En el telegrama, dirigido a Monseñor Alberto Ortega Martín, nuncio apostólico en Chile, el Sumo Pontífice expresa sus sentimientos a los familiares del difunto prelado y a los fiels de las iglesias de Rancagua y Valparaíso en las que sirvió como pastor.
Recordando “a este abnegado prelado que, durante años y con fidelidad, entregó su vida al servicio de Dios y de la Iglesia Universal también como Prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos”, el Papa Francisco ofrece “sufragios por el eterno descanso de su alma, para que el Señor Jesús le otorgue la corona de Gloria que no se marchita”.
A todos, finalmente, Francisco imparte su Bendición Apostólica como signo de esperanza cristiana en el Señor Resucitado.
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