Ramos. 13.4. 25 . Hija-Sion danzando gozosa, Rey de Paz en un asno
Danza con fuerza, Hija-Sion; grita aclamando, Hija-Jerusalén. Tu tu rey viene a ti; justo y amoroso, montado sobre un asno. Destruirá el carro de combate de Efraim, el caballo de Jerusalén, el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones de mar a mar, del torrente a las extremidades de la tierra (cf. Zac 9,9-10).
| Xabier Pikaza

Hacia comienzos del III a. de C., asumiendo quizá temas y hasta textos anteriores, el autor a quien llamamos 2º Zac (Zac 9-14), redacta una obra profética centrada en el mesianismo escatológico: culminando su acción anterior e invirtiendo los medios de poder que triunfan en el mundo (violencia de los imperios).
El el mismo Dios va a desvelar su misterio en Sión/Jerusalén. Desde ese fondo ha de entenderse cl último y, en algún sentido, el más paradójico y fuerte de todos los pasajes que tratan de la Hija-Sion, de la Nueva Jerusalén
Danza con fuerza, Hija-Sión; grita aclamando, Hija-Jerusalén; he aquí que tu rey viene a ti; justo y vencedor es él; humilde, montado sobre un asno, sobre un pollino, cría de borrica. Destruirá el carro de Efraim y el caballo de Jerusalén Y destruirá el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones; y su dominio será de mar a mar, del torrente a las extremidades de la tierra, (Zac 9,9-10).

La traducción del texto es fácil, aunque el principio del verso 10 está en el TH en primera persona (y yo destruiré ...), como si fuera el mismo Dios y no el rey mesiánico el encargado de quebrar la fuerza guerrera de Efraín y Judá. Sea como fuere, el sentido de fondo parece el mismo y así conservamos la traducción visual, en tercera persona: el anunciador profético sigue invitando a la Hija-Sion al canto gozo, conforme a lo visto en Sof 3,14-18 y Zac 2,14-17, pero ahora los motivos para el gozo son algo distintos.

Comencemos por cl mismo gozo de la Hija-Sión. Ella tiene que ponerse a danzar en gesto de fiesta solemne; danza y grita aclamando, porque llega el monarca. Estamos en una liturgia de entronización: avanza el rey, se forma el cortejo y, mientras va llegando, se le acerca la Hija-Sion para recibirle con la alegría desbordante de su baile. Organizador de fiesta mesiánica es el profeta, danzante jubiloso el pueblo (Hija-Sión), majestuoso el rey que viene.
Sof 3,14-18a iniciaba una danza nupcial: Zac 2,14-17 invitaba al baile religioso; sin negar del todo estos aspectos, Zac 9,9-10 nos lleva al centro de una gran ceremonia de coronación: al baile de un pueblo/muchacha que recibe con gozo emocionado y entusiasta a su rey salvador. I:1 rey que llega y la mujer que sale a recibirle danzando: este es el misterio final, el último acto de la historia.
Desaparecen o pasan a segundo plano los restantes oficios y figuras de la tierra: sacerdotes, militares, potentados... Toda la humanidad se ha condensado en esta Hija-Sión, esta ciudad-mujer, esta doncella que llena de juventud y esperanza se prepara para la danza triunfal de su rey. Ella no tiene más oficio que cantar y alegrarse; para eso se prepara. Ella podrá cantar porque tiene su rey En los dos casos anteriores el rey (o plenitud de poder) era un personaje divino.
Por eso, la Hija-Siónsignificaba la humanidad entera, varones y mujeres incluidos en esa figura femenina. Ahora, en cambio, la Hija-Sión, sin perder esa visión de totalidad, tiende a recibir y realizar una función particular porque el rey que viene es también figura humana (humilde, montado en un asno...).
Ciertamente, el rey que viene es justo, en la línea cíe la justicia de Dios, pero es también justo con los israelitas (y humanos) justos de la historia. Este rey es vencedor, en cuanto trae la victoria de Dios; pero el término empleado en este caso es pasivo, como para indicar que no realiza la salvación por sí sino que la recibe de Dios. Es rey hunnilde como humildes eran aquellos que formaban e1 resto de Israel en Sof 3,12. Viene montado en un asno, como en asno montaban los primeros salvadores y reyes de la historia israelita (cf Gen 49,11; Jc 5,10; 10,4; 12,14).

Una muchacha que danza gozosa, un rey de paz que avanza montado sobre un asno... Esta es la representación de la historia total. Los dos unidos forman el signo de la humanidad. Por eso hay que entenderlos uno desde el otro y con el otro.
La muchacha danzante sólo tiene sentido allí donde la vida no se entiende como guerra, allí donde el auténtico poder no es el caballo de -batalla ni el dinero sino el ser humano nuevo que avanza sobre un asno.
Por otra parte, la humildad amorosa del rey expresa algo que es mucho más que una virtud interna: no es el gesto interior e1 que aparece en primer plano sino todo el signo externo del varón que ha renunciado a las armas, a la lucha por la conquista, a la soberbia del dinero.
El asno del que aquí se trata no es un signo momentáneo que se aplica desde fuera a un ~<rey o varón que normalmente cabalga en tren de guerra o se impone en actitud de duro mando. El asno es la expresión permanente de la voluntad de diálogo, de la paz muma, de la renuncia a la violencia.
Este rey y esta mujer se encuentran. Son uno para el otro, uno con el otro, de tal forma que sus signos pueden cíe algún modo intercambiarse: monta la muchacha en el asno, danza el rey... o danzan ambos y ambos montan en camino nuevo de paz universal.Sion era cuanto tal ha desaparecido. Aquí no hay ciudad externa, ni templo separado. Ellos dos, cl varón y la mujer, en diálogo danzante, son el signo de la nueva humanidad, son todo Sion, si es que pudiera utilizarse ese lenguaje.
Pero el texto sigue diciendo que destruirá (¿quién? Dios o el mismo rey, según se lea el TH) el carro de Efraim y el caballo de .Jerusalén (9~,10). Normalmente, en la vieja tradición hímnica y profética de Israel carros y caballos suelen ir vinculados como expresión de poderío guerrero (cf Ex 15,1; Mi 5,9; Is 2,7). La novedad de nuestro texto está en el hecho de que separa ambos signos y atribuye los carros a Efraím y los caballos a Jerusalén, poniendo así sobre el mismo plano de violencia (y con la misma necesidad de conversión) a judíos y samaritanos. Ciertamente, la salvación está simbolizada en la Hija-Sion y en su rey. Pero esta Hija-Sión no pertenece ya sin más a Jerusalén; ella se abre al nuevo pueblo de la paz edificado por este rey humilde.
La paradoja (que el nuevo testamento ha captado en profundidad: Mt 21,5) consiste en el hecho de que este rey sin armas simboliza (y en algún sentido realiza) la victoria de la nueva humanidad sobre los grandes pueblos armados. No se trata de pedir que se desarmen los otros,, que empiecen renunciando a la violencia los pueblos enemigos. Este nuevo rey es signo cíe condena para los hermanos enfrentados, para judíos y samaritanos, en un tiempo (siglo III a. de C.) en que ambos se están enfrentando en visión de odio social y militar que será definitivo.
Sólo entonces, cuando judíos y samaritanos (Efraím y Jerusalén) depongan sus armas, cuando puedan darse la mano de la paz en torno al rey de no violencia, montado sobre un asno, podrá salir la Hija-Sión a bailar. Ambos, rey pacífico y muchacha danzante, forman como las dos caras de un mismo ideal mesiánico abierto hacia todos los pueblos, porque el texto sigue diciendo «destruirá el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones».
E1 arco constituye, con los carros y caballos, el signo máximo de guerra (cf 1 Sam 2,4). Parece que los pueblos han vivido hasta cl momento dominados por un tipo de lógica militarista: arco y espada han definido y decidido siempre sus disputas. Pues bien, asumiendo una lógica nueva de paz escatológica, que podemos ver en textos como Is 2,2-4; 11,1-9, nuestro pasaje ha elaborado un ideal de paz universal.
Esta paz no actúa en formas de imposición ni a través de una especie cíe rito de maja: es paz que se anuncia y razona conversando. El nuevo rey hablará en forma de paz (dbr Shalom), convertirá la paz en palabra abierta hacia todas las naciones. No hablará con las armas, no razonará con medios de violencia: creerá en la palabra y así la irá extendiendo hacia el conjunto de 1a humanidad, en camino de recreación escatológica.
Podemos volver hacia la imagen: la mujer (Hija-Sión) danza porque viene el portador de paz; el rey supera el plano de las armas y habla, en gesto de diálogo universal. Aquí está Dios. Esta es la figura mesiánica completa que, evidentemente, dentro del contexto de fiesta en que nos encontramos, puede completarse: el baile de la muchacha, el gozo de la vida, se debe convertir en palabra, de tal forma que ella también hable con cl gesto de su cuerpo y alma, en movimiento gozoso, en grito de júbilo que todos pueden escuchar sobre la tierra; por su parte, el razonamiento del rey tiene que estar abierto a la danza y grito cíe aclamación cíe la muchacha.
Se expresa así la nueva lógica de la vida mesiánica en clave de universalidad: ~y su dominio será de mar a mar...». Es evidente que esas palabras evocan, de forma ampliada, el ideal de un reino que se abre hacia los cuatro puntos cardinales (ef Gen 15,18; 1 Rey 5,4; Sal 72,1-17; 80,12 etc).
Dios se revela como rey humilde y amigo, que viene sobe un asno, para ofrecer un camino de paz para todos los pueblos . El reinado y soberanía de Dios se expresa a través de un rey no violento y una muchacha danzante. v con esto hemos llevado a los límites del discurso creador de la fe israelita. Precisamente aquí, sobre este límite de no violencia y universalidad, de palabra abierta a todos los humanos comienza a expresarse, para los cristianos, el misterio de Jesús, a quien llamamos Cristo.
Resumen y conclusión
Desaparecen o pasan a segundo plano los restantes oficios y figuras: sacerdotes, militares, potentados... Toda la humanidad se ha condensado en esta Hija-Sion, ciudad-mujer, doncella que en juventud y esperanza se prepara para la danza triunfal de su rey. La ciudad no tiene más oficio que cantar y alegrarse; para eso se prepara. La Hija-Sion podrá cantar porque viene su rey En los dos casos anteriores el rey (o plenitud sacral) era ya un personaje (esposo divino de la humanidad). En esa línea culmina nuestro pasaje.
El rey que viene, montado en un asno, es vencedor sin armas ni violencia, Dios enamorado que danza sobre Jerusalén, con la Hija-Sion.. Es rey humilde, como humildes eran los hombres y mujeres del resto de Israel (Sof 3,12). Viene montado sobre un asno, como en asno montaban los primeros salvadores y reyes de la historia israelita (cf. Gen 49,11; Jc 5,10; 10,4; 12,14). Una muchacha/ciudad que danza gozosa, un rey que avanza montado sobre un asno... Ése es el futuro del Reino, es decir, del Verbo de Dios. Sólo una mujer, unas mujeres, esperan y acogen de verdad al Verbo montado en un pobre asno, enterrado en una tumba, fuera de la ciudad, como las mujeres de la pascua de Mc 16, 1-8 par.
La muchacha danzante sólo tiene sentido allí donde la guerra ha terminado allí donde el auténtico poder no es el caballo de batalla ni el dinero sino el ser humano en humildad nuevo que avanza sobre un asno. El asno del que aquí se trata no es un signo momentáneo que se aplica desde fuera a un rey o varón que normalmente cabalga en tren de guerra o se impone en actitud de duro mando. El asno es la expresión permanente de la humildad de Dios, del trabajo sobre el campo, de la paz perpetua, la renuncia a la violencia.
Este rey y esta mujer se encuentran. Son uno para el otro, uno con el otro, de tal forma que sus signos pueden de algún modo intercambiarse: monta 1a muchacha en el asno, danza el rey... o danzan ambos y ambos recorren un camino más hondo de paz universal.Sion era cuanto tal ha desaparecido. Ellos dos, cl varón y la mujer, en diálogo danzante, son el signo de la nueva humanidad, son “todo Sion” (la ciudad plena de Dios), si es que pudiera utilizarse ese lenguaje.
Pero el texto sigue diciendo que destruirá el carro de Efraím y el caballo de Jerusalén (9, 10), como en la profecía de Is 2, 3-4 (y su paralelo de Miqueas) donde se dice que Israel y todos los pueblos de la tierra destruirán las armas de guerra, para convertirlas en instrumento de paz. La paradoja de este pasaje (que el nuevo testamento ha captado en profundidad: Mt 21,5) consiste en el hecho de que el rey sin armas, montado en un asno, simboliza (y en algún sentido realiza) la victoria de la nueva humanidad sobre los grandes pueblos armados. La paz ha de empezar entre samaritanos y judíos entonces enfrentados.
Sólo cuando Efraim y Jerusalén depongan sus armas, cuando puedan darse la mano de la paz en torno al rey de no violencia, montado sobre un asno, podrá salir la Hija-Sion a bailar. Ambos, rey pacífico y muchacha danzante, forman como las dos caras de un mismo ideal mesiánico abierto hacia todos los pueblos, porque el texto sigue diciendo «destruirá el arco de guerra y anunciará la paz a las naciones».
Esta es la figura mesiánica completa del rey-Mesías (Cristo) que viene y de la Hija-Sion, nueva humanidad que le espera y acoge bailando de gozo en Jerusalén. Se expresa así la nueva lógica de la vida mesiánica en comunión de amor y en universalidad: «Y su dominio será de mar a mar...». Es evidente que esas palabras evocan, de forma ampliada, el ideal de un reino que se abre hacia los cuatro puntos cardinales (ef Gen 15,18; 1 Rey 5,4; Sal 72,1-17; 80,12 etc).
También se expresa aquí la visión de paz Sion: Dios se expresa como rey sobre todos los pueblos. El reinado y soberanía de ese viene a expresarse a través de un gesto de paz, de una muchacha danzante que espera y recibo en Jerusalén a su verdadero Dios, rey de paz, montado en un asno. Desde aquí debemos recordar la lectura e interpretación bíblica de judíos y cristianos:
Conforme a la visión de los judíos rabínicos, la Hija-Sion es el judaísmo, tal como ha quedado explicitada en el contexto de la propia ley y vida del pueblo que quiere mantenerse fiel a sus tradiciones nacionales, descubriendo en la Sion pasada y futura el signo de su propia identidad entre los pueblos. En esa línea destaca la visión de Ben Siraj (Eclesiástico) que termina identificando a la Hija-Sion (Jerusalén) con el libro de la ley.
− Para los cristianos, la Hija-Sion es la nueva Jerusalén, simboliza por las mujeres que acogen a Jesús, que le acompañan en el camino de la cruz, que celebran su victoria pascual con Novia-Ciudad del Apocalipsis 21-22 (cf. Hbr 11; Gal 4,26)
- Os habéis acercado al monte Sion, ciudad del Dios vivo, Jerusalén del cielo,
- a las miríadas de ángeles, 23a la asamblea festiva de los primogénitos inscritos en el cielo,
- a Dios, juez de todos; a las almas de los justos llegados a la perfección,
- 24y al Mediador de la nueva alianza, Jesús,
- y a la aspersión purificadora de una sangre
- que habla mejor que la de Abel (Hebr 12, 22-249).