Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (Mt 16, 17-20)
Reflexión emocionada sobre el Papa Francisco, enfermo, rogando por su salud, dándole gracias a a Dios por su vida al servicio del amor y de la paz y pidiéndole que sea por mucho tieoo roca y "clavero" bueno de la Iglesia.
Recoge la reflexión que acabo de ofrecer BCC Universidad Adonai-Elohim de Nueva York
Cf Face-Book Elohim-Adonai
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| Xabier Pikaza
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Mateo ha insertado en el relato de de la confesión de Pedro (que dice a Jesús tu eres el Cristo: Mc 8, 27-30), sin cambiar nada de lo anterior, esta glosa especial que ha marcado la interpretación y la vida posterior de la iglesia católica (y del conjunto del cristianismo). Da la impresión de que con esta glosa Mateo ha querido vincular (no unificar) las tradiciones ya indicadas: la de Santiago (fidelidad estricta a la ley judía) y la de Pablo (apertura universal del evangelio) y la del mismo Pedro, garante, “rabino”, de la apertura universal” de Jesús, a diferencia de otras tradiciones, aunque sin negarlas, como he dicho.
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Para ello, partiendo del texto de Marcos, recrea la figura de Pedro a quién, sin separarle del resto de los discípulos, concede una función muy importante: la de interpretar la Ley judía e iniciar una misión universal cristiana, apareciendo así como piedra base de la iglesia universal y portador de las llaves del Reino. Leído así, el evangelio de Mateo ofrece unas posibles "contradicciones" interiores (simbolizadas por Santiago y Pablo), pues, a su juicio, no son tales, pues han quedado asumidas y reinterpretadas por Pedro que es, al mismo tiempo, testigo de la misión universal de Jesús (Pablo) y garante de la ley judía (Santiago).
Mateo no «inventa» esa función de Pedro, sino que interpreta y ratifica lo que ha sido su tarea ya cumplida al servicio de la iglesia, cuando asumió la misión universal de los helenistas y Pablo y la vinculó con la tradición de los judeocristianos, garantizando así la unidad de las iglesias, que se funda en la confesión de Jesús como «Cristo, Hijo de Dios vivo» (Mt 16, 16) y en la apertura a los gentiles (cd. Hcch 15). En contra de lo que sucede en Mc 8, 29, el Jesús pascual de Mateo asume esta confesión de Pedro (tú eres el Cristo, Hijo de Dios vivo) y la ratifica (recrea), no en contra de Pablo, ni de Santiago, sino uniendo la visión de uno y otro:
- Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás,
- porque no te lo ha revelado carne y sangre, sino mi Padre de los cielos.
- Y yo te digo: Tú eres Pedro y sobre esta «piedra» edificaré mi iglesia,
- y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella.
- Y te daré las llaves del Reino de los cielos:
- lo que atares en la tierra será atado en los cielos,
- y lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos (Mt 16, 17-19).
Estas palabras no van en contra de la misión y teología de Pablo, ni de Santiago, pero Mateo las ha integrado en el texto de Marcos, para así matizar en la confesión y ministerio de Pedro en la Iglesia. Son palabras pascuales, formuladas por una iglesia “petrina” en torno al año 70/80 d.C., cuando Pablo y Santiago habían muerto, integrando (vinculando) sus tradiciones con la de Pedro. Así lo he puesto de relieve, con cierta extensión, en mi comentario de Mateo.
Esta ha sido la respuesta de una comunidad cristiana que, habiendo estado por un tiempo más ligada a Santiago, ha asumido después una interpretación más universal del evangelio, en la línea de Pablo, apoyándose para ello en el recuerdo y la misión mediadora de Pedro, quien ha sido capaz de abrir con la llave de Jesús las puertas de la ley (para que los gentiles puedan entrar en Reino de los cielos).
Aquí no se habla de lo que Pedro debe realizar en el futuro, sino de aquello que ha realizado ya en las comunidades anteriores, asumiendo y ratificando la función de otros misioneros, justificando y avalando la apertura universal del evangelio, vinculando el testimonio de Santiago, con la teología y misión de los helenistas y Pablo, como supone Mt 28, 16-20.
Para las comunidades que están al fondo de Mateo, el gesto de Pedro ha resultado fundamental en su visión del evangelio. Esta ha sido según ellas la «segunda oportunidad» de Pedro (la primera fue la narrada por Pablo en 1 Cor 15, 3-7) y Pedro la había ya cumplido, al principio de la pascua, cuando, al lado de las mujeres y a la cabeza de los Doce, inició una misión cristiana dirigida a las ovejas perdidas de Israel (cf, Mt 10, 6). Esta es la segunda, cuando, avanzado ya el camino de la iglesia, iniciada la disputa entre los más legalistas (partidarios de un cristianismo judío) y los más universales (partidarios de un cristianismo abierto a todos los pueblos), hacia el 80-100 d.C., Pedro asume y defiende la misión universal de la iglesia, ofreciéndole unas bases cristianas (el testimonio de Jesús) y unas justificaciones israelitas (desde la línea de la Ley) a la misión de Pablo.
De esa forma, Pedro aparece como el auténtico «rabino cristiano», con llaves que •«abren y cierran», abriendo de hecho la Iglesia de Jesús y permitiendo que entren en ella los excluidos de la sociedad, los pobres de Jesús del mundo, sin necesidad de cumplir la ley nacional judía, con las iglesias de Pablo.
Esta iglesia de Mateo ha tenido la audacia de introducir en el evangelio del Jesús histórico unas palabras posteriores del Jesús pascual, ratificando la misión petrina. No todos los grupos cristianos tenían necesidad de un testimonio como éste, pero la comunidad de Mateo lo necesitaba y lo acogió, vinculando de esa forma la misión universal de la iglesia con el mensaje de la vida de Jesús, a partir del testimonio de Pedro, cuya vida y misión recoge este pasaje (que puede tomarse como una continuación petrina de la confesión pascual de Pablo en 1 Cor, 15. 3-8).
Jesús mismo ha ofrecido a Pedro las «llaves del Reino», para que lo siga abriendo a los pobres y expulsados de Israel y al mismo tiempo a los gentiles. Estas palabras han sido esenciales para que una determinada iglesia, que había tendido a cerrarse en el nacionalismo de sus orígenes judíos, pudiera abrirse a los gentiles, vinculando los caminos de Santiago y de Pablo. Esta es una palabra pascual de Jesús que más que contra Pablo (con su misión a los gentiles) va en contra de un posible Santiago que corre el riesgo de cerrar el evangelio dentro de los límites de un judaísmo legal. :
- Esas palabras de Jesús ratifican lo que Pedro ha realizado ya para siempre. Hubo un momento en que las diversas comunidades corrieron el riesgo de escindirse, por su forma de entender la ley judía. Fue necesaria la aportación de mediadores y, sobre todo, la de Pedro a quien hallamos diciendo su palabra en el momentos fundante de la iglesia (cf. Hech 15), apareciendo como garante de la nueva identidad supra-judía del evangelio. Eso significa que Mt 16, 16-19 debe entenderse desde su contexto histórico: Los autores y lectores de Mateo provienen de una iglesia judeo-cristiana cercana a la de Santiago a quien tomaron en un tiempo como intérprete del mensaje y de la obra de Jesús. Pues bien, en un momento dado, sin negar el valor de lo anterior, ellos asumieron la perspectiva de Pedro y vieron que la iglesia no se puede fundar sólo en una ley nacional judía (Santiago), ni en una experiencia pascual como la que algunos atribuyen falsamente a Pablo (como si él hubiera creado una iglesia sin Jesús histórico), sino en un hombre como Pedro, que había conocido a Jesús y que supo vincular las diversas tendencias eclesiales.
- Sobre esta piedra fundaré mi iglesia. Pedro está en la base de un edificio que sustituye al Templo de Jerusalén. Ese edificio es la casa/comunidad de la iglesia, es decirm de aquellos que creen en Jesús y que forman el «cuerpo mesiánico de Dios». A diferencia de Marcos, Mateo supone que Pedro ha cumplido ya su tarea y así le presenta como intérprete cristiano de la Ley judía y como primera piedra de la iglesia. Por eso, Jesús acepta su confesión (¡Tú eres el Cristo!: Mt 16, 17), añadiendo, sin negar la reprensión de Jesús a Pedro llamándole Satanás en Mc 8, 33 (así le sigue llamando Mt 16, 23), pues Dios mismo ha revelado a Pedro la identidad mesiánico y filial de Jesús como Hijo suyo, creador de la iglesia universal.
Jesús resucitado proclama así , de un modo solemne, pasados tres o cuatro decenios de historia cristiana, desde el interior del evangelio, estas palabras esenciales: «Y yo te digo: ¡Tú eres Pedro y sobre esta Piedra edificaré mi iglesia y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella!». La comunidad mesiánica se funda sobre el testimonio de la fe de Pedro y de aquellos que asumen su camino, afirmando que Jesús no es sólo el Cristo de Israel, sino el Hijo de Dios para todas las naciones (a pesar de qu Pablo haya tenieo, al mismo tiempo, comportamientos “satánicos”, pues en un tiempo se opuso al camino de Jesús, como entrega de vida hasta la muerte).
- Te daré las llaves las llaves del Reino de los cielos. La función de Pedro como roca o base resulta inseparable de su tarea de «escriba experto en el Reino de los cielos» (cf. Mt 13, 51), capaz de vincular las palabras de la antigua ley israelita y la experiencia nueva de Jesús, que le ha ofrecido las llaves del Reino de los cielos que son las llaves de Dios en la historia de los hombres. Pedro ha sabido emplearlas, ratificando la interpretación verdadera del evangelio, que vincula la fidelidad a la ley (propia de Santiago; cf. Mt 5, 17-20) y la misión universal (destacada por Pablo; cf. Mt 28, 16-20). Así lo ha hecho de una vez y para siempre: «Te daré las llaves del Reino de los Cielos, y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos» (16, 19). Tampoco aquí se dice lo que Pedro ha de hacer, sino lo que ha hecho ya, abriendo para siempre las puertas de Israel y de Jesús (las de Israel por medio de Jesús) a todos los pueblos de la tierra. Una tradición posterior de Roma ha referido estas palabras a cada uno de los papas, como si ellos siguieran teniendo la misma autoridad fundadora (¡piedra!) y doctrinal (¡atar y desatar!) que tuvo Pedro, cuando interpretó el judaísmo (línea de Santiago) de una forma universal (línea de Pablo). Ciertamente, esa aplicación es posible, pero no se deduce sin más del texto de Mateo, un evangelio que, por otra parte, parece más dirigido hacia oriente que hacia Roma (cf. Mt 2). Lógicamente, el texto final de la misión, abierta a todos los pueblos, no ha concedido un lugar especial (romano o no romano) a Pedro (cf. Mt 28, 16-20), pues la apertura universal de la iglesia se encuentra ya asegurada.
Otras líneas cristianas (la de Marcos o Pablo, la de Santiago o el Apocalipsis, la del Discípulo Amado y la y las pastorales) no han sentido la necesidad de apelar a un pasaje como éste, ni a la tradición de Pedro como eje en torno al cual puede girar el NT y la iglesia. De todas formas, una vez que ha sido acogido por el Nuevo Testamento, ha podido recibir un valor y suscitar una dinámica (una historia de la recepción) muy especial, como la que ha ido mostrando la historia posterior de las iglesias, hasta el día de hoy, pero de tal forma que tanto cristianos ortodoxos como protestantes matizan e interpretan de manera algo distinta estas palabras de Jesús a Pedro. Por otra pasea como fuera, ellas deben entenderse en el conjunto del evangelio de Mt, donde hay otros tres pasajes que matizan e interpretan la función de Pedro.
Excurso. Las tres llaves (Mt 18, 15-20).
Este pasaje vuelve a situarnos ante el tema de las llaves y concede a cada comunidad cristiana «las mismas llaves» de Pedro: «todo lo que atéis en la tierra será atado en el cielo; y todo lo que desatéis en la tierra será desatado en el cielo» (Mt 18, 18). Desde ese fondo podemos recordar y mirar de un modo conjunto los tres textos de Mateo sobre el tema de las llaves.
(1) Las llaves de los escribas y fariseos (Mt 23, 13-14). Ellos no han de entenderse aquí como representantes de una autoridad ajena a la iglesia (en la línea del judaísmo rabínico posterior), sino como cristianos de línea farisea, cuya existencia e influjo ha destacado Hechos (cf. Hech. 15, 5). Mateo no critica por tanto a unos «judíos de fuera», sino a unos escribas y fariseos de la iglesia, que han querido tomar el poder de las llaves, para utilizarlas de un modo legalista, cerrando el Reino de Dios a los otros (es decir, a los que no cumplen sus normas, a los pobres de Jesús, a los impuros). Al actuar así, esos cristiano-fariseos no entran en el Reino (pues no aceptan la apertura de Jesús a los pobres), ni dejan entrar a los demás (pues les cierran el camino de la iglesia, que es portadora de ese Reino).
(2) Las llaves de Pedro (Mt 16, 17-19) sirven para abrir el reino a los pobres. Pedro las utilizó una vez y para siempre, en el momento clave de la iglesia, como clavero supremo, abriendo con esas llaves de Dios el mismo Reino de Dios para los pobres y expulsados de la ley judía, de manera que nosotros seguimos asentados sobre la roca de su fe, esto es, sobre su interpretación liberadora de Jesús.
(3) Las llaves de cada comunidad (18, 15-20). Este pasaje omite la primera función de Pedro (ser "roca"), quizá suponiendo que ella no puede repetirse, y atribuye la segunda, vinculada a las llaves de Dios (atar y desatar, cerrar y abrir), a cada comunidad, que aparece así como verdadero Pedro (auténtico Papa). De una forma que resulta lógica en la línea del judaísmo y cristianismo antiguo, pero que va en contra de una visión jerárquica posterior de la iglesia, el Jesús de Mateo no atribuye las llaves de Dios (atar–desatar) a un obispo o patriarca (ni siquiera al Papa o a un “concilio” de obispos), sino a cada una de las comunidades cristianas (donde estén dos o tres reunidos en mi nombre...). Lo que hizo Pedro en su tiempo, de una vez por siempre, para el conjunto de la Iglesia (entendida de modo universal), pueden y deben hacerlo después los creyentes reunidos de cada iglesia particular, que así aparecen como herederos de su función constituyente o magisterial (que en el fondo es la misma).