Ejemplos del rito de la conversión del pan en Dios en otras culturas Matar a Dios, comer a Dios: de los aztecas a los cristianos
Es creencia/práctica esencial en nuestra actual religión cristiano-católica. A diario, en todos los templos, sus "sacerdotes" se encargan de ritualizarla. Los clérigos, principalmente los jerarcas, priorizan y solemnizan ostensiblemente esa ceremonia en las grandes celebraciones y eventos de todo signo
Estamos ante un mito ancestral que la sociedad cristiana medieval, propensa a toda clase de superstición y fetichismo (piénsese en el desorbitado culto a las reliquias), revivió con la ayuda de monjes sedicentes teólogos
Transubstanciación, convertir el pan en cuerpo de Cristo-Dios.
Comunión, comer el cuerpo de Cristo-Dios.
Es creencia/práctica esencial en nuestra actual religión cristiano-católica. A diario, en todos los templos, sus "sacerdotes" se encargan de ritualizarla. Los clérigos, principalmente los jerarcas, priorizan y solemnizan ostensiblemente esa ceremonia en las grandes celebraciones y eventos de todo signo.
En un post publicado el pasado septiembre, "Eucaristías espurias, comunionesfraudulentas", intenté evidenciar que ni la trasubstanciación ni la consecuente comunión (del cuerpo de Jesús divinizado) tienen el marchamo evangélico, tampoco apostólico. Son conceptos/prácticas que surgen en el siglo IV y que un concilio impone a los cristianos bajo penas en el siglo XIII. Estamos ante un mito ancestral que la sociedad cristiana medieval, propensa a toda clase de superstición y fetichismo (piénsese en el desorbitado culto a las reliquias), revivió con la ayuda de monjes sedicentes teólogos.
Es oportuno insistir en la indiscutible importancia de los mitos. Transmiten valores, inspiran y perviven. Su influjo en los grupos humanos ha sido y es fundamental. Nos ayudan a comprendernos y a progresar sin estridencias. Normalmente narran o ejecutan algo con el fin de explicar hechos para los que no sabemos el porqué de lo que sucede. En su interpretación es preciso agudizar nuestra inteligencia y discreción.
Varias antiguas religiones, en diversas latitudes, observaban el rito de la conversión del pan en el cuerpo de dios. Y los fieles estaban convencidos de que, comiendo de ese pan consagrado, se unían místicamente a la divinidad. Es más, mataban a su dios para comérselo después.
He aquí algún ejemplo..
MÉXICO. Los aztecas comían el pan una vez convertido sacramentalmente en el cuerpo de su dios. En junio y en diciembre (solsticios de verano y de invierno) elaboraban con masa de harina de maíz una gran imagen del dios Huitzilopochtli. Una vez consagrada, la troceaban y sus adoradores la comían. Lo relata profusamente, hacia el 1590, el jesuita antropólogo historiador Joseph Acosta en su "Historia natural y moral de las Indias".
Algunos detalles de la ceremonia.
Las vírgenes del templo molían remolacha y maíz. Añadían miel. Mezclaban todo. Con esa masa construían un ídolo grande. Le ponían ojos y dientes de granos de maíz. Luego venían los ancianos y vestían ricamente al ídolo. El día de la fiesta los ancianos iban vestidos de blanco y las vírgenes iban coronadas con guirnaldas blancas de maíz tostado (palomitas?). Los jóvenes, vestídos de rojo y coronados de igual guisa, transportaban el ídolo de pan al templo piramidal. Sonaban flautas, trompetas y tambores. Todo, con suma reverencia y temor por parte de los asistentes. Los jóvenes inundaban de flores el templo. Las doncellas daban a los mancebos trozos de pan con forma de huesos. Ese pan había sido hecho de la misma masa con la que habían elaborado el ídolo. Los sacerdotes y levitas del templo cantaban y bailaban ante el ídolo. Quedaba así convertido en carne y huesos del dios. Todos los presentes y resto del pueblo adoraban ese ídolo considerándolo su dios. Se repartían el pan consagrado que todos comían con gran devoción. El manjar debía comerse en ayunas, sin mezcla alguna, ni siquiera agua, que escondían incluso a los niños. Para no profanar la porción de dios que recibían en sus estómagos, se abstenían de ingerir otro alimento hasta mediodía. Estaban convencidos de que ese pan ya era verdadero cuerpo de dios. Al recibir una parte de la sustancia divina dentro de sí mismos, entraban en comunión con la deidad.
No paran ahí los ritos de la comunión. Coincidiendo con el solsticio invernal, los aztecas mataban a su dios Huizilopochtli para comérselo después. Elaboraban una imagen del dios con masa de maíz, semillas diversas y sangre de niños. El rey ofrendaba incienso a la imagen colocada en el templo. Un sacerdote, arco en mano, disparaba un dardo que penetraba en el pecho del ídolo. El rey comía el corazón de la imágen que le ofrecía un sacerdote. El resto era dividido en tantas partes como necesario para que todos comieran del dios.
Paralelamente, algunos pueblos indios del noroeste americano sentían escrúpulos al comer los primeros frutos de una cosecha. Creían que la planta o árbol estaba animado por un espíritu, incluso una deidad. Debían pedirle permiso para consumir sus frutos. Acaso por eso llamaban "cereal divino" al mijo y le daban culto antes de comer las primicias.
Con razón dice Joseph Acosta que los indígenas americanos estaban predispuestos a aceptar la nueva doctrina de la transubstanciación cristiana, así como otros dogmas importados por los colonizadores y misioneros europeos.
INDIA. Traigo a colación un mito presente en la India, de algunos siglos antes del Cristianismo. No es identificable al mito mexicano arriba descrito, pero en él se observa una gran analogía. Se trata de la conversión mágica del pan en carne humana. Un rito común entre los arios hindúes. Los brahmanes enseñaban que los bollos de arroz ofrecidos en sacrificio eran sustitutos de seres humanos. Por la manipulación del "sacerdote" los bollos se convertían en verdaderos cuerpos de hombre. Mientras el bollo es sólo harina, es pelo. Cuando se vierte agua sobre él, es piel. Cuando se amasa, es carne. Al cocerse, surgen los huesos. Al rociarlo de manteca, se cambia en tuétano. Es el sacrificio animal llamado quíntuplo. Antes de comer ese pan consagrado, los hindúes tomaban un purgante para purificar su cuerpo.