El Papa dedica la misa a los difuntos que han muerto por el coronavirus “sin la caricia de los más cercanos” Francisco vuelve a denunciar “el clericalismo y la rigidez” de “los pastores que quitan la libertad de creer”
La riqueza. La rigidez. La asedia. El clericalismo. El espíritu mundano, armas que nos impiden "caminar hacia Jesús"
"El clericalismo quita la libertad de la fe del creyente. Es una enfermedad de la Iglesia"
“Nos hacen ovejas de formas de vida, de ideologías en las que falta la libertad. Y no se puede seguir a Jesús sin libertad. Podemos resbalar caminando en libertad, pero aún peor es resbalar sin haber empezado a andar
“Nos hacen ovejas de formas de vida, de ideologías en las que falta la libertad. Y no se puede seguir a Jesús sin libertad. Podemos resbalar caminando en libertad, pero aún peor es resbalar sin haber empezado a andar
La riqueza. La rigidez. La asedia. El clericalismo. El espíritu mundano. Las armas que nos impiden “caminar hacia Jesús”. Francisco hizo una rotunda denuncia estas actitudes, especialmente de “la rigidez en el cumplimiento de la Ley”, que lleva a “un clericalismo que quita la libertad de la fe del creyente. Es una enfermedad de la Iglesia”. Pareciera que Bergoglio hubiera leído a Castillo antes de entrar a la misa en Casa Santa Marta.
El papa quiso dedicar la misa a “los difuntos que han muerto por la pandemia”, muchos de los cuales “han muerto solos, ni si quiera han tenido la caricia de los más cercanos en los funerales”.
Explicando el Evangelio de hoy, en el que los judíos preguntan una y otra vez si él es el Mesías, Jesús responde de una forma enigmática. “Ustedes no lo creen porque no son parte de mis ovejas. Y eso me suscita una duda: ¿Hay una fe previa al encuentro con Jesús? ¿Cuál es este 'formar parte' de la fe de Jesús?”.
Antipatías previas
Es lo que Bergoglio denominó “antipatías previas”, que “no nos dejan ir hacia adelante en el conocimiento de Jesús”. La primera es “la riqueza”. “Muchos somos prisioneros de la riqueza”, clamó el Papa, que recordó que “el Señor ha sido muy duro con las riquezas, hasta el punto de decir que era más fácil que un camello entrase por el ojo de una aguja a que un rico entre en el cielo”.
“Es duro esto: las riquezas son un impedimento. ¿Tenemos que caer en el pauperismo? No, pero no vivir de la riqueza, porque la riqueza es el señor de este mundo, y no podemos servir a dos señores”, aclaró.
Junto a la riqueza, “la rigidez del corazón, y la rigidez en la interpretación de la ley”, la misma que Jesús reprocha a los doctores de la Ley. “Eso no es fidelidad, es seguridad para uno mismo”, lamentó, recordando cómo, en Buenos Aires, una mujer -perteneciente a un movimiento eclesial- fue a confesarse asegurando que estaba en pecado mortal por haber acudido a misa el sábado por la tarde... pero las lecturas no eran las del domingo. “Eso nos aleja de la belleza de Jesús, nos corta la libertad. Muchos pastores hacen crecer esta rigidez en las almas de los fieles. Y esta rigidez no nos deja entrar por la puerta de Jesús. ¿Es más importante observar la ley como yo la interpreto que la libertad para seguir a Jesús?”, se preguntó.
Junto a ellas, la asedia, “aquel cansancio” que nos impide avanzar. O “el clericalismo, que se pone en el lugar de Jesús. Eso se hace así, así y así, y si no lo haces no puedes entrar. Un clericalismo que quita la libertad de la fe del creyente. Es una enfermedad de la Iglesia”. También, el espíritu mundano, “cuando la observancia de la fe termina en mundanidad”. Todas ellas, concluyó Francisco, “nos hacen ovejas de formas de vida, de ideologías en las que falta la libertad. Y no se puede seguir a Jesús sin libertad. Podemos resbalar caminando en libertad, pero aún peor es resbalar sin haber empezado a andar”.