aquel judío tenía en parte razón: Al Tabor hay que subir para tomar fuerza y bajar a la lucha por la liberación de los pobres y enfermos … Pero tengo la impresión de que la respuesta de aquel oficial no es la definitiva.

El camino de Jesús desde el Tabor incluye un elemento contemplativo, pero es ante todo un camino de compromiso real con la historia, un camino de transformación personal como muestra el Evangelio de Marcos, un camino de éxodo como muestra la versión de Lucas que hoy se lee, que no dice muerte, como ha traducido el texto litúrgico de este domingo, sino que pone éx-odo, como pone el texto griego (como he puesto entre paréntesis en la versión del princpio),. Le tengo un gran respeto a la tradición oriental/ortodoxa del Icono de la Transfiguración, pero no interpreta ni asume todos los elementos del texto. 

Transfigurado

Una lectura “situada”. Para comprender el texto.

Éste relato de la Transfiguración ha sigo leído y entendido desde diversas perspectivas por la tradición. Aquí van algunas de ellas.

  1. Mi dialogante judío leía el evangelio en plano mesiánico-militar, partiendo de Barac/Débora,a quienes unía con Jesús, deseando reiniciar y culminar desde el Tabor la Gran Guerra de la reconquista judía y de la culminación mesiánica del Gran Israel… Jesús estaba en el buen camino, pero no supo culminarlo.
  2. Los exegetas profesionales leen este pasaje desde una perspectiva de Pascua cristiana y de fiesta judía de los Tabernáculos. La tradición cristiana anterior a Marcos habría “creado” simbólicamente este pasaje para presentar a Jesús Resucitado, Hijo de Dios, introduciendo su figura pascual en un momento de su historia anterior, con Moisés y Elías… De esa forma se habría cumplido, por otra parte, la fiesta judía de los Tabernáculos, es decir, de la plenitud del descanso futuro del Pueblo.
  3. Los cristianos helenistas habría reinterpretado este pasaje en línea de “transfiguración sacral”,convirtiendo la escena en un “signo de cielo”, en el Icono por excelencia. Se trata de “ver” más allá de los accidentes y formas externas, la verdad de Dios que se expresa en Jesús, de un modo simbólico. Éste ha sido y sigue siendo el Icono más importante (el sacramento fundamental) de una parte significativa de la Iglesia ortodoxa.
  1. La Iglesia Católica ha querido aplicar este Icono a la vida de los religiosos contemplativos ,como han marcado varios documento sobre el despliegue de la Vida Religiosa (como decía Vida Fraterna en Comunidad”, año 1994). La vida religiosa sería un Tabor continuado, un lugar de encuentro con el Dios de Jesús en la montaña.

Todo lo anterior es importante, pero el signo de la Transfiguración tiene otros elementos importantes, como indica el texto de  Lucas de la liturgia de hoy:

El Icono De La Transfiguración Del Señor Imagen de archivo - Imagen de ...

Lucas 9, 28b-36

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte/éxodo  que iba a consumar en Jerusalén  (τὴν ἔξοδον αὐτοῦ, ἣν ἤμελλεν πληροῦν ἐν Ἱερουσαλήμ). Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: "Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías."No sabía lo que decía.

Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: "Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle."Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

– Perspectiva histórica.

Aquí se habla de un “hecho”. En esta línea se destaca la experiencia religiosa de Jesús y puede pensarse que la escena presenta un hecho de su vida pública: se transfiguró sobre la montaña y sus tres discípulos principales le descubrieron como Hijo de Dios, escuchando unas palabras de la nube que tomaron como voz divina, revelación transformante del misterio que presente a Jesús diciendo: ¡ese es mi Hijo querido, escuchadle!

Esa interpretación es valiosa, pero debemos añadir que las palabras de la nube divina no se dirigen a Jesús sino a los discípulos, para fortalecer su fe vacilante. El mensaje de Dios parece situarnos en contexto actual (post-pascual). Dios no está hablando aquí a Jesús, se dirige a nosotros y nos dice quién es Jesús,para  que le escuchemos. Por eso diremos que ésta es una escena de pascua.

– Perspectiva apocalíptica.

La escena original no hablaría de una transfiguración histórica de Jesús (Mc 9, 2c sería posterior), sino de una visión y esperanza escatológica: los cristianos han visto a Jesús tras su muerte sobre el cielo, con Moisés y Elías, anticipando el final del tiempo como Pedro interpreta rectamente en Mc 9, 5 (9, 6 es posterior). Aquí no se contaría lo que pasó, sino lo que esperamos que pase. También nosotros, como Pedro, Juan y Santiago queremos subir a la Montaña de Dios, para ver a Cristo trasfigurado. La voz del cielo ratifica esa esperanza.

– Perspectiva pascual. Ese pasaje nos contaría una experiencia pascuL… Tenemos que ver a Jesús resucitado, como le vieron Pedro, Santiago y Juan. Los diversos elementos del relato (montaña, proclamación mesiánica, voz de Dios…) hacen pensar que estamos ante una experiencia de resurrección, interesada en mostrar a Jesús como hijo de Dios (Mc 9, 7) o rey escatológico. El mensaje del texto estaría cerca de Rom 1, 3-4 que identifica pascua y nacimiento del Hijo: el blanco de las vestiduras (Mc 9, 3) es color celeste de los ángeles (Mc 16, 5; Mt 28, 3; Jn 20, 12) o santos (Ap 6, 11; 7, 9, etc.); Moisés y Elías son habitantes del cielo con quienes dialoga Jesús. Los creyentes viven, según esto, a dos niveles: unidos a Jesús pertenecen al mundo divino, donde quieren integrarse con Pedro (Mc 9, 5); pero la Voz de Dios les invita al cumplimiento del mensaje de Jesús (oídle), mientras siguen viviendo sobre el mundo (Mc 9, 7).

Monte Tabor - Mapa y Ubicación Geográfica

Sentido. Entender y vivir la transfiguración

Desde esos tres planos se entiende el pasaje: cuando la Voz de la nube (presencia de Dios) atestigua que Jesús es su Hijo (Mc 9, 7) no alude sólo al fin del tiempo o a la pascua, sino a su realidad humana, en el camino de la historia, pues en ella ha venido a desplegarse su filiación divina. El misterio de la gloria orante de Jesús se funda en Dios y por eso es necesario que Dios mismo lo proclame.

En contexto bíblico, hijo es alguien que recibe el poder del padre, más que quien posee su naturaleza; y así lo supone nuestro texto, apelando a Sal 2, 7. Desde ese fondo se entiende la referencia a Is 42, 1 que traduce la filiación divina de Jesús en términos de servicio: lo que el Padre proclama de forma incondicionada (este es mi Hijo) lo expresa y actualiza el Hijo cumpliendo en amor total la voluntad del Padre (de manera que le llama querido). Lógicamente, la voz culmina diciendo ¡escuchadle!, de manera que los cristianos han de vincularse a la entrega filial de este Hijo, participando en su misterio.

Este es un misterio de epifanía. La palabra de Dios nos indica el sentido divino de Jesús: caminando en amor, en gesto de entrega de la vida por los demás hacia la muerte y liberando a los endemoniados, Jesús viene a mostrarse en su profundidad como Hijo pleno (presencia total) de lo divino. Por un momento se descorre el velo y puede verse al fondo: sin dejar de ser humano (así vuelven a encontrarle los discípulo en Mc 9, 8), Jesús aparece como el Hijo querido (único) de Dios.

El mismo que había nacido (concepción) o ha sido adoptado (Bautismo) como Hijo aparece sobre la montaña de la Transfiguración como presencia humana de Dios, su Querido, que entrega la vida por los otros, ofreciéndoles un camino de seguimiento.

Ciertamente la escena vincula historia con pascua y parusía. Si Jesús no se hubiera entregado hasta la muerte (como indica el contexto, ya desde Mc 8, 27 par) y si Dios no le hubiera respondido en la resurrección, como mostrará el final de Mc (16, 1-8), Jesús no habría podido presentarse en su existencia histórica como el Hijo. Este relato de transfiguración constituye así un compendio de su vida, como los restantes momentos de su biografía mesiánica: cada uno expresa y explicita la totalidad de su misterio mesiánico.

Por eso se puede afirmar que este pasaje constituye un experiencia pascual (=actual) de los cristianos… que seguimos caminando con Jesús hacia la nueva Jerusalén de la paz no para ganar algún tipo de guerra de Palestina o Ucrania, sino para ganar en amor la paz, en un camino cuyos testigos principales siguen siendo Moisés y  Elías, un camino que fue recorrido y sigue siendo recorrido por Jesús.

Entendida así, la transfiguración puede entenderse como icono donde quedan integrados los elementos fundamentales de la biografía mesiánica de Jesús, como ha visto la tradición de la Iglesia Ortodoxa, que resume en esta escena el conjunto de la cristología. Desde esta perspectiva, la disputa sobre el sentido histórico, escatológico o pascual del texto se vuelve secundaria, de manera que no puede separarse una de otra. En el centro del icono está Jesús, Dios en persona: el ser humano en cuya vida se expresa el misterio divino.

  1. a) Es un icono pascual.El Jesús transfigurado es imposible sin la pascua y parusía. Por eso, el texto sólo se entiende cuando Jesús resucita de los muertos (cf. Mc 9, 9); lógicamente, en el fondo del pasaje se ha expresado una visión pascual. Por eso, el texto sólo alcanza su culminación cuando Jesús cumpla en su parusía la esperanza de Moisés y Elías, desplegando en plenitud el sentido de lo humano. Nosotros, al situarnos ante el Icono de la Transfiguración, participamos del misterio de la Pascua.
  2. b) Es un icono o signo de presencia de Jesús en la historia.Pues bien, todo ello se relata como historia, un momento del camino de la vida de Jesús, en su decisión de entrega de la vida; eso significa que pascua y parusía constituyen la hondura y el sentido de su biografía histórica. Pero, si en un momento determinado perdemos la base de la historia, convirtiendo este pasaje en puro signo de pascua o anticipación de futuro, destruimos su sentido, tanto teológico como humano. En el fondo sigue estando el gesto de Jesús que ha decidido dar la vida por el reino (cf. Mc 8, 27-9, 1), para liberar de esa manera al niño lunático, signo de humanidad que no puede hablar al Padre. En el centro de la biografía de Jesús, la transfiguración constituye un momento esencial de su identidad mesiánica.

Anejo. Lectio divina, lectura orando del texto

– El monte de la visión. Primera escena: Ver, contemplar.

Arriba, en la montaña de la anticipación pascual, se encuentra Jesús con sus tres discípulos privilegiados, Pedro, Santiago y Juan (9,2-8). Posiblemente, en su origen, el texto evocaba una experiencia de resurrección: brilla sobre Jesús la gloria de Dios, está transfigurado; por eso le hallamos sostenido por el testimonio de Moisés y Elías, los dos grandes testigos de revelación bíblica (del Antiguo Testamento), que conversan con él en gesto de cumplimiento y gloria. Pudiera decirse que los tres discípulos están en oración mientras Jesús se va transfigurado; descubren en su rostro la gloria de Dios y en su figura la culminación de todas las promesas de lo humano: ha llegado la nueva familia de Dios sobre la tierra.

Pero el mismo texto rectifica esa impresión y dice que se trata de una plegaria egoísta e ignorante: 

Pedro pretende permanecer allí por siempre, en tres tabernáculos, en eterna fiesta de separación y gozo, con el Jesús de la gloria (y con Moisés y Elías). Que los otros, los hombres y mujeres sufrientes que han quedado abajo, en el valle de locura y discusión del mundo, sigan sufriendo, continúen pervertidos. ¿Qué importa eso? Ellos, los privilegiados del mundo (Padre, Santiago, Juan) participan ya de la oración perfecta de la gloria, con los privilegiados de la antigüedad (Moisés, Elías y Jesús). Esta es su oración suprema, este el Tabor donde culmina una experiencia de la santidad interpretada como descubrimiento misterioso de Dios en Jesucristo y separación del mundo. Evidentemente, el texto afirma que Pedro no sabía lo que decía, pues ellos (los tres humanos) estaban dominados por el miedo. Su Tabor de oración, su “santidad” visionaria estaba hecha de egoísmo y la ignorancia. 

– Bajar al llano. Bienaventurados los mansos… bienaventurados los pacificadores:

Cuando Jesús dice bienaventurados los mansos (Mt 5,5), Jesús alude a los que no emplean la violencia para dominar a otros. Mansos son los que actúan sin imponerse sobre los demás y de esa forma les ayudan, como Jesús, manso y humilde (cf. Mt 11,28-29). Siendo pobre (manso, no violento), él pudo acoger y ayudar a los pobres, cumpliendo así la promesa del Salmo 37,11: los mansos heredarán la tierra, no al modo actual: con violencia, sino al modo de Dios: por herencia de gracia.

Esta palabra (los mansos heredarán la tierra[I1] ) presenta una utopía de pacificación que se opone a los principios y tácticas de guerra. Solo los mansos, que renuncian a toda imposición militar y a toda guerra, podrán poseer la tierra, pues ella no se conquista, sino que se recibe de los antepasados para regalarla y compartirla con aquellos que nos acompañen y nos sigan. La tierra que se conquista y somete por la fuerza se vuelve un infierno de guerra: cuanto más la dominemos más la estropeamos. Solo los mansos podrán heredarla y compartirla. Los violentos la destruyen y se destruyen a sí mismos.

Cuando añade bienaventurados los pacificadores (Mt 5,9), Jesús está abriendo para sus discípulos un camino de transformación social y personal. Otros tipos de judaísmo tenían otros bienaventurados: los guerreros de Dios que conquistan un reino (celotas), los buenos sacerdotes con sus sacrificios, los cumplidores de la ley… (fariseos…). Pues bien, para Jesús, judío mesiánico, bienaventurados son aquellos hombres y mujeres que hacen (poiein) la paz del Reino, regalando generosamente la vida a los demás. Entre los pobres, de los que habla la primera bienaventuranza de Mateo, y los pacificadores, de los que habla esta bienaventuranza, que es (que es la séptima), discurre así el camino de Jesús, la Via Pacis de la plenitud mesiánica, en el sentido del profetismo judío de la paz. Aquí culmina el mensaje de Jesús, aquí se condensa su proyecto, centrado en el surgimiento de unos hacedores de paz (eirenopoioi), portadores de una victoria que no se impone contra nadie, sino que es paz para todos, empezando por los pobres, los hambrientos, los mansos[1].

Esta paz de los mansos y los pacificadores viene desde abajo, desde el perdón de los más pobres, a través de aquellos que van suscitando comunidades de personas que se aman y se abren en misericordia activa hacia todo el mundo. En ese sentido, la tradición cristiana dirá que el manso pacificador por excelencia ha sido Cristo (él es nuestra paz[I2] : Ef 2,14-15), pues ha querido reunir con su gesto de entrega no violenta a todos los hombres[2].

NOTas

 [1] La frase hacer o construir la paz (poiein eirênên) aparece en varios textos del Nuevo Testamento (Mt 5,9; Ef 2,15; St 3,18) y alude a los pacificadores de Jesús, es decir, a los pobres y excluidos que renuncian, con su gesto de paz, a la violencia del sistema para construir el Reino. En contra de la política de Roma y de los reyes herodianos, la paz no es obra de los emperadores y monarcas que instauran su dominio por la fuerza, como Augusto, que edificó en el centro de Roma su Ara Pacis (Altar de la Paz) para expresar su soberanía.

[2] Siglos de espiritualismo sacral e idealista nos han impedido entender el Evangelio como programa del Reino, movimiento de paz que se expresa y expande en un plano social y político desde los más pobres, que se expresa como no-violencia activa que vincula a todos. Las bienaventuranzas son un programa de dicha política y sociedad, capaz de vincular en un gesto de paz a todos los hombres, partiendo desde los perseguidos.

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