Virgilio Elizondo (1935-2015), una herida de muerte

Toda la prensa de esta triste mañana (17.3.16) ha resaltado la noticia:

No pudiendo resistir a la presión mediática, acusado de delitos que él negaba haber cometido, el pasado lunes (14.3.16), parece que Virgilio Elizondo ha preferido arrancarse la vida en este mundo, en el que algunos le estaban juzgando, para ser recibido y amado en el tribunal del Dios de Jesús, en quien siempre había confiado, con sus posibles debilidades y pecados.

Con ocasión de mis trabajos de teología hispana y de la preparación del Diccionario de Pensadores Cristianos, había tenido algo de contacto con él. Ha sido una vez señera del pensamiento y de la vida católica hispana en Texas y en todo América Latina, tanto en castellano, como en Inglés.

No puedo ni quiero entrar en las razones más concreta de su muerte (ni de la notica de su muerte), aunque en el corazón tengo el convencimiento de que era inocente ante Dios y ante los hombres. Sea como fuere, le recuerdo como un gran creyente, un luchador al servicio de la grandes minorías despreciadas de América, dentro de un sistema social y judicial cuya justicia me cuesta entender.

Virgilio, estás en manos de Dios. Sabes que no has ido solo, muchos hemos estado y estamos contigo. Pero mucho más que nosotros te quiere el buen Dios en cuyas manos has puesto tu vida. Te queremos, Virgilio, por todo lo que has hecho a favor de una teología y de una vida más justa, más humana, más universal, con lugar de acogica, amor y diálogo para todos.

Sigue la nota que publiqué hace cuatro años en mi Diccionario de Pensadores Cristianos, Verbo Divino, Estella 2012, con dos reflexiones de un libro de D. G. Groody, Globalización, espiritualídad y justicia. Navegando por la ruta de la paz Verbo. Divino, Estella 2009, que he tenido el honor de conocer, seguir y traducir.

ELIZONDO, VIRGILIO (1935- ).


Sacerdote y teólogo católico de Estados Unidos, nacido en San Antonio, Texas, de padres mexicanos, de apellido y tradición vasca. Es una de las personalidades más importantes del cristianismo y de la cultura USA, donde, a su juicio, existe una sociedad y una cultura mestiza.

Estudió en la Universidad de St. Mary de San Antonio, Texas, y en el Institute Catholique de París, especializándose en el diálogo de razas y culturas. Ha realizado diversos servicios pastorales en su diócesis (de San Antonio) y ha sido profesor en la universidad de Santa Bárbara, California.

Fundó el año 1972 el Centro Cultural Mexicano-Americano (MACC) como un lugar para la investigación y la formación de los líderes latinos y de personas que trabajen con los latinos de Estados Unidos. Ha estudiado de un modo especial la relación de la iglesia católica con el pueblo mestizo de USA. Su obra más significativa es (Galilean Journey. The Mexican American Promise (New York 2000; versión cast. El viaje de Galilea: la promesa México-Americana, New York 2000).

A su juicio, la tierra bíblica de Galilea no es simplemente una realidad geográfica, sino una categoría teológica, con un inmenso potencial para la liberación humana. Siendo galileo, Jesús fue un judío marginal, de una provincia oprimida, y así compartía muchas notas comunes con los latino-americanos que viven en los márgenes de la sociedad de USA. En ese contexto, descubriendo las implicaciones sociales y culturales de Jesús, la nueva teología viene a presentarse como principio y fuente de liberación e integración cultural para los americanos marginados.

Entre sus libros:
A God of Incredible Surprises: Jesus of Galilee, (Lanham 2003; versión castellana: Un Dios de sorpresas increíbles:
Jesús de Galilea, Chicago 2007); The Future is Mestizo: Life Where Cultures Meet (Univ. of Colorado 2000; versión cast. El futuro es mestizo: la vida donde se encuentra la cultura, Colorado 2000).

Estas y otras obras de Elizondo son un signo de la nueva teología que está surgiendo en USA, lugar donde antes existía sólo un pensamiento anglosajón e importado de Europa (de Inglaterra e Irlanda, de Alemania y Francia…).

Virgilio Elizondo,
una teología galilea

(del libro de Groody, Globalización, espiritualídad y justicia.)

Junto a la teología negra nació también la teología hispana y asumió el reto de la opresión cultural. Esta teología se enfrenta con unos desafíos semejantes a los de América Latina, en el plano de la marginación y discriminación; pero, en Estados Unidos ella se vincula a la teología de los afro/americanos. En esa línea, los hispanos de USA han elevado también el desafío de su identidad cultural.

Entre los hispanos de USA hay una gran variedad de identidades culturales, que van de México a Cuba y a toda América Latina; pero la obra fundacional de la teología hispana de la liberación es el libro de Virgilio Elizondo, Galilean Journey. The Mexican American Promise . En este libro, Elizondo realiza una lectura cultural del evangelio y una lectura evangélica de la cultura, especialmente una lectura de la cultura oprimida de los mexicano/americanos en los Estados Unidos de Norteamérica.

Para él, la tierra bíblica de Galilea no es simplemente una categoría geográfica, sino una categoría teológica, con un inmenso potencial para la liberación humana. Él descubre en la identidad galilea de Jesús muchas semejanzas con la identidad de los mexicanos de Norteamérica. Al ser galileo, Jesús fue un judío marginal, que venía de una provincia marginal, un hombre que compartía muchas notas comunes de lucha con los méxico-americanos que viven en los márgenes de la sociedad.

A semejanza de Jesús, los méxico-americanos son frecuentemente despreciados por la cultura dominante anglosajona, blanca, de USA y están llamados a enfrentarse con los centros de poder que les oprimen. La finalidad de Elizondo no es simplemente la de criticar la sociedad USA o la economía global dominante, sino valorar la experiencia de los méxico-americanos y poner de relieve la gran contribución que su cultura ha ofrecido a la gran sociedad humana.

En su libro Galilean Journey, Viaje por Galilea, Virgilio Elizondo condensa la historia del evangelio en torno a tres aspectos centrales de la vida de Jesús:

--
su comienzo en Galilea,
-- su destino en Jerusalén
-- y la consumación de su vida en la resurrección.

Estas experiencias de Jesús se concretizan en aquello que Elizondo llama el Principio Galilea, el Principio Jerusalén y el Principio Resurrección . Cada uno de estos principios pone de relieve una dimensión distinta de la Narrativa del Evangelio, tal como se aplica a nuestras vidas en la actualidad.

El Principio Galilea pone de relieve la identificación de Jesús con los marginados.

El Principio Jerusalén pone de relieve su enfrentamiento con el mal.

El Principio Resurrección indica el poder de Dios para crear nueva vida.


Según Elizondo, el hecho de que Jesús naciera en un establo en Belén y tomara su residencia y realizara su ministerio en Galilea es más que un dato geográfico, recordado por los evangelistas. Se trata más bien del comienzo de las buenas noticias, especialmente para aquellos que son pobres y se encuentran excluidos, de cualquier modo que sea.

La entrada de Jesús en el mundo va en contra de la forma en que el mundo piensa normalmente sobre el poder, sobre la autoridad y la grandeza, especialmente para aquel que actúa como un ser divino. Su humilde nacimiento (Lc 2, 6-7), el anuncio de los ángeles a los humildes pastores, más que a los hombres y mujeres de alto rango social (Lc 2, 8-12. 15. 20), y el hecho de que sus padres ofrecieran unas palomas, en vez de un cordero, en el momento de la presentación en el templo (Lev 12, 6-8; Lc 2, 24) son partes de una tradición cristiana antigua, donde se afirmaba que Jesús había nacido de unos padres pobres.

Esta noticia es liberadora para todos los seres humanos que se encuentran en necesidad precisamente porque ella revela la solidaridad de Dios con los pobres y su autoridad definitiva sobre todos las fuerzas que les amenazan.

Jesús no solamente nació entre los pobres, sino que se puso en contacto con ellos en Galilea. El poder político residía en Roma, el intelectual en Atenas y el religioso en Jerusalén. Galilea no era centro de nada, a pesar de que podía presentarse como lugar de cruce para todos. Los galileos aparecían como insignificantes ante aquellos que poseían el poder civil y religioso; eran pobres campesinos, agricultores o trabajadores de clase baja. Incluso los carpinteros eran considerados como grupo inferior. Así lo pone de relieve Elizondo:

Galilea era una tierra de pobres gentes – es decir, de gentes del campo, de trabajadores manuales, de personas marginadas y oprimidas, sea quien fuera el que estuviera en el poder, sea cual fuera el poder que gobernara.

Los galileos eran personas que habían quedado al margen y que eran explotadas por todos los demás. Ellos compartían el destino de otros pueblos que vivían al margen de unas civilizaciones “mejores”. Nadie busca el liderazgo de personas como éstas, ni tiene grandes esperanzas puestas en aquellos que viven de esa forma, al margen de todo… (Virgilio Elizondo, Galilean Journey. The Mexican-American-Promise, Orbis Books, Maryknoll New York 2000, 52.


Por vivir y realizar su ministerio en Galilea, Jesús queda asociado con un grupo de personas marginadas. Al encarnarse como un judío galileo, Dios se hace en Jesús un “rechazado” del mundo, de tal manera que revela en su mismo cuerpo la mentira de un mundo que degrada a los seres humanos. Desde esta ubicación social, Jesús muestra las mentiras de todas las categorías de un mundo que desprecia y deshumaniza; Jesús rechaza los ídolos que clasifican y segregan a los seres humanos, partiendo de etiquetas sociales como las de lo superior y lo inferior, los ricos y los pobres, los dignos y los indignos. En contra de eso, Jesús revela una verdad más alta: que todos los seres humanos tienen una dignidad esencial e inalienable, dada por Dios.

Más aún, al comenzar su ministerio en Galilea, Jesús no fundamenta su autoridad en un poder del mundo, de cualquier clase que fuere, sino en una nueva relación con Dios y con los otros. Desde Galilea, él anuncia esta nueva relación y un Reino nuevo, entre personas que son las que se encuentran más excluidas de todo tipo de Reino mundano.

De esa forma, Jesús se pone en contacto en Galilea con todos aquellos que están rechazados, del modo que fuere, y les ofrece la buena noticia de que Dios no les excluye, la noticia de que están invitados al Reino. Con este amor universal, que abraza a todos, Jesús rechaza todo rechazo, porque el rechazo y la exclusión de los otros constituyen el gran pecado del mundo, el verdadero principio de poder del imperio.


Virgilio Elizondo, una teología ecuménica,
celebración en su catedral hispana de San Fernando, en San Antonio (Texas)

(siguen notas tomadas del libro de Groody, ya citado)

Cada año, en el día de la Acción de Gracias, en la catedral de San Fernando, de la ciudad de San Antonio, Texas, los líderes de muchas religiones diferentes se reúnen para dar gracias, conforme a sus propios credos y prácticas religiosas. Protestantes, católicos, judíos, musulmanes, budistas, hindúes, bahà’ís, creyentes de religiones tribales y otros tipos de creyentes se reúnen, en oración, meditación y canto, para realizar una liturgia de oración.

De un modo adecuado, los americanos nativos comienzan el servicio tocando un tambor, como símbolo de un latido común del corazón, de una humanidad común.
Un imán musulmán lee después un pasaje del Corán

y un rabino judío canta un salmo.

Un monje budista abre un momento de silencio etc.

Al final de la ceremonia, todos se unen en una procesión común y ofrecen dones para ayudar a los más pobres y vulnerables de la comunidad.

Virgilio Elizondo recuerda bien el comentario que le hizo una mujer católica, callada, tradicional, con un velo en la cabeza y rezando el rosario, poco después de que él hubiera organizado por primera vez este servicio religioso. Se le acercó y le dijo abruptamente: “Padre, tengo que hablar con Usted”. Virgilio Elizondo pensó que le dirigiría una crítica muy dura, pero ella le dijo.

“Durante este servicio de plegaria he reaccionado como le voy a indicar. Quiero decirle que en mi casa tengo un cuatro de la Última Cena, que es uno de mis cuadros favoritos. Cuando he visto que todas estas personas de religiones diferentes se reunían aquí en la catedral, dando gracias a Dios y buscando la manera de ser mejores personas, cada uno en su religión, yo he sentido que estaba contemplando ya la Última Cena, del final de los tiempos, cuando Dios reúna en torno a sí a todos los pueblos”.


Esta mujer había interpretado aquella oración como una fiesta espiritual de todas las grandes religiones del mundo, en torno a una mesa común. De manera semejante se expresó, una mujer hindú, que estuvo presente en aquel servicio religioso:

De todas las actividades que realizo a lo largo del año, la que más valoro es esta reunión de todas estas diferentes religiones, en esta catedral, reunidas en un momento de armonía. Siento que lo que hemos experimentado aquí constituye una pequeña esperanza de aquello que todos nosotros llegaremos a ser un día. Espero que la paz que aquí hemos experimentado pueda multiplicarse por mil, de tal manera que lo que hemos vivido dentro de esta iglesia pueda expresarse en aquello que seremos fuera de ella.

De manera semejante, un dirigente judío observó:

Cuando estaba sentado dentro del edificio de esta Iglesia, y observaba su arquitectura en torno a mí, con las vigas por encima y la nave frente a nosotros, yo sentí como si estuviéramos todos dentro de un gran barco. Entonces tuve presentes a todas las diferentes religiones que se habían reunido, juntas, en este mismo lugar. Ciertamente, yo pensaba también, de un modo especial, en todas las guerras, divisiones y argumentaciones que nos enfrentan a unos contra otros; pero en este momento de paz y armonía que hemos experimentado juntos, me parecía que era como si estuviéramos reunidos en el Arca de Noé, conducidos a través de las olas de cambios hacia una nueva creación que permita que descubramos todos nuestra mutua conexión

Mientras las grandes religiones del mundo deben encontrar todavía su lugar en este nuevo orden mundo, descubriendo la contribución que deben aportar para el surgimiento de esa comunidad global, esta experiencia de la Catedral de San Fernando nos recuerda que vivir juntos como una familia común no implica desechar la fe de cada uno, para crear una fe común de tipo inconsistente, sino todo lo contrario: cada religión tiene que expresar con fidelidad su propio credo y su propia tradición, pero abriéndose, al mismo tiempo, a los otros.

Más allá de las diferencias, la base para una ética común de tipo global, se encuentra en una preocupación unificada a favor de un mundo más justo y más pacífico y en un mayor compromiso y solidaridad a favor de los pobres. A no ser que, a pesar de nuestras diferencias, aprendamos a sentarnos en torno a una misma mesaacabaremos por destruirnos.
Volver arriba