El patriarca ecuménico Bartolomé, objeto de burlas y escarnio

Su Santidad Bartolomé I

La Ortodoxia sigue dando el espectáculo a resultas del contencioso que actualmente divide a los patriarcados de Moscú y de Constantinopla. De entrada, bueno será dejar sentado que este último es el Patriarcado Ecuménico. Los Tomos de autocefalía otorgados a Ucrania por Bartolomé I –titular del Santo Trono y, por tanto, con prerrogativas canónicas en su haber precisamente para emergencias como la que nos ocupa- han puesto de los nervios a Kirill, patriarca de Moscú y todas las Rusias, y a su entera corte patriarcal de títeres y adláteres de turno, mayormente eslavos, por supuesto. La campaña mediática, en la que incluso el Kremlin está involucrado, es de las que hacen época.

Para que la balanza no se incline irremediablemente del lado del Fanar, Kirill y su corte –que ya van bien servidos con el apoyo de Putin y su intervención / exhibición militar en Crimea, Siria, y aledaños del imperialismo ruso de los antiguos zares escarlata- no han tenido mejor idea que la de airear el apoyo de los Estados Unidos a Petró Poroshenko, presidente de Ucrania, a la nueva Iglesia ortodoxa de Ucrania y al mismo Patriarcado Ecuménico.

Convertir semejante ocurrencia en carnaza de propaganda no era fácil. Así que se impuso el recurso al espejo retrovisor hasta dar con el 1948, tiempos de la célebre Guerra Fría. Aquel año de derechos humanos y de mil cosas más, resulta que el metropolita de América, su Eminencia Atenágoras, fue elegido patriarca de Constantinopla y para su viaje de entronización voló desde tierras norteamericanas hasta Estambul en el avión personal del presidente Truman (noticia ésta con matices, claro). ¡Pues anda que no media distancia ni nada desde Truman a Trump, y desde Atenágoras a Bartolomé I! Pero habían dado con la baza ideal para el montaje.

Lo malo es que todo esto, con ser tanto, nos dejaría tirados en el ágora política y poco más. Pero Kirill dejó ese terreno pantanoso a su amigo Putin, quien lo borda desde sus tiempos oscuros en el KGB, y él, en cambio, Kirill, dispuesto a vivir días de vino y rosas, prefirió la hondura de las turbulentas aguas de la Ortodoxia. Bien ajustada la capa magna, hirsuta la barba y con previo toque al kukol de colgantes orejones y serafines con alas plegadas, se ha metido de hoz y coz nada menos que en el ámbito canónico y no ha vacilado en declarar cismáticos, del Patriarca Bartolomé para abajo, a todos los ortodoxos que apoyen al Patriarcado Ecuménico en su gestión canónica de Ucrania.

Y él, Su Beatitud Kirill, como si careciera de responsabilidad en tan complejo asunto, viene motejando a Su Santidad Bartolomé de haber dividido a la Ortodoxia. Él, Kirill, que surtió de patrañas a los jefes ortodoxos de las Iglesias eslavas para que boicotearan el Concilio Panortodoxo celebrado en Creta, corriendo junio de 2016. Él, Kirill, que hizo mutis en lo de unirse al Papa y a los otros patriarcas orientales en cumbres como Lesbos o Bari. Él, Kirill, en fin, cuyo encuentro con el papa Francisco en La Habana no parece sino que fuera el agua inmortal de Paracelso.

El patriarca de Antioquía y de todo el Oriente, con sede en Damasco (Siria), Juan X Yazigi, no contento con haberse dejado embaucar por Kirill, y haber faltado a la cita de la magna cumbre del Concilio Panortodoxo en Creta, se permitió no hace mucho escribir a Su Santidad Bartolomé I (31.12.2018) proponiéndole celebrar un Consejo panortodoxo sobre la situación religiosa en Ucrania. La respuesta de Bartolomé I, publicada en ruso por el Departamento de Relaciones Eclesiásticas Exteriores del Patriarcado de Moscú (01.03.2019), [incluida, acto seguido, la traducción], es absolutamente inflexible y definitiva. 

“Recibida y leída cuidadosamente la carta № 100 de Su Beatitud, fechada el 31 de diciembre del año pasado, en que solicita reunir el Consejo de los primados de las Iglesias ortodoxas para resolver el problema de la Iglesia ucraniana, nuestra respuesta es que, después de la negativa de cuatro Iglesias ortodoxas a participar, sin razón ninguna desde el punto de vista eclesial y teológico, en el Santo y Gran Concilio de Creta, ausencia para la cual no hay justificación, y dado que su antigua Iglesia es una de ellas, el Patriarcado Ecuménico tiene ahora una buena razón para abstenerse de semejante reunión pan-ortodoxa: sería inútil, ya que daría lugar al único acuerdo de los participantes, a saber: el estar todos en desacuerdo entre sí. 

Patriarca Juan X Yazigi de Antioquìa y todo el Oriente

La Grande y Santa Iglesia de Cristo, teniendo presente el amor y el sacrificio personal, sin interés propio ni presión, con el único propósito de la unidad del pueblo ucraniano y el cese de la división y el cisma, para unir a millones de fieles en los brazos de la Iglesia canónica después de estar injustamente fuera, premió a la Iglesia de Ucrania, de acuerdo con la tradición eclesial y los cánones, con la autocefalía. De la misma manera que todas las demás Iglesias autocéfalas recientemente establecidas recibieron la administración interna, aprobada por el mismo método sin el Consejo Ortodoxo o el Consejo General. Las discusiones fraternales con las Iglesias autocéfalas son reconocidas en su posición por todas las Iglesias, y los nombres de sus nuevos primados se agregan al díptico.

Que la gracia y amor de Dios Padre y el sacramento del Espíritu Santo estén con usted, los obispos, el clero y los creyentes de la Iglesia de Antioquía. Con inmenso amor fraternal del Señor y gran respeto, su amado hermano en Cristo, Bartolomé, Patriarca Ecuménico.

Salta a la vista que el ecumenismo, legalizado en el Concilio de Creta, está estrechamente ligado a la división del cisma en Ucrania, el cual, por lo demás, ha encontrado eco en toda la Ortodoxia. Y que ambas direcciones provienen del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla, que convocó dicho Concilio y emitió, según el parecer de los disidentes eslavos, pretensiones papales de dominación sobre toda la Iglesia ortodoxa. Por el momento, las otras Iglesias locales están arrastradas en esta dirección. Las Iglesias disidentes de Creta, pues, siguen enredando y tergiversando y complicando las cosas, indudablemente instigadas a ello por el patriarcado de Moscú.

La línea del Patriarcado Ecuménico es, en general, –a juicio de la susodicha disidencia eslava- formal, esquiva y sorda a los problemas candentes, como si todo fuera de color rosa e inmaculado hasta el extremo. Este punto de vista es, hasta hoy, tan bueno como lo sería esperar una solución razonable de la cuestión ucraniana sin tiranía ni implicaciones viciosas. 

Pero Kirill y los suyos no las tienen todas consigo. De ahí la travesía publicitaria a toda vela contra Constantinopla. Se advierte, por ejemplo, en titulares como este: ¿En el cautiverio de Constantinopla-OTAN o libres en Cristo?

A quien más atizan en este momento es al Patriarcado Ecuménico. Aunque su titular es el primero en los dípticos, o sea el jerarca de más alto honor (primus inter pares), no dudan en tacharlo de papista (por sus frecuentes contactos con el papa Francisco, evidentemente) y de imponer en sus actuaciones un conducta radical. En sus despropósitos y tropelías de descrédito e insulto tampoco se quedan cortos, rayando la mofa y la burla mediante caricaturas extraídas del Evangelio, como cuando Jesús arrojó a los mercaderes del Templo (imagen que me resisto a incorporar a estas reflexiones -ya es llevar lejos la insidia…!-. ¿Ha hecho algo similar el Patriarcado Ecuménico con Kirill…?).

Puntualizan incluso que el Patriarcado Ecuménico ha estado emitiendo reclamos de absoluto dominio, propios, más bien, del papado romano durante el último siglo (¡todo un siglo, nada menos!). Estos han sido revelados especialmente a través de la prensa rusa tras el cisma en Ucrania. Y como quiera que de un tiempo a esta parte, su Beatitud Daniel Ilie Ciobotea, patriarca ortodoxo de Rumanía, parece haberse puesto de parte del Patriarcado Ecuménico, pues leña al mono ahora también al patriarca rumano. 

Un personaje clave fue ya el patriarca Atenágoras, sobre todo a raíz de su histórico encuentro con san Pablo VI en Jerusalén. A él, sin duda por sus años de Metropolita de toda América, con las subsiguientes ayudas de los Estados Unidos, y al actual Bartolomé, los colocan dentro de los grandes templos del dinero occidental. De Bartolomé I dicen que, aunque no es el abridor de caminos, como se presenta en algunos artículos, sigue siendo, sin embargo, figura emblemática para sabotear la Ortodoxia desde dentro. Para entender la configuración actual del mundo ortodoxo, necesitamos conocer a los principales actores y sus acciones. Y entre ellos está, según se ve, Bartolomé y sus seguidores. Tampoco la disidencia eslava debiera perder de vista a su máximo referente Kirill, cuyo encuentro con Bartolomé en Estambul el 31 de agosto de 2018 fue, por cierto, antológico.

Los patriarcas Kirill y Bartolomé I

Me resulta penoso que el patriarca Kirill se haya rebajado tanto en este diferendo entre Moscú y Constantinopla, y que no cese de hacer ahora el ridículo soltando lindezas como las contempladas en este artículo. El tiempo, que da y quita razones, se encargará de poner luz donde ahora reina sobre todo la oscuridad. El personaje a mí siempre me cayó bien, acaso por haber sido represaliado en los tiempos duros del sergianismo; pero a todo hay quien gane y en todo existen límites. Bien se echa de ver que por ese camino Kirill tendrá corto recorrido. Y conste que para nada he tocado el Pseudo-Sínodo de Leópolis (10.III.1946): la Iglesia ortodoxa rusa todavía está por pedir perdón a la Iglesia católica de aquellas tórpidas y crueles maniobras estalinistas. ¿A cuándo espera? ¿Será que entiende por ecumenismo lo que no se recoge en el decreto Unitatis redintegratio del Concilio Vaticano II?

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