Hemos realizado un itinerario pascual en 2024 Anuncio culmen de Pascua: la tempiternidad. Tiempo y eternidad convergen en el Espíritu
"Pentecostés no es un añadido o una fiesta al final del llamado ‘Tiempo Pascual’, sino que resalta su fruto en el corazón del ser humano: el Espíritu del Cristo Resucitado plenifica la existencia humana"
"La tempiternidad, según Raimon Panikkar, es un concepto que va más allá de la mera temporalidad o eternidad. Según el místico catalán, la tempiternidad, como unidad de tiempo y eternidad, sostiene que la realidad no se limita a ser temporal o eterna por separado"
"La verdadera esperanza no está en el futuro distante, sino en descubrir la plenitud en el presente. Cada paso es parte de la peregrinación hacia esa plenitud"
"Como práctica pascual, estamos invitados a la experiencia de tempiternidad. Para esto es necesario vivir el presente con autenticidad y descubrir la eternidad en cada instante"
"La verdadera esperanza no está en el futuro distante, sino en descubrir la plenitud en el presente. Cada paso es parte de la peregrinación hacia esa plenitud"
"Como práctica pascual, estamos invitados a la experiencia de tempiternidad. Para esto es necesario vivir el presente con autenticidad y descubrir la eternidad en cada instante"
Pasión, muerte, resurrección, ascensión y envío del Espíritu Santo, convergen como una misma realidad cristocéntrica: la glorificación del Hijo de Dios. La liturgia, al celebrarlas en el tiempo, le da a cada una su fecha, pero el acontecimiento eterno se mantiene unificado. Así, Pentecostés no es un añadido o una fiesta al final del llamado ‘Tiempo Pascual’, sino que resalta su fruto en el corazón del ser humano: el Espíritu del Cristo Resucitado plenifica la existencia humana, de tal modo que la eternidad divina siempre estará presente en la temporalidad humana, solo basta una nueva inocencia para descubrirla como tempiternidad.
La tempiternidad, según Raimon Panikkar, es un concepto que va más allá de la mera temporalidad o eternidad. Según el místico catalán, la tempiternidad, como unidad de tiempo y eternidad, sostiene que la realidad no se limita a ser temporal o eterna por separado. En cambio, propone que ambas dimensiones están intrínsecamente relacionadas y forman una unidad. No es tampoco la suma de tiempo y eternidad, sino una experiencia única en la que se vive el presente de manera intensa, sin preocuparse por el pasado o el futuro; es un momento auténtico y verdadero. Con seguridad fue lo que vivieron los discípulos en el Cenáculo con María de Nazaret, mujer del Espíritu; ¡toda una experiencia mística!
La solemnidad de Pentecostés, que con tanta fuerza se celebra en espacios eclesiales, es la oportunidad para redescubrir, en este enfoque, que el ser y el tiempo están interconectados. Nada permanece sin ser tocado por la eternidad, ni siquiera el tiempo, y todo esto es obra del Espíritu del Cristo en nosotros. Celebrar Pentecostés, de algún modo, es celebrar la tempiternidad.
El presente es el lugar de este encuentro: la tempiternidad se manifiesta en cada instante, no es algo que vendrá después del tiempo o que existía antes, sino que es la cristalización del último momento temporal sin más extensiones. Por esto, la vida en el Espíritu, a la que está llamado todo cristiano, y todo ser humano, es una vida colmada de esperanza. La verdadera esperanza no está en el futuro distante, sino en descubrir la plenitud en el presente. Cada paso es parte de la peregrinación hacia esa plenitud. El júbilo del alma humana en Pentecostés no procede de un acontecimiento externo, por el contrario, es la explosión de gozo, fruto de la convergencia de tiempo y eternidad en el presente.
Una vez pasada la fiesta de Pentecostés la liturgia dará reinicio al llamado ‘Tiempo Ordinario’, que se convierte en la oportunidad para descubrir que la existencia humana ha de ser un continuo peregrinaje, un itinerario a ritmo tempiterno. Pentecostés es la oportunidad para redescubrir que la vida humana en la tierra no es simplemente un camino hacia Dios, la reencarnación o la nada. Más bien, es un ritmo en el que cada momento está habitado por su contraparte eterna. Vivir plenamente implica estar dispuesto a abandonar la historia y despedirse del tiempo. La peregrinación es el cumplimiento de cada paso. La práctica contemplativa es el espacio en el que se unen tiempo y eternidad; no es el ser humano quien las hace converger, ni es una obra a voluntad del individuo, es la liberación del pequeño yo para permitir este acontecimiento en la propia interioridad.
Como práctica pascual, estamos invitados a la experiencia de tempiternidad. Para esto es necesario vivir el presente con autenticidad y descubrir la eternidad en cada instante: silencio y quietud abren esta puerta; sentados en contemplación, abandonando el frenesí y cualquier pretensión. Es una visión profunda que trasciende las limitaciones temporales y nos conecta con la eternidad.
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