Familia de Jesús 1. Madre y hermanos quisieron casarle, pero él respondió: ¿Quiénes son mi madre y mis hermanos? Mc 3, 21, 31-35

Sigue el pequeño curso sobre la humanidad en la Biblia que estoy ofreciendo por zoom en Santiago de Chile.  Hoy trato la familia de Jesús, conforme a Mc 3 21-22  y 31-35. El texto es complejo y quiero ofrecer unas breves reflexiones para situarlo mejor No intento ni puedo convencer a todos mis lectores, sino reflexionar con ellos, desde la nueva perspectiva del siglo XXI, retomando motivos de mi comentario de Marcos y de mi libro sobre la Familia de Jes´s 

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Mc 3, 20-22,31-35

21Al enterarse su familia, vinieron a llevárselo, porque se decía que estaba fuera de sí. 22Y los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Tiene dentro a Belzebú y expulsa a los demonios con el poder del jefe de los demonios …. 31Llegan su madre y sus hermanos y, desde fuera, lo mandaron llamar. 32La gente que tenía sentada alrededor le dice: «Mira, tu madre y tus hermanos y tus hermanas están fuera y te buscan». 33Él les pregunta: «¿Quiénes son mi madre y mis hermanos?». 34Y mirando a los que estaban sentados alrededor, dice: «Estos son mi madre y mis hermanos. 35El que haga la voluntad de Dios, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre». 

CINCO PRINCIPIOS

La familia en la Biblia: una historia pendiente :: Libros :: Religión ...

1.El texto es complejo y no todos los lectores (empezando por Mateo y Lucas) lo han interpretado de la misma forma, Por eso, lo que dijo a continuación ha de entenderse con cierta prudencia. Quizá más quE del Jesús histórico (y de la historia de su madre y sus hermanos biológicos) Marcos está hablando aquí de visiones simbólicas de la iglesia antigua.

2.El tema de fondo es la familia de Jesús…No se trata de que él estuviera soltero o casado,  sino el sentido que tenía su familia dentro de Israel. Pero da la impresión de que en su entorno (incluidos su madre y sus hermanos) hay gente que rechaza el comportamiento social de Jesús, su manera de relacionarse con los “posesos” de Israel, rompiendo las leyes sagrada del pueblo…

3.Los escribas oficiales de Jerusalén le condenan (dicen que es un poseso), su madre  y hermanos vienen a prenderle, diciendo que está loco, queriendo llevarle a casa (a su pueblo), para que se case y forme una familia de ley, pues esa es la obligación y norma primera de un varón en Israel.

4.Jesús rechaza el matrimonio,  que quieren imponerle, no quiere casarse y crear casa al modo tradicional de Israel. Eso significa que Jesús rompe con su familia, se independiza de ella no obedece a su madre y hermanos, Instituye una framilia/comunidad distinta. No es un problema de dogma religioso, sino de rechazo de matrimonio/familia tradicional, de creación de una familia distinta.

5.Está en el fondo el “celibato de Jesús”, pero el celibato no es “no casarse” (quedar solitario), sino el tipo de familia que Jesús está propagando en Israel…En ese fondo resulta absolutamente esencial la relación entre entra la gran familia de Israel (representada por los escribas de Jerusalén) que rechazan a Jesús como endemoniado (un poseso de Satanás) y la pequeña familia de su madre y hermanos que le acusan de loco (está fuera de sí) porque no acepta la ley del matrimonio y de las casas de Israel.

UNA EXPLICACIÓN

 Tras haber dejado a Juan Bautista, para anunciar, provocar e iniciar el Reino de Dios,  Jesús se ocupó de los pobres, excluidos, enfermos y hambrientos de su entorno galileo. Probablemente, se consideraba nazoreo, descendiente de David, pero eso no le daba superioridad, sino que le hacía ponerse al servicio de otros, especialmente de los pobres y marginados (sin familia), a quienes anunciaba y ofrecía el Reino. En este contexto se entiende su celibato, es decir, su identidad familiar

Como israelita y ser humano invocó a Dios, tomándose como hijo suyo, pero eso no le distanció ni separó de otros, sino que le unió con aquellos que quisieron caminar a su lado. Vivió para los demás, como hermano y amigo de los carentes de familia, de forma que tras su muerte en cruz «aquellos que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo…» (Josefo, Ant. XVIII, 63-64)[1].  

  1. Probablemente fue célibe. La tradición israelita suponía que tanto el varón como la mujer debían casarse y tener hijos, pero Sab 3, 13‒4, 6 había incluido una alabanza al eunuco y a la soltera/estéril, por “destino” de naturaleza o por fidelidad a Dios (cf. Is 56, 3-5). En esa línea, algunos movimientos judíos de origen helenista y palestino (terapeutas de Egipto y esenios de Israel), habrían podido aceptar e incluso apoyar su celibato, pero sólo vinculado  a motivos de pureza y cercanía escatológica.

No fue célibe (=no se casó al modo tradicional) por espiritualismo (huída del mundo), ni para cultivar una “virtud” interior,  sino para ampliar su afectividad e identificarse con los pobres, en especial con aquellos que no podían crear familia estable según ley, pues no contaban con medios (materiales, sociales o personales) para casarse, tener casa.  En principio, pudo haberestado casado antes de acudir a la escuela del Bautista, pero la tradición no ha conservado recuerdo de ello, en un contexto donde su matrimonio no hubiera creado problema para una Iglesia posterior, que tuvo, sin embargo, dificultades para aceptar el hecho de que la madre y hermanos de Jesús habían querido llevarle a casa y casarle.  

Un texto de tradición antigua (Mc 6, 4) le presenta como artesano (tektôn), pero ignoramos su condición familiar, y el conjunto del Nuevo Testamento (cuidadoso en situar a su madre y hermanos  en la Iglesia) no ha transmitido ninguna memoria de su mujer e hijos, como hubiera hecho de saber que los había tenido. Un pasaje muy significativo le presenta como “eunuco por el Reino” (Mt 19, 12), en un contexto donde esa palabra tiene matiz peyorativo.

 Eso, y su modo de vida, indican a, mi entender, que era célibe, no por opción espiritual (intimista), sino  por experiencia y voluntad de comunión con miles de personas que no podían mantener (fundar)  una familia patriarcal  y porque buscó otro tipo de comunión con excluidos, abandonados, enfermos, y de un modo especial con “eunucos” y prostitutas. En esa línea, su celibato no se entiende como dato aislado (¡los evangelios ni lo mencionan!), sino por la forma en que Jesús debió vivirlo, como expansión y consecuencia de su opción de Reino.

No fue célibe por condena de los lazos afectivos (o del sexo), sino por solidaridad y libertad al servicio de los pobres. No fue célibe por eludir los compromisos de la carne, ni la ataduras de un tipo de familia, sino por autonomía personal y por comunión con  los marginados de su tiempo, que no podían mantener una relación de vida estable, socialmente reconocida como indica su respuesta sobre los eunucos  (cf. Mt 19, 12).

No fue célibe por alejamiento espiritual,  sino al contrario por una experiencia de vida y palabra (comunicación), que le permitió descubrir y suscitar una forma distinta de relación humana, superando las limitaciones del orden patriarcal, para convivir con hombres y mujeres de estratos sociales y afectivos inferiores, sin capacidad o medios para formar una casa (=casamiento) de tipo tradicional. Su manera de ser le vinculaba con personas con quienes otros evitaban vincularse.  

No asumió una función patriarcal de “padre de familia”, ni asumió esquemas de relación jerárquica, propios de su entorno, sino que proclamó su mensaje rodeado de varones y mujeres de diversos estratos, marginados, niños y expulsados de la sociedad establecida (cf. Mc 9, 10-13 par.). No sabemos lo que habría hecho si su proyecto hubiera conseguido un arraigo duradero en Galilea o en Jerusalén,  pero no parece que se hubiera desposado al modo antiguo, y debemos evitar las especulaciones.  

‒  Trató con varones y mujeres dentro y fuera de su pequeño grupo: amó al rico que estaba dispuesto a seguirle (Mc 10, 21), acogió al centurión que, al parecer, mantenía relaciones homoerótica con su siervo (cf. Mt 8, 5-13; Lc 7, 1-10) y se fijo de manera especial en el “aguador” (Mc 14, 13) del cántaro, posiblemente “afeminado” que condujo a sus discípulos a la sale del banquete de pascua (última cena). El joven que le seguía y que escapó desnudo del Huerto donde le arrestaron (Mc 14, 51-52) puede ser una figura simbólica del mismo Jesús o de los creyentes, pero incluye rasgos que se sitúan (nos sitúan) en un plano abierto a diversas interpretaciones de intimidad distintas al matrimonio establecido entre varones y mujeres.

‒  Amó a sus discípulos, con rasgos de fuerte intimidad dramática (cf. Mc 4, 10-12). En ese contexto es significativo (luminoso y perturbador) el modo en que Jn 13, 21-26; 19, 26: 20, 22; 21, 7. 20 ha planteado su relación afectiva con “un discípulo al que amaba”. Esa relación ha de entenderse en un contexto donde el trato del maestro/iniciador con sus discípulos aparecía marcado con tintes afectivos. Pero esa forma de presentarle dentro de la tradición cristiana hubiera sido imposible si Jesús no hubiera mantenido una relación de amor con sus discípulos (cf. Flavio Josefo, Ant XVIII, 63-64).

‒  Se relacionó  de un modo especial con mujeres. Jn 11, 5 afirma que amaba a Marta y a su hermano Lázaro, y Lc 10, 38-39 supone que amaba de un modo especial a María, hermana de Marta, que escuchaba su palabra. Las pretendidas relaciones matrimoniales de Jesús con Magdalena han sido objeto de especulaciones de poca base, pero en el fondo de ellas se conserva el recuerdo de una amistad particular, que la tradición no ha podido (ni querido) borrar, insistiendo en que María Magdalena, con otras dos “marías” (entre las que puede contarse la madre) mantuvieron su fidelidad de amor por Jesús hasta después de la crucifixión, de forma que sólo por ellas (tres mujeres) pudo iniciarse la experiencia pascual de la iglesia. Estos y otros datos muestran que Jesús no ha sido célibe por despecho (represión o miedo), sino para establecer relaciones de intimidad y diálogo más amplio en un contexto patriarcal[2].

En ese fondo se sitúa el tema de su orientación afectiva. No fue machista (defensor del poder patriarcal) en un sentido ordinario, como lo avala su oposición al poder masculino en el divorcio (Mc 10, 1-7) y su manera de referirse a los “eunucos”, solidarizándose con ellos (Mt 19, 10-12).  Su opción social y afectiva ha de entenderse como potenciación personal y familiar, no desde arriba, de un modo impositivo, sino por comunicación real con otros y por solidaridad con aquellos que vivían en los márgenes de la sociedad establecida.

No quiso recrear una estructura patriarcal, con superioridad de varones (maridos y padres), sino comunidades donde cupieran  varones y mujeres, casados y solteros, niños y mayores, por comunión personal. Sólo en ese trasfondo se entiende su opción, no por carencia o debilidad, sino por abundancia y vinculación con los pobres económico/sociales, abriendo para y con ellos un camino  de familia y resurrección, «como ángeles del cielo», en libertad de amor (Mc 12, 15).

No es mucho más lo que podemos afirmar  con base, en contra de algunos que se atreven a sostener que, si hubiera tenido más éxito (si no hubiera sido ejecutado)  se hubiera casado oficialmente, creando (instituyendo) un matrimonio modélico (de Reino)… Pero esa afirmación no puede apoyarse en las fuentes conservadas.

Lo único cierto es que en el tiempo de su ministerio, desde su misión con Juan Bautista, pasando por su mensaje en Galilea, hasta su muerte, él se comportó como célibe en comunidad (no solitario), no para vivir en aislamiento sino en comunión intensa con un grupo de compañeros/amigos, al servicio de un reino/comunidad que se abre a las víctimas personales y sociales y a los excluidos de las  familias dominantes de su entorno. 

 ‒ Por opción, no obligación. Algunos investigadores han supuesto que, si Pablo hubiera sabido que Jesús fue célibe, hubiera citado ese dato para defender su postura en 1 Cor 7  y que, al no hacerlo, se puede suponer que estuvo casado. Pero ese argumento no prueba, pues Pablo apenas apela a Jesús para defender sus opciones misioneras. Ciertamente, en sentido dogmático, Jesús podría llamarse Hijo de Dios y Redentor si hubiera sido hombre casado, con mujer e hijos, dentro de una familia establecida,  pues la tradición cristiana ha sido cuidadosa en mantener la memoria de sus parientes (cf. Mc 3, 20.31-35; 6, 1-6), que recibieron en Jerusalén el título honorífico de «hermanos del Señor», como les nombrs mismo Pablo (cf. Gal 1, 19; 1 Cor 9, 5) o “desposynoi” (los que forman la familia de Jesús, el “dospotes” o Señor . Por otra parte, María, su madre, aparece como Gebîra o Madre del Señor (Lc 1, 43), un titulo significativo en el contexto semita. Su esposa y sus hijos, de haberlos tenido, hubieran sido importante en la Iglesia, en un tipo de “califato cristiano”.

 A diferencia del Bautista. Parece que Juan, su maestro, había sido célibe por su misión escatológica (cómo crear familia si este mundo acaba), y así puede haberlo sido el mismo Pablo (cf. 1 Cor 7, 29-31). En contra de eso, Jesús parece haberlo sido porque  empieza un tiempo distinto de Reino, abierto a nuevas formas de amor y familia,   aunque  el celibato de Juan, Jesús y Pablo debe ser mejor estudiado. No rechazó el matrimonio por ascesis, sino por fidelidad de Reino, no para aislarse como solitario, sino para compartir vida y palabra con otros hombres y mujeres, no por carencia, sino por desbordamiento de amor.

En su tiempo y circunstancia. Su forma de vida responde a la disgregación que se extendía en Galilea tras la ruptura del orden antiguo, no sólo por pérdida de tierra, casa y familia de muchos, sino también (y especialmente) por su forma de entender el Reino. Los nuevos impulsos sociales y laborales habían destruido un orden secular de estabilidad y autonomía de cada familia, entendida como unidad de convivencia y generación para hombres y mujeres. En consecuencia, una parte considerable de la población (sin heredad, ni trabajo estable, sin casa/tierra) tenía dificultades para fundar una familia patriarcal.  En ese contexto Jesús buscó y promovió una forma distinta de acogida, comunicación y sanación de familia

No fue patriarca-progenitor (en la línea de Adán, Abraham o los doce padres de las tribus), con hijos carnales/tribales de nueva familia, sino hermano y amigo universal, abriendo espacio de amor y encuentro personal con y para los rechazados del sistema. No fue garante del orden establecido, ni profeta elitista,  sino mensajero de un Reino que debía empezar por los excluidos del sistema,  en comunión de vida, desde el margen de la sociedad, iniciando, con los carentes de familia y tierra, un proyecto de comunicación con, en amor mutuo (Mc 10, 30-32).

 El radicalismo ético de la tradición sinóptica era un radicalismo itinerante que podía practicarse únicamente en condiciones extremas y marginales. Sólo aquel que se había desligado de los lazos cotidianos con el mundo; aquel que había abandonado hogar y tierras, mujer e hijos; aquel que había dejado que los muertos enterraran a los muertos y que tomaba como ejemplo los lirios y los pájaros, podía practicar y trasmitir con credibilidad ese ethos (forma de vida y conducta).

Ese ethos sólo podía practicarse dentro de un movimiento de marginados. No es de extrañar que en la tradición encontremos incesantemente marginados: enfermos y discapacitados, prostitutas y “tunantes”, recaudadores de impuestos e hijos perdidos. Por su estilo de vida, los carismáticos eran personas marginadas en su sociedad; pero, por sus convicciones, representaban valores centrales de dicha sociedad: el mensaje acerca del solo y único Dios, que se impondría pronto en contra de todos los demás poderes  (G. Theissen, El Movimiento de Jesús, Sígueme, Salamanca 2005, 81).

Estas palabra de (G. Theissen *1943), psicólogo y sociólogo de referencia en el estudio actual del Nuevo Testamento me parecen certeras, aunque, a mi juicio, no destacan de manera suficiente los motivos místicos del celibato de Jesús no centrados exclusivamente en el amor a Dios y en la obediencia a su ley, sino en el amor concreto a los demás, como ha puesto de relieve la tradición (cf. Lc 10, 25-37 y Mt 25, 31-46).

Ésta es la raíz del celibato de Jesús y de su formación de familia. Su amor a los hombres  no es negación, sino intensificación  del deseo y comunión de vida, esto es, de encuentro y gozo creador/sanador, de palabra y obra, entre personas, en una línea que culmina en la comida-palabra (en una línea eucarística). De esa forma, en comunión con hombres y mujeres de su entorno, prostitutas, impuros y eunucos, oponiéndose a los falsos “valores” de excelencia y exclusivismo de una parte de la sociedad, Jesús pudo ser principio y signo de esperanza mesiánica y familia del Reino, sabiendo que en esa familia los primeros son los niños y pobres, carentes de familia (cf. Mc 9, 33-37; 10, 13-16; Lc 6, 20).  

Su proyecto marcó así el comienzo de una revolución de familia, sin patriarcas varones  dominando sobre  el resto de la comunidad. Eso significa que Jesús fue célibe al filo de la vida, en una línea que pudiéramos llamar de poli-amor, esto es, de amor múltiple y “escandaloso” a los enfermos, posesos, excluidos.No creó una “religión” en sentido actual de sacralidad grupal de elegidos, sino un movimiento de renovación, es decir, de recreación de la familia, desde los estratos amenazados de la sociedad, entre los pobres y excluidos, partiendo de la capacidad más honda de amor y palabra que transforma (eleva, vincula, cura) a las personas, de manera mística

No quiso fortalecer el orden imperante (con sacerdotes/rabinos judíos y soldados imperiales de Roma), sino descubrir, iniciar y promover una comunidad de amor en apertura a todos, hombres y mujeres, en acogida, afecto y respeto. Inició caminos, aunque no los estructuró en forma legal, formó “exorcistas”, sanadores, hombres y mujeres, de nuevas familias.

No fue padre superior, con poder para mandar sobre el resto de la casa, no fue marido poderoso, en sentido patriarcal, sino hermano y amigo de todos. No fue esposo mejor que los de su entorno para instaurar muevas formas de relación jerárquica, sino persona (ser humano) para los demás, suscitando y animando un grupo inclusivo y abierto, de varones y mujeres, ancianos y niños, en el que había lugar para personas de tendencias afectivas distintas, incluidos eunucos, a quienes quiso potenciar en amor.  En esa línea podemos presentarle como “varón” ejemplar, que fue suscitando experiencias, curaciones y caminos personales de amor. 

No mandó a los suyos que se casaran y tuvieran hijos, sino que se amaran y buscaran la forma de hacerlo, en apertura a los rechazados del sistema. No aceptó las tradiciones dominantes que exigían que tanto varones como mujeres asumieran el matrimonio, para ser así fieles a un supuesto mandato de la creación que decía: ¡Creced, multiplicaos…! (Gen 1, 28). No negó ese mandato, pero no lo puso en el centro  de su mensaje, como hacían otras tradiciones.  A su juicio, más (=antes) que casarse y tener hijos importaba crear espacios y redes de solidaridad personal y de acogida a los pobres y excluidos, esperando así la llegada del Reino, en amor, salud y libertad. . Su opción fundamental fue la familia de Dios, abierta a todos los hombres y mujeres, no un tipo de pequeña familia al servicio de sí misma y de sus hijos.

Fue persona de trabajo, artesano (tekton), pero no propuso ni inició una forma de  redención laboral. Al contrario, en un momento dado, abandonó su oficio y vida laboral, para compartir la visión de penitencia y juicio del Bautista, y después para crear su propio movimiento de Reino, al servicio de la comunión desde los rechazados  o marginados de la “buena” sociedad establecida, pero abiertos al amor. En aquel momento, a su juicio, la prioridad no era crear una comunidad de trabajadores, empeñados en sostener a su familia, sino de iniciar y animar un movimiento de solidaridad recreadora, desde los más pobres, en gesto de amor abierto hacia varones y mujeres, aceptando cada uno su condición personal y afectiva, para amar a los otros y crear comunidades (nuevas familias) abierta a los hombres y mujeres del entorno.

 ‒ Su movimiento surgió en un contexto de desintegración. Los nuevos impulsos sociales y laborales habían destruido un tejido secular de “casas estables”, entendidas como unidad afectiva y laboral, en torno a un padre de familia, con mujer/mujeres e hijos a su servicio, bajo su cuidado. En consecuencia, una parte considerable de la población, es decir, de los varones (sin trabajo estable, ni heredad: casa/tierra) y, más todavía de las mujeres tenían dificultad para fundar una familia en sentido antiguo. Pues bien, en ese contexto él quiso poner en marcha un tipo de familia que rompiera el orden patriarcal, para abrirse en claves de solidaridad y comunión desde los antes excluidos.  Eso no implicaba ningún tipo de debilidad, sino màs bien de protesta creadora y de sanación, de transformación al servicio de la vida. 

Su celibato fue expresión y principio de transformación personal y social, de curación para el amor. En aquel contexto (Galilea), ser célibe (¡y más aún eunuco!) como dicen algunos no era un signo de superioridad, sino de carencia, una debilidad o maldición (iba contra el mandato: ¡creced, multiplicaos!: Gen 1, 28). Pero Jesús convirtió esa debilidad y carencia en fortaleza superior y en abundancia, al servicio de la vida, en una forma de expresar la felicidad de Reino y de solidarizarse con los más pobres, abriendo para ellos una esperanza nueva de familia.

De esa forma rechazó una norma que ponía el matrimonio al servicio de la buena “descendencia” (que no se borrara el nombre de su casa: cf. Dt 24, 5-6).  Fue “varón”, pero no patriarca dominante, tanto en un contexto judío, como griego o romano, pues su celibato  le vinculó con personas sexual y familiarmente marginadas, superando los estereotipos de una sociedad estamental, que se fundaban en la visión de Dios como gran Padre de familia. De esa forma superó los modelos habituales de dominio de los varones sobre las mujeres,  para presentarse como hermano de todos, en un gesto de igualdad solidaria,  desde los más pobres, no por debilidad, sino por afirmación de vida superior, por desbordamiento  de creatividad humana. 

[1] He desarrollado  este motivo en Evangelio de Marcos (introducción), Historia de Jesús y Compañeros de Jesús (cf. Bibliografía final).

[2] Cf.  Comentario al Evangelio de Marcos, VD, Estella 2013

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