Esoterismo 1. Teosofía, una ciencia sagrada

De diversas maneras ha surgido estos días en mi blog una discusión sobre temas vinculados con el conocimiento tradicional, la New Age y un tipo de experiencia sanadora (vinculada al Reiki). Quiero volver todavía al tema por la importancia que tiene en nuestro mundo (en nuestro tiempo post-moderno), y lo haré desde la perspectiva que conozco algo mejor, el estudio de las religiones y la Biblia.

Mi trabajo (que ha aparecido en diversos momentos de mi Diccionario de la Biblia y en Diccionario de las Tres Religiones) se dividirá en tres partes.

La primera sirve de introducción, deteniéndose en el tema de la teosofía y un tipo de ciencia sagrada.
La segunda trata de la “conexión esotérica”, tal como ha sido evocada y condenada por la Biblia.
La tercera se ocupa de algunas “vulgarizaciones” esotéricas de la actualidad.

Con esto no queda en modo alguno resuelto el tema. La New Age contiene elementos positivos, que tienen que integrarse en la visión del evangelio, a no ser que desvinculemos el cristianismo y lo separemos de una intensa corriente de espiritualidad de nuestro tiempo. Lo mismo digo del Reiki (si queremos seguir valorando el aspecto sanador del evangelio)… y especialmente de la búsqueda de la “tradición original” (representada por hombres como R. Guénon). Pero de ello trataré quizá en postales posteriores. Por ahora me limito a presentar algunas reflexiones introductorias y generales sobre el esoterismo, desde una perspectiva cristiana.


Introducción

Exotérico (del griego exo, fuera) es aquello que está abierto a todos. Esotérico (de eso, dentro) es, en cambio, una forma de saber o de actuar que se cultiva sólo entre unos pocos iniciados que penetran, de esa forma, en el misterio de las cosas o las ciencias, superando el nivel de la vida y saberes del gran vulgo, de la muchedumbre de los ignorantes.

El esoterismo es ciencia de iniciados. Así aparece como gnosis o forma de conocimiento más profunda que no puede divulgarse entre el pueblo, pues no lo entendería. Por eso se habla de una sabiduría hermética o cerrada, propia de unos pocos elegidos que comparten los secretos del gran Hermes, Dios de sabios. También se habla de una teosofía o sabiduría particular de loe elegidos, distinta de la teología abierta a todos los creyentes vulgares de las religiones. Normalmente, el esoterismo suele relacionarse también con un tipo de mística, entendida como un contacto especial con lo divino.

El cristianismo ha presentado algunas veces aspectos esotéricos, unidos a una especie de culto o disciplina del arcano: sólo después de superar un exigente catecumenado los neófitos podían proclamar abiertamente el Credo, recitando luego el Padrenuestro y celebrando con el resto de los fieles-iniciados el misterio de la Eucaristía. Sin embargo, estrictamente hablando el cristianismo es exotérico: ofrece su palabra a todos los humanos (cultos o ignorantes), su secreto es para todo el pueblo, especialmente para aquellos que son más ignorantes a los ojos del mundo.

El cristianismo es exotérico por vincularse al mensaje e historia de Jesús que ha pregonado y expandido abiertamente el reino. Los miembros de su iglesia no se juntan en secreto como sociedad elitista de sabios, de clérigos más altos, de místicos más hondos. Iglesia de Jesús son de manera especial los marginados y pobres que acogen la buena nueva de Jesús, como fuente de esperanza para ellos y para todos los humanos esperanza (cf. Mt 11, 15-27; 1 Ped 3, 15).

En las páginas que siguen estudiamos algunos de los rasgos actuals del esoterismo occidental. Por eso prescindimos de la formas orientales (ligadas a budismo, hinduismo o taoísmo) y las orientaciones antiguas (vinculadas a la apocalípticas, hermetismo y gnosis del III a. C. al IV d. C.); dejamos también a un lado los movimientos esotéricos más comunes del islam y judaísmo (sufíes, cábala), para así centrarnos en aquellos que se encuentran más ligados a la historia cristiana. Empezamos con la teosofía.


1. ESOTERISMO Y TEOSOFIA

((Presentación crítica de la teosofía esotérica clásica (Blavatsky, Solovioff, Besant... ), en R. Guènon, El teosofismo. Historia de una pseudoreligión, Ed. Obelisco, Barcelona 1989. Editoriales como Obelisco, Martínez Roca, Rama Dorada, Cárcamo, Luciérnaga, Robin Books y Kairós, vienen pubicando con regularidad obras de esoterismo. Es tan amplio, variado, disperso y multiforme este mercado editorial que he renunciado a organizarlo por escuelas, tendencias, movimientos. Cf. A. Besant, Lecturas populares de Teosofía, Ed. Teosófica, Rosario ARG 1979; H. P. Blavatsky, La clave de la teosofía, Kier, B. Aires 1979; Id., Isis sin velo I-II, Humanitas, Barcelona 1991; Y. Ramacharaka, Cristianismo místico, Kier, B. Aires 1979, con el fantacristianismo de J. J. Benítez: El Testamento de S. Juan, Planeta, Barcelona 1988 o sus Caballos de Troya I-IV, Planeta, Barcelona 1984 ss.
La "cultura" o falta de cultura de una parte de las masa de lectores de occidente puede medirse a través de las lecturas esotéricas: los libros sobre el tema llenan las librerías y se compran en los almacenes de consumismo neoburgués. Existe, sin duda, un esoterismo serio, un deseo de penetrar con rigor en el misterio, a través de una iniciación crítica y de una apertura reverente hacia los signos de Dios. En esa línea puede situarse quizá una obra anónima titulada Los arcanos mayores del Tarot. Introducción de H. U. von Balthasar, Herder, Barcelona 1987)) .



– Teología es el esfuerzo racional de aquellos que, sabiendo que Dios les sobrepasa y aceptando su revelación (sea en línea cristiana, musulmana o judía), quieren expresar con razones y palabras (logos) su misterio. Ella expresa el sentido de una fe comunitaria, exotérica y se presenta por medio de argumentos objetivos.

– La teosofía (de sophia, sabiduría) quiere paresentar para algunos iniciados una experiencia particular, iluminada y curiosa del ser de lo divino. Ella puede aceptar, en un primer nivel, la revelación fundante de una determinada religión o iglesia, pero luego quieren desbordarla, conociendo y describiendo el ser de lo divino a partir de su propia visión particular más honda.

En principio, los grandes místicos (Dionisio y Taulero, Clemente de Alejandría y Ekhart, e incluso Juan de la Cruz, Teresa de Jesús o Catalina de Siena) pueden llamarse teó-sofos: tienen la sabiduría de Dios. Ellos son incluso necesarios dentro del cristianismo: expertos en trazar una especie de geografía interior del misterio de Dios. Sin embargo en los últimos siglos la teosofía se ha vuelto teosofismo: una mezcla vulgar, precipitada y poco rigurosa de motivos orientales (hindúes y budistas) con divagaciones de occidente, un conocimiento poco riguroso donde se vincula evolucionismo espiritual y espiritismo, magia con racionalismo ingenuo. Sobre el vacío de Dios cristiano, allí donde la mente parece ya cansada de pensar de un modo riguroso (en clave filosófica) y de creer de un modo intenso (en clave religiosa), ha ido surgiendo un sucedáneo esotérico de la mística; eso es lo que ha venido a llamarse teosofía.

La historia del movimiento teosofista está vinculada a los escritos y experiencias de señoras como Blavatsky y Besant y señores como Solovioff, Steiner que, a finales del siglo XIX, promovieron una comunidad de así llamados sabios (iniciados) para penetrar de un modo mágico y fácil en los secretos divinos de la naturaleza. Así ofrecen un sucedáneo de ciencia, filosofía y mística, todo bien (o mal) mezclado. Su actitud es propia de nuevos (falsos) sabios que quieren conocer a Dios sin el "dolor del pensamiento" (en plano filosófico) y sin la entrega en favor de los demás (plano cristiano, mística verdadera).

Ciertamente, algunos teosofistas dicen apoyarse en filósofos de tipo espiritualizante como H. Bergson o H. James, pero luego mezclan las razones de esos pensadores con supersticiones de tipo muy variado donde todo al fin parece confundirse en un tipo de nebulosa sacral y donde sólo permanece claro el afán de seguridad de los llamados videntes o iniciados. De manera general, quizá convencional, condensado algunos rasgos más salientes de su "pensamiento".

1. Confusión de religiones.

Digo "confusión" y no fusión, porque resulta difícil fundir en unidad, sin un cambio muy profundo y creador, visiones y tendencias religiosas tan distintas como las que ofrecen las diversas religiones. Los maestros esotéricos parecen no tener dificultades, realizando de esa forma un sincretismo fácil y poniendo sobre el mismo plano los relatos primordiales de las grandes religiones: hinduismo y budismo, islam y judaísmo, cristianismo y tao, espiritualismo egipcio y griego.

Así mezclan y confunden visiones de místicos y herméticos, cábala y gnosis, masonería y ocultismo. Parecen "universales", tolerantes (dicen acogerlo todo en su visión abarcadora) destruyendo aquello mismo que querían asumir. Ese concordismo fácil se convierte así en nivelación mental y religiosa, siendo injusto respecto a los valores más profundos de las grandes religiones, especialmente del cristianismo.

2. Rechazo del Dios personal.


Entendido así, el teosofismo resulta incapaz de entender y acoger la revelación de un Dios personal, como el judío, musulmán, cristiano. Por eso, sus adeptos favorecen, al menos en lo externo, las tendencias del budismo, vulgarizadas luego en una especie de nivelación supersticiosa: más que el verdadero yoga de la interiorización (experiencia de luz que nos desborda y fundamenta), más que el arhat o meditación sin objeto (superación de todo deseo egoísta y destructivo) importa a los teósofos la afirmación general y acrítica de la hondura sagrada del espíritu.

Piensan que el iniciado debe liberarse de la "tiranía" de un Dios personal. Ellos mismos se sienten divinos e impiden así toda apertura hacia una transcendencia superior, rechazando la experiencia de una gracia vinculada por ejemplo a Cristo (o la Ley judía, o al Corán de los musulmanes). El teósofo queda de esa forma en manos de sí mismo: busca la seguridad en su propio espíritu y niega la exigencia de una responsabilidad personal que pueda abrirle a la condena o salvación definitiva.

3. Cientificismo ingenuo.

Los teósofos quisieran probar en realidad todas las cosas, como si la ciencia y religión se identificaran. Aceptan sin crítica un tipo de evolucionismo cósmico y vital, que aplican a las almas, construyendo una especie de "mitología universal de los espíritus". En el proceso o marcha de la humanidad, encuadrada en la evolución cósmica del espíritu, ellos creen distinguir momentos especiales de ruptura, razas importantes (madres) y menos importantes, dentro de la onda de la vida interplanetaria.
Son expertos en trazar los meandros y saltos de esa "fantasía sagrada" que abandona por difícil (poco científica) la fe en un Dios personal para creer en los procesos más difíciles y raros de las almas. Normalmente, ellos admiten algún tipo, más o menos personalizado, de transmigración: piensan que todo se encuentra dominado por la ley del karma que dirige los procesos de bajada y ascenso, despliegue y repliegue del espíritu en el cosmos. Por eso se llaman expertos en la evocación de los espíritus de aquellos que han muerto).

4. Elementos cristianos.

Ciertamente, los teósofos pueden hablar también de Dios en formas casi personales, sobre todo allí donde quieren defender un esoterismo cristiano. Así hablan algunos la multi-valencia sacral de lo divino, como signo del Espíritu Abstracto (Espíritu Santo), diferenciado (Padre) y Encarnado (Cristo, el Hijo). También pueden hablar de Buda y Cristo como expresiones complementarias de la más honda verdad: Buda es la inteligencia (lo masculino), Cristo la intuición (lo femenino) etc.

El dogma peculiar cristiano (Jesús como revelación del Dios transcendente y el Espíritu como principio de vida de la iglesia) pierde así su identidad (su distinción) y se convierte en signo de sacralidad general del ser o mente humana. La misma aparece así como divina; ella lo abarca todo (panteísmo de base) y se desvela en formas siempre cambiantes conforme a una lógica de autosuficiencia espiritual, controlada por los sabios.

5. Religión de la sabiduría.

El teosofismo se podría llamar "logosofía": es un modo de captar y promover el "logos" divino que existe dentro de nosotros. En lugar de gracia y entrega de Jesús en favor de los más pobres, hallamos aquí un pretendido saber oculto sobre el destino de las almas superiores. Así construyen una "mitología astral" pretenciosa y aburrida: los iniciados dicen conocer (reconocer) a los espíritus supremos o elegidos, que orientan, guían, garantizan el proceso de la evolución hacia la New Age del humano planetario, realizado.

Desaparece aquí el amor (o se convierte en palabrería) y en su lugar se eleva la pretensión de los "grandes iniciados" que dicen conocer el secreto de las viejas religiones (de los sacerdotes de Memfis, Egipto, o de los Vigilantes angélicos de Henoc): así ellos controlan y dirigen el proceso supremo de las almas.

6. Riesgo de superstición.

El Dios auténtico o la hondura de las viejas religiones creadoras (budismo, taoísmo) se ha esfumado: sólo queda la vaciedad de un ser humano que se pierde sobre el mundo y, ya perdido, busca la intuición manifestadora del YO, como falsa seguridad que se eleva sobre el vacío que han dejado los sistemas anteriores (cristianismo, hinduismo etc). Todo se reduce a un deseo de nuevas experiencias: "Hinduismo y budismo, cristianismo e islamismo desaparecen sepultados bajo el pujante alud de los hechos" porque el Divino Arquitecto de este cosmos (la divinidad del Todo) se revela en una especie de nueva y poderosa magia transformante (cf. Blavatsky, Isis II, 187 y 424).


Esta crítica del esoterismo esta fundada en la obra, antes citada, de R. Guenon (1886-1951) quien, buscando la verdad del esoterismo, se hizo musulmán y así vivió por muchos años en Egipto, bebiendo de la savia de sufíes y maestros interiores del Islam. Desde esa perspectiva pudo señalar como nadie el engaño del falso esoterismo teosófico de los espiritistas convencionales de occidente: no son portadores de una sabiduría de Dios sino ingénuos engañados o mejor engañadores que quieren cubrirse con el manto de la experiencia de Dios sin haber hecho el camino activo o pasivo (receptivo) para ello.

2. ESOTERISMO Y CIENCIA

(( He utilizado el esquema de H. T. Richard, La tradition ésotérique et la science, La Colombe, París 1965. Información regular sobre el tema en Heterodoxia, publicada por La Roma Dorada, Madrid. Evaluación crítica en: J. M. Mardones, Las nuevas formas de la religión, EVD, Estella 1994, 133-150. Esquema y presentación básica de sectas y/o movimientos religiosos de tipo científico (Iglesia de Cristo científico, Iglesia de la cienciología, Movimientos Gnósticos, Nueva Acrópolis, Partido Humanista, Nueva Era...) en J. García Hernando (ed.), Pluralismo religioso en España II, PPC, Madrid 1993, 551-711. Cf. además, X. Pikaza, Dios como Espíritu y persona, Sec. Trinitario, Salamanca 1989; G. Voss, Astrología y cristianismo, Herder, Barcelona 1985; R. Halleux, Les textes alchimiques, Louvain-la-Neuve 1979; M. Eliade, Herreros y alquimistas, Critiandad, Madrid 1974; C.G. Jung, Psicología y alquimia, Buenos Aires 1956)).


La visión teosófica del mundo vuelve a llevarnos cerca de la magia. Estrictamente hablando, religión implica gratuidad: es revelación libre y creadora de Aquella persona o misterio sagrado que nos fundamento y sobrepasa; por eso no podemos manejarla. La magia, en cambio, está en la línea de la ciencia: es obra de alguien que que quiere controlar y dirigir para su provecho los poderes de la naturaleza y del espíritu. En línea de magia ha de verse el esoterismo científico de los teósofos nuevos que quieren dominar a Dios más que alabarle, alcanzar seguridad y asegurar así la propia vida más que abrirla en donación y gratuidad hacia los otros. De esa forma resucitan o actualizan dos antiguas actitudes de la ciencia sacra: astrología y alquimia.


– La astrología es conocimiento mágico-sacral y participativo del mundo de los astros. La astronomía es ciencia que mide las distancias de los orbes estelares, deduciendo conclusiones sobre el mundo que Dios mismo ha creado como espacio de vida para el hombre. La astrología, en cambio, toma las estrellas (planetas) como libro donde se descubre y pronostica el sentido y futuro de la vida humana. A su juicio, somos parte de un universo sagrado y nuestras almas están emparentadas con las "almas" de los astros, dentro de la rueda de transmigración de los espíritus. Por eso acude al horoscopo (= mirar la hora) que fija el orden de las constelaciones en relación al nacimiento y vida de cada uno, para determinar así su "suerte astral".

– La alquimia es conocimiento y utilización mágica de las diversas substancis, especialmente metales. La química moderna es ciencia exacta y positiva que estudia las propiedades de los elementos y de sus compuestos. Por el contrario, la alquimia (del árabe al-kimiya,es decir, la-química) vive en el nivel de la magia participativa. No es ciencia sino de mítica cósmica, adornada con pretensiones científicas. Según ella, en el fondo de la realidad hay un misterio, de manera que todo puede transmutarse en todo. Así puede darse un tipo de transmutación material, que está en la línea de la transmigración de los espíritus: podemos cambiar la materia y cambiarnos en ella, descubriendo nuestro propio ser divino.


La atracción del esoterismo mágico se basa en este tipo de espiritualismo universal o pseudociencia que dice resolver todos los problemas de la tierra. En esta campo, ni la religión es religión (lugar de gratuidad y experiencia transcendente); ni la ciencia es ciencia (saber positivo y medible). En el lugar donde se juntan y confunden ambas surge ya esa pretendida panacea del esoterismo, como medicina universal que sana todos los problemas de los cuerpos y las almas.


Esta ciencia-religiosa se eleva contra una ciencia pura, de carácter materialista, que abandona quizá el aspecto espiritual del ser humano. Es también protesta contra una religión espiritualista, que se ocupa sólo del aspecto de las almas, dejando a los cuerpos perdidos en la lucha de la vida. Así se presente como respuesta total a los problemas totales del ser humano. Estos son algunos de sus postulados.

1. Unidad de los tres reinos. Conforme a la primera ecuación de la teoría de la relatividad de Einstein (E=MC2) la energía (E) es igual a la masa (M) multiplicada por la velocidad al cuadrado (M2). Muchos esotéricos interpretan esta fórmula en sentido ontológico, antes que científico, identificando en el fondo la materia (espacio, masa) con el tiempo y energía. A su juicio todo lo que existe tiene un carácter mental: espacio y tiempo se vinculan, energía y masa se terminan confundiendo; ambas poseen en el fondo, un sentido espiritual, son "mente" en movimiento. Por eso se puede afirmar que la materia o primer reino (masa) se identifica con el segundo reino, que es la energía (poder de actuación), de tal manera que al final los dos se muestran como mente, formando el tercer reino, es decir, el proceso de la conciencia. Todo es pues conocimiento.

2. Unidad de las dos trinidades. Dando un paso más, podemos postular la identidad entre los reinos de la trinidad cósmica (materia-energía-mente) y las tres "personas" de la trinidad divina de los cristianos (Padre-Hijo-Espíritu). El Padre es la energía creadora; el Hijo es la creación como materia o realidad extensa; el Espíritu, en fin, es el mismo pensamiento. Esta es la triada primera, síntesis y base de todo lo que existe. El Hijo (materia) y el Padre (energía) se vinculan y unifican como Espíritu (en la unión del pensamiento), presentándose así en forma de síntesis auto-creadora donde todo es siempre idéntico a sí mismo.

3. Tríadas cósmicas, unidad divina. De la triada primera o trinidad divina emergen las restantes formas y/o procesos ternarios de la realidad del mundo. Así podemos afirmar que el Universo es Dios o, mejor dicho, Dios es todos los posibles universos, fundamento y realidad donde emerge y adquiere consistencia todo lo existente (en pasado, presente y futuro). Dios se muestra así como armonía fundante, abarcadora. Por eso, los conflictos sociales, religiosos, afectivos sólo pueden darse allí donde se olvida o pierde esa unidd. La teosofía (conocimiento de la armonía divina) podría resolver los conflictos de la vida social y de la ciencia.

4. Dialéctica universal. Todo lo que existe es triádico por naturaleza, reflejando de esa forma el ser de lo divino. Nada se halla quieto (pues quietud sería muerte), nada puede darse por aislado (porque aislamiento es lo mismo que no-ser). La realidad subsiste y se realiza en un proceso de constante movimiento, es decir, de relación viva, siempre idéntica y cambiante. De esa forma se vinculan en toda realidad materia y energía por el pensamiento, superando la escisión moderna (cartesiana) entre substancia primera (mente) y segunda (extensión, materia), pues ambas se vinculan y unifican por el movimiento.

5. Trinidades concretas. Ese triadismo universal puede aplicarse y se aplica a los campos más diversos de la realidad, en ejercicio de armonización científico-espiritual que resulta, por lo menos, muy ingenuo. Este tipo de ciencia espiritual está empeñada en mostrar los paralelos de todo lo que existe. Sus partidarios creen, con toda ingenuidad (¿o deseo de engañar?) que por distinguir tres momentos y poner tres nombres a las cosas ya se les conoce. Veamos algunos ejemplos, teniendo en cuenta que los dos primeros momento se oponen (como tesis-antitesis de tipo hegeliano o marxista), mientras que el tercer aspecto los vincula o unifica (=), superando y ratificando así su diferencia:

Dios: Padre-Hijo= Espíritu (Espíritu unifica a Padre e Hijo)

Universo: Materia-energía= pensamiento (pensamiento une materia y energía)

Hombre: cuerpo-alma= espíritu (espíritu unifica cuerpo y alma)

Tiempo: pasado-presente= futuro (el futuro reune al pasado y presente)

Movimiento: tiempo-velocidad:=espacio (en el espacio se unen velocidad y tiempo)

Familia: padre-madre:= hijos (los hijos superan la separación de los padres)

Personas: tú-yo= él (el tercero vincula a las personas opuestas)


No hace falta mucha perspicacia para descubrir en estos esquemas una simplificación engañadora de la filosofía de Hegel o de la teología trinitaria cristiana Los que han dedicado largos tiempo (años de fuerte, dolorosa y gozosa reflexión) a explorar la trinidad y encarnación del Dios cristiano (o el misterio más hondo del Dios judío y musulmán) se sienten molestos ante la facilidad con que resuelven el misterio los llamados maestros esotéricos. Ellos no tienen necesidad de buscar y resolver diferencias, avanzando con respeto inmenso hacia la esencia más oculta de la realidad; están en lo que Hegel llamaba la noche de los gatos pardos. En el fondo todo les da lo mismo. Este esoterismo que pretende unificar la ciencia y teología acaba ignorándolas a ambas: ignora la transcendencia gratuita de Dios y destruye (infravalora) la autonomía creada de este mundo.
(seguirá).
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