Islam, pacificación y guerra santa

Mahoma fue un “hombre de Dios”: un inspirado o profeta que escuchó y anunció la Palabra; un enviado a quien Dios confió la tarea de convertir a su ciudad. La mayor parte de los habitantes de La Meca veneraban a dioses y diosas vinculados al culto de la piedra sagrada, Kaaba, donde peregrinaban las tribus del entorno. Había allí ricos mercaderes que habían instaurado una oligarquía comercial, oprimiendo a los pobres. A todos ellos ofreció Mahoma, entre 613 y 622, su primer mensaje que podemos resumir en estos puntos.

(1) Monoteísmo. Frente a los dioses que justificaban la división y violencia, afirmó Mahoma la soberanía absoluta de Allah, base y centro de todo su mensaje.

(2) Justicia social. La preocupación por los pobres hizo que Mahoma proclamara la inminente destrucción los ricos, unida a la exigencia de un nuevo orden social.

(3) Vinculación con los judíos y cristianos (y con otros monoteístas). Mahoma no quiso crear una nueva religión, sino recuperar la religión eterna del Islam como sometimiento al verdadero Dios (que habrían practicado Abrahán, Moisés y Jesús).

Pero Mahoma no triunfó en la Meca... tuvo que exilarse y se organizó como una religión combativa al servicio de "Dios". Pues bien, en ese contexto, Mahoma apeló también, como los israelitas antiguos a la guerra santa, como seguiré indicando.

Introducción

Cf. K. Armstrong, Una historia de Dios. 4000 años de búsqueda en el judaísmo, el cristianismo y el Islam, Paidós, Barcelona 2001; T. Andrade, Mahoma, Alianza, Madrid 1994; C. Geertz, Observando el Islam, Paidós, Barcelona 1994; M. Lings, Muhammad. Su vida, basada en las fuentes más antiguas, Hierión, Madrid 1989; S. H. Nasr, Vida y pensamiento en el Islam, Herder, Barcelona 1985; F. M. Pareja, La religiosidad musulmana, BAC, Madrid 1975, pp. 115-173; M. Rodinson, Mahoma y el nacimiento del mundo islámico, Era, México 1974; Íd., La fascinación del Islam, Júcar, Gijón 1998; Íd., Mahoma, Península, Barcelona 2002; J. Vernet, Mahoma-Muhammad, Planeta, Barcelona 1995; W. M. Watt, Mahoma, profeta y hombre de estado, Labor, Barcelona 1968; C. Geertz, Observando el Islam, Paidós, Barcelona 1994.


Como profeta, enviado de Dios y agente de cambio social actúa Mahoma en su ciudad (613-622 d. C.), desarmado y sin defensa. No quiso crear una religión distinta, una comunidad exclusivita, sino ayudar a los hombres y mujeres de su entorno para que, superando la idolatría y la opresión social, pudieran situarse ante el juicio de Dios Algunos le aceptaron y acogieron su mensaje (lo aprendieron de memoria); Jadicha, su esposa rica, y Abu-Talib, su tío, jefe de su clan, y otros muchos hombres y mujeres. Pero algunos persiguieron. Conforme a su mensaje y acción en este tiempo, antes de la Hégira (año 622), el Islam puede presentarse como religión universal, centrada en la obediencia a Dios, sin apelar a la violencia ni a la conquista militar.

Pues bien, a partir de la muerte de su esposa y de su tío (tras el 619 d. C.), Mahoma fue perdiendo su base social y empezó a sufrir persecución: los clanes más influyentes de la ciudad le amenazaron, acusándole de rebelde y perturbador. A pesar de ello, Mahoma se mantuvo un tiempo en la Meca, sostenido por la revelación de Dios que él transmitía a sus seguidores, hasta que situación se volvió insostenible y tanto él como sus fieles corrieron el riesgo de perder la vida.

Entonces planeó una estrategia muy inteligente que al fin dio buen resultado, aunque quizá cambió los rasgos de su proyecto religioso, que tomó aspectos más políticos y violentos. Viéndose perseguido, con su obra en riesgo, Mahoma hizo que algunos de sus seguidores fueran al sur (Yemen y Etiopía) para que se cobijaran y resguardaran por un tiempo entre amigos cristianos y después él mismo emigró con otros hacia la ciudad/oasis de Yatrib (luego Medinat-ha-Nabi, Ciudad del Profeta), con cuyos habitantes mantenía buenas relaciones. Esta fue la Hégira (Hijra) o Gran Emigración (622 d. C.), una ruptura social que marca el principio de la Era Musulmana. Con la Hégira comenzará la implantación militar del Islam

Estrategia

Mahoma quiso presentarse como continuador de la obra de Moisés y Jesús. Lógicamente, al tomar a Jesús como modelo de su vida, tuvo que decir que no lo mataron de verdad: la crucifixión o fracaso de un profeta en este mundo sería a su entender algo contrario a la voluntad de Dios (Corán 4, 157). Jesús era bueno, pero no logró reunir a la comunidad universal de Dios. Su mensaje era verdadero, pero no fue definitivo. A pesar de ello, como era bueno, Dios no pudo dejar que muriera en la cruz, ni su muerte posterior puede entenderse como salvadora. Tampoco fue salvadora su posible resurrección, pues, tal como la entienden los cristianos, ella sería un fracaso y espiritualización del proyecto de Jesús, que debería haberse cumplido en este mundo.

Ciertamente, Mahoma valoraba el sufrimiento, pero lo entendía como prueba temporal, para que se cumpla mejor la voluntad de Dios. Él mismo tuvo que sufrir, sobre todo en la Hégira, por la que nació la Comunidad Musulmana, la nueva Umma. Pero durante lo años de exilio y fracaso externo (622-630 d. C.). Mahoma siguió recibiendo la revelación de Dios y la fue codificando ya en forma escrita, en el Quran, Corán, o Libro donde se contiene el misterio de la voluntad de Dios. El tiempo de sufrimiento sirvió para la maduración de Mahoma y de su obra, como muestran los temas básicos de azoras (suras) que fue recibiendo en aquel tiempo:

La Umma o pueblo musulmán. Antes seguían conservando su valor los vínculos tribales, familiares. Pero se rompieron por esta emigración y surgió un tipo de comunidad creyente donde los diversos miembros se vinculan por la fe y no por motivos de prestigio, raza o familia. La mayoría de los creyentes eran árabes y conservaban vínculos tribales. Pero esos vínculos se volvieron secundarios; lo que une y ofrece nueva identidad social a los creyentes es la unidad de la fe, expresada en la acogida a la palabra de Mahoma.

Mahoma suscita una comunidad social y religiosa, con elementos militares. Al principio sus seguidores eran una minoría dentro de Medina, pero pronto consiguieron el control de la ciudad, creando allí el verdadero estado islámico, prototipo y modelo de todos los siguientes. Mahoma utilizó para ello medios políticos incluso muy violentos (expulsa/mata a muchos judíos y antagonistas). Pero lo que de verdad pacificaba y unía al nuevo pueblo es la palabra de Mahoma, entendida como revelación de Dios

En contra de lo que Mahoma esperaba, los judíos no le aceptaron ni identificaron su revelación con la de Moisés. Mahoma les sigue reconociendo como "creyentes del Libro", adoradores del único Dios, pero añadió que habían pervertido la revelación original (igual que los cristianos)... En esa línea, a los judíos de Medina que no le reconocen les hace matar en masa, pues piensa que van en contra de la instauración de la comunidad de Dios.

Los musulmanes dejaron de orar mirando hacia Jerusalén y se dirigieron a La Meca, cuya Piedra Santa y Santuario (Kaaba) aparecen vinculados con Abraham, padre de todos los creyentes, inspirador de los musulmanes. Mahoma descubre así su identidad, afirmando ahora que sólo él ha conocido y presentado la verdad completa, antes oculta (y de alguna forma pervertida) en judíos y cristianos. Así instauran el Islam o comunidad de los sometidos y pacificados.

Esa comunidad se va creando por una especie de guerra santa, en la que el mismo Dios protege y ofrece la victoria a los creyentes. Una y otra vez atacan los comerciantes ricos de la Meca; una y otra vez se defiende Mahoma, estableciendo lazos con las tribus y grupos sociales de gran parte de Arabia. Su nuevo modelo social y religioso se extiende de forma imparable. Los grupos tribales, antes dispersos, despiertan y se unen. Mahoma les ha revelado su identidad. Ha sabido esperar hasta el momento justo. En Enero del 630 d. C. conquista La Meca. Sabe perdonar a muchos. Purifica la Kaaba, instaura el Islamismo. El sufrimiento ha sido una prueba temporal; la verdad es la conquista de la Meca .

((Citamos la traducción de J. Cortés, El Corán, E. Nacional, Madid 1979 (=Herder, Barcelona 1992). Otras traducciones: J. Vernet, El Corán, Planeta, Barcelona 1996; Comunidad Islámica Española, El Corán, Kutubia, Granada 1994; Sobre el texto coránico, cf R. Bell y W. M. Watt, Introducción al Corán, Encuentro, Madrid 1987. Visión sinóptica en H. E. Kassus (ed.), Las concordancias del Corán, Instituto Hispano-Árabe, Madrid 1987. Cómoda visión de conjunto del islamismo en las obras de J. Jomier, especialmente en Para conocer el Islam, EVD, Estella 1989; Id., El Corán. Textos escogidos en relación con la Biblia, Divino, Estella, 1991; Un cristiano lee el Corán., Verbo Divino, Estella, 1987)).


Jesús y Mahoma

Jesús no había conquistad Jerusalén, ni había creado un estado de musulmanes-cristianos (sometidos a Dios). Mahoma, en cambio, lo hizo; una misteriosa tradición (cf. Corán 44, 1; 97, 1) afirma que había venido "espiritualmente" a Jerusalén para descubrir allí la verdad radical de su mensaje, culminando las revelaciones imperfectas anteriores; lo cierto es que ha vuelto a La Meca y la ha conquistado, en gesto político de importancia excepcional. Dios no le ha dejado morir en el sufrimiento; el Profeta de Dios no ha fracasado, ni el Islam ha sido derrotado. Dios le ha confiado la tarea de revelar su Palabra (fijada en el Corán) y de establecer la Umma, comunidad de creyentes y Mahoma ha cumplido esa tarea.

Tracemos desde aquí las diferencias. Jesús fue un perdedor y manifestó el reino de Dios precisamente en su fracaso. Se dejó matar (le mataron) porque mantuvo su mensaje sin violencia, sin defenderlo por armas, como mensaje de gracia. Sus discípulos le han visto glorioso y afirman que está "resucitado", añadiendo que la resurrección es precisamente, la victoria del amor no-violento, de la comunicación gratuita, de la entrega de la vida, por encima de todos los poderes militares o políticos.

Mahoma, en cambio, fue un triunfador. Conquistó su ciudad y pudo iniciar desde allí un fuerte camino de transformación integral (religiosa, es decir, política y social) de los hombres. Por eso, el Islam va vinculado al surgimiento de una "comunidad humana" que se centra en el sometimiento de todos a Dios más que en la entrega de amor de unos hombres por otros. El Islam no puede hablar de una mediación como la de Cristo.

Desde ese fondo podríamos distinguir los dos momentos o proyectos de Mahoma.

(1) El mensaje de la Meca (hasta el 622) estaba abierto al juicio de Dios que se expresa en la reconciliación universal de los hombres y las religiones, sin tener que acudir por ello a ningún tipo de guerra. Esta es la inspiración primera y la raíz de la experiencia musulmana. Si volviera a ese principio, el Islam podría presentarse como fermento de pacificación y concordia universal, sin tomar el poder.

(2) La trayectoria posterior, tras la ruptura de la Hégira (año 622) y la conquista político-militar de la Meca parecen justificar la expansión histórica del Islam que fue (al menos al principio) tarea de guerreros. Ciertamente, esa misma trayectoria tuvo elementos más espirituales que militar: los musulmanes se supieron impulsados por un tipo de vivencia muy intensa, que brotaba del mensaje religioso de Mahoma. Pero de hecho, tras la Hégira, el Islam se encuentra vinculado con un tipo de guerra.

Paralelo israelita. ¿Una guerra santa?

El Islam constituye una fe admirable por su hondura y simplicidad, por su arraigo social y su apertura universal. Es difícil encontrar un movimiento de mayor cohesión y fuerza expansiva. Pocos años después de la muerte de Mahoma (sucedida en 632) el Islam había conquistado el sur y oriente del imperio bizantino (Egipto, Siria) y la totalidad del imperio sasánida de Persia; algunos decenios después se extendía de los Pirineos a Indonesia. Esas conquistas se lograron al filo de la espada, en rápidas campañas guerreras; pero influyó también la intensidad creyente y la estructura social de los nuevos vencedores.

Los cristianos se encontraban divididos (calcedonianos, nestorianos, monofisitas, arrianos...). Tanto ellos como los zoroastristas de Irán parecían sometidos al dictado de poderes políticos anquilosados. Por eso es normal que muchos recibieran como liberadores a los musulmanes. Más aún, grandes masas de cristianos se musulmanes sin oponer demasiada resistencia. Se podrá afirmar que la antigua religión (en concreto cristiana) no tenía mucha vida. Se podrá añadir que la estructura social de los musulmanes era superior. Pero lo cierto es que la nueva religión, más sencilla, aparentemente más cercana a las necesidades de los hombres, tuvo un gran atractivo.

Esto nos invita a repensar la tensión entre los dos monoteísmos desde la perspectiva de la violencia.

(1) El cristianismo es en principio pacifista y sus guerras santas han sido anti-cristianas, aunque estuviera aprobadas y ratificadas por la autoridad eclesiástica, como en las cruzadas. La fe en Jesús crucificado no se puede expandir por la fuerza, pues ello implicaría un rechazo de la misma fe cristiana. Ella no se puede expresar por un estado (con su denario y espada), sino a través de comunidades de creyentes, es decir, de iglesias sin poder político.

(2) El Islam puede y debe mostrarse combativo, imponiendo si hace falta su visión religiosa, como si ella tuviera un valor en sí, integrando todos los aspectos (económicos y sociales, familiares y militares) de los fieles. Por eso, el Islam no quiere crear una iglesia separada del estado (ni una comunidad monástica o shanga budista), sino una sociedad o pueblo total donde se vinculen el aspecto civil y religioso.

Ciertamente, el Islam ofrece a los creyentes (sobre todo en la línea de ciertos sufíes) un espacio de mística que puede resultar cercano al budismo También puede promover el surgimiento de cofradías o grupos religiosos desligados del estado, como algunas iglesias cristianas. Pero con más frecuencia tiende a ser religión de totalidad, vinculando lo espiritual y lo social, la revelación de Dios y política. En esta línea se sitúa el "milagro" islámico: la cohesión social que ha suscitado entre fieles y naciones, a partir de la fe en Dios. Desde ese fondo volvemos a planear el tema de la guerra santa cuya intención y realidad más honda aparecía en la conducta de Mahoma tras la Hégira. Ciertamente, Mahoma no es Hijo de Dios (en contra del Jesús de los Cristianos), pero es modelo de vida para todos los creyentes. Pues bien, él emigró a Medina y creó un "estado musulmán" con la ayuda del denario y de la espada.

Los textos de la guerra santa

El mismo Mahoma fue un guerrero, pensó que Dios le exigía luchar contra los infieles para defenderse y conquistar La Meca. Conforme a su ejemplo, parece que la política y la guerra, razón de estado y violencia militar constituyen elementos necesarios para establecer la Umma, según el mismo Corán:

‒ "Y no digáis que quienes han caído por Allah han muerto. No, sino que viven. Pero no os dais cuenta" (Cor 2, 154). Caídos por Allah son evidentemente los que han muerto en la guerra de los musulmanes para defender y extender su fe.

‒ "¿Por qué no caeréis combatir por Allah y por los hombres débiles, las mujeres y los niños... Quienes creen combaten por Allah, quienes no creen combaten por los demonios. Combatid, pues, contra los amigos del demonio..." (Cor 4, 75-76). Mahoma anima de esta forma a sus compañeros, en los tiempos de Medina. Sus seguidores luchan en favor de Dios (del Islam); los de La Meca combaten por los demonios.

"Quienes creen y emigren y luchen por Allah con su haciendo y sus personas tendrán una categoría más elevada junto a Dios. Ellos serán los que triunfen. Su Señor les anuncia su misericordia y satisfacción, así como Jardines en los que gozarán de delicias sin fin" (Cor 9, 20-21). El cielo o paraíso se presenta así como descanso y triunfo del guerrero que muere por la causa de Allah, como se supone también en otros textos.

‒ "Allah ama a los que luchan en fila por su causa, como su fueran un sólido muro (un edificio sellado con plomo)" ( Cor 9, 61, 4). Significativamente, este pasaje de la lucha en fila (en bloque) y de la guerra en favor de Dios se encuentra unido al recuerdo de Moisés y de Jesús, que habrían defendido de un modo semejante la causa de Dios. Mahoma se siente respaldado por sus antecesores; los verdaderos creyentes deben defenderse y defender la fe con armas.

‒ "Cuando hayan transcurrido los meses sagrados (de tregua) matad a los asociadores dondequiera que los encontréis.¡Capturadles! ¡Sitiadles! ¡Tendedles emboscadas por todas partes! Si se arrepienten, hacen la azalá (oración) y dan el azaque (tributo) dejadles en paz..." (Cor 9, 5). Este es el texto que más frecuentemente se cita en relación con la guerra santa, establecida aquí con los asociadores (paganos de La Meca). Se trata de una guerra total, pero aún esta tiene dos limitaciones: va dirigida a los que rompen una tregua; tiene que cesar si los paganos se convierten...

Estos pasajes se podrían ampliar, utilizándolos para criticar de un modo acrítico al Islam actual. Pero esa actitud seria arbitraria e injusta. Ellos deben entenderse en su situación, como reflejo de una época y de unas circunstancias, que los musulmanes de la actualidad deben interpretar desde la situación actual, a la luz de su lectura total del Corán. Ellos deben interpretarse desde la historia posterior del Islam

-- Pueden tomarse como algo circunstancial, de un momento ya superado, de manera que el Isla tiene que volver al pacifismo del principio, a la mística de la unión social y religiosa...

-- O pueden tomarse como expresión permanente del valor y de la implicación militar del Islam... llamado a conquistar el mundo por las armas...


Cf. R. Garaudy, Los integrismos, Gedisa, Barcelona, 1991; Íd., Hacia una guerra de religión: el debate del siglo, PPC, Madrid 1999; A. Elorza, Umma El integrismo en el Islam, Alianza, Madrid 2002; J. L. Esposito, Guerras profanas. Terror en nombre del Islam, Paidós, Barcelona 2003; B. Lewis, El lenguaje político del Islam, Taurus, Madrid 2004, J. Flori, Guerra Santa. Yihad, cruzada. Violencia y religión en el cristianismo y el Islam, Universidad de Granada 2004.
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