Desde Trento, apenas hay teólogos beatificados o canonizados Henri de Lubac SJ (1896-1991): ¿Primer teólogo santo moderno?
Muchos santos antiguos fueron teólogos: Atanasio y Agustín, Basilio, Nacianceno, Ambrosio etc. En la Edad Media hubo también muchos (Simeón, Bernardo, Alberto, Tomás, Escoto, Buenaventura…)
Pero de Trento para aquí casi no hay ningún teólogo santo, a excepción de algunos “apologistas” (Belarmino, Canisio...), un moralista (Ligorio) y dos fuera de serie (Rosmini, Newman)
Hay santas doctoras (Teresa de Lisieux, Isabel de la ST, Edith Stein…?). Pero no teólogos santos ¿Será Lubac el primer santo teólogo moderno?
Hay santas doctoras (Teresa de Lisieux, Isabel de la ST, Edith Stein…?). Pero no teólogos santos ¿Será Lubac el primer santo teólogo moderno?
¿Santos teólogos?
Con el anuncio del proceso de H. de Lubac pueden cambiar las cosas. Están llamando a las puertas los promotores del Vaticano II: Rahner y Congar, Balthasar y Chenu, Danielou, Teilhard de Ch., con otros varios (ente ellos Ratzinger, quizá por papa ).
La noticia ha aparecido en RD 04/04/2023. Le conozco bastante. Traduje alguno de sus libros y le he dedicado al menos 5 postales en RD (como podrá ver y leer quien teclee en Lubac )
Podría haber repetido aquí alguno de esos trabajos. Pero prefiero recoger la entrada que le dedico en Diccionario Pensadores Cristianos (562-565) Allí tengo catalogado (con vida, obra y virtudes) al menos ocho nombre de teólogos dignos de ser canonizados (además de los citados): Lonergan, Gera, Casaldaliga, Ellacuria, Lagrange, Bonhöffer, Ferrara, Florenski... con otros que sería largo recordar. Aquí va, en nombre de todos, mi memoria de H. de Lubac.
Lubac, Henri de (1896-1991).
Teólogo católico francés, de la Compañía de Jesús. Estudió en varios centros jesuíticos (Fourvière, Gregoriana de Roma) y fue profesor en la Facultad de Teología católica de Lyon (desde el 1929).
En los años cincuenta, tuvo que abandonar sus actividades intelectuales de tipo oficial, tras la publicación de una brillante investigación sobre el sentido de la gracia (Surnaturel, Paris 1946), que, apoyándose en la encíclica de Pío XII, Humani Generis (1950), algunos incluyeron en la así llamada “Nouvelle Théologie” o Teología Nueva, a la que acusaron de romper la unidad escolástica de la doctrina cristiana y de introducir en la iglesia un pensamiento relativista, poco ontológico y preciso.
Fue rehabilitado más tarde y actuó como experto en el Concilio Vaticano II (1962-1965) y participó en el primer grupo de la Comisión teológica internacional (1969-1974). El año 1983, con casi noventa años, fue nombrado Cardenal. Su labor como teólogo y pensados cristiano se puede dividir en cuatro apartados: eclesiología, hermenéutica bíblica, historia del pensamiento y diálogo inter-religioso.
Eclesiología.Escribió sobre ese tema varios libros importantes: Catholicisme, les aspects sociaux du dogme (Paris 1938, versión cast.Catolicismo, Madrid 1988); Corpus mysticum. L'Eucharistie et l'Eglise au Moyen Age, étude historique (Paris 1944); Méditation sur l'Eglise (Paris 1953, versión cast. Meditación sobre la iglesia, Madrid 1988).
Esos tres libros han sido, y siguen siendo, fundamentales para la nueva conciencia eclesial de la teología católica. Frente a una visión jurídica de la religión católica donde predominaban la institución y la jerarquía, Lubac ha ofrecido una experiencia sacramental y mística de iglesia, que se centra en la presencia eucarística de Dios y en la contemplación compartida del misterio de Cristo.
Más que una sociedad perfecta, organizada a manera de sistema jerárquico, la iglesia es un cuerpo místico: ella pertenece al misterio de la fe, brotando de la intimidad del mismo Dios que se revela en Cristo. Por eso, la manera de entender la iglesia no es el discurso racional, ni la forma de instaurarla es la organización administrativa, sino la meditación cordial, que se expresa en términos de participación eucarística. Entendida así, la obra de Lubac ha sido una de las aportaciones más significativa de la teología a la vida de la iglesia, en los años anteriores al Vaticano II.
Hermenéutica bíblica. La teología se había convertido en un sistema racional, que se desarrollaba de un modo argumentativo, a partir de unas premisas bien fijadas, en un plano de fe y de pensamiento filosófico. La Palabra de Dios corría el riesgo de convertirse en una serie de conceptos. Lubac reaccionó en contra de ese riesgo, elaborando el estudio más ambicioso y completo de historia de la exégesis que existe hasta el momento actual: Exégèse médiévale. Les quatre sens de l'Ecriture I-IV (Paris 1961/1964).
Como él ha destacado, la verdad de la Escritura cristiana no la forman unos conceptos, separables de la vida (ni unos datos histórico-críticos puramente objetivos), sino la misma conciencia de la iglesia y de sus fieles, que dialogan con Dios, por medio de Cristo, en un gesto donde se vinculan historia y simbolismo (alegoría), experiencia personal y anticipación escatológica. Según eso, la Biblia cristiana se presenta como una obra histórica viva, que se va gestando y desplegando a medida en que va siendo leída y acogida, de un modo literal y simbólico, racional y místico, conformando de ese modo la existencia de la iglesia.
Ciertamente, Lubac no niega el valor ni la necesidad de una exégesis crítica de las fuentes y de los textos, en la línea de la exégesis moderna, pero quiere mostrar que más allá de la pura racionalidad crítica hay otro nivel o espacio de verdad, que se define en forma de encuentro pleno (personal y comunitario) con la Palabra de Dios. De esa manera, él nos ha permitido situar el estudio de la Biblia cristiana en una línea en la que puede incluirse no sólo la exégesis judía (de la que depende en gran medida la cristiana), sino también la experiencia y vida de las grandes tradiciones religiosas de la humanidad, como puede ser la musulmana, la hindú y la budista.
Historia del pensamiento.El año 1944, en medio de la Guerra Mundial, Lubac publicó una obra básica de crítica de la ilustración, en la línea de lo que harán después los grandes maestros judíos de la Escuela de Frankfurt (M. Horckheimer y Th W. Adorno, Dialéctica de la Ilustración, 1947). La obra se titulabaLe Drame de l'humanisme athée (Paris 1944, versión cast. El drama del humanismo ateo, Madrid 1956) y en ella ofrece un diagnóstico sombrío, aunque en el fondo esperanzado, de la gran aventura de la racionalidad occidental, desgarrada entre Feuerbach y Nietzsche, entre Marx y el neopositivismo científico, entre los nacionalismos fascistas y las dictaduras del sistema. Más que un puro pensador de laboratorio, Lubac quiso ser un profeta de la denuncia (la modernidad corre el riesgo de destruirse a sí misma) y del anuncio salvador (hay una tradición religiosa y cristiana que puede ofrecer sentido y futuro a la vida de los hombres). Su visión puede parecernos anticuada, en algunas expresiones; pero, pasados más ya sesenta años, sigue siendo tan iluminadora como en el tiempo de la Gran Guerra e, incluso, más dramática, de manera que algunos pueden hablar hoy de la tragedia (más que drama) de un tipo de humanismo ateo.
En esa línea avanza su obra madura más significativa (La postérité spirituelle de Joachim de Flore I-II, Paris 1979/1981) dedicada al despliegue del pensamiento moderno de occidente, no leído ya desde el anverso de la escolástica oficial de la iglesia católica, sino desde el reverso de la perspectiva utópica y milenarista de → Joaquín de Fiore que, a su entender, ha desembocado de algún modo en la gran “gigantomaquia” de los sistemas idealistas y de los afanes de dominio y transformación racional de la modernidad occidental. Lubac concibe la historia moderna de occidente como un “sueño idealista de la razón” que se ha desvinculado del suelo fecundo” de la iglesia real y de la comunión fraterna de los hombres, para convertirse primero en un ideal abstracto de perfección y para desembocar después en una lucha de todos contra todos, en busca de poder.
De esa manera, el idealismo espiritual, a través del racionalismo idealista y de la filosofía romántica del pensamiento, ha desembocado en un mundo organizado, de pura razón económica o política, sin principio ni orientaciones objetivas de valor. Frente a esa actitud idealista de ensueño y afán de dominio, de espiritualismo descarnado y de evasión (que desemboca en el sistema actual de opresión y muerte), los cristianos han de volver al realismo sagrado de la Escritura judeo-cristiana, en la línea de la experiencia de los primeros Padres de la Iglesia, aceptando como regalo del mismo Dios las estructuras históricas y sagradas de la iglesia, en diálogo de humanidad con las restantes tradiciones religiosas.
Diálogo religioso. En el contexto anterior se pueden situar los trabajos que Lubac ha dedicado al estudio comparado de las religiones. Cronológicamente, ellos pertenecen a su segunda etapa y no han sido retomadas de un modo sistemático al final de su vida, de manera que han permanecido como un germen sin desarrollarse. Pero ellos siguen marcando hoy un camino, pasados más de cincuenta años de su publicación. H. de Lubac ha sido, que yo sepa, el “mayor” de los teólogos del siglo XX que ha dedicado una obra significativa, de primera mano, al estudio comparado de las religiones. Ni → Rahner ni Barth, ni H. von Balthasar ni Congar escribieron trabajos como los suyos: Aspects du bouddhisme (Paris 1951); La rencontre du bouddhisme et de l'Occident (Paris 1952); Amida, Aspects du bouddhisme (Paris 1955).A su juicio, el estudio actual de las religiones se inscribe dentro de la historia del cristianismo antiguo, en un camino que quedó planteado y fijado básicamente en el enfrentamiento y diálogo de la Iglesia con el helenismo y la gnosis (siglos II-IV), que sigue ofreciendo las bases para la comprensión actual del tema. Así lo muestra principalmente la primera las obras citadas (Aspects du bouddhisme; versión cast: Budismo y Cristianismo, Salamanca 2006). Desde ese fondo quiero precisar la relación que Lubac ha establecido entre estas dos religiones principales de la historia moderna de la humanidad, que representan las dos posibilidades máximas del espíritu humano, en plano religioso.
Esa obra (Budismo y cristianismo) consta de tres partes que pueden y deben entenderse de manera progresiva. a. La primeraparteestudia el sentido de la caridad en las dos religiones, destacando en un caso la compasión acósmica (budismo) y en el otro el servicio de amor concreto (encarnado), dirigido a la persona de los necesitados. No conozco ningún otro libro o trabajo que analice mejor, desde una perspectiva teológica cristiana, los tres momentos de la “caridad budista” (maitri, dana, karuna), ninguno que haya destacado con más hondura teológica, desde el punto de vista cristiano, el posible riesgo de acosmismo y falta de encarnación del movimiento budista. b. La segundaanaliza algunos símbolos iconográficos de Buda, poniendo de relieve la actitud del budismo primitivo, que prohibía las representaciones de su figura, poniendo de esa forma de relieve el carácter suprapersonal (o quizá impersonal) del movimiento budista, a diferencia del cristianismo, que se centra en la historia de Jesús. Sabemos que el budismo posterior aceptó en gran parte los iconos de Buda y que el cristianismo ha mantenido siempre una actitud paradójica y riquísima ante el signo de la Cruz. En ese contexto nos sitúa el segundo capítulo del libro. c. La tercera estudia las diversas apariencias de Buda (y de Jesús),a través de un análisis muy preciso que nos permite trazar una comparación entre el carácter más doceta del budismo y las tendencias también docetas (aunque nunca plenamente acósmicas) del cristianismo antiguo, sobre todo del alejandrino, representado especialmente por Orígenes. En el fondo de los ricos análisis del autor, realizados como en filigrana, vamos descubriendo el carácter simbólico de la revelación de Dios y las implicaciones de la encarnación de Cristo (o de la no-encarnación budista).
Posiblemente, algunas afirmaciones de Lubac pueden resultar hoy anticuadas, dentro de un campo que sido y sigue siendo objeto de muchos estudios. Es probable que algunas de las visiones resulten exageradas y discutibles: alguien podrá decir Lubac no ha visto con suficiente rigor el aspecto positivo de la caridad budista; es probable que su negativa a descubrir un tipo de realidad (y de divinidad) en el fondo de la experiencia budista resulta desmedida; es también posible que su visión del docetismo acabe siendo poco crítica… Pero, dicho eso, debemos añadir que su obra marca una de las contribuciones más importantes de la teología (e incluso de la filosofía) occidental para el estudio de las relaciones entre budismo y cristianismo, no en formade pura erudición, sino como un hito vivo en el camino del diálogo entre las religiones.
Lubac nos vuelve a situar en el centro de la gran hermenéutica religiosa (es decir, dentro de la comparación y diálogo de religiones) que se inició con la teología y exégesis de → Orígenes y de otros maestros alejandrinos, cuando vincularon de manera creadora helenismo y cristianismo. Después de 1800 años, seguimos estando en la misma situación de aquellos grandes teólogos helenistas, enfrentados con las preguntas básicas de la humanidad, tal como están siendo planteadas hoy, de un modo especial, por el budismo que dialoga con el cristianismo, en oriente y occidente. Posiblemente nos hallamos ante un nuevo comienzo de la historia espiritual del mundo y por eso es bueno volver a unos problemas que fueron ya planteados, desde una perspectiva algo distinta aunque convergente por el cristianismo primitivo.
Bibliografía.La Editorial Du Cerf, Paris, está publicando desde 1999 las obras completas de H. de Lubac, con una serie de estudios dedicados a su pensamiento. Cf. Œuvres complètes I-XXXIII y Études Lubaciennes. Entre las traducciones castellanas: Catolicismo: aspectos sociales del dogma (Madrid 1988); Cristo y las religiones(Mdrid 2007); Meditación sobre la Iglesia (Madrid 1988); El Misterio de lo sobrenatural (Barcelona 1970). Sobre la obra H. de Lubac, cf. N. Ciola, Paradosso e mistero in Henry de Lubac (Roma 1980); N. Eterovic, Cristianesimo e religioni secondo Henri de Lubac (Roma 1981); Urs von Balthasar y G. Chantraine. Le Cardinal Henri de Lubac, l'homme et son œuvre (Paris 1983); Varios, Henri de Lubac et le mystère de l'Eglise (Paris 1999); Jean-Pierre Wagner, Henri de Lubac (Paris 2001, con bibliografía completa).
Etiquetas