Fe y credulidad: el caso Sergei Kourdakov

Muchos confunden la fe con la credulidad. Hay creyentes que cuentan historias increíbles, sobre las que no se suele hacer preguntas. Más aún, cuando se trata de lugares donde la Iglesia es perseguida y los cristianos se presentan como héroes de fe. Se hacen campañas incluso por la liberación de algunos, cuyo testimonio es puesto en duda por otros creyentes del mismo país. Varias investigaciones han puesto en evidencia la falta de rigor de ciertas organizaciones que defienden a cristianos perseguidos.

En esta ocasión me ha llamado la atención la información que ha salido a la luz sobre un conocido caso de los años setenta. Se trata de Sergei Kourdakov, un ruso que decía haber perseguido creyentes con la KGB, antes de haber sido convertido al cristianismo, cuando escapó de un barco ruso en Canadá. Su testimonio fue divulgado por todo el mundo, hasta el punto de que su libro “El Esbirro” lleva ya más de veinte ediciones en castellano –publicado ahora por la editorial del Opus Dei, Palabra–. La muerte de Kourdakov en misteriosas circunstancias ha provocado una investigación que ha descubierto la verdad de su historia.

El nombre de este desertor del “telón de acero”, convertido en embajador de una conocida organización de “contrabando de biblias” y apoyo a “la iglesia subterránea”, es hoy desconocido para el gran público. Sin embargo, en los años setenta tuvo un éxito tal, que su libro fue traducido a muchos idiomas, donde se le conoce también por el título de “Perdóname, Natasha” o “El perseguidor”. Tenía apenas veinte años, como le vemos en las fotos.

Su cuerpo apareció el día de año nuevo de 1973 en la habitación de un motel de California, muerto de un disparo a la cabeza. ¿Era un accidente, o un suicidio? Según su organización, Evangelismo Subterráneo: víctima de un asesinato por otro miembro de la KGB, para silenciarle.

HISTORIAS DE LA GUERRA FRIA
Para aquellos que se habían criado con las historias de El Agente de CIPOL en la televisión de los sesenta, aquel atractivo joven, corpulento, de mirada hipnótica, parecía el agente ruso de la serie protagonizada por Robert Vaughn –en realidad un americano llamado David McCallum–, pero se nos presentaba como un San Pablo de la guerra fría –como dice Katherine Jeffrey en su apasionante artículo en Christianity Today–.

Apareció en 1971, delirante y con hipotermia, en el pequeño pueblo de Tasu –en las islas canadienses de la reina Charlotte–, tras nadar toda una noche desde el barco soviético Elagin. Internado y amenazado con ser devuelto a la URSS, logró la atención de los políticos y los medios de comunicación, hasta serle concedido asilo en Canadá.

Mientras aprendía inglés en un curso pagado por el gobierno, empezó a asistir a una iglesia bautista ucraniana en Toronto. El pastor William Davuiduik escuchó su confesión, tras explicarle el evangelio y después de hacer profesión de fe, se bautizó. El fundador y presidente de un ministerio para la Iglesia perseguida en el este de Europa llamado Evangelismo Subterráneo, Joe Bass, le invitó a ir a California, para formar parte de su organización en 1972. Tuvo entonces contactos con la alta política en Washington, llegando a tener relación con una secretaria, que publica este otoño un libro con su historia. Colaboraba entonces con organizaciones como Puertas Abiertas o la llamada Embajada Cristiana en Washington.

El testimonio de Sergei era impactante, porque decía haber perseguido cristianos con la KGB durante dos años. Su mensaje, en pobre inglés, evidenciaba un total desconocimiento de la Biblia y una mínima comprensión teológica, pero hablaba claramente de los males del comunismo, que es lo que los americanos querían escuchar.

La editorial evangélica Fleming Revell publicó en 1973 su testimonio con numerosas fotos y detalles de su vida, antes de la conversión, en la Unión Soviética. El contrato que firmó le daba la mitad de los beneficios, el doble de lo que estaba recibiendo ya por las cintas en que contaba su historia, mientras se quedaba el diez por ciento de las ofrendas que se recogían en cada acto público. Para haber sido comunista, aprendió pronto el modo de vida americano…

MISTERIOSA MUERTE
Su extraña y enigmática muerte se produce por una herida mortal de un tiro aparentemente disparado por él mismo. Estaba en una cabaña en las montañas de San Bernardino con una chica de diecisiete años. El revolver se lo había prestado el padre de la muchacha, al preocuparse por su seguridad. Habían ido a Disneylandia y a las pistas de esquí de Running Springs, donde apareció muerto en la habitación de un motel. Tras investigar su posible suicidio, la policía concluyó que era un accidente, mientras jugaba a la “ruleta rusa”, o por puro descuido. A pesar de su pasado en la KGB, parece que Sergei no tenía experiencia con la armas.

La organización cristiana para la que trabajaba, Underground Evangelism , no tardó en calificar el suceso como un asesinato de la KGB, acusando a la policía local de incompetencia. Bass mandó un comunicado de prensa, la semana después, diciendo que Sergei le había advertido que “si oía alguna vez de un accidente, o un suicidio, no lo creyera, porque él sabía cómo actuaban los agentes soviéticos, ya que había sido uno de ellos”. La declaración concluía con el comentario irónico: “¿qué mejor momento que una nochevieja en un pequeño recinto lleno de turistas, para que Sergei Kourdakov tuviera, supuestamente, un accidente?”.

Su cuerpo fue llevado a Washington, donde predicó en su funeral el conocido predicador presbiteriano evangélico Richard Halverson. Tras un culto en una iglesia ortodoxa, fue enterrado en la parte rusa del cementerio de Rock Creek en Washington. A partir de ese momento, su testimonio se reeditó una y otra vez, afirmando que “la KGB le asesinó en Los Ángeles justo antes de cumplir veintidós años”.

Algunos empezaron, sin embargo, a cuestionar su organización, como Richard Wurmbrand, un evangélico rumano que había estado en prisión y sido torturado por su fe. Según él, Kourdakov no había debido recibir tanta publicidad, sin crecer antes en la gracia y el conocimiento. La Asociación Evangélica Eslava creía que no había debido de ser “empujado a esta situación, hablando de cosas que le superaban”. Otros acusaron abiertamente a Evangelismo Subterráneode explotación por razones económicas.


TESTIMONIO FRAUDULENTO
Hay que tener en cuenta que el libro se publicó inmediatamente después de su muerte y se sigue editando hasta el día de hoy en idiomas como el francés o castellano, a pesar de que hay estudios en lengua inglesa sobre la falsedad de su información.

La supuesta autobiografía cuenta una infancia dickensiana en varios orfanatos del estado, hasta convertirse en un dirigente de las juventudes comunistas y dedicarse al pequeño crimen. Tras ser cadete de la marina en la ciudad portuaria de Petropavlosk, sería captado para un escuadrón de operaciones secretas, que se dedicaba a interrumpir estudios bíblicos y aterrorizar cristianos durante bautismos. Según él, mataron a un pastor y violaron a cristianas como la Natasha que da título a su libro en varios idiomas.

Tras estudiar en la universidad de Baylor, Caroline Walker leyó una copia del libro de Kourdakov durante un viaje de la Cruzada Estudiantil (Ágape) a Novosibirsk (Siberia), donde nació Sergei. Se le ocurrió recuperar la historia y llevarla a la pantalla, para redescubrir su testimonio a una nueva generación. Apoyada por una iglesia de Nederland (Texas), Caroline comienza a preparar un documental que pretendía llevar a personas a la fe por el testimonio de Sergei. Contactó con aquellos que le conocieron en Canadá y pasó el otoño del comienzo de este nuevo milenio en Vladivostok y Petropavlovsk. Descubrió entonces a un cineasta católico que estaba preparando un proyecto similar, el jesuita Damian Wojciechowski. Los resultados de su investigación no pueden ser más sorprendentes…

Tal y como se ve en el documental “Perdóname, Sergei”, el libro estaba lleno de información contradictoria, lo que llevó a Caroline a una auténtica crisis espiritual. Su proyecto evangelístico le produce tal confusión, que su experiencia se convierte en el centro de esta interesante producción cinematográfica, que se ha presentado en varios festivales. La directora tiene que afrontar la evidencia de que los sucesos centrales de su libro, no es que hayan sido embellecidos, es que están totalmente inventados. No hay testimonios de lo que Sergei dice. Los lugares, las descripciones físicas y los nombres son reales, pero las purgas violentas de cristianos que describe en Petropavlovsk nunca ocurrieron. Los villanos de su historia son personas normales, que resultan incluso admirables. Y lo más decepcionante, la heroica adolescente Natasha, cuyo valor y firmeza tocaron su conciencia, nunca existió.

LA CULTURA DEL TESTIMONIO
Lo que revelan historias como ésta, es que hace tiempo que no hay ninguna diferencia entre la ficción y los testimonios que muchos cristianos cuentan. Las historias son cada vez más increíbles. Y cuando alguien las investiga, mayor resulta el abismo entre lo que se dice y la realidad de los hechos.

Ahora se ha descubierto que personas que dicen haber estado muertas, no lo estuvieron nunca. Algunos que pretenden haber sido grandes satanistas o brujas, apenas les conocen en esos círculos. Toda esta serie de falsedades y medias verdades nos llevan a preguntar qué es lo que pasa aquí…

Es evidente que muchos se construyen un testimonio como una forma de vida. Van contando por iglesias y reuniones cristianas su inventada historia, para poder subsistir. La mayoría, sin embargo, parece haber vivido algo de lo que cuenta, sólo que lo ha ido exagerando tanto que ya no tiene nada que ver con lo que ocurrió. Para entender esto, hay que comprender la cultura del testimonio. Los evangélicos tienen una obsesión egocéntrica en contar su vida como una forma de presentar su fe. Muchas reuniones se basan en el relato de testimonios y cuánto más sorprendentes son, más atractivos parecen para convencer del poder de Dios.

¿Cuántos hemos ido cambiando nuestra historia de conversión a medida que la contamos? Como en el juego de decir una cosa al que tienes al lado en el oído, los hechos primeros se han ido distorsionando hasta grados ridículos. Los niños son ateos científicos, versados en la evolución o el marxismo; el pequeño delincuente se vuelve un gran criminal; los escarceos con las drogas blandas resultan ser una gran adicción. Todo esto se produce sutilmente, no de un día para otro. A medida que uno lo va contando, ve que hay cosas que llaman más la atención que otras y en ellas te concentras. Es por esto que ya no basta un milagro, ¡tienes que resucitar!

EL VERDADERO EVANGELIO
Cuando en el Nuevo Testamento se habla de testimonio, no se refiere en primer lugar a la historia del camino a Damasco de Pablo, sino a su anuncio de la verdad de Cristo, muerto y resucitado. Nuestro egocentrismo es tan profundo, que intentamos “domesticar” al mismo Dios. El Evangelio es Cristo crucificado, “poder de Dios y sabiduría de Dios” (1 Corintios 1:24)

¿Por qué siempre alardeamos de los famosos que son cristianos?, cantantes y deportistas, como si sus testimonios o experiencias de la gracia, tienen más significado que las de cualquier creyente. “El movimiento evangélico occidental moderno está profundamente afectado por el virus del triunfalismo, y la enfermedad resultante destruye la humildad, minimiza la gracia y le rinde demasiado tributo al dinero, la influencia y la “sabiduría” de nuestros días”, dice Carson.

Los que hemos aceptado el mensaje del Evangelio no somos lo más sabios, atractivos, dotados y santos. Somos “don nadies”. Si no hay más “peces gordos” en la Iglesia (1 Co. 1:26), es porque Dios ha elegido a los insignificantes, los ceros a la izquierda, para “deshacer lo que es” (v. 28). Y lo hace así, “a fin de que nadie se jacte en su presencia” (v. 29).

La gracia de Dios puede alcanzar a cualquiera. La salvación de Dios es un don gratuito, que rebaja y aplasta toda pretensión humana. Cuando intentamos dar más fuerza al poder del Evangelio, distorsionando la realidad, lo hacemos más débil, no más fuerte. Ya que el poder de Dios se manifiesta en nuestra debilidad (2 Corintios 12:1-10). ¡Qué Dios nos libre de nuestra “humana sabiduría” (v. 4)!

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