(b) Jesús se irrita y manda al leproso que calle y se someta al sacerdote (con Ariel A.)

Es como si se arrepintiera de haberle curado, como si quisiera ocultar sus poderes, lo que ha hecho… como si quisiera reconciliarse con los sacerdotes… La mayor parte de los lectores del evangelio no caemos en la cuenta de lo que aquí está pasando, de la extrañeza del texto.
(a) El texto es extraño el gesto de Jesús, que se irrita y expulsa al leproso… como si no pudiera controlar sus nervios, como si de pronto la situación se le escapara de las manos. ¿Qué derecho tiene Jesús para expulsar así al leproso, después de haberle curado? (Mc 1, 43).
(b) El gesto e extraño por el mandato posterior: «Vete y muéstrate al sacerdote... como mandó Moisés, para testimonio de ellos» (1,44).
Es como si Jesús se hubiera enojado por aquello que acaba de hacer, dándose cuenta de la importancia de su gesto y como si quisiera reintegrar al leproso curado en la comunidad israelita, en un sistema social dominado por los sacerdotes, en vez de decirle que le siga, que vaya con él (como ha dicho a los cuatro pescadores de Mc 1, 16-20).
(Para completar el tema introduzco al final la versión de Ariel Álvarez, amigo y biblista, que no concuerda del todo con la mía... Por ello, por ayudarme a pensar, e incluso a disentir, gracias, Ariel).
Texto:
Mc 1, 43-44. 43 Y de pronto, irritado con él, le expulsó, 44 y le dijo: Mira, no digas nada a nadie, sino, vete, muéstrate al sacerdote y ofrece por tu purificación lo que mandó Moisés, para testimonio de ellos.
Estamos en un momento clave del evangelio.
(a) Jesús purifica al leproso, pero luego pretende que el curado vuelva al espacio sacral de un Israel dominado por los sacerdotes, y así se lo manda con ira.
(b) El leproso purificado desobedece a Jesús y no cumple su mandato; quizá pudiera decirse que él conoce mejor que Jesús el poder de su evangelio, de su buena nueva de pureza y se opone a seguir dentro del espacio dominado por la “ortodoxia” de los sacerdotes. De esa forma, al rechazar lo que Jesús le ha dicho externamente, este leproso viene a presentarse como “maestro” de Jesus, a quien enseña a vivir y expandir su evangelio.
a) Irritado con él le expulsó (1, 43).
Todo este pasaje resulta en un sentido extraño, pero en otro es profundamente revelador y marca una novedad esencial en el despliegue del evangelio. Jesús tuvo compasión y dijo al leproso: “queda puro”. Pero inmediatamente parece que se arrepiente de ello: «Y de pronto, irritado (embrimêsamenos) con él (autô) le expulsó (exebalen auton)».
Recordemos que la escena empezaba diciendo que Jesús enseñaba en las sinagogas “de ellos”, es decir, de los judíos observantes de la Ley (1, 39), de manera que estaría actuando como un “reformador”, pero al interior del judaísmo sinagogal (es decir, sin salir de la ortodoxia judía). Ahora, en cambio, al curar (y declarar puro) al leproso, Jesús está rompiendo la identidad del judaísmo sinagogal y sacerdotal, que no admite leprosos en su seno. En este contexto se puede entender su ira.
Es como si Jesús cambiara de proyecto
Las dos palabras que describen el estado interior de Jesús y su acción (irritado con él, le expulsó…) resultan extraordinariamente significativas y expresan, al menos, en la redacción de Marcos, la implicación afectiva de Jesús. Recordemos que Jesús está realizando algo que es básico para el desarrollo posterior de su proyecto.
Él ha “salido” de Cafarnaúm y se ha puesto a enseñar en las sinagogas del entorno (en las aldeas del campo; 1, 38), desarrollando una tarea bien programada de evangelización rural (de exorcismos y de preparación del Reino), que, en principio, no le plantea problemas, porque los posesos no tienen una “marca de impureza” externa y porque la Ley (en especial el Levítico) no les expulsa de la comunidad (como hace con los leprosos). Pues bien, esta curación hace que cambie su proyecto, por dos razones principales.
(a) El “tocar” al leproso, el mismo Jesús ha quedado impuro según Ley, pues ha realizando algo prohibido
(b) Al declarar puro al leproso, Jesús asume una autoridad propia de sacerdotes (la de decidir quién pertenece o no al pueblo de Israel), entrando en conflicto con ellos (cf. Lev 13-14). De esa forma se inicia un choque de autoridad que culminará en su muerte (los sacerdotes le expulsarán del pueblo de Israel, entregándole a los romanos para que le maten).
En ese contexto puede situarse mejor la conmoción interna de Jesús a quien este pasaje presenta cargado de gran irritación (embrimêsamenos autô) frente al hombre a quien él mismo ha curado, como si no supiera (o no pudiera) superar la ruptura interior y exterior que le ha causado su relación con este leproso que le ha pedido que le “limpie”, cosa que él ha hecho con misericordia. Así aparece la “división” interna de Jesús.
(a) Por una parte, tiene piedad del leproso, le toca y le declara limpio.
(b) Pero, por otra parte, se irrita ante él, y le expulsa, diciéndole que vaya donde los sacerdotes .
Este pasaje nos sitúa así ante un Jesús extremadamente sensible que va cambiando a medida que entra en contacto con las circunstancias de opresión del pueblo.
La relación de Jesús con este leproso, al que toca y cura, suscita en él algo nuevo, algo que parece que él no había previsto. Resulta evidente que la ira de Jesús con este hombre (embrimêsamenos auto, 1, 43) debe vincularse con su compasión y su contacto anterior (splangnistheis êpsato autô: 1, 41). Ambos gestos le definen: la compasión originaria y la irritación posterior. La compasión se dirige directamente al enfermo en cuanto persona. La irritación, en cambio, parece dirigirse, a través del leproso purificado, a toda la institución de Israel, y a la nueva situación en que él (Jesús) se encuentra después de haber respondido de esta forma a ese leproso.
− Jesús se irrita, quizá, con las instituciones de Israel, porque quieren mantener sometidos por ley a los leprosos. Se irrita al descubrir la situación de este leproso, pero no puede (no quiere) empezar rompiendo la ley de los sacerdotes y, por eso, lleno de conmoción interior, le manda que vaya y que cumpla según ley, para que los sacerdotes en principio no se opongan (para testimonio de ellos).
Esa actitud puede situarnos ante un dato histórico: En principio, Jesús quiso mantenerse fiel a las instituciones de Israel, y por eso pidió al leproso que “callara”: que no propagara el “milagro” (la revolución que implica) y que volviera al conjunto social establecido, para que los sacerdotes reconozcan su curación (sin decir quién la ha causado) y le admitan de nuevo en el orden sagrado que ellos controlan. No quiere ser competidor. No ha intentado deshacer por fuerza el tejido del judaísmo sacral, ni imponer su mesianismo con milagros exteriores.
− Esta irritación de Jesús puede relacionarse consigo mismo, porque el leproso a quien él ha purificado (por misericordia) cambia sus proyectos y pone en riesgo su misión en Israel (en las sinagogas del entorno). Por eso, en vez de mantenerle a su lado y decirle que le siga (como ha hecho con los cuatro pescadores de 1, 16-20), Jesús le expulsa (exebalen). No le acepta a su lado, no le quiere en su grupo, porque sería un impedimento para su misión en los pueblos del entorno, en el entramado de sinagogas de Galilea.
De esa manera, parece indicar Marcos que Jesús buscaba un imposible: (a) Por un lado declaraba puros a los leprosos, asumiendo un poder propio de los sacerdotes, y enfrentándose, por tanto, con ellos. (b) Por otro lado intentaba mantenerse dentro de las estructuras sagradas del viejo Israel (que expulsaba a los leprosos). Por eso, en este momento, preso de una división interior, él “expulsa” al leproso curado (¡no quiere que le acompañe, pregonando con su misma presencia lo que ha hecho!) y le ordena, con gran irritación, que se marche y se inscriba dentro del orden sagrado de los sacerdotes…
b. Y le dijo: Mira, no digas nada a nadie, sino, vete, muéstrate al sacerdote… (1, 44).
Es evidente que la irritación de Jesús que hemos visto puede vincularse también con la hipótesis (con la técnica) del “secreto mesiánico”, pues el sentido y las consecuencias de su proyecto y camino concreto sólo se entienden en perspectiva de pascua (es decir, después de su muerte). Por eso, antes de ella, es decir, antes de pascua, Jesús tiene que expulsar de su compañía a este leproso curado. Si el leproso quiere seguirle ha de ir antes a la oficina de “sanaciones”, al registro del sacerdote, para inscribirse allí, cumpliendo los ritos y sacrificios ordenados por Lev 13-14 en estos casos.
Jesús no quiere empezar siendo competidor de los sacerdotes, es decir, del sacerdote especial (tô ierei), encargado de la pureza social y sacral en aquella zona de Galilea, como presintiendo que al fin serán los mismos sacerdotes quienes le condenarán a muerte (Mc 15), por conflicto de competencias.
En este momento, Jesús no ha intentado deshacer por fuerza el tejido sacral del sacerdocio judío, ni imponer su mesianismo con milagros, ni crear una comunidad separada del espacio de pureza marcado por los sacerdotes. Por eso pide al curado que vuelva y se integre en la vida oficial, controlada por esos sacerdotes, sometiéndose al orden establecido, porque sólo así (¡con el certificado de su curación!) podrá encontrar y lugar en su sociedad y en su familia… Todo podrá mantenerse en el estado antiguo, la Ley sagrada seguirá organizando el orden social.
Este mandato de un Jesús “irritado” que no quiere romper el orden sagrado de Israel, al menos en este momento y que, por eso, acepta sus instituciones (las de Israel), puede tener un fondo histórico, pero, al mismo tiempo, refleja, sin duda, las disputas de algunos judeo-cristianos (del tipo de Santiago Zebedeo...o de Santiago hermano de Jesús), que pretenden mantener la comunión con los sacerdotes; esos judeo-cristianos aman a Jesús y aceptan en el fondo su evangelio; pero quieren mantenerlo (y mantenerle a él) dentro del orden legal y social de Israel, como un reformador leal al sistema. Pues bien, la misma historia del evangelio muestra que esa estrategia “intra-sacerdotal” de Jesús, en este momento, resulta inviable. De manera muy significativa, a Jesús le condenarán a muerte los sacerdotes (14, 1-2), mientras que un leproso, como éste a quien él ha curado (¡quizá el mismo!), le recibirá en su casa, que es casa de proclamación pascual, en Betania, allí donde una mujer le unge para la vida (14, 3-9) .
La relación entre este leproso “desobediente” del principio (1, 39-45) y el leproso que acoge en su casa a Jesús al final del evangelio (14, 3-9) constituye una de las claves de lectura de Marcos.
ADJUNTO
¿POR QUE JESÚS SE ENOJO CON UN LEPROSO? (Ariel Álvarez)
I. EL ENFERMO DESOBEDIENTE
Uno de los milagros más famosos realizados por Jesús, ya la vez más impresionantes, fue el de la curación de un leproso (Mc1,40-45).
Cuenta el Evangelio de Marcos que un día, mientras Jesús iba caminando por Los campos de Galilea, le salió al encuentro un hombre con el cuerpo cubierto de llagas. En aquella época no había enfermedad más aterradora, ya la vez más desdichada, que la lepra. Se la consideraba un castigo de Dios, y quienes la padecían estaban obligados a llevar una vida verdaderamente dura. Se los expulsaba de la familia, no podían entrar en los pueblos, y debían vivir vagando por la campiña.
Por eso cuando el enfermo se encontró de pronto con Jesús, sabiendo que éste tenía poder para liberarlo de su desgraciada situación, se arrodilló ante él y le suplicó: “Si quieres, puedes, limpiarme”.
Los leprosos tenían prohibido acercarse a menos de dos metros de la gente sana. Pero al parecer era tal la desesperación y las ansias de curarse de este enfermo, que transgrediendo las normas elementales de aislamiento impuestas por la Ley judía se le aproximó hasta ponerse casi pegado a sus pies.
Jesús, viendo el sufrimiento angustioso de este hombre, realizó un gesto sorprendente para su cultura, que jamás hubiera hecho ningún rabino ortodoxo extendió su mano y tocó al leproso. Es que la ley de Moisés ordenaba severamente no se tocara a los leprosos; y declaraba impuro a quien lo hiciera.
Incluso la medicina de la época hubiera advertido a Jesús que corría el riesgo de un contagio.
II. DOS EMOCIONES DISTINTAS
Pero a Jesús no parecieron importarle estas amenazas. Para él, la única obligación que se imponía en ese momento era la de ayudar: la única ley era la del amor. Por eso, mientras tocaba al leproso, le dijo: “Quiero (que te cures): queda limpio”.
Al Instante dice el Evangelio, su lepra desapareció y el hombre quedó sano. Jesús le ordenó que no se lo contara a nadie, que fuera al Templo para Presentarse ante los sacerdotes encargados de comprobar las curaciones para que le dieran el certificado que lo autorizara a reintegrarse a su familia. Pero el ex leproso, desoyendo el mandato de Jesús, salió por todas partes a divulgar la noticia de su curación, de tal manera que Jesús ya no podía aparecer en público en ninguna ciudad, y tenía que andar por las afueras, en los lugares solitarios.
Este breve y conmovedor relato esconde un viejo problema de traducción. Cuando el leproso le pide a Jesús que lo cure, no sabemos si el evangelista Marcos escribió que Jesús “se compadeció” de él, o que “se enfadó” con él (v.41).
¿Por qué no sabemos? Porque el Evangelio original, compuesto por san Marcos, se ha perdido y no ha llegado hasta nOSotros. Lo que nos han llegado son diversas copias de aquel Evangeli0, hechas por diferentes escribas a lo largo de los siglos, y cuando leemos esos manuscritos, descubrimos que algunos dicen que Jesús antes de tocarlo “se compadeció” del leproso, mientras que Otros dicen que Jesús “se enfadó” con él.
III. PARA ENTENDERLO MEJOR
Aunque parezca increíble, esta diferencia se debe a un error de copiado, hecho sin querer por un escriba. Se trata de una modificación intencional. El escriba, que estaba copiando a mano el Evangelio de Marcos, se encontró de pronto con un verbo que no le gustó mucho, y decidió cambiarlo por otro más adecuado.
Para entender por qué un copista se atrevió a cambiar el texto bíblico, hay que tener en cuenta que en los primeros siglos del cristianismo no existía aún la idea de que los libros de la Biblia eran “inmutables”. Por otra parte, los copistas trataban de que el libro que ellos producían fuera bien comprendido por sus lectores. Por eso, cuando se encontraban ante una frase extraña o chocante, se tomaban la libertad de cambiarla. Como decía san Jerónimo: “los copistas escribían no lo que encontraban, sino lo que entendían”.
De este nuevo manuscrito, surgido del atrevimiento de un copista, se hicieron después nuevas copias; y así empezaron a circular dos versiones del Evangelio de Marcos, una con un verbo y otra con otro.
¿Cuál de los dos verbos pertenece al texto original de Marcos, y cuál al texto modificado? Resulta difícil averiguarlo con certeza. Si nosotros leemos nuestras Biblias, veremos que muchas de ellas optan por el primero, y dicen que Jesús “se compadeció” del leproso.
Pero ¿es ésta la versión correcta? Los biblistas actualmente no se ponen de acuerdo.
IV. CUANTO MÁS DIFÍCIL, MEJOR
¿Es posible descubrir cuál fue el verbo original que empleó san Marcos para describir los sentimientos de Jesús ante el leproso?
Los estudiosos lo han intentado de varias maneras. Una mi primera técnica, Consiste en ver qué dicen los manuscritos más antiguos, porque se supone que éstos están más cerca del texto de Marcos. Pero resulta que tenemos manuscritos antiguos tanto de una como de otra versión, de modo que no podemos aplicar este principio.
Una segunda solución consiste en aplicar el criterio llamado “de la lectura difícil”. ¿En qué consiste? En que, cuando hay dos versiones distintas de un relato, se considera corno original la más difícil de entender, la más incomprensible. ¿Por qué? Porque es más lógico pensar que un copista encontró una frase difícil en el original, y la cambió haciéndola más difícil, y no pensar que se encontró con una frase fácil en el original, y él la cambió haciéndola más difícil. Un copista nunca vuelve un texto más oscuro. Al contrario, trata de hacerlo más comprensible. En consecuencia, el texto original seria el más oscuro.
Según este principio entonces, el texto original de Marcos sería el que dice: “Jesús se enfadó”. Porque es la versión más incomprensible. En efic1o, es difícil entender que Jesús se haya enfadado con el leproso que le pide la curación. Por eso hay que pensar que el copista, al encontrarse con ese texto, quiso mejorarlo escribiendo: “Jesús se compadeció”, que era lo que uno esperaría de Jesús.
V. EL GRAN DESCUBRIMIENTO
Si hubiera sido al revés, y Marcos hubiera escrito “se compadeció”, ¿por qué el copista iba a querer corregirlo y oscurecerlo escribiendo: “se enfadó”? No tiene sentido. Por eso, es probable que el texto original dijera que Jesús “se enfadó” con el leproso. Y que la otra versión (Jesús “se compadeció”) fuera un cambio posterior incorporado para mejorar el texto.
Pero existe una segunda evidencia que podría confirmar que el texto de Marcos hablaba originalmente del enojo. Y es que, cuando más tarde escribieron sus Evangelios Mateo y Lucas, utilizaron como fuente a Marcos, al que copiaron casi íntegramente. Y cuando leemos cómo copiaron Mateo y Lucas el relato de Marcos sobre el leproso, vemos que repiten casi palabra por palabra tanto el ruego del enfermo, corno la respuesta del Señor. Pero el eliminan la frase que incluía los sentimientos de Jesús: es decir, no dicen si se enojo o se compadeció. Sólo dicen que lo tocó (Mt.8,2-4; Lc.5,12-16).
Ahora bien, si el texto de Marcos hubiera dicho que Jesús “se compadeció”, ¿por qué Mateo y Lucas iban a eliminarlo? Era un sentimiento razonable de Jesús. Muchas veces ellos presentan a Jesús compadecido de la gente, como cuando cura a los enfermos (Mt.9,36), multiplica los panes (Mt.14,14), o resucita al hijo de la viuda (Lc.7,13). Pero si el texto de Marcos decía que Jesús “se enfadó”, se entiende que Mateo y Lucas hayan querido eliminarlo. Porque ellos nunca presentan a Jesús enfadado.
Por lo tanto, esta omisión de Mateo y de Lucas confirma que Marcos hablaba del “enfado” de Jesús y no de su “compasión”. De hecho, actualmente la mayoría de los comentaristas de Marcos acepta esta versión como la primitiva.
VI. EL ENIGMÁTICO DISGUSTO
Pero entonces si el Evangelio de Marcos, al narrar el episodio del leproso, decía que Jesús se enojó con él, surge una pregunta: ¿cuál fue el motivo del enojo de Jesús?
Los biblistas han sugerido varias explicaciones:
a) algunos afirman que se debió a que el leproso se acercó demasiado a él, violando la Ley judía que ordenaba a estos enfermos mantenerse lejos de las personas sanas. Pero esto es inadmisible, porque el mismo Jesús, para curarlo, extendió su mano y toco al enfermo, mostrando así que no le importaba la proximidad del leproso.
b) otros piensan que Jesús se enojó porque el leproso lo había interrumpido en su oración, o en su predicación, o en la actividad que estaba desarrollando en ese momento. Pero si leemos el texto, vemos que no dice nada sobre la actividad de Jesús cuando se le acerco el leproso.
c) un tercer grupo opina que Jesús no se molesto con el leproso sino con la Ley judía, que obligaba a esta pobre gente a vivir aislada y excluida de la sociedad. Pero entonces, si fue así, ¿qué culpa tenía el leproso para que Jesús lo reprendiera? Además, Jesús no pudo molestarse con la Lev judía, porque al final del relato invita al hombre curado a cumplir con esa misma Ley, presentándose en el Templo.
d) un cuarto grupo supone que Jesús se enojó porque la gente lo buscaba como curandero, y nada más. Pero en Marcos, una de las tareas que más gustosamente desempeña Jesús es justamente la de sanar enfermos, como señal de que el Reino de Dios había llegado. ¿Cómo podía molestarse con la gente que lo buscaba para cumplir esa misión?
Muchas otras propuestas han sido sugeridas por los biblistas. Pero por una razón u otra, todas resultan inaceptables.
VII. MAL DÍA PARA CURAR
Sin embargo hay una interesante explicación, que tiene la ventaja de ser muy antigua, pues ya la propuso san Efrén hacia el año 350, y la siguieron otros biblistas después.
Según este Doctor de la Iglesia, buscando en el Evangelio de Marcos es posible encontrar otras escenas en las que Jesús aparece enojado con alguien.
Por ejemplo un sábado Jesús entró en la sinagoga a rezar. De pronto, vio en medio de la sala a un hombre con la mano paralizada. Se propuso curarlo allí mismo, pero se dio cuenta de que podía ofender a los presentes, ya que el sábado era un día sagrado, en el que estaba prohibido hacer curaciones. Entonces decidió preguntar: “¿Puedo en sábado hacer el bien en vez del mal’? ¿Puedo salvar una vida en vez de destruirla?” Ninguno le respondió. Evidentemente no lo autorizaban, y menos en un lugar sagrado como era la sinagoga. Jesús, “mirándolos enojado, y apenado por la dureza ele sus corazones”, ordenó al enfermo extender su mano paralizada, e inmediatamente lo curó (Mc.3,1 -5).
Vemos, pues, que Jesús también aquí se enoja, y en un episodio igualmente relacionado con la sanación. La causa aquí fue porque los judíos dudaron de que tuviera poder de curar en un día sagrado: porque pensaban que eso era ir contra la voluntad de Dios, un Dios que prefería ver a los hombres descansando en sábado, que ayudando a un hermano sufriente.
VIII. ¡QUÉ PREGUNTA ES ESA!
Más adelante hallamos otro episodio en el que Jesús se enoja. Un padre de familia angustiado llevó a su hijo enfermo de epilepsia ante Jesús, para que lo curara. Le cuenta que el muchacho se cae al piso, echa espuma por la boca, rechina los dientes y queda endurecido, casi como muerto. Jesús ordena que se lo acerquen. El padre entonces hace venir a su hijo, que ya había comenzado nuevamente con convulsiones, y desesperado le dice: “Si puedes hacer algo, ayúdanos, compadécete de nosotros’.
Al oír estas palabras, Jesús se molesta y le responde: “¿Cómo que si puedo’? “Todo es posible para el que cree” El padre, afligido, gritó: “Creo, ayuda mi poca fe”. Y al instante Jesús curó a su hijo (Mc.9,14-29).
Nuevamente aquí Jesús aparece disgustado. Esta vez, porque el hombre que había traído a su hijo enfermo no termina de creer que Jesús tiene poder para curarlo, y le pide el milagro en forma condicional: “si puedes’’. Ante su duda, Jesús le hace notar expresamente su disgusto, corrigiéndolo: “¿Cómo que si puedo?”.
Todas estas escenas nos muestran cómo, para el Evangelio
de Marcos, Jesús se molesta cuando alguien duda de su poder para sanar cuando alguien desconfía de su buena voluntad para curar a los enfermos, o de la predisposición divina para ayudar a los hombres a recuperar la salud.
Por lo tanto, esa parece haber sido también la intención de Marcos al contarnos el enojo de Jesús con el leproso. Este se había acercado al Maestro de Nazaret diciéndole: “Si quieres, puedes limpiarme”. Y ésa frase lo ofendió. ¿Cómo podía decirle “si quieres”? ¿Por qué no iba a querer curarlo? Por supuesto que él quería. Pedirle de esa manera era poner en duda su deseo de librarlo de su terrible sufrimiento. Ante un Jesús deseoso de curar a los enfermos, de devolver la salud a la gente, de liberar a los que se hallaban oprimidos por el dolor, la pregunta resultaba irrespetuosa. Por eso Jesús se molestó.
De todos modos curó al leproso. Pero al mostrarle su disgusto, le enseñó de paso la teología del amor de Dios.
IX. PARA QUE NO SE ENOJE JESÚS
Las escenas en las que Jesús se enoja con quienes dudan de su voluntad de hacer el bien, son un precioso mensaje del evangelista Marcos. Intentan mostrarnos que Dios siempre quiere nuestro bien. Que su única voluntad es vernos sanos y felices.
Resulta penoso ver a tantos cristianos que, cuando se enferman, se acercan a Dios con desconfianza. Que rezan con dudas. Que piden por su salud sin terminar de convencerse de que Dios también la quiere. Piensan que a veces El tiene “otros planes” para ellos, más dolorosos, más tristes y sombríos.
Pero san Marcos nos enseñó que el plan de Dios es que no suframos. Que el Dios de Jesucristo está comprometido firmemente con nuestra felicidad. De eso no se debe dudar. Por ello no encontramos en los Evangelios ninguna escena en la que algún enfermo le pida a Jesús que lo cure, y éste le diga: “No, es mejor que permanezcas enfermo, leproso, ciego, porque ésa es la voluntad de Dios para ti, es el plan divino para tu vida”. Por el contrario, a cuantos acudieron buscando su auxilio les mostró que era parte del plan divino la salud de todos los hombres.
Cuando el creyente ora, debe hacerlo con la total certeza de que Jesús lo quiere sano. No debe cometer el error del leproso, de acercarse a Dios diciendo: “si quieres, puedes ayudarme”. Porque una actitud así enturbia la oración, quita fuerza a la súplica, crea desconfianza, desacredita el poder divino, y vuelve temerosa la relación con Dios.
Él sabrá cómo y cuándo curarnos. Nuestra obligación es sólo saber que lo quiere hacer. Sólo quien reza así, según san Marcos, no hace enojar a Jesús.
PARA REFLEXIONAR EN GRUPO
1) ¿Cuál era la situación social de los leprosos en tiempos de Jesús?
2) ¿Cuáles son las dos versiones que tenemos, de la reacción de Jesús frente
al leproso? ¿Por qué hay dos?
3) ¿Cuál es la más probable, y cómo podemos deducirlo?
4) ¿Qué mensaje nos deja el enojo de Jesús en el Evangelio de Marcos?
¿Cómo puedo hoy vivir ese mensaje?
ARIEL ÁLVAREZ VALDÉS,
ENIGMAS DE LA BIBLIA, nº 11 (p.45-53) San Pablo (Bs.As. Argentina)