De Jesús a benedicto XVI Del camino de paz de Jesús al programa de paz de Benedicto XVI (Caritas in veritate, 2016)

Jesús abre con su vida un camino de paz con los pobres y, enfermos, hambrientos, condenados y  expulsados de la sociedad establecida, en contra de la paz que ofrece el templo y el imperio que le condena a muerte.

El Papa Benedicto XVI ofece en su encíclica caritas in veritate un programa de paz y desarrollo humano en la caridad y en la verdad integral, un programa dirigido no sólo a los obispos y al resto de los cristianos, sino a todos los hombres "de buena voluntad", empezando por las autoridades establecidas del sistema político/económico mundial.

Entre el camino de Jesús y el programa de Benedicto XVI hay un largo trecho que quiero poner de relieve en lo que sigue.

EL CAMINO DE LA PAZ

LA PAZ DE JESÚS. PRINCIPIOSj

JESÚS NO ESCRIBIÓ UN TRATADO SOBRE LA PAZ, sino que abrió con su vida un camino de paz, desde (con) los pobres y expulsados de su entorn.

 1. Jesús, mesías campesino, mesías pobre,sn armas, ni dinero

Fue un mesías campesino, que no quiso transformar la economía desde arriba, controlando los mercados imperiales, ni siquiera en Galilea, ni empezó organizando de un modo directo unos modelos de trabajo y propiedad (en la línea de las federaciones agrícolas del principio de Israel), sino que hizo algo anterior y más profundo, pues empezó ofreciendo dignidad a los campesinos expulsados de su tierra.

Ciertamente, no se opuso a un cambio en el sistema, pero quiso enriquecer y trasformar la vida de los galileos desde su misma humanidad, desde los más pobres, cambiando su forma de pensar y sentir, de querer y de amarse, para que pudieran compartir la tierra, como al principio de la historia israelita.

Jesús inició su proyecto a partir de esos marginados del nuevo [des-]orden económico, empobrecidos por la estructura de poder de las ciudades que imponían su dominio (ley comercial y social) sobre los campesinos y artesanos. Jesús ha rechazado esa estructura de imposición y ha invertido el orden de las instituciones: no ha querido formar grupos de dominio, desde arriba, sino un movimiento social de comunicación desde los más pobres. Sólo a partir de esos expulsados y negados del orden económico, que debían ser (y son) hijos privilegiados de Dios, se puede hablar de la paz del Reino.

Historia de Jesús

 Jesús sabía que el sistema social imperante (romano/galileo) era perverso, pues para mantenerse expulsaba a muchos pobres, dejándoles sin tierra ni lugar social. Por eso tuvo que elaborar un camino y modelo de vida que fuera capaz de ofrecer esperanza de paz a los expulsados del sistema. En esa línea podemos presentarle como inventor de humanidad, el mayor de los pacificadores. Él estaba convencido de que la paz no se extiende (que la vida de los hombres y mujeres no cambia y mejora) desde arriba (por un Imperio como Roma), sino desde la pobreza. César y sus sucesores quisieron pacificar el mundo creando un Imperio; Jesús quiso cambiarlo y lo cambió iniciando un camino de Reino a partir de los pobres.  

No ha sido un purista (que sólo acepta a sus pobres), sino que ha buscado (amado) también a los propietarios, a quienes anuncia el Reino (salud mesiánica), pidiéndoles que acojan (que no opriman) a los pobres, compartiendo con ellos casa y bienes. De esa forma come y bebe (cf. Mt 11, 19) no sólo con Leví, el publicano (cf. Mc 2, 13-17), sino con otros propietarios, como recuerdan los evangelios (cf. Mc 14, 3-9; Lc 7, 36-50; 14, 1-24). De esa forma une dos tradiciones:

 (1) La tradición de los agricultores federados, concretada por Josué tras la conquista (cf. Jos 18-24) y ratificado por la ley del jubileo (Lev 25) según el cual los propietarios autónomos de tierras eran representantes del auténtico Israel.

(2) La tradiciónde los itinerantes hebreos (cf. Éxodo, Números y Deuteronomio), que aparecen como portadores de la identidad del pueblo, llamados a formar la nueva federación de campesinos (hombres y mujeres) libres, que comparten la heredad de Dios. Un programa de “salida”, de éxodo, desde los pobres…

2. En un tiempo de guerras y persecuciones, en el final de los tiempos 

 Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerra, no os alarméis. Eso tiene que suceder, pero no es todavía el fin. Pues se levantará pueblo contra pueblo y reino contra reino. Habrá terremotos en diversos lugares. Habrá hambre. Ese será el comienzo de la tribulación (Mc 13, 7-8).

 El texto nos empieza situando en un escenario de guerra escatológica, en una situación que se asemeja mucho a la nuestra del año 2023, amenazados también por una guerra que parece final (pues después no habría nada). Es lógico que en un contexto así tengamos miedo. Pues bien, asumiendo el mensaje y vida de Jesús, el texto nos invita a mantener la calma (como Is 7, 4). 

  El Mesías Jesús ha ofrecido la paz, pero los grandes del mundo la han rechazado y de esa forma quedan en manos de una guerra sin fin (cf. Jn 16, 33) en la que sólo pueden mantenerse combatiendo unos con otros, hasta destruirse sin remedio.

En ese contexto resulta normal la alusión a la violencia cósmica (terremotos) y a la gran carencia humana (hambre). Dios había creado el mundo en armonía (Gen 1), pero allí donde los hombres se enfrentan entre sí retorna el caos (cf. Gen 6-8). Es como si el cosmos perdiera su estabilidad y se quebrara (terremotos), negándose a dar fruto (hambre). 

La Palabra se hizo carne - Editorial Verbo Divino

  Tened mucho cuidado. Os entregarán a los sanedrines, seréis azotados en las sinagogas y compareceréis ante gobernadores y reyes por mi causa para testimonio de ellos; pero es preciso que primero se anuncie el evangelio a todos los pueblos. Y cuando os lleven para entregaros, no os preocupéis de lo que vais a decir. Decid lo que Dios os sugiera en aquel momento, pues no seréis vosotros los que habléis, sino el Espíritu Santo (Mc 13, 9-11).

3. Bienaventurados los mansos, ellos heredarán la tierra[1].

Esta es la bienaventuranza de los que superar el sistema de violencia, no por cobardía, sino por gracia más alta…Esta es la paz de los perseguidos que no se defienden con violencia militar ni lucha económica,  sino con fidelidad a la vida, con amor…, desde la pobreza y el hambre… Los creadores de la paz son los bienaventurados de Lc 6, 21-22 y Mt 54, 2-11

-Los pobres, los que pasan hambre. Si no sabes pasar necesidad… si no sabes pasar hambre, si no sabes renunciar… no lograrás nunca la paz…

-Los que sufren, saber sufrir. Sufrir como elemento de la vida… En el fondo, si no sabes “morir”, negarte a ti mismo, no podrás crear paz…

-Los  mansos heredarán la tierra… Cuando Jesús dice “bienaventurados los manso” (Mt 5, 5) se está refiriendo a los que no emplean la violencia para dominar a otros. Mansos son los que actúan sin imponerse sobre los demás y de esa forma les ayudan, como Jesús, manso y humilde  (cf. Mt 11, 28-29).

- Esta es la bienaventuranza de Jesús, su propia vida…Siendo pobre (manso, no violento), él pudo acoger y ayudar a los pobres, cumpliendo así la promesa del Salmo 37, 11: “los manos heredarán la tierra”, no al modo actual (por violencia), sino al modo de Dios, por herencia de gracia.

 Sólo los mansos, que renuncian a toda imposición militar y a toda guerra podrán poseer la  tierra, pues ella no se conquista, sino que se recibe de los antepasados, para regalarla y compartirla con aquellos que nos acompañan y nos sigan. La tierra que se conquista y somete por fuerza se vuelve un infierno de guerra: cuanto más la dominemos más la estropeamos. Sólo los mansos podrán heredar la tierra y compartirla. Los  violentos, la destruyen y se destruyen a sí mismos.

Felices Vosotros. Las Bienaventuranzas: 437 (El pozo de Siquen) : Pikaza,  Xabier: Amazon.es: Libros

 En este contexto se entiende la bienaventuranza de la paz, es decir, de los pacificadores (Mt 5, 9). Otros tipos de judaísmo podían tener otros bienaventurados: los guerreros de Dios que conquistan un reino (celotas), los buenos sacerdotes con sus sacrificios, los cumplidores de la ley… (en línea farisea). Pues bien, para Jesús, judío mesiánico, bienaventurados son aquellos hombres y mujeres que “hacen” (poiein) la paz del Reino, regalando generosamente la vida a los demás. Entre los pobres, de los que habla la primera bienaventuranza de Mateo y los pacificadores de los que habla ésta (que es la séptima), discurre así el camino de Jesús, la Via Pacis de la plenitud mesiánica, en la línea del profetismo judío de la paz. Aquí culmina el mensaje de Jesús, aquí se condensa su proyecto, centrado en el surgimiento de unos  hacedores de paz (eirenopoioi), portadores de una victoria, que no se impone contra nadie, sino que es paz para todos, empezando por los pobres, los hambrientos, los mansos[2].

4. Bienaventurados los perseguidos… (hambrientos, expulsados: Mt 25, 31-46)

Los perseguidos, los oprimidos, los expulsados, los pobres, los enfermos…No los dominadores, sino los dominados… No los que triunfan, sino los que pierden… Jesús no ha venido a confirmar la paz de un sistema de opresión, sino a romperlo por dentro (¡no he venido  a traer paz!), en línea de entrega mutua y comunión gozosa de la vida. En ese fondo se sitúa la promesa de alegría de los antes perseguidos, que aparecen como portadores de la bienaventuranza de Dios, es decir, de la paz mesiánica[3].

Bienaventurados sois cuando los hombres os aborrecen, cuando os separan y os vituperan, y expulsan vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del Hombre.– Gozaos ese día y saltad de alegría, pues vuestro galardón es grande en el cielo; pues así hacían sus padres a los profetas  (Lc 6, 22-23; cf. Mt 5, 11-12)

 Esto significa que los seguidores de Jesús han de estar dispuestos a sufrir sin defenderse de un modo violento, alegrándose por ellos. En esa línea, invirtiendo la famosa sentencia romana “si vis pacem para bellum” (si buscas paz, dispón la guerra), habría que decir: si quieres paz, estate preparado para la persecución. Jesús ha extendido un mensaje de paz y para ello ha debido romper (superar) los esquemas de dominio de su entorno.

Como se podía haber previsto, su propuesta ha encontrado opositores, no sólo entre los miembros de las clases altas (herodianos, sacerdotes, algunos escribas, Pilatos), sino entre muchos galileos. Su camino de paz suponía un cambio fuerte en las prioridades del entorno social y para ello tuvo que enfrentarse con las estructuras dominantes, para crear solidaridades nuevas, desde los más pobres, abiertas a todos, superando así el patriarcalismo familiar y social de su tiempo. Lógicamente, al cuestionar los modelos de vida dominante de la sociedad, ha suscitado reacciones de rechazo, con persecuciones y violencias.

Violencia y diálogo de religiones

Suele decirse que es más fácil cambiar un imperio militar (dar un golpe de estado, como pudieron hacer, en aquel tiempo, Tiberio o Calígula, Claudio o Nerón, Galba, Otón o Vitelio y, por fin, Vespasiano), que trasformar desde abajo los modelos de vida familiar y social de los campesinos y demás habitantes de Israel o Roma. Pues bien, eso es lo que quiso hacer Jesús, iniciando una revolución integral, desde los más pobres, al servicio de la gratuidad y el amor universal. Entendida así, esta bienaventuranza recoge y condensa la experiencia de Jesús, que no ha sido condenado sólo al fin de su vida por las autoridades supremas (Jerusalén), sino que había sido ya rechazado por varios grupos de poder social y religioso en Galilea. Pues bien, en ese contexto, él pide a los suyos que se gocen en las persecuciones.

Esta alegría en la persecución, donde culmina el proceso de las bienaventuranzas, constituye un elemento clave de la misión cristiana. Es una alegría activa, provocativa, vinculada a la paz mesiánica, que el judaísmo interpretaba como plenitud de Dios, Shalom escatológico. En un contexto en parte semejante al de Jesús, Mahoma y sus amigos emigraron a Medina (Hégira), para formar allí una comunidad autónoma. En contra de eso, Jesús y sus discípulos no sólo permanecen en Galilea, corriendo el riesgo del rechazo y la persecución, sino que suben a Jerusalén, donde corren mayor riesgo.

Con Jesús, a quien la tradición presentará como justo sufriente y perseguido (cf. Mc 8, 31-9, 1 par), han de sufrir también los suyos, a quienes él no quiere masoquistas, sino que les ofrece y promete la felicidad perfecta, que consiste en mantenerse alegres en medio de la persecución, en paz personal y social, sin rebelarse contra Dios, sin imponerse sobre  otros.

De esa forma, las bienaventuranzas presentan a Jesús como hombre dichoso, que sabe dar la vida sin victimismo. No busca el dolor por el dolor, no se goza en la desdicha, pero saber perder y sufrir por la paz del Reino. El evangelio no es guía de pecadores (como el libro famoso de Luis de Granada), ni de perdedores (como podría suponer una lectura poco atenta de Mc 8, 31; 9, 31, 10, 32-34 par), sino de amadores y gozadores, personas que saben ser felices desde el más hondo manantial de su existencia

5. Alianza de paz desde los pobres, no pacto de poder con Roma  o el templo

La paz es alianza… de vida,  no un  puro contrato de intereses, ni un tratado político…  Es una alianza personal, una comunión de vida.  Jesús estaba convencido de que los pobres y expulsados de su tiempo podían renovar la alianza de Dios, en las nuevas condiciones de su tiempo, bajo el dominio mercantil de Roma y de los reyes de la familia de Herodes.

- Otras alianzas… La más importante la de Qumrán… También otros grupos judíos hablaban por aquel tiempo de alianza, como los esenios de Qumrán, con su pacto elitista de puros.

- Pero la alianza de Jesús evocaba y simbolizaba la llegada del Reino de Dios, como cumplimiento de la israelita (doce apóstoles, doce tribus), en solidaridad y comunión de mesa, desde los más pobres (campesinos sin tierra, itinerantes). Era una alianza desde los más pobres, una alianza abierta…a todos, a los pobres y excluidos sociales…

 Como testigos de la alianza de Dios, otros grupos judíos (algunos sacerdotes, fariseos y/o celotas), se habían aislado y vivían separados, prontos incluso a luchar de un modo militar. Jesús pudo parecerse a ellos, pero que no quiso crear una alianza distinta, sino renovar y cumplir la israelita, como proyecto y camino universal de Reino, desde los pobres y excluidos de la tierra, de un modo no-violento. De esa forma subió a Jerusalén, como pionero y representante del Reino, entrando abiertamente en la ciudad, por el Monte de los Olivos, en los días de Pascua (cf. Mc 11, 1 ss). No vino de un modo privado, sino como pionero de la Alianza universal del Reino, en nombre de los pobres y excluidos. Para ser fiel a su mensaje, “no pudo pactar” (hacer las paces), repartiendo el poder con otros poderosos, sino que buscó la Alianza de paz con todos los hombres: 

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  1. No pudo pactar con los sacerdotes de Jerusalén. Ciertamente, ellos habían pactado con Roma, que nombraba al Sumo Sacerdote y defendía las instituciones sacrales del templo, en un contexto de equilibrio de poder. Pues bien, Jesús no quiso pactar con ellos, pues no admitía su sacerdocio (al servicio de intereses particulares), sino que proclamó ante todos el Reino de Dios, como alianza universal, desde los pobres, una alianza humana, es decir, divina) que la Iglesia posterior centrará en su sangre-eucaristía (cf. Mc 14, 24 par).
  2. No pudo pactar con Roma, como quizá hubiera hecho una iglesia moderna, enviando delegados a Pilato, para asegurarle que venía desarmado y no quería (ni podía) tomar la ciudad, ni provocar desórdenes externos, sino cambiar la identidad y misión del judaísmo, sin atentar directamente contra Roma. Jesús no pudo pactar así con Roma, pues ni él estaba dispuesto a pedir permiso al gobernador, ni el gobernador tendría interés en pactar con judíos de poca categoría, como parecía ser Jesús. Además, Jesús no hacía pactos, era hombre de alianza[4]. 

Jesús no quiso establecer unos pactos particulares de poder (unas paces políticas con sacerdotes o Pilatos), porque era representante de una alianza universal, desde los pobres, y buscaba una paz de Dios, desde Israel a todo el mundo. Precisamente por ser fiel a esa alianza (al camino de los pobres) tuvo que dejar que le mataran, sin defenderse con armas, estableciendo así la alianza nueva y definitiva de los profetas (cf. Jer 31, 31), como ratifican los textos de la Última Cena: “Ésta es la Sangre de mi Alianza, derramada por muchos” (Mc 14, 24; Mt 26, 29); “Esta copa (es) la Nueva Alianza en mi sangre, derramada por vosotros” (Lc 22, 20; 1 Cor 11, 25; cf. también 2 Cor 3, 6; Heb 8, 8).

De esa forma ha revelado la alianza de Dios con los hombres y de los hombres entre sí, no a través de la sangre ritual de los sacrificios violentos (cf. Ex 24, 8), pues Dios no quiere sangre derramada, sino por amor compartido que se identifica con su misma vida que el evangelio presenta como levadura de transformación para todos los hombres. Por vivir como ha vivido y morir como ha muerto, él es alianza universal, que se expresa en la copa de vino que hombres y mujeres toman al recordarle, haciéndole Memoria de de Dios, como ha comentado el evangelio de Juan, en el Sermón de Cafarnaúm (Jn 5)[5].

6. Paz cristiana, alianza mesiánica. Cuerpo compartido, eucaristía

   Es alianza o comunión de personas, no contrato social de intereses.  Desde Hobbes y Roussea se impone el contrato social y económico de intereses.  Esta alianza de Jesús tiene dos principios. 

  (a) Uno es la Palabra: los que siguen a Jesús se comprometen a mantenerse siempre en alianza de palabra, no sólo entre ellos (como beneficiados de la alianza), sino con todos los hombres y mujeres del mundo (pues son portadores de una alianza universal, como han puesto de relieve los textos de la Eucaristía).

(b) Otro es el Amor o experiencia de comunión de Vida: los que siguen a Jesús se comprometen a compartir el Pan (que es Jesús mismo), no sólo entre ellos sino con todos los hombres, pues son, como he dicho, portadores de esa alianza universal, que puede vincular y vincula de hecho a todos los hombres y mujeres de la tierra.

 Esta forma de entender la alianza de Jesús nos sitúa en la raíz del judaísmo. Significativamente, muchos cristianos posteriores, al pactar con el helenismo y el imperio (platonismo y constantinismo), han dejado en un segundo plano este modelo de alianza, que implica y promueve una paz universal y han destacado el modelo de la verdad ontológica (que no es alianza, sino imposición sagrada).

Pues bien, mirado desde su raíz, el movimiento de Jesús asume y continúa la misma alianza originaria de Israel, desde los pobres y expulsados de la globalización helenista que se iba imponiendo en Galilea. De esa forma debe promover una alternativa de humanidad (de comunicación), en contra del proyecto imperial (de dominio) del César y sus sucesores. Ambos (César y Jesús), murieron asesinados, pero sus caminos pervivieron y se acabaron vinculando parcialmente en la historia de occidente. Pues bien, es hora de que la Iglesia rescinda su pacto de conveniencia con el Cesar (¡devolved al César lo que es del César…; Mc 12, 17) y vuelva a ser lo que es: alianza universal de evangelio, en línea de paz no violenta[6].

Alianza, no “contrato” social (Rousseau), ni imposición de Leviatán (Hobbes).

  1. La alianza no es potestad sobre otros, sino comunión/comunicación con otros… La alianza es siempre “sinodal”, hacer camino con otros… Es aprender compartiendo el camino, como Jesús, que es modelo de alianza.
  2. Una alianza como religión universal… que se expresa en varias religiones.El sistema sabe que, para triunfar, “no es bueno que manden muchos, sino que debe haber un jefe...” (Ilíada II, 204). Pero el cristianismo no busca el mando, sino la acogida del misterio y la fraternidad entre religiones y grupos humanos (cf. Mt 23, 1-9). Por eso emplea un modelo de “arco iris”: cada color es bello estando al lado de otros; si un color negara a los restantes perdería su sentido. En esa línea, desde el cristianismo, podemos decir que las religiones se definen y distinguen como experiencias de diálogo en gratuidad, de manera que en el momento en se imponen se vuelven mentira. Más que el triunfo propio, como religión aislada, la iglesia católica ha de buscar el bien de los creyentes de otras religiones, para que todos juntos puedan expresar mejor la alianza plural de la Vida y la riqueza del amor de Dios que la fundamenta.
  3. Alianza de creyentes desarmados, no es un tratado/contrato militar.El sistema necesita un “brazo armado” y así establece su paz con medios coactivos. Pues bien, como venimos indicando, al menos desde el siglo VIII a. C., los grandes profetas judíos (de Amós y Oseas hasta Isaías y Jeremías) rechazaron los pactos militares como perversión humana y religiosa. En esa línea avanza el evangelio, cuando pide a los cristianos que amen a los enemigos, renunciando incluso, de manera provocativa, a la defensa militar.

Pues bien, esa alianza sólo es posible allí donde individuos y grupos humanos rechazan la violencia armada, como había ya previsto el Cardenal Nicolás de Cusa  en su libro De Pace Fidei (de la paz de la fe). Los nuevos creyentes (judíos, cristianos, musulmanes, budistas, hindúes, taoístas…) que buscan la paz de la fe han de ser pacifistas activos, objetores de conciencia, educados conforma al programa de Is 2, 2-4: «Venid, subamos al monte del Señor: Él nos instruirá en sus caminos... De las espadas forjarán arados...». Por ahora, las religiones pueden y deben ser distintas, pues no han encontrado la forma de “unir desde arriba” sus dogmas, sin luchar entre sí o destruirse. Pero pueden y deben pactar entre sí, como alianza de creyentes desarmados-

 7.Iglesia, alianza de paz, Cristo presente en la historia

La alianza como “cuerpo místico” porque Dios Dios es misterio… Cuerpo de vida, de amor interhumano, de comunicación económico-social. Las religiones vinculan a los creyentes y se vinculan entre sí a través de lo que tienen de más hondo, en línea de mística, superando así el nivel de una racionalidad impositiva.

En ese sentido, en el camino de la alianza, los cristianos pueden y deben colaborar en la búsqueda de una “paz mística”, fundada en la experiencia de Dios (o del misterio de vida), vinculándose así con creyentes de otras religiones y con todos los que buscan caminos de paz. Esa alianza no es producto de la razón pura (no puede demostrarse), ni de la razón práctica (no es algo que los hombres y mujeres pueden “construir” por sí mismos), sino experiencia de gracia, es decir, de iluminación superior y de comunicación personal, como saben los contemplativos y/o amantes. Esa alianza no es algo exclusivo cristianismo, sino que está de algún modo presente en otras religiones y quizá más que en el mismo cristianismo. Desde la mística radical, todos podemos unirnos.

 -  Alianza desde los pobres. En el punto de partida del judaísmo, cristianismo e Islam hay una experiencia de liberación de los pobres (hebreos oprimidos pobres de Jesús). Este recuerdo ha de estar en el principio de la alianza de estas religiones y de todas, de manera que los creyentes no nos unimos sólo desde el misterio, sino que debemos hacerlo también en el servicio a los pobres. De esa manera, creyentes de las diversas religiones tenemos que dejar en un segundo plano otros prejuicios y “dogmas” particularistas, para volver al origen de nuestras experiencias, buscando la paz que es alianza desde los pobres del mundo, no desde los poderes de imposición económica o ideológica del sistema, en la línea de lo que vengo desarrollado en este libro[7].

Hacer la paz del amor mutuo  no paces de interés, ser paz (Shalom). Jesús ha propuesto un mesianismo des-armado, que culmina y se expresa en su muerte y en la pascua de su iglesia, rechazando la violencia armada y toda forma de toma de poder. Por eso ha subido a Jerusalén sin armas, ni de Dios ni de los hombres.

LOS CAMINOS ADVERSOS DE DIOS - Librería y artículos religiosos Peinado

Por eso, el cambio verdadero no puede venir de los estados como tales, en su forma actual  (o de un posible Estado mundial), sino de los ciudadanos (y en nuestro caso de los cristianos) que deben asumir una estrategia de no-violencia activa, en la línea del Sermón de la Montaña. Eso significa que los cristianos deben asumir la estrategia de Jesús, empezando a subir a Jerusalén (buscando así la plenitud del Reino), sin armas militares, siguiendo una estrategia que esté en la línea de la deserción pacífica de los discípulos mesiánicos de Jesús.  

 BENEDICTO XVI. LA PAZ EN CARITAS IN VERITATE

He presentado el camino de Jesús, desde una perspectiva confesional cristiana y religiosa. Pero ese es un camino abierto a la historia y cultura humana. Por eso, la misma iglesia como “Madre y Maestra” (Juan XXII), desde tiempo antiguo y en especial desde el Concilio Vaticano II ha propuesto un tipo de “orientaciones de paz”, ofreciéndolas al mundo entero.

Propuesta positiva, necesaria

 Éste es un programa de superación de la guerra.  que fue proclamado por el Vaticao II. Gaudium et Spes. Ese programa, formulado en el Vaticano II, ha sido desarrollado con gran vigor por el papa Benedicto XVI.  Estas son las palabras centrales del Vaticano II 

La paz sobre la tierra, nacida del amor al prójimo, es imagen y efecto de la paz de Cristo…   En la medida en que los hombres, unidos por la caridad, triunfen del pecado, pueden también reportar la victoria sobre la violencia hasta la realización de aquella palabra: «De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas hoces. Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra» (Is 2,4) (Gaudium et Spes 78). Parece razonable que las leyes tengan en cuenta, con sentido humano, el caso de los que se niegan a tomar las armas por motivo de conciencia y aceptan al mismo tiempo servir a la comunidad humana de otra forma (Gaudium et Spes 79).

Siguiendo en esa línea, el Papa  Benedicto XVI en su encíclica social Caritas in Veritate (2009), ha ofrecido para la sociedad civil un programa o proyecto de pacificación universal.  transformación social, que no derivan de verdad del Evangelio. Ciertamente, en principio, es un programa de Iglesia…. Pero ella no puede imponerlo, sino ofrecerlo como orientación, como expresión de una experiencia que no se cierra en las iglesias confesionales, sino que se abre a toda la humanidad.

A tenor de lo que dice esta encíclica, el evangelio puede y debe ofrecer a la sociedad civil un programa de la buena política (es decir, de cambio de política), un programa queque debería realizarse partiendo de la autoridad de un poder central, con un tipo más alto Autoridad económico-política, representada por las Naciones Unidas:

El Magisterio de Benedicto XVI - Omnes

 Ente el imparable aumento de la interdependencia mundial, y también en presencia de una recesión de alcance global, se siente mucho la urgencia de la reforma tanto de la Organización de las Naciones Unidas como de la Arquitectura Económica y Financiera Internacional, para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones. Y se siente la urgencia de encontrar formas innovadoras para poner en práctica el principio de la responsabilidad de proteger y dar también una voz eficaz en las decisiones comunes a las naciones más pobres. Esto aparece necesario precisamente con vistas a un ordenamiento político, jurídico y económico que incremente y oriente la colaboración internacional hacia el desarrollo solidario de todos los pueblos.

Para gobernar la economía mundial, para sanear las economías afectadas por la crisis, para prevenir su empeoramiento y mayores desequilibrios consiguientes, para lograr un oportuno desarme integral, la seguridad alimenticia y la paz, para garantizar la salvaguardia del ambiente y regular los flujos migratorios, urge la presencia de una verdadera Autoridad Política Mundial, como fue ya esbozada por mi Predecesor, el Beato Juan XXIII. Esta Autoridad deberá estar regulada por el derecho, atenerse de manera concreta a los principios de subsidiaridad y de solidaridad, estar ordenada a la realización del bien común comprometerse en la realización de un auténtico desarrollo humano integral inspirado en los valores de la caridad en la verdad (Caritas in Veritate 67)[8].

             Evidentemente, esa tarea del “oportuno desarme integral” resulta no sólo positiva, sino necesaria y también parece conveniente el surgimiento de una “Autoridad Política Mundial” al servicio de la seguridad alimenticia y de la paz. En ese sentido queremos empezar alabando calurosamente al Papa y alegrándonos mucho de su compromiso a favor de la paz, desde una perspectiva económica ejemplar, en línea de sistema.

Pero debemos añadir que, en principio, la propuesta de Benedicto XVI se sitúa en un plano de sistema de poder y no se funda de hecho en el mundo de la vida, que resulta a nuestro juicio decisivo, como venimos indicando desde el capítulo 4º de este libro, pues es ahí donde Jesús situó su movimiento.

Lógicamente, el Papa no puede apelar al Sermón de la Montaña, ni a las palabras centrales del mensaje de Jesús (no cita a Mc ni a Lc, ni los textos básicos de Mateo). Por eso, su propuesta, siendo muy sabia (quizá la mejor que se puede hacer desde un orden superior de política humanista), no responde a la exigencia originaria de Jesús, que no dictó lecciones para los gobernantes y los ricos del sistema, sino que abrió un camino de solidaridad sanadora y de paz desde lo pobres.

Deus Caritas Est, Spe Salvi, Caritas in Veritate Cartas Encíclicas |  Vaticanum.com

Lo que dice Benedicto XVI es, en el fondo, lo que deseaban  y desean algunos analistas sociales como J. Habermas. Eso es necesario en un sentido, pero en sí mismo resulta insuficiente, pues    lo más importante, en línea de evangelio,  es el cambio en el mundo de la vida real, partiendo de los pobres y expulsados, , el surgimiento y camino de personas y grupos que opten por la paz desde abajo, es decir, desde la vida concreta de los marginados, más que como programa oficial de la ONU   

Jesús vino a encarnarse e iniciar su camino de paz desde y con  los pobres”. No quiso cambiar el Estado y la economía mundial, sino a las personas  y grupos sociales, desde abajo, iniciando con ellas (para ellas) un camino distinto de paz mesiánica, en una línea que se sitúa cerca de lo que llamamos “objeción de conciencia” y rechazo del mundo de la guerra.

El cambio del Estado y de la Economía mundial ha de venir, pero vendrá después, a través del cambio de los pobres, pues sin una conversión/transformación radical de las personas y los grupos menores el cambio del Estado/Economía mundial no sólo resulta imposible, sino que puede terminar siendo contraproducente y contrario a los valores de la paz mesiánica. Desde este fondo, aceptando plenamente el programa de Benedicto XVI, para que pueda cumplirse mejor, quiero ofrecer algunas anotaciones “críticas”, no en contra de las orientaciones del Papa, sino para situarlas mejor

Insuficiencia y riesgo de poder económico-social

Sin duda, en el caso de que surja esa Autoridad Mundial que quiere Benedicto XVI, a través de unas Naciones Unidas verdaderamente eficaces, los estados particulares podrían desarmarse sin problemas, como se desarmaron los ejércitos de los nobles y las mesnadas de las ciudades cuando llegaron los Estados Nacionales, entre los siglo XVI y XIX. Con el surgimiento de ese Super-Estado Mundial desaparecerían los ejércitos nacionales (convertidos en meras policías regionales), pero no habría llegado el verdadero desarme, sino que podría surgir un tipo de imposición y dictadura político-militar más alta (como pudo haber sucedido en el Imperio Romano, cuando la el Ejército/Policía pretoriana tomó de hecho el poder).

En esa línea, sin el cambio radical de personas y grupos menores, el fortalecimiento de un Estado/Economía mundial podría convertirse en la mayor de todas las dictaduras, como la Biblia ha puesto de relieve al hablar de unos imperios mundiales en los que se unifica todo el poder económico/militar pero que, en vez de convertirse en “aliados de Dios” (como quiere Benedicto XVI) se convierten en antidivinos (bestias de Dan 7 y de Ap 13-14)[9].

Reconozco el valor de la propuesta admirable del Papa, con su esfuerzo por regular el poder/economía, poniéndolo al servicio del despliegue de la humanidad. Pero en este momento de la historia, tengo miedo de los “poderes únicos”, vinculados al único ejército/mercado, pues en esa línea quisieran avanzar, de manera fatídica, el imperio nazi y el comunismo soviético.

Desde ese fondo desde el judaísmo del libro de Daniel y en el judeo-cristianismo del Apocalipsis, quiero poner de relieve la exigencia de una insumisión creadora, al servicio de unas formas inmediatas (personales) de comunicación y de libertad. En esa línea, sin rechazar la dinámica que lleva a la creación de un gran Estado/Economía Mundial, con el desarme de los ejércitos menores (en una perspectiva que podría compararse a la del Imperio Romano en el Apocalipsis), quisiera que Benedicto XVI hubiera destacado mucho más el ideal y las implicaciones de una más honda  “desobediencia civil y militar”, en el plano de la insumisión y de la objeción de conciencia (en la línea abierta por el Vaticano II en la Gaudium et Spes), desde la raíz del cristianismo, como puso de relieve con lucidez extraordinaria el Apocalipsis, al proponer una desobediencia masiva de los cristianos, frente al sistema económico/militar de Roma.

Da la impresión de que Benedicto XVI (con una parte considerable de la jerarquía católica) sigue más en la línea de una cristianización del Imperio Romano, que se expresaría en forma de “mejora” del Sistema que en la línea de la conversión radical y del rechazo mesiánico, es decir, de la “gran desobediencia” de Jesús (cf. Mc 1, 14-15) y del Apocalipsis, (cf. 13, 9-10),

no para destruir con armas al imperio, sino para construir sin armas un tipo de humanidad y economía alternativa. Quizá tienen miedo a la desobediencia y al rechazo del orden establecido, por lo que eso puede implicar en un plano civil y religioso.

 En un sentido, en plano de poder, lo dice Benedicto XVI es muy valioso. Pero somos muchos los que pensamos que, en la actualidad, desde el movimiento de Jesús, tomado como base y principio de actuación, en el mundo de la vida, empieza a ser necesaria una “santa desobediencia”, es decir, una “huelga” desde abajo, en línea de insumisión económico/militar, como aquí estoy proponiendo. No voy en contra de un cambio en las Naciones Unidas (¡creo que es necesario!). Pero, al mismo tiempo, tengo miedo de ese cambio, si se realiza en línea de Poder, pues podría llevarnos a nuevas dictaduras (a más de lo mismo, en formas más sutiles).

Estoy convencido de que la aportación de la Iglesia debe hacerse en otra dirección, desde los grupos de resistencia, que no quieren sacralizar el orden establecido, sino crear espacios de vida liberada para el amor, desde los más pobres, como quiso Jesús. En esa línea va mi “tren de la paz” y en ella quiero hablar de una Iglesia de Objetores o insumisos, una comunidad de iglesias que resisten y rechazan en este mismo mundo, desde abajo, con su pensamiento y con su vida, la trama de ideas de ideas y gestos, de intereses y miedos que están configurando el sistema económico/militar de la actualidad, siguiendo el camino de Jesús, tal como aparece en Marcos y en el Apocalipsis, por poner dos ejemplos. Para que el tren de la paz pueda encontrar su camino tiene que parar un tiempo en la estación de la no-violencia activa, es decir, en la estación de los insumisos, cristianos o no, hombres y mujeres de paz, no para luchar contra los de arriba, ni para tomar el poder, sino para expandir y actualizar la propuesta del Reino de Dios.

 Notas

[1] Cf. F. Camacho, La proclama del reino. Análisis semántico y comentario exegético de las bienaventuranzas de Mt 5, 3-10, Cristiandad, Madrid 1986; W. D. Davies, The Setting of the Sermon on the Mount, Cambridge UP 1966; J. Dupont, Les Béatitudes I-III, Gabalda, Paris 1969/73; El mensaje de las bienaventuranzas, Verbo Divino, Estella 1988;  

[2] La frase hacer o construir la paz (poiein eirênên,  (Mt 5, 9; Ef 2, 15; Sant 3, 18) alude a  los pacificadores de Jesús, es decir, a los pobres y excluidos que renuncian, con su gesto de paz, a la violencia del sistema, para construir el Reino. En contra de la política de Roma y de los reyes herodianos, la paz no es obra de los emperadores y monarcas que instauran su dominio por la fuerza, como Augusto, que edificó en el centro de Roma su Ara Pacis (Altar de la Paz), para expresar su soberanía (y soberbia) mundial. Para los cristianos, esa paz de Augusto es un engaño.

[3] Siglos de espiritualismo sacral e idealista nos han impedido  entender el evangelio como programa de Reino, movimiento de paz que se expresa y expande en un plano social y político, desde los más pobres, en gesto de no-violencia activa, que vincula a todos. Las bienaventuranzas son un programa de dicha política y social, capaz de vincular en un gesto de paz a todos los hombres, desde los perseguidos.  

[4] Un gobernador romano sólo pacta con sacerdotes superiores o jerarcas en línea de poder.

[5] Para Jesús, la alianza no es algo externo que los hombres hacen o dicen, sino la misma vida. Al descubrir y expresar su vida como alianza de paz, Jesús está ofreciendo a los pobres su propia verdad como gracia y perdón de los pecados “para muchos”, es decir, para todos (cf. hyper pollôn: Mc 14, 24). 

[6]   La Iglesia debe romper el pacto/tratado con el César, no para luchar en el nivel del César, sino para ofrecer a todos (incluso a los hombres y mujeres del César) su alianza de paz-no-imperial. Si la Iglesia triunfara en el nivel del César (como pacto social de poder) no sería ya  iglesia.

[7] He desarrollado estos temas en Monoteísmo y globalización. Moisés, Muhammad, Jesús, Verbo Divino, Estella 2002; Violencia y diálogo de religiones, Sal Terrae, Santander 2004; Violencia religiosa en la historia de occidente, Tirant lo Blanch, Valencia 2006.

[8] La cita Juan XXIII, Pacem in Terris 293 podría y debería situarse en su contexto. Es evidente que Juan XXIII defendió una paz mundial, que se expresara en un cambio fuerte de las instituciones políticas y económicas, pero la situación de su tiempo (1963) era muy distinta y es también distinta la inspiración evangélica de fondo de su texto..

 [9] He analizado el riesgo “bestial” de un poder único, de tipo económico/político, en Apocalipsis, Verbo Divino, Estella 1999.

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