Moonrise Kingdom y el verano de nuestra infancia
Como muchos que se han criado en la iglesia, he ido a campamentos desde mi más tierna infancia –en mi caso a La Granja–. Recuerdo la emoción de la llegada del día, la ropa marcada, el mareo del autocar y la primera noche fuera de casa. No he sido scout, pero también era un chico solitario con gafas –como el protagonista de esta historia, que al igual que su director, soñaba con el primer amor–. Los que nacimos en los años sesenta, no hemos tenido tal vez el sentimiento de abandono de esta generación, los hijos del divorcio – huérfanos de la tormenta, como tan sugerentemente los ha llamado Carlos Losilla–, pero ¿quién no se ha sentido a veces perdido en este mundo?
Si la patria es nuestra infancia, no hay duda que para Anderson, la pre-adolescencia es el paraíso perdido. Esta isla es a la vez “casa de muñecas, bosque legendario, teatro de títeres y novela de Enid Blyton” –como dice Sergi Sánchez–. Es la nostalgia por una inocencia perdida. La adolescencia trae la confusión de la sexualidad, la obsesión por las apariencias y el desarrollo de un mundo oculto, para intentar evadirnos de nuestras frustración, tristeza y decepción.
ANTES DE LA TORMENTA
“Mi idea era que la historia transcurriera justo en ese momento en el que está todo a punto de cambiar”, dice el director . Por eso desarrolla la acción el verano de 1965 en una isla de la costa de Nueva Inglaterra. Nos presenta la familia de un matrimonio de abogados , los Bishop –que interpreta apáticamente el cómico Bill Murray, casado en la ficción con la señora Cohen, Frances McDormand, que se vuelve histérica de un momento a otro–. La cámara recorre las estancias del faro donde viven, como si saltara de una a otra habitación de una casa de muñecas. Todo es algo extraño y disfuncional, como suele ocurrir en el mundo de Anderson.
Tres hermanos pequeños están reunidos en torno a un tocadiscos portátil, pero lo que escuchan son obras de Benjamin Britten. Los padres están separados en diferentes habitaciones –ella se ve a escondidas con el sheriff, un sorprendentemente melancólico Bruce Willis–, mientras su hija adolescente se refugia en la ventana de su habitación. Se ha enamorado de un chico huérfano de doce años. Sam y Suzy son dos criaturas desvalidas, llenas de sueños y deseos de escapar de una realidad gris y monótona .
EL DILUVIO QUE VIENE
No es casualidad que la acción comienza tres días antes del temporal que asola la isla. Las relaciones entre los adultos son ya tormentosas, como las dificultades a las que se enfrenta el amor de Sam y Suzy, descubierto en una representación del Diluvio el año anterior, en la iglesia. En medio de la destrucción, esa misma iglesia se convierte en lugar de refugio. Es allí donde se produce la reconciliación y redención de los personajes. Esto sería una casualidad, si el director no fuera un tejano educado en pleno cinturón bíblico.
Hay un fuerte paralelismo entre Moonrise Kingdom y la historia de Noé . Los protagonistas se encuentran en una iglesia que lleva el divertido nombre de San Jack. La obra que allí se representa es una ópera de Britten, basada en la historia bíblica del Diluvio, Noye´s Fludde (1958), inspirada por un autosacramental del siglo XV. En él se introduce el tema de la ilusión de la infancia, cuando la vida está llena de posibilidades. Nos sentimos como los protagonistas, libres para explorar y descubrir el mundo, hasta descubrir la maldad de nuestro propio corazón, que llena este mundo de dolor y corrupción.
SALVADOS DE LA AGUAS
La historia de Noé ( Génesis 6-8) , apunta al tema central de la Biblia de la salvación de las aguas, que muestran tanto el juicio divino contra la humanidad como la redención que simboliza el bautismo. El Arca es el medio de salvación ordenado por Dios, para ser libres de su ira (6:13, 17). Es una provisión de gracia, por la que en Cristo Jesús podemos encontrar refugio . Ya que “Dios demuestra su amor por nosotros: en que cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros” ( Romanos 5:8). Por Él somos libres de la condenación (8:1).
Como dice el autor de la carta a los Hebreos, la historia de Noé nos habla de “la justicia que viene por la fe” (11:7). Puesto que, sin Cristo, estamos perdidos. La ira de Dios está ya sobre nosotros ( Juan 3:36). El Pacto de Dios con Noé nos habla, sin embargo, de su propósito de recrear la tierra ( Génesis 9:9-10) por su sola gracia. Lo firma con la señal de color del arco iris (v. 13). Por ella nos anuncia que aunque por su justicia debiera destruir el mundo, su amor y gracia abre el camino al perdón y la reconciliación, que hay en Cristo en Jesús. Desde que Él pasó por las aguas, alrededor del trono que gobierna el universo, está el arco iris ( Apocalipsis 4:3).