¿Jesucristo Superstar?


Se representa ahora en un teatro de Madrid la obra de Jesucristo Superstar, por primera vez en versión original subtitulada, interpretada por el actor que hizo de Jesús en la película que se estrenó en España la Semana Santa de 1975. Se llevó a los escenarios en versión española en octubre de ese mismo año, provocando tal escándalo que hubo continuos incidentes en las salas donde se presentaba. Se dice que la opera-rock de Andrew Lloyd Webber con letra de Tim Rice es “el musical más famoso de todos los tiempos”, pero ¿quién es realmente su protagonista?

La obra del escritor Tim Rice y el compositor Andrew Lloyd Webber es anterior a la película que hizo Norman Jewison en 1973 (el mismo año de Godspell, otro musical supuestamente basado en el Evangelio según Mateo, pero adaptado a la cultura hippy en las calles de Nueva York). El film está rodado en Israel, donde los actores aparecen como turistas repitiendo la historia del Evangelio en términos contemporáneos. Eso es lo que pretende también el montaje de Stephen Rayne, que ahora intenta reflejar la estética juvenil actual, que ha cambiado mucho desde la época en que se estrenó la obra en Nueva York en 1971.

EL SUPERSTAREN ESPAÑA
Su protagonista, primero en España, fue Camilo Sesto, que hizo de Jesús en 1975. La Magdalena, la interpretaba Ángela Carrasco, y Judas, el canario Teddy Bautista, luego presidente de la Sociedad General de Autores.

La obra volvió en los años ochenta con Pablo Abraira, Estíbaliz y Pedro Ruy Blas, todos ellos populares cantantes de la época del Superstar (los dos que interpretaban a Judas -Bautista y Ruy Blas-, estaban curiosamente, muy interesados siempre por cuestiones espirituales), pero España ya no giraba en torno a la Iglesia de Roma como en aquellos tiempos.

En los años setenta, cuando en Italia los obispos apreciaban ciertos aspectos del espectáculo, en Madrid los Guerrilleros de Cristo Rey, comandados por Mariano Sánchez Covisa, arremetían contra las carteleras de la película, rajándolas y arrojando botes de pintura negra en las pantallas del cine de Luchana, que se atrevió a estrenarla. La policía vestía entonces de gris, aunque cargaba ya contra ellos, a pesar de las acusaciones de blasfemia y manifestaciones en contra.

¿SUPERSTAR O SUPERMERCADO?
He releído estos días un interesante librito, que escribió en aquella época José Grau, con el mismo titulo de este artículo, publicado en Barcelona por Ediciones Evangélicas Europeas en 1973. Dentro de él descubro un calendario que usaba como marcador del Centro de Literatura Cristiana, hecho ese mismo año en la librería que tenían mis padres, justo delante del teatro donde se representaba el año pasado el Superstar en la Gran Vía, entonces Avenida de José Antonio. Aunque sólo el primer capítulo está dedicado al Superstar, me asombra que el señor Grau cita literalmente del texto del libreto original en inglés. Su rigor va acompañado de una extraordinaria claridad, que mira la actualidad desde la perspectiva eterna del Evangelio.

No me resisto a repetir el titulo del primer capítulo del libro de Grau, que nos habla de cómo “el profeta de Nazaret vuelve a estar de moda entre ciertos sectores de la juventud”, pero “aprovechando esta repentina afición por lo religioso, hay quien está haciendo negocio”. La revista Christianity Today tenía también un magnífico titular: “La historia más grande jamás vendida”, jugando con el nombre de la película de George Stevens, La historia más grande jamás contada. (1965). Aunque como el señor Grau nos recuerda, “la distorsión de los valores religiosos en aras del mercantilismo no es un invento de nuestro siglo”.

El Evangelio según Juan nos muestra a Jesús subiendo a Jerusalén, cuando se encuentra que en el templo se venden bueyes, ovejas y palomas, para el servicio del culto. Jesús arremete contra vendedores y cambistas, diciendo: “Quitad de aquí esto y no hagáis la casa de mi Padre casa de mercado” (2:13-16). Porque ¿quién es el Jesús de este espectáculo? Desde luego, no el Jesús de la Historia. Su conciencia de deidad es borrada, su humanidad distorsionada, su sacrificio redentor ignorado y la resurrección silenciada. Los símbolos religiosos actúan como una pantalla de humo, para ocultar el relato evangélico con ciertas frases e imágenes cristianas.

Hay mucha gente todavía en España que tiene un ligero conocimiento de la Historia del Evangelio, pero en sus mentes el nombre de Jesús ya se confunde con novelas y películas, que unidas a la iconografía religiosa de estampitas y procesiones, impiden que el espectador pueda discernir claramente entre la distorsión y la realidad. El Jesús de este espectáculo se dirige a la cruz sin saber por qué. Es alguien inseguro y lleno de dudas. La Magdalena sufre enamorada y Judas se convierte en un nuevo antihéroe. “¿Qué es la verdad?”, pregunta Pilato.

Lo que falta en esta opera-rock, dice Grau, es la afirmación central del cristianismo. No hay un Dios triunfante y victorioso sobre la muerte, que resucita al tercer día, sino alguien que solamente puede compartir nuestras debilidades. La historia se centra en los llamados últimos días de Jesús. Y el protagonista es más bien Judas, que entrega a Jesús, pensando que así lo salva de su locura. Cuando se da cuenta que finalmente va a morir, le culpa a Dios de todo. Él es quien ha traicionado a Jesús y también a Judas. Se trata del evangelio según Judas.


LA ATRACCIÓN DEL SUPERSTAR
¿Por qué entonces tiene tal atracción el Superstar? El libro de Grau se pregunta si no será porque señala al Único que compartió nuestros problemas y nuestra debilidad, conquistándolos y salvándonos. Su conclusión es más bien que en esta obra hallamos a un pequeño dios que no sólo compartió nuestras tentaciones, sino también nuestra tendencia a sucumbir bajo ellas. Alguien que padece nuestras vacilaciones y dudas.

El Jesús del Superstar no es alguien que viene a entregar su vida, sino que la pierde. No es el Salvador, si no aquel que nos dice: “Sálvate a ti mismo”. No es el Cordero que dice: “Hágase Tu voluntad”, si no la víctima que se rebela ante su suerte.

El Evangelio sin embargo nos llama a no dudar acerca del triunfo final sobre la debilidad y el mal. ¡Gracias a Dios!, Él ha vencido la batalla por medio de Cristo, en esa cruz, que está ahora vacía. En Él tenemos la seguridad de la victoria. Es por eso que ¡sólo la Verdad de Jesús nos hará libres! (Jn. 8: 32)

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