Piñero y Pikaza. Un agnóstico y un creyente ante la misma Biblia
Varias son las diferencia que Antonio Piñero ha visto entre mi visión de Jesús y la suya, pero la más importante es, a mi juicio, la que se refiere a la lectura creyente/confesional y a la científica de la Biblia, como si fueran distintas. Yo sería (o tendería a ser) un representante de la lectura confesional que, a su juicio, tiende al partidismo, porque introduce en la Biblia presupuestos externos de tipo creyente. Piñero, en cambio, representaría una lectura a-confesional, independiente (y no partidista) de la Biblia.
En otras palabras: Yo jugaría con cartas quizá "marcadas" por mi condición “confesional”, y eso me impediría ver las cosas con neutralidad, mientras él, como agnóstico (o no creyente), desarrollaría una lectura puramente científica y neutral de la Biblia. Yo la leería como "libro religioso" (¡que lo es!), él la leería como libro humano (¡que lo es también, precisamente por ser religioso!).
Sinceramente, yo pienso que un libro religioso sólo puede entenderse del todo con "simpatía" religiosa (y con mucha y buena ciencia); por el contrario, A. Piñero parece pensar que se lee mejor solamente con "seriedad científica", sin meter mucha "simpatía" religiosa... (Aunque esa simpatía puede y debe suponerse, siempre que no influya en la lectura del texto). Buen científico ilustrado es A. Piñero. Yo me muevo más en la hermenéutica, de Cassirer a Gadamer, apoyándome incluso en un tipo de fenomenología de Husserl. Ésta es nuestra diferencia fundamental.
Eso significaría (pienso leer) que, según A. Piñero, mi Historia de Jesús tiene su valor, pero en el fondo sólo para “creyentes”. Ciertamente, mi libro sería mejor que otros (y cita en ese plano a J. Gnilka, a quien conocí y admiro), pero siempre con las limitaciones y prejuicios que parece imponer la “fe previa”. Sólo un lector sin fe podría (así entiendo a Piñero, quizá me equivoco) leer mejor la Biblia en su anchura, como libro simplemente histórico-literario, sometido a la crítica de las ciencias antiguas y modernas, en línea “ilustrada”.
(De todas formas, si no me equivoco, según K. Löwith, buen judío, la "historia" en sentido radical es un "invento/encuentro/descubrimiento" judeo-cristiano, como destaqué en mi libro sobre O. Cullmann, del que seguiré hablando).
No estoy seguro de que éste sea el pensamiento de A. Piñero, un hombre “seriamente” científico (así le he presentado)..., pero así lo supongo en las reflexiones que siguen, para responderle o criticarle en lo más mínimo (¡Dios me libre!), sino para seguir pensando yo mismo (y los dos juntos) que mucho me ha preocupado y me preocupa el tema, y mucho estimo nuestro diálogo y seriedad de colegas/amigos. Gracias por todo, Antonio. Y perdona si no he logrado entenderte.
Una tema antiguo, con tesis de filosofía
El tema me viene interesando desde hace más de cuarenta años, y algo he cambiado desde entonces, aunque pienso haberme mantenido en una línea de coherencia de fondo.
Acabados mis estudios básicos de Biblia y Filosofía, quise analizar la cuestión con más detalle, y para ello fui a Bonn, dialogué con H. Schlier (¡quizá el mejor hermeneuta activo del momento!), escribí una larga tesis y la defendí en una Facultad de Filosofía, no de Teología ni de Biblia, porque el tema era, a mi juicio, de tipo científico-filosófico. Mereció la máxima calificación y se publicó con el título: Exégesis y Filosofía. El pensamiento de R. Bultmann y O. Cullmann (Madrid 1972).
Quedó en libro en los anales de revistas y en alguna biblioteca, y yo lo pensaba ya “enterrado”, pero pasados cuatro decenios, la editorial CLIE (Terrasa, España) me ha pedido permiso para editarlo de nuevo, en dos volúmenes, uno dedicado a cada autor, y eso me ha permitido seguir precisando los temas que preocupan a Piñero: La lectura de la Biblia desde un punto de vista científico y creyente. He matizado algo el lenguaje del antiguo libreo, he adaptado la bibliografía y ahora (en este mes, octubre 2014) están saliendo los dos volúmenes, que presentaré Dios mediante en este blog: Uno se titula Biblia y Existencia. El pensamiento de R. K. Bultmann. El otro Biblia e Historia. El pensamiento de O. Cullmann (Ese segundo libro analiza la cuestión de la historia, que tanto preocupa a Piñero; el primero sitúa la exégesis en clave existencial).
He dedicado además al tema muchos trabajos de diverso tipo, en especial uno dedicado a la exégesis del último siglo, desde un punto de vista científico y creyente, agnóstico y confesional: Cien años de interpretación bíblica, 1882-1993 (Salamanca 1994). En especial he precisado mi visión en una docena de entradas de mi Diccionario de la Biblia (Estella 2007), y en la introducción y edición castellana de las obras principales de Bultmann (Teología, Historia de la Trad. Sinóptica) y Cullmann (Cristología).
En mi labor universitaria pienso haber estado abierto a las diversas tendencia, invitando por igual a los autores que he pensado que tenían algo que decir, creyentes o no. Lo sabe el Prof. Piñero, a quien dos veces invité (con V. Haya) a nuestros cursos de otoño de la Universidad de Cuenca, para hablar precisamente de esto que ahora nos ocupa. Por cierto, ningún autor que parezca agnóstico, ni siquiera A. Piñero, me ha invitado a sus cursos bíblicos, actitud que entiendo, pero no comparto. De todas formas, hemos estado juntos en lugares “neutrales”: Univ. Menéndez y Pelayo de Santander, Univ. de verano de Málaga (con el Prof. García Bazán, de Buenos Aires), en Lisboa etc.
Unas aclaraciones simples
El tema que nos ocupa es largo, y quizá tenga que escribir un día un libro expreso sobre el tema (y no sería malo hacerlo en colaboración con A. Piñero, para precisar matices, divergencias y convergencias). Ahora ofreceré de un modo telegráfico mis convicciones.
1. No hay exégesis “neutral”, no hay hechos puros, todos tenemos nuestros presupuestos (en la línea de lo que Bultmann llamaba la hermenéutica existencial). Me lo enseñó Bultmann, lo aprendí de Wittgenstein, me lo ha dicho la física cuántica, me lo demostró mi profesor de filosofía de la ciencia (V. Muñoz). No es neutral puro el agnóstico (tiene sus supuestos, influye él mismo en su lectura), ni lo es el creyente. Cada uno lee el texto (ve el fenómeno) desde su perspectiva, y a menudo he visto que los que se dicen neutrales son los más parciales. El creyente honrado procura que su fe no deforme los hechos de fondo (en sí incognoscibles), y así lo hace el agnóstico honrado. No hay posible retorno a la “ciencia pura (sin supuestos previos)” de una lógica precrítica o de una ciencia mecanicista. La objetividad pura es un mito, que algunos alegan (casi siempre a favor suyo).
2. El creyente cristiano honrado sigue el esquema del concilio de Calcedonia, donde se dice que Jesús es hombre total y Dios total (451). Por un lado, ese creyente sabe que debe leer el texto de un modo humano, literal, histórico (etsi Deus non daretur, como si no hubiera Dios alguno). Todo, en un nivel, es historia, es “letra”, y ha de entenderse en ese plano, sin apelar a intervenciones sobrenaturales, ángeles o diablos. Pero, al mismo tiempo, todo, todo, todo ha de entenderse en un plano sobrenatural, pero sin que Dios influya humanamente en el nivel “humano”, aunque, en otro plano, el creyente puede sentir (descubrir) que es el mismo Dios quien se está revelando en la Escritura Sagrada, y en su historia (como se revela en el hombre Jesús). Esto no es un cristianismo “sospecho” o liberal, es el “Dogma” fundante de la Iglesia (aunque a veces ella misma parezca olvidarlo).
3. En esa línea, el creyente no tiene un menos, sino un “plus” respecto de agnóstico. Puede y debe ver y aceptar todo lo que el agnóstico descubre y dice en su plano de historia y literatura, de retórica y poética, de psicología ya sociología… pero es capaz de descubrir, en un nivel distinto (existencial, “sobre”-natural), a través del mismo plano anterior (sin negarlo, ni romperlo), una voz-palabra, un camino de humanidad que se (le) remite a Dios. No sabe más cosas que el agnóstico (¡ni una sola!), en el plano de las “cosas” los dos ven lo mismo… Pero él creyente puede verlas y entenderlas de otra forma, escuchando en ellas una “música más alta”, la música de la nueva existencia liberada (Bultmann), de la historia de la salvación (Cullmann).
4. Pero, si he dicho que el creyente tiene un “plus”, debo añadir que también lo tiene el no creyente confesional (el que se dice ateo, o agnóstico…), pues nadie en este mundo (quizá haya otros, pero los ignoramos) es puramente científico (en el plano de los hechos puros). Cada uno tiene sus propios presupuestos existenciales (que decía Bultmann), históricos (que decía Cullmann), personales, sociales… Cada uno lee el texto desde sus propios “supuestos” (desde su “plus” humano), como lo sabían ya los escolásticos (quidquid recipitur al modum recipientis recipitur…; todo lo que se recibe se recibe al modo del receptor). El tema no es presupuestos sí o presupuestos no. El tema está en reconocer los presupuestos que tiene cada uno (o cada grupo) y leer el texto lo más sinceramente posible, en diálogo enriquecedor (en la línea de los “juegos de lenguaje” de los que hablaba Wittgenstein, nada sospechoso de beato). Así se admite hoy desde la polémica cuántica de la “indeterminación” de los hechos en sí (por mucho que le costara aceptarlo al bueno de Einstein, que quería ser mecanicista, a pesar de haber descubierto la relatividad espacio-tiempo).
5. Ciertamente el agnóstico “honrado” (el buen liberal) está obligado a la sinceridad, y a ponerse en el lugar del otro (en este caso en el lugar del creyente), para entender su postura, “sine ira et studio”, como decía Tácito: “sin ira ni favoritismo”, diríamos nosotros). Por su parte, el creyente está obligado por su fe a ser honrado en el nivel de la búsqueda de los hechos y palabras (crítica histórico-literaria), porque si el Dios de la Biblia Cristiana se ha hecho “humano” (si se ha encarnado en la palabra-historia de un hombre) quien cree en ese Dios ha de estudiar lo humano de la Biblia y de Jesús, con todos los métodos de la ciencia. El creyente que quiera “manipular” los hechos o palabras de la Biblia a favor de su fe, no es creyente, es un fanático. En esa línea, ni en la Biblia ni en Jesús hay nada que sea sólo divino, sino que todo, el 100% es humano y debe “explicarse” humanamente… pues en eso humano se revela (para el que tiene la fe de Cristo) lo divino.
6. Como bien dice A. Piñero, he leído quizá más autores “confesionales” que agnósticos, en este campo de la Biblia. Pero eso se debe al hecho de que han sido personas confesionales pero libres las que más han leído la Biblia, al menos hasta la segunda mitad del siglo XX. Los inventores de la crítica histórico-literaria que Piñero aplica con maestría ha sido casi todos grandes creyentes (de diversas confesiones), alemanes del siglo XIX, con algunos franceses y anglosajones. Ellos han sido “críticos” en grado sumo, no “a pesar de ser creyentes”, sino precisamente porque han sido creyentes, porque su misma fe en la Palabra (en línea quizá más protestante) les ha obligado a leer esa palabra on minuciosidad y pasión, ofreciendo al mundo entero un ejemplo de rigor científico inigualada, que están hoy imitando en todas las religiones y culturas (aunque a los musulmanes les cueste más hacerlo).
7. Hay, evidentemente, exegetas no confesionales de gran hondura, de inmenso rigor, de respeto ante el “misterio” o no-misterio de la Biblia. Precisamente en el campo de la Historia de Jesús el que más me ha influido ha sido E. P. Sanders (Jesús y el judaísmo, Madrid 2002). Quizá he leído menos a los autores de ese tipo porque, a mi juicio, hasta este momento (año 2014) no me han parecido tan significativos (exceptuando, por supuesto, a A. Piñero y F. Bermejo, a quien él cita como autoridad). Pero puedo decir, y digo con toda confianza, que al situarme ante un autor que habla de la Biblia no empiezo viendo si es católico o protestante, judío, creyente o agnóstico… No se me ocurre esa pregunta (¡no creo que se le ocurra a Piñero!), sino la pregunta de sí es honrado con el texto o no. La cuestión confesional me resulta absolutamente secundaria, en el plano académico. Sólo me preocupa cómo lee cada uno la Biblia, que herramientas me ofrece para entenderla mejor, qué perspectivas me abre, para así caminar con él. Por ejemplo, en este momento, estoy leyendo un Comentario Bíblico al hebreo del AT escritos por autores muy protestantes del siglo XIX (Keel y Delitzsch)… y me apasiona su lectura (aunque no comparta su tipo de protestantismo), porque saben entender el texto de fondo como creo que hoy (año 2014) muy pocos lo hacen.
8. Por qué me digo católico. Pienso que lo habrán mostrado mis reflexiones anteriores. No es que con ellas quiera convencer a A. Piñero que, por otra parte, ya sabe como pienso, y así me admite en el mundo de sus amigos académicos. Como él bien dice, me confieso “gozosamente católico”, en un libro como el la Historia de Jesús, cosa que en otro contexto no haría, para que sepa el lector por donde ando. Pero lo hago, sobre todo, pues he tenido algunas dificultades (incluso monetarias) en ese camino, precisamente con mi Iglesia Católica, cuya jerarquía académica me expulsó por dos veces de la Universidad, el 1984 por “ideas” cristológica, y el 2003 por “ideas” eclesiales. Y a pesar de ello signo en esa “casa grande” que es la Iglesia, y me declaro católico por convencimiento personal y comunitario… y, de un modo especial, para no dejar el campo católico a otros, que parecen querer “apoderarse” de la marca Universal (Católica) de la herencia de Jesús, en su propia línea. Esto me ha llevado a tener cierto humor. (En ese campo, me sorprende mucho el que Piñero, tan agudo como es, no logre entender lo que digo sobre el nacimiento humano de Jesús, en relación con José; quizá está pensando en el catolicismo de la primera mitad del siglo XX, no en el "nuestro"; quizá le cuesta entender ciertos lenguajes... O quizá deba aclararme yo también en mi escritura).
9. Finalmente, me alegro de que en la comunidad de lectores de la Biblia esté Piñero, y otros como él. Si no estuvieran (¡y qué bien que estén!) habría que inventarlos (desde la misma Iglesia), no sólo para dialogar con ellos, sino porque ellos porque representan una posibilidad muy rica de lectura bíblica, dentro de una tradición “liberal” que brota del evangelio (y del dogma cristiano), cuando interpreta a Jesús como un hombre (sin mezcla de divino en ese plano) y cuando interpreta la Biblia como libro histórico-literario (sin mezcla de dioses o de espíritus, en ese nivel). Como he dicho ya, y ahora repito, cien por cien humano es Jesús y todo en él ha de entenderse humanamente (para poder decir luego, si uno así lo ve, que es divino, pero en otro plano). Cien por cien humana es la Biblia, y todo ha de entenderse, en un nivel, en ese plano, todo, sin excepciones. Por eso es bueno que Piñero la estudie así, como filólogo crítico, como historiador, como ser humano, y que lo haya hecho en una universidad “estatal”, con autoridad por todos reconocida, con aplauso de la mayoría.
10. Pero (y ya fuera del discurso anterior…), puedo decir “humanamente”, que mi propia fe me permite “escuchar” en la Biblia una melodía de fondo que otros quizá no escuchan. En esa línea me sigue admirando M. Weber, cuando se confesaba “religiös unmusikalisch”, es decir, como un hombre que no tenía la “facultad musical” de vibrar ante el hecho religioso. No sé si A. Piñero la tiene, no es éste el momento de entrar en ello. Sólo sé que, siendo “religiosamente amusical”, M. Weber nos enseñó cien cosas admirables de la sociología de la religión, y en especial de la religión bíblica. También A. Piñero nos ha enseñado a leer con hondura y rigor muchos temas de la historia literaria y social de la Biblia, y por eso le estoy (le estamos) agradecidos, creyentes y no creyentes.