“Quienes no miran la crisis a la luz del Evangelio, se limitan a hacer la autopsia de un cadáver” Francisco: "Si realmente queremos una renovación, debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo"
"Esta Navidad es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica e incluso eclesial que ha lacerado cruelmente al mundo entero"
Bergoglio advierte del “peligro de juzgar precipitadamente a la Iglesia por las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy”
“La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza”
"Debemos dejar de pensar en la reforma de la Iglesia como un remiendo en un vestido viejo, o la simple redacción de una nueva Constitución apostólica”
"Sin la gracia del Espíritu Santo, podemos incluso comenzar a pensar en la Iglesia de modo sinodal, pero, en lugar de hacer referencia a la comunión, se la concibe como una asamblea democrática cualquiera, formada por mayorías y minorías"
"El primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración, el chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto"
"Que no haya nadie que voluntariamente obstaculice la obra que el Señor está realizando en este momento"
“La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza”
"Debemos dejar de pensar en la reforma de la Iglesia como un remiendo en un vestido viejo, o la simple redacción de una nueva Constitución apostólica”
"Sin la gracia del Espíritu Santo, podemos incluso comenzar a pensar en la Iglesia de modo sinodal, pero, en lugar de hacer referencia a la comunión, se la concibe como una asamblea democrática cualquiera, formada por mayorías y minorías"
"El primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración, el chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto"
"Que no haya nadie que voluntariamente obstaculice la obra que el Señor está realizando en este momento"
"Sin la gracia del Espíritu Santo, podemos incluso comenzar a pensar en la Iglesia de modo sinodal, pero, en lugar de hacer referencia a la comunión, se la concibe como una asamblea democrática cualquiera, formada por mayorías y minorías"
"El primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración, el chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto"
"Que no haya nadie que voluntariamente obstaculice la obra que el Señor está realizando en este momento"
"Que no haya nadie que voluntariamente obstaculice la obra que el Señor está realizando en este momento"
"Sería bueno que dejáramos de vivir en conflicto y volviéramos en cambio a sentirnos en camino". Es uno de los discursos más esperados del año. En la felicitación navideña del Papa Francisco a la Curia, Bergoglio suele dar las claves de futuro, y 'leer la cartilla' hacia dentro y hacia afuera de la Iglesia. Hoy no ha sido una excepción, si bien el Pontífice ha hecho un llamamiento específico: "Si realmente queremos una renovación, debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo".
En un discurso profundo, el Papa ha reflexionado sobre las diferentes crisis que este año ha vivido la Humanidad, marcada por el drama del coronavirus, y la propia Iglesia. Y es que “esta Navidad es la Navidad de la pandemia, de la crisis sanitaria, socioeconómica e incluso eclesial que ha lacerado cruelmente al mundo entero”. Para Francisco, “la crisis ha dejado de ser un lugar común del discurso y del establishment intelectual para transformarse en una realidad compartida por todos. Este flagelo ha sido una prueba importante y, al mismo tiempo, una gran oportunidad para convertirnos y recuperar la autenticidad”.
Encíclica y coronavirus
Recordando su emocionante oración en una majestuosa y vacía plaza de San Pedro, el pasado 27 de marzo, el Papa apunta que “quise rezar por todos y con todos; tuve la oportunidad de decir en voz alta el significado posible de la tempestad que había golpeado al mundo”.
Junto a ese momento, otro importante fue la Fratelli Tutti, “dedicada al tema de la fraternidad y de la amistad social”, La Navidad también es eso, para Bergoglio. “Una nueva complicidad y unión que se crea entre los protagonistas: María, José, los pastores, los magos y todos aquellos que, de un modo u otro, ofrecieron su fraternidad, su amistad para que el Verbo que se hizo carne fuera acogido en las tinieblas de la historia”.
Porque, ahora y entonces, “nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sostenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos!”.
“Soñemos como una única humanidad, como caminantes hechos de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos”, lee el Papa, citando su propia encíclica.
El significado de las crisis
“La crisis de la pandemia es una buena oportunidad para hacer una breve reflexión sobre el significado de la crisis, que puede ayudar a todos”, explica, apuntando que toda crisis “es una etapa obligatoria en la historia personal y social”.
“Incluso la Biblia está llena de personas que han sido “tamizadas”, de “personajes en crisis” que, sin embargo, a través de estas cumplen la historia de la salvación”, añade Francisco, citando las crisis de Abrahán, Moisés, Elías, Juan el Bautista o Pablo de Tarso. “Pero la crisis más elocuente fue la de Jesús”, subraya, recordando las tentaciones, los cuarenta días que pasó en el desierto, “marcados por la experiencia del hambre y de la debilidad”.
También, la “crisis indescriptible” vivida en Getsemaní, donde experimentó “soledad, miedo, angustia, la traición de Judas y el abandono de los Apóstoles”. Finalmente, “llegó la crisis extrema en la Cruz: la solidaridad con los pecadores hasta el punto de sentirse abandonado por el Padre”.
Análisis eclesiales, historias sin esperanza
Por ello, Bergoglio advierte del “peligro de juzgar precipitadamente a la Iglesia por las crisis que causaron los escándalos de ayer y de hoy”. “Con qué frecuencia incluso nuestros análisis eclesiales parecen historias sin esperanza”, lamenta Francisco, quien insiste en que “una lectura desesperada de la realidad no se puede llamar realista”.
“La esperanza da a nuestros análisis lo que nuestra mirada miope es tan a menudo incapaz de percibir”, señala el Papa, quien insiste en que “Dios sigue haciendo germinar las semillas de su Reino entre nosotros”. Incluso, en el interior del Vaticano. “Aquí en la Curia hay muchos que dan testimonio con su trabajo humilde, discreto, silencioso, leal, profesional y honesto. Nuestra época también tiene sus problemas, pero también tiene el testimonio vivo del hecho de que el Señor no ha abandonado a su pueblo, con la única diferencia de que los problemas aparecen inmediatamente en los periódicos, en cambio los signos de esperanza son noticia sólo después de mucho tiempo, y no siempre”.
“Quienes no miran la crisis a la luz del Evangelio, se limitan a hacer la autopsia de un cadáver”, diagnostica Bergoglio, quien añade que “la crisis nos asusta no sólo porque nos hemos olvidado de evaluarla como nos invita el Evangelio, sino porque nos hemos olvidado de que el Evangelio es el primero que nos pone en crisis”.
Tiempo de crisis, tiempo del Espíritu
¿Qué hacer frente a ello? Demostrar que “el tiempo de crisis es un tiempo del Espíritu”. Entonces, “incluso ante la experiencia de la oscuridad, la debilidad, la fragilidad, las contradicciones, el desconcierto, ya no nos sentiremos agobiados, sino que mantendremos constantemente una confianza íntima de que las cosas van a cambiar, que surge exclusivamente de la experiencia de una Gracia escondida en la oscuridad”.
Debemos esforzarnos para que nuestra fragilidad no se convierta en un obstáculo para el anuncio del Evangelio
Finalmente, el Papa invita a los curiales a “no confundir la crisis con el conflicto”. “La crisis generalmente tiene un resultado positivo, mientras que el conflicto siempre crea un contraste, una rivalidad, un antagonismo aparentemente sin solución, entre sujetos divididos en amigos para amar y enemigos contra los que pelear, con la consiguiente victoria de una de las partes”. Algo muy presente, lamentablemente, en la crispación política, pero también en la eclesial, que vivimos hoy en día.
Sin culpables ni justos, sin ganadores ni perdedores
Una lógica, la del conflicto, que “siempre busca ‘culpables’ a quienes estigmatizar y despreciar y ‘justos’ a quienes justificar, para introducir la conciencia —muchas veces mágica— de que esta o aquella situación no nos pertenece”, lo que provoca “el crecimiento o la afirmación de ciertas actitudes de carácter elitista y de ‘grupos cerrados’ que promueven lógicas limitadoras y parciales, que empobrecen la universalidad de nuestra misión”.
“La Iglesia, entendida con las categorías de conflicto —derecha e izquierda, progresista y tradicionalista—, fragmenta, polariza, pervierte y traiciona su verdadera naturaleza”, recuerda, con dureza, Francisco. “La Iglesia es un Cuerpo perpetuamente en crisis, precisamente porque está vivo, pero nunca debe convertirse en un Cuerpo en conflicto, con ganadores y perdedores”. De lo contrario, añade, “difundirá temor, se hará más rígida, menos sinodal, e impondrá una lógica uniforme y uniformadora, tan alejada de la riqueza y la pluralidad que el Espíritu ha dado a su Iglesia”.
En este sentido, recalca, “toda la resistencia que ponemos cuando entramos en crisis, a la que nos conduce el Espíritu en el momento de la prueba, nos condena a permanecer solos y estériles”.
Todo lo que de mal, contradictorio, débil y frágil se manifiesta abiertamente nos recuerda aún más fuertemente la necesidad de morir a una forma de ser, de razonar y de actuar que no refleja el Evangelio
“Si un cierto realismo nos muestra nuestra historia reciente sólo como la suma de intentos fallidos, de escándalos, de caídas, de pecados, de contradicciones, de cortocircuitos en el testimonio, no debemos temer, ni negar la evidencia de todo lo que en nosotros y en nuestras comunidades está afectado por la muerte y necesita conversión”, admite el Papa, quien insiste en que “todo lo que de mal, contradictorio, débil y frágil se manifiesta abiertamente nos recuerda aún más fuertemente la necesidad de morir a una forma de ser, de razonar y de actuar que no refleja el Evangelio”.
Renovación, no remiendo
Por ello, “de cada crisis emerge siempre una adecuada necesidad de renovación”. “Pero si realmente queremos una renovación, debemos tener la valentía de estar dispuestos a todo; debemos dejar de pensar en la reforma de la Iglesia como un remiendo en un vestido viejo, o la simple redacción de una nueva Constitución apostólica”, apunta. Y es que, “no se trata de ‘remendar un vestido’, porque la Iglesia no es simplemente el ‘vestido’ de Cristo, sino su cuerpo que abarca toda la historia (...). Nosotros no estamos llamados a cambiar o reformar el Cuerpo de Cristo, sino que estamos llamados a vestir ese mismo Cuerpo con un vestido nuevo”.
Nosotros no estamos llamados a cambiar o reformar el Cuerpo de Cristo, sino que estamos llamados a vestir ese mismo Cuerpo con un vestido nuevo
“La Iglesia es siempre una vasija de barro, preciosa por lo que contiene y no por lo que a veces muestra de sí misma”, reflexiona. “Este es un momento en el que parece evidente que el barro del que estamos modelados está desportillado, agrietado, roto. Debemos esforzarnos para que nuestra fragilidad no se convierta en un obstáculo para el anuncio del Evangelio, sino en un lugar donde se manifieste el gran amor con el que Dios, rico en misericordia, nos ha amado y nos ama”, añade el Papa.
Así, frente al “tesoro de la Tradición”, Bergoglio abunda en las cosas nuevas”, que “vamos comprendiendo gradualmente”. “Ninguna forma histórica de vivir el Evangelio agota su comprensión (...). Sin la gracia del Espíritu Santo, podemos incluso comenzar a pensar en la Iglesia de modo sinodal, pero, en lugar de hacer referencia a la comunión, se la concibe como una asamblea democrática cualquiera, formada por mayorías y minorías. Sólo la presencia del Espíritu Santo hace la diferencia”.
Ninguna forma histórica de vivir el Evangelio agota su comprensión
Qué hacer durante la crisis
¿Qué hacer durante la crisis?, se pregunta el Papa. “En primer lugar, aceptarla como un tiempo de gracia que se nos ha dado para descubrir la voluntad de Dios para cada uno de nosotros y para toda la Iglesia”. Al mismo tiempo, “no interrumpir el diálogo con Dios, aunque sea agotador”.
“Queridos hermanos y hermanas: Conservemos una profunda paz y serenidad, con la plena certeza de que todos nosotros, y yo en primer lugar, somos solamente servidores a los que nada hay que agradecer”, finaliza el Papa. “Por eso sería bueno que dejáramos de vivir en conflicto y volviéramos en cambio a sentirnos en camino”.
Porque “la crisis es movimiento, es parte del camino. El conflicto, en cambio, es un camino falso, es un vagar sin objetivo ni finalidad, es quedarse en el laberinto, es sólo una pérdida de energía y una oportunidad para el mal. Y el primer mal al que nos lleva el conflicto, y del que debemos tratar de alejarnos, es propiamente la murmuración, el chismorreo, que nos encierra en la más triste, desagradable y sofocante autorreferencia, y convierte cada crisis en un conflicto”.
“Cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestro puesto en la Iglesia, debe preguntarse si quiere seguir a Jesús con la docilidad de los pastores o con la autoprotección de Herodes, seguirlo en la crisis o defendernos de Él en el conflicto”, recalca Bergoglio, quien pide “que no haya nadie que voluntariamente obstaculice la obra que el Señor está realizando en este momento, y pidamos el don de la humildad en el servicio para que Él crezca y nosotros disminuyamos”.
Cada uno de nosotros, cualquiera que sea nuestro puesto en la Iglesia, debe preguntarse si quiere seguir a Jesús con la docilidad de los pastores o con la autoprotección de Herodes, seguirlo en la crisis o defendernos de Él en el conflicto