Se veía a Francisco visiblemente cansado, después de doce horas de vuelo, sobrevolando una decena de países, no era para menos. Con algo de adelanto sobre el horario previsto, el vuelo de Alitalia llegó al aeropuerto internacional de Don Mueang.
Allí le recibió un miembro del Consejo de la Corona y los obispos del país, además de once niños ataviados con trajes típicos de Tailandia. Sin embargo, nada más aterrizar su primer gesto fue para con su prima segunda, la salesiana Ana Rosa Sivori. Dos besos y complicidad al instante. Ella lo acompañó, traduciendo sus saludos y explicándole los de las autoridades.
No hubo necesidad de explicar el abrazo que todos los niños, uno a uno, fueron dando al pontífice, al gran abuelo de la Humanidad, agarrándose a su cintura y haciendo explotar, pese al cansancio, la sonrisa de Bergoglio.
Fue adusta la recepción, pues los actos del viaje arrancarán este jueves. Hoy, el Papa se dirigirá a la Nunciatura y descansará... salvo por los actos imprevistos a los que nos tiene acostumbrados. Hoy, Francisco ya pisa suelo tailandés.