¿Está la profecía de vacaciones?
(AE)
Escribo esta entrada de nuevo en Uganda después de tres semanas en España visitando a mi familia. En estos días de vacaciones, he podido ver en primera persona los tremendos desafíos a
los que se enfrenta la población en general, especialmente esos muchos millones de parados y de familias que se ven viviendo casi (o sin casi) en condiciones de pobreza y confrontados con unas condiciones de vida durísimas, donde los comedores sociales no dan abasto y donde los recortes llegan hasta el punto de negar la atención sanitaria a los más vulnerables y desprotegidos.
En África no faltan episcopados que, en momentos críticos o situaciones especiales, se han reunido en plenaria o han organizado comités especiales para producir documentos y cartas pastorales que puedan dar una pauta a sus feligreses (y a veces cuando ha sido necesario para denunciar abusos por parte del gobierno, las fuerzas armadas o poderes fácticos del país) Ha habido cartas pastorales llenas de amargas verdades pero también entreveradas de actitudes conciliatorias y no destructivas, de propuestas alternativas o nuevos métodos para corregir los elementos negativos o perniciosos que se hayan identificado. A veces se han enfrentado a despóticos presidentes, otras veces a una situación de injusticia o corrupción generalizada, otras veces han defendido el respeto a la vida y han llamado a la tolerancia cuando la violencia parecía la única respuesta admisible.
Acciones así les han granjeado a los líderes católicos en la mayoría de los países – más allá de las denominaciones religiosas – una merecida fama de profetas, reconciliadores y de pacificadores con una reconocida autoridad moral. En muchos lugares se les mira con respecto y con admiración, la pertenencia a la Iglesia Católica (sé que esto chirría bastante en Europa y más aún en nuestra polarizada España) garantiza en la mayoría de los casos una independencia clara de cualquier ideología o familia política. Esto lo he podido ver en numerosas ocasiones en mi trabajo como director de una emisora de la Iglesia, la cual – gracias a su filiación católica – es el canal de noticias políticamente hablando más libre e independiente de la región y está lejos de las perniciosas influencias de los políticos y de sus manipulaciones (aquí bien claras ya que van por ahí literalmente comprando personas, repartiendo chuches de diversas clases y obviamente haciendo todo lo posible para que los periodistas de la zona coman de su dadivosa mano).
Volviendo entonces al tema que nos ocupa: hoy, en la crítica situación que vive nuestro país, con todo lo que hay que decir sobre la crisis, sobre sus orígenes y el impacto que está teniendo en los más vulnerables, sobre la respuesta del gobierno a la misma, sobre ciertas decisiones y leyes que se han hecho al respecto... yo echo mucho de menos una clara voz profética que hable sobre la situación y ponga los puntos sobre las íes desde la perspectiva cristiana, que guíe a la población basándose en los principios éticos del magisterio social de la Iglesia, que apele al humanismo y ayude también a superar la crispación entre los partidos que deberían juntar voluntades y trabajar juntos... que en una palabra ofrezcan una palabra alternativa y una plataforma de diálogo y de unión en tiempos en los que más que nunca necesitamos unir fuerzas y no matarnos entre nosotros, sea con palabras o con mandobles.
Creo que, aunque estemos en pleno verano y no sea el momento ideal y más oportuno para hacer público ningún documento, los líderes religiosos sí que podrían haber hecho sus deberes y, con la ayuda de algunos especialistas reconocidos en la materia, podrían haber hecho una carta que hubiera sido esperanza y luz entre tanta confusión que se vive en España en estos momentos. ¿Tienen miedo de desairar al gobierno enfrentándose a algunas de sus decisiones? ¿quieren nadar y guardar la ropa? No lo sé... lo que sí me duele es que este silencio se prolonga y da la impresión de ser un silencio culpable, máxime cuando tienen ahí a un público primeramente cristiano al que le haría muy bien oír una palabra al respecto. Los mismos que no dudan en movilizarse cuando otras causas más sensibles para sus sensibilidades están en el candelero, ahora callan y dejan pasar el tiempo cuando hay millones de personas sufriendo, cuando a los inmigrantes se les quita la atención más básica a golpe de decreto-ley, cuando habría que decirle a los bancos, a los políticos (presentes o pasados), a los corruptos que chuparon y sangraron el sistema y hasta el último mono que causó este follón una palabra bien clara... pero hasta ahora esa palabra no llega.
Es verdad que Cáritas y muchas otras iniciativas que son parte integral de la Iglesia están ahí dando el callo y haciendo una callada pero efectivísima labor que ya quisieran para sí muchos sindicatos y similares. Los líderes religiosos no saben ni siquiera aprovecharse del tremendo testimonio y la credibilidad que están dando estos representantes de la infantería eclesial para hacer un documento cargado de razón y de sentido social y tapar así alguna boca llena de revancha y de hipocresía social que azuza y quiere sacar ganancias del río revuelto.
El silencio ahora mismo no es respuesta porque suena a cómplice y a cobarde, bastantes barricadas hay levantadas ya... sería tiempo de encontrar foros e iniciativas que nos ayuden a salir del bache. En África hemos visto que la mayoría de las conferencias episcopales han sabido dar una palabra oportuna para superar los desafíos políticos, económicos, morales o sociales que vivían sus respectivas sociedades... y los fieles cristianos han agradecido esa valentía. Mi humilde deseo es que la Iglesia española haga un gesto que nos haga creer que, como cristianos, estamos tan presentes en los comedores sociales como en el diálogo pacífico, positivo y constructivo con los que tienen la responsabilidad de liderar nuestro país tanto en el gobierno como en la oposición. Por el momento, esto sigue siendo un sueño.
Escribo esta entrada de nuevo en Uganda después de tres semanas en España visitando a mi familia. En estos días de vacaciones, he podido ver en primera persona los tremendos desafíos a
En África no faltan episcopados que, en momentos críticos o situaciones especiales, se han reunido en plenaria o han organizado comités especiales para producir documentos y cartas pastorales que puedan dar una pauta a sus feligreses (y a veces cuando ha sido necesario para denunciar abusos por parte del gobierno, las fuerzas armadas o poderes fácticos del país) Ha habido cartas pastorales llenas de amargas verdades pero también entreveradas de actitudes conciliatorias y no destructivas, de propuestas alternativas o nuevos métodos para corregir los elementos negativos o perniciosos que se hayan identificado. A veces se han enfrentado a despóticos presidentes, otras veces a una situación de injusticia o corrupción generalizada, otras veces han defendido el respeto a la vida y han llamado a la tolerancia cuando la violencia parecía la única respuesta admisible.
Acciones así les han granjeado a los líderes católicos en la mayoría de los países – más allá de las denominaciones religiosas – una merecida fama de profetas, reconciliadores y de pacificadores con una reconocida autoridad moral. En muchos lugares se les mira con respecto y con admiración, la pertenencia a la Iglesia Católica (sé que esto chirría bastante en Europa y más aún en nuestra polarizada España) garantiza en la mayoría de los casos una independencia clara de cualquier ideología o familia política. Esto lo he podido ver en numerosas ocasiones en mi trabajo como director de una emisora de la Iglesia, la cual – gracias a su filiación católica – es el canal de noticias políticamente hablando más libre e independiente de la región y está lejos de las perniciosas influencias de los políticos y de sus manipulaciones (aquí bien claras ya que van por ahí literalmente comprando personas, repartiendo chuches de diversas clases y obviamente haciendo todo lo posible para que los periodistas de la zona coman de su dadivosa mano).
Volviendo entonces al tema que nos ocupa: hoy, en la crítica situación que vive nuestro país, con todo lo que hay que decir sobre la crisis, sobre sus orígenes y el impacto que está teniendo en los más vulnerables, sobre la respuesta del gobierno a la misma, sobre ciertas decisiones y leyes que se han hecho al respecto... yo echo mucho de menos una clara voz profética que hable sobre la situación y ponga los puntos sobre las íes desde la perspectiva cristiana, que guíe a la población basándose en los principios éticos del magisterio social de la Iglesia, que apele al humanismo y ayude también a superar la crispación entre los partidos que deberían juntar voluntades y trabajar juntos... que en una palabra ofrezcan una palabra alternativa y una plataforma de diálogo y de unión en tiempos en los que más que nunca necesitamos unir fuerzas y no matarnos entre nosotros, sea con palabras o con mandobles.
Creo que, aunque estemos en pleno verano y no sea el momento ideal y más oportuno para hacer público ningún documento, los líderes religiosos sí que podrían haber hecho sus deberes y, con la ayuda de algunos especialistas reconocidos en la materia, podrían haber hecho una carta que hubiera sido esperanza y luz entre tanta confusión que se vive en España en estos momentos. ¿Tienen miedo de desairar al gobierno enfrentándose a algunas de sus decisiones? ¿quieren nadar y guardar la ropa? No lo sé... lo que sí me duele es que este silencio se prolonga y da la impresión de ser un silencio culpable, máxime cuando tienen ahí a un público primeramente cristiano al que le haría muy bien oír una palabra al respecto. Los mismos que no dudan en movilizarse cuando otras causas más sensibles para sus sensibilidades están en el candelero, ahora callan y dejan pasar el tiempo cuando hay millones de personas sufriendo, cuando a los inmigrantes se les quita la atención más básica a golpe de decreto-ley, cuando habría que decirle a los bancos, a los políticos (presentes o pasados), a los corruptos que chuparon y sangraron el sistema y hasta el último mono que causó este follón una palabra bien clara... pero hasta ahora esa palabra no llega.
Es verdad que Cáritas y muchas otras iniciativas que son parte integral de la Iglesia están ahí dando el callo y haciendo una callada pero efectivísima labor que ya quisieran para sí muchos sindicatos y similares. Los líderes religiosos no saben ni siquiera aprovecharse del tremendo testimonio y la credibilidad que están dando estos representantes de la infantería eclesial para hacer un documento cargado de razón y de sentido social y tapar así alguna boca llena de revancha y de hipocresía social que azuza y quiere sacar ganancias del río revuelto.
El silencio ahora mismo no es respuesta porque suena a cómplice y a cobarde, bastantes barricadas hay levantadas ya... sería tiempo de encontrar foros e iniciativas que nos ayuden a salir del bache. En África hemos visto que la mayoría de las conferencias episcopales han sabido dar una palabra oportuna para superar los desafíos políticos, económicos, morales o sociales que vivían sus respectivas sociedades... y los fieles cristianos han agradecido esa valentía. Mi humilde deseo es que la Iglesia española haga un gesto que nos haga creer que, como cristianos, estamos tan presentes en los comedores sociales como en el diálogo pacífico, positivo y constructivo con los que tienen la responsabilidad de liderar nuestro país tanto en el gobierno como en la oposición. Por el momento, esto sigue siendo un sueño.