21 de Septiembre. San Mateo evangelista, el "fundamento" de la Iglesia 21.9, Fiesta de San Mateo. Volver a su evangelio, para recrear la Iglesia
Para recrear el mensaje y camino de la Iglesia, superando el riesgo legalista de unos y confirmando las raíces judías de otros, para interpretarlas en sentido universal, escribió Mateo (=Mt) un evangelio que empieza con la genealogía (Mt 1, 1-17) y termina con el mandato misionero de Jesús resucitado, enviando a su Once discípulos a todos los pueblos de la tierra (28, 16-20).
Este evangelio es, ante todo, una historia de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios, siendo al mismo tiempo, un tratado moral y una ley constituyente de la Iglesia, que es judía, estando abierta al mundo entero. Así lo he querido mostrar en el Comentario al Evangelio de Mateo, a quien presento como rabino (testigo y mensajero) del camino de la Iglesia
No sabemos nada de su vida... La tradición le ha identificado con el Mateo publicano (inspector de hacienda) de los evangelios sinópticos... y esa identificación nos ayuda a entender algunos de sus rasgos (su apertura a los más pobres, su visión universal...). Pero, estrictamente hablando, el autor del evangelio de su nombre es un cristiano desconocido, un "rabino" o maestro de la Iglesia de Antioquía que, en torno al año 75/80, escribió un evangelio de concordia, para judeo- y pagano-cristianos, un texto que ha sido esencial para el despliegue de la iglesia, para la configuración posterior del cristianismo.
Le he dedicado un largo comentario, aquí presento su prólogo. Buen día de San Mateo a todos sus amigos, en especial a los amigos de la Biblia.
Un evangelio esencial.
Mateo ha escrito su evangelio para exponer el principio y sentido de la Iglesia, fundada en la confesión de Pedro (de todos los cristianos del principio), cuyo testimonio él (Mateo, como nuevo escriba de Jesús) ha querido recoger y ratificar, de un modo judío, de un modo universal. Éste es, pues, un evangelio confesional, escrito para confirmar a los creyentes de las iglesias vinculadas a Mateo, en un contexto de disputa y diálogo con otros grupos cristianos y, en especial, con el conjunto de judíos que no aceptan la condición mesiánica y divina de Jesús. Pero es, al mismo tiempo, un evangelio narrativo, eclesial y misionero.
‒ Es un evangelio narrativo, en la línea que había ya trazado Marcos[1], y así va mostrando los momentos principales (apasionados, conflictivos, misteriosos…) del itinerario de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte, destacando su relación con Dios, a quien confiesa e invoca como Padre, y su relación con la historia de Israel y la vida y sufrimiento de los hombres y mujeres de su entorno. Aunque incluye largos textos discursivos (cinco grandes sermones de Jesús), Mateo expone de un modo continuo y unitario la historia de Jesús, desde su nacimiento hasta su muerte pascual (resurrección), como historia del “Dios con nosotros” (cf. 1, 23).
‒ Mateo es un evangelio eclesial, interesado ya no sólo por Jesús, sino por la comunidad creyente que él ha suscitado con su mensaje profético y, de un modo especial, con el trance despiadado y luminoso de su muerte. No es un libro de iglesia tranquila, sino más bien de iglesia conflictiva, pues insiste en la formación de aquellos que, a su juicio, forman la verdadera comunidad de seguidores de Jesús, en la línea de Pedro, en contraste con otros grupos judíos y cristianos, en un duro contexto social, en el oriente del Imperio Romano, optando a favor de los expulsados sociales (25, 31-46), que han de ser acogidos en la Iglesia.
‒ Mateo es finalmente, un texto misionero, un libro-guía de la misión cristiana, simbólicamente datado y escrito desde la montaña de Galilea, donde se agruparon los primeros seguidores de Jesús, a quienes él envió diciendo “id pues a todas las naciones…” (28, 16-20). Para esos enviados de Jesús escribió Mateo este compendio de misión cristiana, como un nuevo Pentateuco, recuperando los rasgos más importantes del Jesús Judío, para integrarlos dentro del gran proyecto universal de la Iglesia, asumiendo en otra clave los rasgos esenciales del “evangelio de Pablo”. Para ello reinterpretó la “justicia” judía (cf. 5, 20), desde la vida y muerte de Jesús, en perspectiva de juicio, misericordia y fidelidad (23, 23).
Mateo redactó su libro hacia el 85 dC, al final de unos decenios de intensa creatividad y discrepancias entre partidarios de un cristianismo nacional judío y otros que querían trascender ese nivel, para abrir la misión de Jesús de un modo universal (como hacían los cristianos de la tradición de Pablo). Varios grupos de seguidores de Jesús contaban con buenas razones, pudiendo apelar a sus palabras de Jesús y a recuerdos anteriores de la Iglesia. En ese contexto, Mateo tomó partido por la Roca de la Confesión de Pedro (cf. 16,16-20), no para negar otros caminos eclesiales, sino para integrarlos, desde su diversidad, en la confesión de Jesús como Cristo, a favor de todos los pueblos, a partir de una opción intensa por los pobres.
Insistiendo en ese fundamento, he querido recrear este evangelio en un contexto igualmente conflictivo, de disputas y tendencias eclesiales, en un tiempo de cambio global, para insistir de nuevo en la “roca” (griego petra) en la que ha de fundarse de nuevo el proyecto de Jesús, en un momento de crisis como el nuestro (2017 dC), abriendo así un camino de misión universal. Mateo supo asumir y recrear varias tendencias anteriores, re-elaborando a partir de ellas su propuesta, desde la tradición de Pedro, sin negar a Pablo, a quien no cita, aunque recoge su experiencia básica de la muerte y confesión universal de Cristo. Así lo hizo, contando otra vez la historia de Jesús, como había hecho ya Marcos, pero enriqueciéndola por dentro, para mostrar que ella culminaba en el Monte de Galilea, no en Jerusalén (cf. 28, 11-20), para ratificar así la apertura universal del evangelio.
Para trazar esa historia, desde su nacimiento (Mt 1-2) hasta la pascua (Mt 28), además de su experiencia eclesial, Mateo utilizó no sólo la fuerte de Marcos (centrado en la historia mesiánica de Jesús), sino una colección de Dichos de Jesús (fuente Q, del alemán Quelle), que recogían una parte de su mensaje, actualizado, al parecer, por "cristianos" galileos. De esa forma, retomando desde su propia perspectiva judeocristiana la apertura universal de Pablo, tal como fue discernida por la tradición de Pedro, Mateo pudo elaborar un espléndido (y controvertido) manifiesto cristiano, recreando y vinculando diversas tradiciones, unidas desde el servicio universal a lo pequeños (cf. 25, 31-46).
Mateo ofreció de esa manera un fundamento clave no sólo para la vida de la Gran Iglesia (ortodoxa, católica, evangélica…) hasta el día de hoy, sino para la nueva misión que ahora deben asumir no sólo las iglesias establecidas, sino todos los cristianos. Ciertamente, no pudo ni quiso resolver uno por uno los problemas anteriores, ni responder a todas las preguntas posteriores, de manera que algunas disputas siguieron y siguen existiendo, pero abrió un camino ejemplar de conocimiento de Jesús, de fidelidad ética y de apertura misionera, que nos permite dialogar no sólo con los diversos movimientos eclesiales, sino con los temas abiertos de la modernidad.
Escribo este comentario como exegeta, es decir, como “escriba” algo entrenado en los estudios de la Biblia (13, 51-53), utilizando para ello el método y medios de la crítica científica. Pero, al mismo tiempo, lo hago como cristiano católico, heredero de una larga tradición de estudios bíblicos, en una Iglesia que quiere dialogar con la cultura y religiones de la modernidad, no sólo para aprender, sino para aportar su experiencia mesiánica, en línea de diálogo creyente, respetuoso y crítico. El Cristo de Mateo, sufriente y misionero universal (25, 31-46 y 28, 16-20), no se impone con poder externo, ni por jerarquías autosuficientes, sino que se ofrece y expande a través de la vida de los más pequeños y de aquellos que quieran ayudarles, ofreciendo así la palabra de la vida de Dios a los hombres que buscan con y por Jesús una palabra de vida[2].
Mi comentario de Mateo
A lo largo de este comentario iré ido descubriendo y destacando, como he dicho, la trama del evangelio de Mateo, vinculando, como he dicho, varias líneas: una más biográfica, trazando los diversos momentos de la vida de Jesús, en el contexto muy concreto de su tiempo; otra más eclesial y misionera, insistiendo en la relación de su comunidad con el judaísmo de fondo y con la totalidad de los pueblos a los que se dirige su mensaje; otra, en fin, más teológica, destacando la comunión personal de Jesús con el Padre y su apertura salvadora hacia los hombres, desde el Sermón de la Montaña (Mt 5-7) al envío universal (28, 16-20) , con el juicio final de la historia (25, 31-46).
La teología del evangelio se expresa así como tarea personal de seguimiento y envío, en línea ascendente y descendente. Sólo si llegamos al monte de la Pascua (28, 16-20), culminando el camino de subida y descubriendo la unidad de Jesús con Dios (¡se me ha dado todo poder...!), podremos iniciar descenso, con el mismo Jesús nos envía a culminar y/o realizar su obra, bautizando a los pueblos en el Nombre de Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo), y sabiendo que él está con nosotros hasta el fin del mundo. Mateo nos introduce en el interior de la Historia de Dios, que es por Jesús una historia de servicio a los más pequeños y excluidos, vinculando así la certeza del gran juicio de gracia (Dios está presente en los más pequeños: 25, 31-46) con la exigencia misionera, para que todos los pueblos recibir la buena nueva de Jesús, a quien Dios ha concedido toda autoridad de salvación en cielo y tierra (28, 18b; cf. 11, 25-30).
Esta es la tarea clave, la misión central de Mateo: Que los pueblos reciban el don de Jesús (=sean sus discípulos, mathetai), aprendiendo y compartiendo su camino. Ciertamente, como he dicho, Mateo ha optado por la interpretación mesiánica de Pedro, cuya confesión de fe es la roca fundamento de la Iglesia. Pero ni Pedro (ni otro alguno) puede elevarse sobre los demás como Maestro o Rabí, ni como Padre o Intructor o Kathegetes de la comunidad, porque sólo hay un Padre que es Dios, y hay un Rabi/Inspector es Cristo, y todos los hombres y mujeres somos sus hermanos, hermanos unos de los otros, llamados a recrear el mundo desde el evangelio (23, 8-12).
En medio de la gran marea de la recreación judía, tras la guerra del 67-70 dC y la derrota del judaísmo histórico de Jerusalén, en diálogo y conflicto con otros tipos de judaísmo emergente, de carácter rabínico, Mateo ha optado por contar de nuevo la historia de Jesús, partiendo del material de Marcos y del Q, para ofrecer así una interpretación judía del evangelio, en perspectiva universal, pues Jesús es Rabino o Maestro de todos los hombres, enseñando con su vida y abriendo con su muerte por el Reino un camino de salvación que es judío, siendo para todos.
Mateo ha querido abrir así para el conjunto de los pueblos de la tierra los tesoros del judaísmo, por medio de Jesús, para llegar así a todos, especialmente a los pobres y pequeños, retomando la presencia creadora de Dios (desde Gen 10-11), sin ratificar el poder dominador de los reinos como entidades políticas (y mucho menos el de los imperios), pues conforme a la mejor tradición israelita (fijada, al menos, desde el tiempo de Jeremías) los reinos políticos y los imperios militares son principios de destrucción (cf. 20, 24-28). Le interesan los pueblos (con todos los hombres y mujeres), pero partiendo de los hambrientos y excluidos de la historia de Israel y del mundo entero, pues en ellos revela Dios su salvación al mundo entero (25, 31-46).
En esa línea, desde el Sermón de la Montaña (Mt 5-7) hasta el último discurso del Juicio (Mt 23-25), el Jesús de Mateo ha trazado para todas las naciones, desde los enfermos e impuros, los negados y excluidos de la historia, un camino de humanidad, de aprendizaje y discipulado que resulta inseparable de su propia trayectoria, esto es, del don de su vida, al servicio de los demás. Por eso, la enseñanza de Jesús resulta inseparable de su vida, que, por haberse entregado totalmente al servicio de pobres, ha podido mostrarse al fin como vida del Dios encarnado.
Según eso, sus palabras finales (se me ha dado todos poder/exousia en cielo y tierra), con la confesión de la autoridad de Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo (28, 16-21) no son principio de sometimiento o sumisión para los discípulos y el mundo, sino fuente de vida y esperanza de futuro: No es el hombre el que ha de ponerse al servicio de Cristo (o de Dios), sino, al contrario, es Dios mismo quien se ha puesto al servicio de los hombres. Este es el argumento central de Mateo.
ooooooooooooo
He vuelto a Mateo para recrear su proyecto eclesial y misionero, pasando así de un Jesús Maestro particular, propio de una comunidad cerrada (judía o cristiana) al Jesús Mesías-Maestro universal, desde los pobres, para todas las naciones.Para ello he debido situarme en el lugar donde converge y se ilumina (sin mezclarse) nuestro horizonte y el suyo. Casi dos milenios nos separan, pero su preocupación de fondo es la misma, pues nuestro tiempo es como el suyo.
Mateo escribió en un momento de ruptura y crisis, para recrear y abrir la tradición de una iglesia judeo-cristiana que corría el riesgo de encerrar a Jesús en una ley particular (nacionalista, simbolizada por Jerusalén), y así lo hizo, sin abandonar la raíz judía de Jesús y de la Iglesia (como parecían querer algunos pagano-cristianos apelando a Pablo), y para ello tuvo que situar el evangelio en un nivel más hondo de unidad y apertura universal, desde los pobres y excluidos[3].
También nosotros, cristianos occidentales, herederos de una iglesia católica muy rica, aunque a veces también cerrada en sí misma, debemos elevar y expandir nuestra misión de Jesús, en diálogo con esta modernidad arriesgadísima y rica, desde los más pobres. Nuestro empeño responde no sólo a los signos de este tiempo, sino a la raíz del evangelio, como supo bien Mateo. En esta línea he querido exponer su Libro de la Genealogía de Jesús, desde la perspectiva de mi Comentario de Marcos (Verbo Divino, Estella 2012 =ComMc).
No ofrezco un estudio doctrinal, ni un análisis completo de los temas, pues ya existen buenos comentarios (como indicará la bibliografía), sino que me limito a ofrecer una relectura teológico-social de su mensaje, en un nivel de análisis crítico y de implicación hermenéutica. A pesar de ello, mi comentario resultará algo extensa, y no es para ser leído de corrido (a no ser por estudiantes o personas más especializadas), sino que ha de tomarse como libro de consulta, para interpretar el evangelio.
He insistido en algunos pasajes especiales, que comento de manera más extensa. Pero en esos casos, cuando mi reflexión desborda el plano del simple comentario, desarrollo el tema en forma de “excurso”, para lectores más interesados. Ofrezco al comienzo de cada sección el texto traducido de Mateo, aunque el lector puede utilizar también de otras buenas traducciones que presento en la bibliografía. Con cierta frecuencia, presento palabras del texto en griego, siempre entre paréntesis, para ayuda de los más interesados o eruditos, como referencia ulterior, que no es necesaria para entender el texto. Por eso, el lector menos interesado, o que no sepa la grafía griega, puede pasar por alto estas palabras, que no son necesarias para entender el texto y que aparecen, además, transliteradas y explicadas en castellano. A pesar de todo, he querido mantenerlas, como referencia ulterior, para eruditos o estudiosos del texto griego.
Éste es, como he dicho, un comentario crítico/teológico, y aborda cuestiones de comparación nter-textual (con Marcos y el Q, incluso con Pablo…), pero no insiste en el posible origen semita, ni en los pretendidos estadios anteriores de Mateo, para recrear así la historia de la tradición sinóptica. Tomo el evangelio como está, en la edición del GNT (aunque a veces me atrevo a ofrecer conjeturas textuales, partiendo de otros manuscritos). Como diré en la introducción, tengo mi propia hipótesis sobre Mateo, pero no he querido que este comentario sea un libro de disputa, sino una exposición lo más fiel posible de de su texto.
NOTAS
[1] Este libro sigue en la línea del Evangelio de Marcos (=ComMc, Verbo Divino, Estella 2012), cuyo contenido presupongo. Ciertamente, para destacar el fundamento y tarea universal de la Iglesia podría haber utilizado otros autores y libros del NT, especialmente los de Pablo y su escuela, con Lucas (Lc y Hch) o Juan (Jn, 1-3 Jn), pero me he fijado en Mateo por la riqueza contrastada (y sufrida) de sus aportaciones y su opción por la Roca de Pedro (16, 18) para interpretar partiendo de ella la historia y tareas de la iglesia.
[2] Al final del libro ofrezco una bibliografía básica, centrada en las obras que voy citando a pie de página en el comentario. Resulta imposible presentarla toda, pues ella va creciendo sin cesar, y es difícil conocerla hoy por entero. Además, mi comentario no puede ni quiere ser completo, como son los Davies-Allison, Luz, France, Bonnard…, con otros que recojo al final de este libro, a los que debo lo mejor del mío.
[3] Mateo respondió a su tiempo con un manual de vida cristiana para unión de judíos y gentiles, y así nosotros debemos recrearlo, presentando a Jesús como fuente de diálogo y signo de unidad ante el tercer milenio, como quieren, entre otros, Allison, The New Moses, Donadlson, Jesus on the Mountain, Frankemölle, Yahwebund y Grasso, Gesù. Sus problemas están cerca de los nuestros, pues debemos recuperar también una tradición europeo/occidental cristiana para dialogar con otras religiones y culturas. En esa línea, tras un tiempo de olvido relativo (con predominio de Pablo y Marcos, e incluso de Lucas y Juan), estamos re-descubriendo de manera vital a Mateo, como ha destacado Stanton, Interpretation, 1-3.