El Papa pide anunciar el Evangelio "con fuerza, no con prepotencia e imposiciones" Francisco: "Los cristianos no nos rendimos, continuamos hablando de paz a quien quiere la guerra, de perdón a quien siembra venganza"
"Sin el poder de Dios (...) nosotros, solos, nunca podremos derrotar el mal ni vencer los deseos de la carne"
El Espíritu "no entra en escena como un justiciero o un vengador, sino como “dulce huésped, consuelo, descanso, conforto”, para hacer crecer y madurar en nosotros sus frutos, que son la alegría, la paz, la bondad, la fidelidad"
"Todos nosotros, hermanos y hermanas, tenemos mucha necesidad de esperanza, necesitamos elevar los ojos hacia horizontes de paz, de fraternidad, de justicia y de solidaridad"
"El día de Pentecostés nace en los discípulos un incontenible impulso misionero, y con él el deseo y la capacidad de anunciar el Evangelio y de hacerse comprender por personas de lenguas y culturas diferentes"
"Todos nosotros, hermanos y hermanas, tenemos mucha necesidad de esperanza, necesitamos elevar los ojos hacia horizontes de paz, de fraternidad, de justicia y de solidaridad"
"El día de Pentecostés nace en los discípulos un incontenible impulso misionero, y con él el deseo y la capacidad de anunciar el Evangelio y de hacerse comprender por personas de lenguas y culturas diferentes"
Sin apenas gestos de cansancio después de la intensa jornada vivida ayer en Verona, el Papa Francisco presidió en una basílica de San Pedro, con obras en el Baldaquino de Bernini, la festividad del domingo de Pentecostés. En su homilía, Bergoglio destacó dos aspectos de la acción del Espíritu Santo, "la fuerza y la amabilidad".
Así, para Francisco, "la acción del Espíritu en nosotros es fuerte, como lo simbolizan los signos del viento y del fuego", evidenciando que "sin el poder de Dios (...) nosotros, solos, nunca podremos derrotar el mal ni vencer los deseos de la carne".
"¡Cuánto daño y cuánto sufrimiento causan estos comportamientos! Y se necesita fuerza para quitarlos del medio, como cuando en un jardín hay que cortar un árbol peligroso o arrancar un denso matorral de maleza", recalcó el Papa, quien reivindicó la fuerza del Espíritu para transformar la lucha "en ocasiones de crecimiento, en crisis benéficas de las que podemos salir mejores, más fuertes, capaces de amar con mayor libertad".
A su vez, la actuación del Paráclito, resaltó el Papa, "es amable", delicado, que "se posa suavemente, en forma de llamas, sobre la cabeza de cada uno". "Amable, respetuosa, delicada: así es la obra de reconstrucción que el Espíritu realiza en nosotros. No entra en escena como un justiciero o un vengador, sino como “dulce huésped, consuelo, descanso, conforto”, para hacer crecer y madurar en nosotros sus frutos, que son la alegría, la paz, la bondad, la fidelidad".
"El Espíritu Santo actúa en nosotros de esta manera: como una presencia fuerte pero amable", resaltó el Papa, quien recordó cómo "el día de Pentecostés nace en los discípulos un incontenible impulso misionero, y con él el deseo y la capacidad de anunciar el Evangelio y de hacerse comprender por personas de lenguas y culturas diferentes."
"Y esto vale también para nosotros, que hemos recibido el don del Espíritu Santo en el Bautismo y en la Confirmación", advirtió Francisco, quien pidió anunciar el Evangelio "con fuerza, no con prepotencia e imposiciones, ni tampoco con cálculos y engaños, sino con la energía que proviene de la fidelidad a la verdad, esa que el Espíritu inculca en nuestros corazones y hace crecer en nosotros".
"Por eso no nos rendimos, sino que continuamos hablando de paz a quien quiere la guerra; de perdón a quien siembra venganza; de acogida y solidaridad a quien cierra las puertas y levanta barreras; de vida a quien elige la muerte; de respeto a quien le gusta humillar, insultar y descartar; de fidelidad a quien rechaza todo vínculo y confunde la libertad con un individualismo superficial, opaco y vacío", clamó Bergoglio.
No dejarnos atemorizar
Todo ello, añadió, "sin dejarnos atemorizar por las dificultades, ni por las burlas, ni por las oposiciones que, hoy como ayer, no faltan nunca en la vida apostólica". "No olvidemos esto, todos, todos, todos", improvisó, "a buenos y malos, todos".
"Todos nosotros, hermanos y hermanas, tenemos mucha necesidad de esperanza, que no es optimismo, es otra cosa, necesitamos elevar los ojos hacia horizontes de paz, de fraternidad, de justicia y de solidaridad", finalizó Francisco, admitiendo que "lamentablemente, a menudo no resulta fácil; es más, a veces se presenta tortuoso y cuesta arriba. Pero nosotros sabemos que no estamos solos; sabemos que, con la ayuda del Espíritu Santo, con sus dones, podemos recorrerlo juntos y hacerlo cada vez más transitable también para los demás".
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