"Y el padre Carlos Julio se echó a llorar ante la placa que le ofrece la comunidad" Lágrimas de un cura rural en el bosque de los zorros
"En vigilia de oración el sábado 29 de enero de 2022, entregaron en las manos providentes del Señor el sueño de un hogar para los frágiles abuelos de la comunidad"
"El padre Carlos Julio ha suscitado tal entusiasmo, que la feligresía ha reconocido en él el poderoso ejemplo de servicio anunciado por el Maestro de Nazaret"
"El arzobispo de Bogotá, en la homilía de la Eucaristía inaugural, comparó al padre Carlos con Moisés"
"El arzobispo de Bogotá, en la homilía de la Eucaristía inaugural, comparó al padre Carlos con Moisés"
Una pequeña población incrustada en las montañas que rodean el oriente de la capital colombiana, cubierta de bosques, habitada por cientos de especies de aves y de animales silvestres, retorna a evidenciar su vocación de tierra promisoria, que otrora fue ejemplo de pastoral integral, al punto de convocar a todos los obispos latinoamericanos. Porque hoy, entre cantos, música y oraciones, una muchedumbre de campesinos, celebran fiesta tomados de la mano de su párroco.
Pues, mientras los centros de poder de las grandes ciudades suelen olvidar, no solo a los campesinos y a sus tareas rurales, sino más aún a sus ancianos, que quedan atrapados en los lejanos rincones de sus casas de adobe y techo de tejas de barro, esta comunidad parroquial ha tomado en serio su condición de bautizados, y como discípulos misioneros se han propuesto caminar juntos. Así, en vigilia de oración el sábado 29 de enero de 2022, entregaron en las manos providentes del Señor el sueño de un hogar para los frágiles abuelos de la comunidad.
Dos días después, dieron inicio al proyecto de construcción del ‘Hogar San José’, en el marco de la celebración de su año jubilar, convocado por el Papa Francisco, como silente protector de la vida. La comunidad parroquial de Fómeque (en dialecto ancestral = ‘tu Bosque de los Zorros’), se reconoce a sí misma como una ‘mano de Dios’, que siembra bondad en su propia tierra. Ahora, el viento del Espíritu se percibe en esta inmensa casa para ancianos campesinos, trabajada con tenacidad sinodal por toda la comunidad rural, con su actual párroco, Carlos Julio Vargas Bejarano, -de origen agustino, con mirada diocesana-.
El padre Carlos Julio ha suscitado tal entusiasmo, que la feligresía ha reconocido en él el poderoso ejemplo de servicio anunciado por el Maestro de Nazaret. “Desde el momento en que Jesús lavó los pies de sus discípulos hasta su sacrificio en la cruz, vemos un claro mensaje de humildad y servicio. Él nos mostró que el verdadero liderazgo radica en servir, sin importar la posición social o estatus”, fueron sus palabras al presentar la obra a monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo, quien también estuvo comprometido desde el inicio de esta Obra de Dios, y que finalmente la inauguró el pasado 28 de julio, en el contexto de la Jornada Mundial de los abuelos y de los ancianos, convocada por el papa Francisco. Una humilde anciana campesina fue la encargada de hacer el corte de la cinta.
Y es que este municipio ha tenido la fortuna de contar con personas que han inspirado con su dedicación, servicio, corazón compasivo y voluntad inquebrantable para ser solidarios; el más grande y preclaro ejemplo, fue el de monseñor Agustín Gutiérrez (1934-1970), quien dejó un legado importante y un sello de amor al prójimo, cuyo espíritu hoy se evidencia. “El padre Carlos Julio, nunca se detuvo y siempre supo soltar los hilos de “lo imposible” y entrelazar las cuerdas para avanzar de la mano de Dios y de la patrona, Inmaculada Concepción María. Tres pilares fueron determinantes en este camino: la comunión con Jesús Resucitado en la Eucarística, la experiencia del encuentro ante el Sagrario, los primeros viernes y los cuartos sábados de mes en vigilia nocturna y el rosario de aurora los primeros sábados”, fueron palabras de los fieles en la monición de entrada a la Eucaristía.
Por su parte el arzobispo de Bogotá, en la homilía de la Eucaristía inaugural, comparó al padre Carlos con Moisés, a quien hacían referencia las lecturas, ya que, escuchando la voz de Dios, supo guiar al pueblo, con el servicio desinteresado, que es el sello de esta obra. Otra muestra de que, al hacerlo, no solo se beneficia quienes lo reciben, sino también los que lo brindan, pues esto nos ayuda a cultivar la empatía, fortalece nuestros lazos con la comunidad, nos llena de satisfacción interior y nos hace más humanos.
Y el padre Carlos Julio se echó a llorar ante la placa que erige la comunidad en las paredes del ‘Hogar San José’, como sello memorial de la generosa entrega de su pastor. Él, por su parte, -con lágrimas en los ojos-, declaró que su papel solo había sido animar y motivar, porque, aunque él también dirigió personalmente, y se puso manos a la obra -echando pico y pala, y cargando ladrillos-, resaltó que la comunidad fomequeña fue la encargada de hacerla realidad, para la dignificación del adulto mayor campesino.
Los sacerdotes acompañantes fueron así testigos de las lágrimas de un cura rural en el Bosque de los Zorros.
La comunidad fomequeña, a través de esta obra ‘Hogar San José’ nos demuestra que son un pueblo llamado al servicio y al trabajo común; y busca poner en alto la generosa actividad de los párrocos, que silenciosamente llenan de esperanza las comunidades, animándonos a creer que todo es posible, en mundo marcado por el individualismo. Una obra con capacidad para acoger 48 abuelos, y que estará a cargo de las hermanas de la Comunidad Siervas del Sagrado Corazón de Jesús y de los pobres; servida por 3 enfermeras, personal de cocina, lavandería, fontanero y servicios generales. La obra ha superado la inversión de los mil seiscientos millones de pesos (US 400.000).
“Hoy puedo decir, que la comunidad me ha hecho crecer en este camino de servicio y entrega, pues me han demostrado que hay una iglesia viva, capaz de marcar una diferencia y generar cambios sociales, a través de acciones concretas, que contribuyen a un mundo mejor”, concluyó este cura rural, para recordar también este 4 de agosto a san Juan María Vianney, el santo cura de Ars.
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