Para descubrir el 'Yo Soy' de Cristo en el corazón Quinto 'Anuncio Pascual': Soy discípulo misionero porque es Cristo quien vive en mí Ga 2,20
Este acceso se da especialmente en la meditación y en la contemplación, donde el orante deja de ser protagonista en la oración para ser el recipiente abierto y vacío en el que la fuerza del Espíritu ora con un lenguaje inefable
No hay que tener miedo a perderse; el miedo a la pérdida total de sí mismo es una prueba evidente de que este 'sí mismo' que tiene miedo no es el real y auténtico 'tú'
Haga la experiencia de Jesús: aislarse en descampado, en la montaña o en una capilla, etc., recogido en silencio, para descubrir el 'Yo Soy' de Cristo en el corazón
Haga la experiencia de Jesús: aislarse en descampado, en la montaña o en una capilla, etc., recogido en silencio, para descubrir el 'Yo Soy' de Cristo en el corazón
El tesoro abundante de Cristo se encuentra en la dimensión más profunda de nuestro propio ser. Para encontrar un tesoro escondido es necesario escudriñar, cavar profundo, sumergirse, ingresar en la dimensión más profunda. Como el Sarmiento que descubre que se mantiene vivo porque permanece unido a la Vid. (Jn 15, 1-8)
Este acceso se da especialmente en la meditación y en la contemplación, donde el orante deja de ser protagonista en la oración para ser el recipiente abierto y vacío en el que la fuerza del Espíritu ora con un lenguaje inefable. Tal como lo experimentan los místicos que nos invitan a una oración silente, diremos con Pablo: “Es Cristo quien vive en mí”; lo más profundo de mí es Cristo.
No hay que tener miedo a perderse; el miedo a la pérdida total de sí mismo es una prueba evidente de que este “sí mismo” que tiene miedo no es el real y auténtico “tú”. El ‘tú’ reposa confiado en el ‘Yo Soy’ de Cristo. Él rompe nuestro aislamiento respetando nuestra soledad: rompe tu aislamiento, entra en ti, ya no estás solo, y, al mismo tiempo, respeta tu soledad, te permite ser tú mismo. Cuando vivo esta ‘soledad’ encuentro a Dios como lo más íntimo de mí mismo.
Es Cristo Quien guía la misión. Es el mismo Cristo que cada discípulo descubre en su experiencia mística orante. No es una devota idea ni un plan, es el impulso del Resucitado que surcó su tierra, anunciándose como Camino, Verdad y Vida.
Salir a la misión es permitir que Cristo camine con mis pies, se acerque con mi presencia, escuche con mis oídos y anuncie con mi voz; pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí, acercándose a las realidades más profundas de niños, jóvenes y sus familias. La oración Pascual es contemplativa, porque es experiencia de unión con Aquel que es la Vida de mi vida; es el ejercicio de del sarmiento que para tener vida permanece unido a la Vid (Jn15). Experiencia esencial para encarnar el llamado de ser y hacer discípulos misioneros sembradores de esperanza.
Práctica pascual
Haga la experiencia de Jesús: aislarse en descampado, en la montaña o en una capilla, etc., recogido en silencio, para descubrir el ‘Yo Soy’ de Cristo en el corazón. Que la búsqueda amorosa del Señor lo lleve al fondo de sí mismo, para encontrarse a sí mismo, a Dios, a los demás y al cosmos en el que se manifiesta.
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